
Este blog nace en 2004 para recoger los mejores artículos de ENRIC GONZÁLEZ en El País, El Mundo, o donde le dé la gana. A partir de ahí, aquí cabe todo aquello que pueda robar a quien quiera que escriba algo, lo que sea, que no me haga sentir imbécil cuando se hable de fútbol. JM Román
viernes, diciembre 28, 2007
MILAN, LA MÁQUINA CONTRACULTURAL por Santiago Segurola

domingo, diciembre 23, 2007
ALBELDA por Manuel Vicent

viernes, diciembre 21, 2007
BRASIL 1982, LOS PERDEDORES QUE VENCIERON por Santiago Segurola

¿Puede un equipo que es tomado como la esencia del fracaso figurar entre los mejores que ha visto el fútbol? Sí. Brasil no ganó el Mundial de España, pero su recuerdo es imborrable. Y de eso también trata el fútbol. No hay mucho que decir sobre la mayoría de los ganadores del Mundial en las últimas ediciones. Aprovecharon su momento y ya está. Los aficionados más jóvenes difícilmente escucharán vibrantes historias de la selección alemana que conquistó el Mundial de Italia 90. Los brasileños recuperaron el título en 1994, después de un cuarto de siglo de sequía, pero hasta Romario pareció disminuido en aquel equipo. De la victoria de Italia ante Francia en el Mundial de 2002 no habrá otro recuerdo que el cabezazo de Zidane a Materazzi. Lo demás es material de desecho. Si un equipo queda en la memoria de la gente es que ha ganado de verdad. Lo otro es un trofeo en la vitrina.
Otro equipo representa algo parecido al Brasil de 1982. Se trata de Hungría, de la célebre selección de Puskas, Boszik, Hidegkuti y Czibor. La derrota frente a Alemania en la final de la Copa del Mundo de 1954 fue tan o más sorprendente que el maracanazo de Uruguay en 1950. Pero los brasileños ni tan siquiera llegaron a la final. Italia ganó el grupo que daba acceso a las semifinales y finalmente conquistó el trofeo. Era un buen equipo. Brasil era otra cosa, y puede que más imperfecta. Le faltaba un delantero centro de garantías. Telé Santana, el seleccionador, se decidió por el inservible Serginho, un gigante que se preguntó durante todo el torno qué demonios pintaba en aquel equipo maravilloso, en lugar del joven Careca. No había nadie para concretar en el área lo que forjaban los prodigiosos centrocampistas y laterales.
Cuando se habla de Brasil 82 se habla de Leandro, Junior, Sócrates, Falcao, Toninho Cerezo y Zico. Se habla también de una manera fascinante de jugar: fluida, ingeniosa, atrevida y versátil. La habilidad no estaba reñida con el pase. El pase no estaba peleado con el remate. El remate era la consecuencia de un proceso en el que todos participaban de manera creativa. Leandro y Junior eran dos laterales que podían jugar con el 10 en cualquier equipo del mundo. De hecho, Junior fue el cerebro del Torino en los años ochenta.
En el medio campo, Sócrates, Zico, Falcao y Toninho Cerezo resultaban imparables. Pocas veces se ha visto una colección parecida de virtuosos complementarios. Podían ganarte de cien maneras diferentes, pero difícilmente lo harían con una jugada grosera. Excepto Zico, centrocampista con alma de delantero o al revés, dualidad que le hacía temible en las dos zonas del campo, los otros tres jugadores destacaban por su presencia física. Altos, de zancada larga y gran recorrido, su versatilidad les permitía ocupar todos los puestos del centro del campo y aprovechar su destreza en los remates de media distancia o en las apariciones en el área. Entre ellos, Sócrates era el menos dotado para las tareas defensivas, si es que esas tareas le pasaron alguna vez por la cabeza. Aquel Brasil competía en dos categorías. Por un lado, pretendía la Copa del Mundo, pero durante el torneo comenzó a competir con un fantasma, el Brasil de 1970.
Por raro que parezca, estuvo más cerca de lo segundo que de lo primero. Fue derrotado por Italia en un partido inolvidable y no llegó a las semifinales. No hubo Copa del Mundo, pero su juego deslumbró. En el fútbol de Brasil se contenía toda la belleza del juego. Pronto se sacó el metro patrón para medir la grandeza de aquella selección. La medida era el equipo que conquistó el Mundial de 1970. Quizá ninguna selección se ha acercado tanto al mito que crearon Pelé, Gerson, Tostao, Jairzinho y Rivelino.
sábado, diciembre 15, 2007
¿EL OPIO DE LOS PUEBLOS? por Eduardo Galeano

miércoles, diciembre 12, 2007
SOBRE LA SELECCIÓN ARGENTINA, LA ALBICELESTE
lunes, diciembre 10, 2007
LIVERPOOL 1975-1985, UNA MANERA DE JUGAR, UNA MANERA DE VIVIR por Santiago Segurola

domingo, diciembre 02, 2007
DISCULPADME, PERO VOY A HABLAR DE FÚTBOL por António Lobo Antunes

-Tú haz lo que quieras
y Coluna hacía, en realidad, lo que quería: sacaba a todo un equipo derecho a ganar. Otto Glória, que sabía de fútbol, afirmó en más de una ocasión que nunca había encontrado a nadie como Coluna. Si Coluna volviese al Benfica, yo volvería al estadio porque, con Coluna en el campo, se acabarían los jugadores burócratas, subordinados, escribiendo memorandos, copiando minutas, distribuyendo circulares. Lo que veo ahora, en los raros momentos en que enciendo el televisor, son subordinados. Escrupulosos, obedientes, aburridos. Una especie de perfección negativa. Una monotonía oficinesca. Paulo Mendes Campos, poeta brasileño a quien le tengo mucho afecto, escribe que Ari Barroso, el gran comentarista, se hacía eco del estilo de Garrincha. Le doy la palabra: "Ari transmitía en la tele un partido del Botafogo y decía pausadamente: Garrincha con la pelota. Va a regatear. Claro. Va a regatear de nuevo. Va a perder la pelota. Atención, una floritura por aquí, otra por allá. Garrincha se la pasa al adversario. Eso no es posible. ¿Lo veis? Garrincha va a regatear de nuevo. Va a perder. ¿Por qué no centró enseguida? Claro que va a perder. Gol de Garrincha". Y añade: "la última fue seca y malhumorada: también a Ari le hicieron un regate en la tribuna". Es justamente eso lo que le pido al fútbol: la improvisación, lo inesperado, la falta de lógica, la locura, el genio. Que me hagan regates. Que me enardezcan. Que me sorprendan. Claro que siguen naciendo jugadores así: sólo que los técnicos, la dirección, los agentes, los transforman en robots previsibles. El único jugador imprevisible que he visto últimamente se llama Ronaldinho y juega en el Barcelona. Entre los portugueses no encuentro ni uno solo: Figo, que parece ser (así dicen) lo mejor que hay aquí, no pasa de un correcto amanuense. Cumplidor. Y a mí no me gustan los jugadores cumplidores. No me asombra, no hace milagros: ejecuta. Es un profesional serio. Y, Dios mío, estoy cansado de los profesionales serios. Lo que quiero es que inventen en el campo lo que Felipe II le pidió al arquitecto del Escorial: "Hagamos lo que sea para que el mundo pueda decir de nosotros que estábamos locos". El sentido común, en el deporte, no me interesa un pimiento: sólo me interesa que me dejen con la boca abierta, que me apasionen, que deliren: "una floritura por aquí, otra por allá. Claro que va a perder. Gol de Garrincha". Pero ¿cómo, si ahora el héroe es un técnico? Pero ¿cómo, si las virtudes son el trabajo y la paciencia? De modo que no me encaja. Me agobia. ¿Y los términos? "Líneas de pase", "presión alta", "armar el equipo". La improvisación truncada, las "jugadas de laboratorio". Voy a un estadio a perder la cabeza, no a mirar por el microscopio. Y, por tanto, ha dejado de gustarme el fútbol: no me hace feliz. Quien me haría feliz sería el entrenador de un equipo de provincias, hace muchos años: el equipo muy preparado, dispuesto a entrar en el campo, y él que trazaba en la pizarra de los esquemas tácticos una cruz con tiza, enorme, de ángulo a ángulo, después de lo cual se volvía hacia los muchachos con un grito que hacía estremecer la cabina:
-No hay tácticas ni medias tácticas: lo que hay que hacer es marearlos.
sábado, noviembre 24, 2007
ALEMANIA 1972, LA MEJOR COSECHA ALEMANA por Santiago Segurola

Sin un papel relevante de sus creativos centrocampistas, sin Schuster, que rescató al equipo en fogonazo de la Eurocopa de 1980, Alemania comenzó a estirarse: cada vez más cerca de su portero y cada vez un gigante más alto en la punta del equipo: Dieter Hoenness, Hrubesch, Bierhoff. La simplificación llevó a la simpleza. Y la simpleza es deprimente. El precio que ha pagado el fútbol alemán es muy alto. No han faltado las victorias, pero los jugadores alemanes han perdido prestigio. Pocos actúan en las grandes Ligas. No añaden gran cosa. Se simplificó demasiado. Se creó un prototipo funcional que, a fuerza de repetirse, terminó por degradarse. Pero hubo un tiempo donde Alemania era una selección maravillosa.
En aquel partido de Wembley, cuartos de final de la Eurocopa, Alemania derrotó 1-3 a Inglaterra. El resultado fue menos importante que la manera de conseguirlo y quiénes lo consiguieron. A un lado, Beckenbauer se acompañaba del portero Maier, el central Schwarzenbeck, el lateral izquierdo Breitner, el goleador Gerd Muller y el media punta Uli Hoeness. Tanto Hoeness, extraordinario jugador prematuramente disminuido por una grave lesión, como Breitner eran jóvenes y desconocidos en Europa. La otra parte del equipo estaba dirigida por Gunther Netzer, eterno suplente de Overath. Netzer, que jugó el partido de su vida en Wembley, había conducido al Borussia Moenchengladbach del anonimato al primer peldaño de la Bundesliga. Junto a él, el lateral derecho Vogts, el magnífico centrocampista Wimmer y el delantero Jupp Heynckes. Todos estaban en Wembley, donde se exhibió Alemania con un fútbol perfecto.
El duelo con Inglaterra y la victoria en la Eurocopa de 1972 marcan el momento de mayor altura en el juego de la selección alemana. Antes de adentrarse en el fútbol especulador y pesadísimo que caracterizó al Bayern de los años setenta, la selección alemana jugó tan bien como Holanda y con jugadores tan brillantes. Fue un periodo que merece recordarse, lo mismo que el triste destino del Borussia Moenchengladbach. Siempre jugó mejor que el Bayern, pero perdió sus oportunidades en la Copa de Europa, mientras el equipo de Beckenbauer ganaba las finales con poco juego y mucha suerte. Como Moenchengladbach, una pequeña ciudad junto a la frontera belga, no es Múnich, las posibilidades de sobrevivir a la ausencia de éxito son mucho menores. El Borussia entró en un declive lastimoso para los aficionados que preferían su aventura a la calculadora maquinaria del Bayern. Y como el Bayern se ha preocupado de eliminar cualquier atisbo de oposición en la Bundesliga –cada vez que aparece un competidor, sus mejores jugadores acaban irremediablemente en el equipo bávaro-, el fútbol alemán es prisionero de un club con una perniciosa querencia por la depredación.
domingo, noviembre 18, 2007
AQUELLA GIRA SALVADORA DEL 37 por Juan Villoro
En 1937 el club donde Samitier había chutado prodigios no tenía una peseta en sus cajones y los directivos temían que los jugadores fueran movilizados al frente en la guerra civil. El Barça solo disputaba algunos partidos de despiste con equipos valencianos.
En Homenaje a Cataluña, George Orwell dejó constancia de la forma en que un pueblo convirtió sus convicciones en barricadas y soportó los bombardeos hasta la derrota. ¿Tenía sentido salvar un equipo en tiempos en que no podía salvarse un país? Parece que sí. Algunos activistas se empeñaron en la desmedida tarea de que el Barça no se sometiera a otra justicia que los goles.
A fines de 1936 llegó una invitación para hacer una gira por México el siguiente año. En principio, el asunto tenía interés económico (en las arcas del club ya solo vivía un ratón), pero a medida que se agravaba la situación política, el viaje se convirtió en una suerte de escape. En un libro esencial, El Barça en guerra, Josep M. Solé i Sabaté y Jordi Finestres definen este episodio como "la gira salvadora".
El presidente de México, Lázaro Cárdenas, se involucró en las gestiones y la llegada del Barça anticipó la política de asilo a los republicanos. Por su parte, el presidente Lluís Companys apoyó los preparativos en un clima de profética nostalgia: el 18 de mayo de 1937 el FC Barcelona subió a un tren con jugadores que no volverían a jugar en la ciudad condal.En medio de la crisis se volvió importante el miembro más humilde del equipo, ese hombre que nadie advierte hasta que un semidiós se viene abajo y es revivido con una esponja muy gastada: el masajista. En la presente época de gloria y caviar conviene recordar a Ángel Mur Navarro, cuyo principal oficio era el entusiasmo y que se unió a la gira como masajista de última hora. En los ratos sin brújula del exilio, Mur Navarro levantó los ánimos. Durante décadas el masajista forjado en la guerra atestiguaría eminentes calambres sobre el césped y acompañaría a los jugadores como una sombra imprescindible.
El Barcelona ganó cuatro partidos en México y perdió dos, y participó en ruidosas cenas en el Orfeó Català. El periódico El Universal saludó su desempeño en estos términos: "El Barcelona ganó o perdió y ni sus victorias le hicieron perder la cabeza ni las derrotas, los bríos".
Las paellas vernáculas le supieron bien a los jugadores. De los once titulares, nueve se quedaron en México y dos se exiliaron en Francia. Los suplentes que regresaron a España tuvieron que esperar hasta la temporada 1941-42 para volver a vestir la camiseta blaugrana. Es mucho lo que México le debe a la impronta de los catalanes republicanos. Baste recordar a Martí Ventolrà, cuya recia quijada anticipaba tiros al ángulo, y a su hijo Martín, que deslumbraría a mi generación y participaría en el Mundial de México 70 con la selección nacional.
El Barça encontró refugio en México, pero se salvó al precio de desmembrarse. Ángel Mur Navarro fue uno de los pocos que regresó al mar Mediterráneo.Hubo un tiempo, decisivo y casi olvidado, en que el Barça decidió su suerte en la precariedad. De aquel equipo solo quedaba un masajista y una esponja.Con esas armas refundó su historia.
Juan Villoro es escritor
lunes, noviembre 12, 2007
AJAX 1969-1973, LA REVOLUCIÓN QUE SOBREVIVE por Santiago Segurola

Cuesta creerlo ahora, pero Holanda fue durante décadas un país residual en el fútbol. Mientras las grandes potencias (Inglaterra, Brasil, Argentina, Italia, Alemania, España) habían convertido el fútbol en la pasión nacional, y la habían convertido en una cultura a través de los éxitos de sus selecciones o de sus clubs, Holanda figuraba como una anécdota, un país pequeño más interesado por los negocios y las carreras de patines sobre hielo. Sus equipos eran primeros candidatos a recibir goleadas en las competiciones internacionales. No existía el profesionalismo. El fútbol tenía el carácter de distracción ociosa en un país con preocupaciones más interesantes. Sin embargo, en un pequeño club de Ámsterdam se había instalado el germen de una revolución grandiosa. Lo que no existía en 1964, se convirtió cinco años después en una de las maquinarias más perfectas que ha visto el fútbol. El Ajax surgió de la nada para instalar un modelo admirable, envidiado por su particularidad, tan vigente que la pequeña Holanda es uno de los principales suministradores de jugadores y técnicos del fútbol mundial. Y de estilo. Estilazo.
En 1964, Piet Keizer y Johan Cruyff, dos jóvenes jugadores del Ajax, se ganaron su primer contrato profesional. Cruyff suele decir que fueron los primeros futbolistas profesionales de Holanda. Un hombre de carácter, visionario de un método, porque había mucho de metódico en lo que hizo aquel Ajax, se encargó de construir el equipo. Era Rinus Michels. Aquella banda de desconocidos dio noticias de lo que se avecinaba en 1966. Ganó 5-1 al Liverpool en los octavos de final de la Copa de Europa. Sin saberlo, se habían medido dos genios del fútbol: Michels y Bill Shankly, el técnico que había sacado a los reds del abismo de la Segunda División. La progresión del Ajax fue meteórica. En 1969 alcanzó por vez primera la final de la Copa de Europa, conducidos por la versión más sublime de Cruyff.
La derrota ante el Milan no tuvo mayores consecuencias. La revolución había llegado para instalarse. En medio de un periodo dominado en Europa por el fútbol defensivo y la tolerancia con la violencia, la causa del Ajax fue abrazada por millones de aficionados en todo el continente. El Ajax jugaba con pasión, siempre al ataque, con un vértigo controlado y la obsesiva necesidad de disponer de la pelota. De todo ello se encargaban sus dinámicos jugadores. Eran jóvenes y rebeldes, forjados en la cultura de los años 60. No estaban en el fútbol para aburrirse. Pero tampoco se dejaban llevar por la anarquía.
Holanda, un país pequeño, había encontrado la manera de forjar un estilo, de preservarse en definitiva. En el juego del Ajax, y por extensión de la selección holandesa, se apreciaba grandeza y método. Equipo con extremos, gran amplitud, centrocampistas prolijos en el manejo del balón y temibles en sus llegadas al área, laterales intrépidos, centrales con gran capacidad para el pase, porteros extraños, o extraños para aquellos días: sin manos, adelantados, con ganas de jugar con los pies. El resto es historia. El Ajax ganó tres Copas de Europa (71,72 y 73) con nombres imperecederos: Cruyff, Keizer, Haan, Krol, Rep, Gerd Muhren, Hulshoff, Blakenburg. Su influencia fue total en la selección que deslumbró en el Mundial de Alemania 74. El legado se transmite hasta hoy a través de generaciones gloriosas. Van Basten, Bergkamp, Rijkkard y Koeman definieron su época. Van der Saar, los hermanos de Boer, Seedorf, Blind, Overmars, Kanu, Kluivert, Litmanen han sido cruciales en los últimos años. Otra generación vendrá, sin duda. El equipo que surgió de la nada, el país desinteresado por el fútbol, son ahora una impagable factoría de ideas, de futbolistas y de un estilo que no declina.
lunes, noviembre 05, 2007
BRASIL 1970, EL METRO PATRÓN DEL FÚTBOL por Santiago Segurola

El mito brasileño se generó en 1958, con un equipo deslumbrante que incluía a Djalma y Nilton Santos, al goleador Vavá, al elegante Didí y al astuto Zagalo. Con ellos, Brasil ganó su primera Copa del Mundo, pero con Pelé y Garrincha conquistaron un trofeo mayor: el asombro de los aficionados europeos. Pelé tenía 17 años cuando debutó en el Mundial de Suecia. Garrincha era un mago apenas conocido. En aquellos días, no había televisión, ni reactores, ni Internet. Más que nada, el fútbol era un boca a boca que corría por todos los rincones del planeta. Tiempos de imaginación y leyenda. En Suecia, en las antípodas de su exuberante país, Pelé y Garrincha construyeron el edificio que ha sostenido el mito brasileño: fantasía, ingenio, belleza, placer y victorias.
Doce años después, Brasil llegó a México con la herida de su temprana eliminación en el Mundial de Inglaterra. En los meses previos a la Copa del Mundo, abundaron las disputas y los conflictos. Joao Saldaña perdió el puesto por discutir la titularidad de Pelé y negarse a aceptar las imposiciones de los políticos. El general Garrastachu Medici, dictador de turno en aquellos días, extendió sus caprichos hasta la selección. Fanático del delantero Darío, impuso su presencia en el equipo, contra el criterio del seleccionador y de los jugadores. Nadie estaba seguro de aquel equipo. Nadie sabía que se gestaba el mejor equipo de la historia.
Brasil 70, así, sin más. No hace falta añadir nada. Los aficionados, los viejos y los jóvenes, saben que aquella selección es el metro patrón que mide a todos los demás grandes equipos. No sólo engrandeció el mito creado en el Mundial de Suecia, sino que adelantó los principios del fútbol total. El Ajax y Holanda elaboraron un método que ya estaba en la naturaleza del equipo de Pelé, Gerson, Tostao, Jairzinho, Rivelino, Clodoaldo y Carlos Alberto. El cuarto gol brasileño en la final frente a Italia define el juego total. Comenzó con Tostao, el sutil delantero centro, como último hombre del equipo. Varios pases después, muchos jugadores por medio y setenta metros por delante, Carlos Alberto, capitán y lateral derecho, coronó una jugada que contenía la esencia del fútbol: la mayor calidad individual para el máximo sentido colectivo.
El Mundial fue retransmitido por televisión para todo el mundo, circunstancia que favoreció el imposible: la realidad superó a la leyenda. Casi todos los partidos de Brasil dejaron un momento que ha pasado al imaginario colectivo del fútbol. Frente a Checoslovaquia, Pelé estuvo a punto de sorprender a Víktor con un globo desde medio campo. Contra Inglaterra, Banks hizo la parada del siglo en un cabezazo picado de Pelé. El engaño de Pelé a Mazurkiewicz, el gran portero uruguayo, figura entre los mano a mano más célebres del fútbol. De alguna manera, casi todas esas jugadas tenían un aire de novedad para los aficionados de entonces. La fascinación fue tan grande que se eliminó lo prosaico en favor de lo irreal. Las dos acciones de Pelé ante Víktor y Mazurkiewicz se asumen como goles. Que no lo fueran, importa menos que la impresión que causaron las jugadas. La realidad tampoco fue una tontería. Brasil ganó el Mundial, su tercera Copa en 12 años, y conquistó la admiración general. Ya no se trataba del boca a boca. La magia existía. Lo había visto todo el planeta.
miércoles, octubre 24, 2007
PEDIR PERDÓN
El Slavia de Praga sufrió en el Emirates Stadium una vergonzosa goleada ante el Arsenal londinense. Siete a cero. Se puede imaginar las caras de los aficionados checos, entre la indignación y la vergüenza. Pero ante tal oprobio a los jugadores recién goleados no se les ocurrió otra cosa que colocarse alineados ante el graderío ocupado por sus aficionados, arrodillados con la cabeza inclinada en gesto inequívoco de disculpa y respeto. La afición, que por lo general suele ser agradecida con muy poco, después de unos segundos de mutuo respeto se levanta y comienza a animar como si estuvieran ante los triunfadores de la noche. Inmediatamente los jugadores se incorporan y aplauden la correspondencia de la grada. Imagen emotiva.
A pesar de los kilómetros en el cuerpo para ver como destrozaban de forma humillante a su equipo, seguro que esos siete goles tuvieron un sabor menos agrio por un simple gesto de humildad y respeto. Hay veces que no sólo ganan los que marcan más goles.
martes, octubre 16, 2007
DIEZ HISTORIAS

Estas son las mías:
Soldados
domingo, octubre 14, 2007
RAFA Y LOS AMORES QUE MATAN por John Carlin

Es apenas un murmullo, por ahora, porque les asusta hasta pensarlo a los aficionados del Liverpool. Pero ven el ejemplo del Arsenal y cuánto ha mejorado desde la salida de Thierry Henry; se fijan en las palabras de Cesc Fábregas, el joven director de orquesta del Arsenal, "Henry es un gran jugador..., pero nos inhibía un poco", y piensan: '¿No les ocurrirá lo mismo a los nuestros con Gerrard? ¿No estaríamos mejor con Xabi Alonso dirigiendo el centro del campo?'.
Tras un comienzo de temporada dulce, se le están empezando a amargar las cosas al equipo de Rafa Benitez, el ídolo español más grande que hayan conocido las Islas. De repente -tras una derrota en la Champions contra el Marsella y un empate a duras penas contra el Tottenham, ambos partidos en casa-, aparecen dudas, se piden explicaciones y se buscan chivos expiatorios. Ha sido imposible evitar ver, por ejemplo, que el Liverpool estaba ganando y jugando mejor cuando Gerrard estaba fuera, por lesión, y el donostiarra Alonso llevaba la batuta. Ahora es Alonso el que está lesionado y Gerrard el que manda en el medio campo y ¿qué pasa? El Liverpool pierde y juega mal.
El ejemplo perfecto fue el partido contra el Derby County hace cinco semanas. El Liverpool ganó 6-0 con dos goles de Alonso y dos de Torres. Después, Alonso se lesionó y desde entonces ha logrado 10 puntos en seis partidos, todos contra rivales en teoría asequibles.
Gerrard es considerado como uno de los tres o cuatro mejores jugadores ingleses de la última década. Es el centrocampista perfecto. Cubre más kilómetros de terreno que nadie, es un toro en la defensa, tiene un disparo potente y gana partidos solo. Pero no siempre. En demasiados partidos rompe la fluidez de juego del equipo por su insistencia en acaparar el balón. Cuando lo normal, lo inteligente para sus compañeros, sería pasarle el balón a Torres o a Babel o a Kuyt... Pero la presión que ejerce la presencia de Gerrard en el campo les persuade con peligrosa frecuencia para que le pasen el balón a él.
Se trata del factor Macho Alfa de la manada. Funciona con los elefantes, los ciervos y los chimpancés porque ellos nunca se dedican a nada tan complejo como el futbol, un deporte en el que el equilibrio en la psicología del colectivo es determinante. Si los machos dominantes saben administrar su poderío para el bien del equipo, perfecto. Tal fue el caso de Maradona en la selección argentina o de Cruyff en el Ajax, el Barça y Holanda. Si bien es cierto que durante un tiempo la influencia del macho dominante es positiva, puede acabar siendo maligna.
Ése parece haber sido el caso con Thierry Henry en el Arsenal. Quizá lo esté siendo hoy con Ronaldinho en el Barcelona. Y también, según los últimos datos que manejamos, con Gerrard en el Liverpool. En todos los casos, al entrenador se le exige tomar una decisión dolorosa. Perder voluntariamente a jugadores de este calibre representa una especie de amputación. Pero a veces es necesario para el bien general. Porque en el fútbol también hay amores que matan.
jueves, octubre 11, 2007
FÚTBOL Y ESCRITORES (3/3): EN EL BANDO CONTRARIO por Luis Fernando Charry

lunes, octubre 08, 2007
FÚTBOL Y ESCRITORES (2/3): UN DELANTERO GORDO por Luis Fernando Charry

sábado, octubre 06, 2007
FÚTBOL Y ESCRITORES (1/3): GOLES Y LETRAS por Luis Fernando Charry
sábado, septiembre 29, 2007
YA ESTÁ AQUÍ, EL LIBRO

Aunque había leído que se iban a editar las Historias del Calcio de Enric González, su publicación hace unos días me ha pillado a contrapié, ha tenido que llegarme un aviso "anónimo" (gracias) para que me enterara. Y una vez enterado aquí lo recojo.
Después de las Historias de Londres y las Historias de Nueva York hay que hacerse con él. Dejo la reseña que se ha recogido para su promoción:
"Es imposible hablar de Italia sin hablar de fútbol. Los italianos se consideran los inventores de este deporte, al que llaman calcio (patada), como las batallas campales con balón nacidas en la Florencia medieval, y han desarrollado en torno a él muchas de sus características políticas, económicas y sociales. El calcio contiene altas dosis de violencia, pasión, fraude, dinero y disparate. Pero es también un complejo mecanismo de símbolos, un código social y, en último extremo, un lenguaje con el que un país antiguo y escéptico expresa su vieja sabiduría."
PD: Espero que ya que no me denunció El País por robar cada lunes las Historias de Enric no lo haga ahora RBA por reproducir parcial o totalmente el contenido del libro, aunque eso sería una denuncia con carácter retroactivo, no?
Enhorabuena a Enric González.
Enric González. Historias del calcio. Una crónica de Italia a través del fútbol. RBA (2007)
miércoles, septiembre 26, 2007
LA CASA QUE HEREDA MESSI por Enric González

Un estadio es una cosa muy seria. Ningún estadio se parece a otro. Y la arquitectura, en materia de estadios, constituye un elemento secundario. Anfield, el estadio del Liverpool, es pequeño y contrahecho. Pero nadie puede evitar un escalofrío cuando, en el camino de los vestuarios al césped, toca la placa que colocó Bill Shankly, This is Anfield, "para recordar a nuestros muchachos qué camiseta defienden, y a nuestros adversarios contra quién juegan".
Los estadios se hacen, en realidad, con emociones. Con historia y con personas. La casa que construyó Kubala, la casa que acogió a Cruyff, Maradona y Romario, la casa que hereda Messi, acumula ya 50 años de mística particular. El Camp Nou es célebre en todo el planeta, recibe a millares de turistas y causa impresión al primerizo: tan grande, tan lleno, tan luminoso.
Sobre el Camp Nou flota, sin embargo, una nube fría. Quizá porque los catalanes hemos incorporado a nuestro ADN un histórico déficit institucional, tendemos a convertirlo todo en institución. En el estadio-institución se goza y se sufre con escepticismo. Se exige, se tolera, se rechaza. Se soporta mal la contrariedad. Se mantiene la cabeza clara. El carácter institucional dificulta la embriaguez del alma y favorece un sonido peculiar, una mezcla de siseo y chasquido de lengua, un zumbido que puede ser alegre o triste, pero está más cerca del silencio que del estallido.
jueves, septiembre 20, 2007
GUARDIOLA: EL GUARDIÁN DE LA MEMORIA por Jorge Valdano

sábado, septiembre 15, 2007
OLD FIRM. LA ESENCIA DEL FÚTBOL por Borja Cuadrado

Y todo porque la religión, la política y la sociedad así lo han conseguido. Católicos y protestantes, Celtic y Rangers, están identificados con estratos diametralmente opuestos, que muchas veces han hecho de este una cita peligrosa.
Lo sucedido en 1971 fue el ejemplo más dramático. Una avalancha de espectadores en Ibrox Park, feudo del Rangers, acabó con la vida de 66 personas. Nueve años después se vivió la Old Firm más violenta de la historia, según cuentan testigos presenciales. La policía tuvo que cargar con dureza a caballo, contra aficionados de ambos equipos. El alcohol que llevaban encima los hinchas fue la causa de la batalla campal.
Poco a poco la rivalidad fue creciendo. Hasta que en 1909 se vivió una final de Copa que dio origen a la definición propia que tiene este derbi: Old Firm. El choque acabó en empate, por lo que se tuvo que repetir -no existían prórrogas-. El segundo partido, con las gradas del mítico Hampden Park abarrotadas, iba camino de repetir situación.

El Celtic toma la Plaza San Francisco de Sevilla. Final UEFA 2003
Luego viene la aplicación de religión y política en el apartado deportivo. En el Celtic han jugado por tradición no protestantes, mientras que el Rangers llevó el camino inverso hasta que en 1989 se produjo el fichaje de Maurice Johnstone. Estamos ante el único jugador de la historia que ha militado en católicos y protestantes.
miércoles, septiembre 12, 2007
CIEN
Es sólo uno más de los miles de pequeños pedazos que hoy cumplen 100 años de historia.
Felices primeros cien!...por supuesto, manquepierda
PD: Porque 15 años de apropiación loperiana ni pueden ni van a usurpar un siglo de sentimiento en verde, blanco y verde.
sábado, septiembre 08, 2007
LUTHER BLISSET, EL DELANTERO USURPADO por Juan Antonio Bermúdez

En la temporada 1983-84, un patoso delantero jamaicano fichado por el Milán al Watford inglés contribuyó decisivamente con sus errores a la pésima campaña que terminó con la escuadra rossonera en la Serie B del calcio.
Los tifosi milaneses purgaron en él su frustración. Especialmente irritados, los neofascistas nunca pudieron admitir que aquel negro desgarbado que había llegado con honores de estrella cobrase más que sus colegas blancos y se retirase millonario tras sufrir (o fingir, eso nunca se aclaró) una lesión, dejando al equipo en la peor crisis de su historia reciente.
Muchos años después, fusilado por el sol de su Jamaica natal, Luther Blisset apuraba en ron las últimas liras de su contrato millardario, sin saber que estaba prestándole su nombre a uno de los fenómenos contraculturales más significativos e impactantes del cambio de milenio.
Y es que sobre 1993 unos cuantos estudiantes de Bolonia “la roja”, la capital histórica de la izquierda italiana, tomaron el nombre del mediocre pelotero jamaicano para firmar panfletos y reivindicar actos de guerrilla mediática, en lo que era el arranque del fenómeno Luther Blisset. El contexto de este segundo nacimiento de Blisset está muy bien definido: una izquierda intelectual vinculada a los centros sociales ocupados y a las redes culturales alternativas, embrión local de ciertas corrientes integradas luego bajo la inexacta etiqueta “antiglobalizadora”; una izquierda bien formada y a la vez curtida en el activismo de la lucha estudiantil.
La primera batalla de renombre ganada por este originario foco de acción de Luther Blisset en su guerrilla mediática se libró en el programa de televisión Chi l’ha visto, versión italiana y más morbosa de Quién sabe donde, en el que una llamada a nombre de Luther Blisset denunció la presunta desaparición del presunto ex-artista punky Harry Kipper, cerca de Udine, mientras viajaba en una bicicleta de montaña con la intención de trazar la palabra “ARTE”.
Entre los objetivos principales de este colectivo que comenzó a identificarse con el heterónimo múltiple Luther Blisset, hay que destacar así, sobre todo al principio, la puesta en cuestión de la infalible verdad difundida por los medios, el sabotaje desde dentro, con las mismas armas (la tergiversación, la manipulación, la no contrastación de fuentes) que tan a menudo les sirven a los propios mass media para construir la realidad a su antojo y conveniencia.
Pero el fenómeno fue enseguida más allá de esos furtivos fraudes mediáticos. Inmerso en el despegue de Internet, Luther Blisset encontró en la Red su medio ambiente ideal para crecer y multiplicarse. Además de las páginas virtuales o reales en las que se comentaba el asunto desde el escándalo o la fascinación o las dos cosas, Internet fue el cauce perfecto para miles de nuevas travesuras y nuevos textos rubricados por Blisset, perfilándose así definitivamente la naturaleza múltiple de la identidad del personaje.
Y mientras esto ocurría en la ingobernable república de Internet, los hipotéticos padres de la criatura, los cuatro veinteañeros boloñeses que fueron los primeros en utilizar el seudónimo Luther Blisset, convencieron a la todopoderosa casa Mondadori para publicar Q, una novela histórica escrita entre los cuatro. Q plantea un viaje por toda la Europa del siglo XVI, en pleno conflicto entre la modernidad del humanismo renacentista y el oscurantismo religioso heredado del medioevo que se resiste a desaparecer. Mezcla personajes y situaciones documentadas con leyendas de capa y espada, en un deslumbrante ejercicio de erudición y de fantasía, para trazar una parábola sobre el sentido de las grandes revoluciones sociales.
Sólo en Italia, el libro ha vendido casi 100.000 ejemplares, pero el número de lectores que han tenido acceso a Q es muy superior, ya que, desde la misma novela se daba permiso y se alentaba a fotocopiarlo (además de que ha estado disponible en varios lugares de Internet).
Con la edición en Mondadori, el proyecto Luther Blisset cumplía una de sus principales ambiciones: dar el salto desde la marginalidad a la cultura pop, llegar al corazón de la industria cultural. Pero lo más sorprendente fue la promoción de la novela, consistente en un “essere presenti, ma non apparire” (“hacerse presentes pero no aparecer”). Le interesa a Blisset una transparencia frente a los lectores pero una opacidad frente a los medios de comunicación. No se trata del aislamiento o la renuncia que han cultivado escritores como Onetti o Sallinger, sino de una peculiar forma de prestarse al juego de las actividades promocionales poniendo unos límites, para no degenerar en el tedioso culto al autor-personaje público. Luther Blisset, los cuatro Luther Blisset autores de Q, han concedido entrevistas y han hecho presentaciones públicas de sus libros, pero no han permitido que se difunda su imagen ni en fotografías ni en televisión, ni han filtrado detalles de su vida privada.
Y además le pusieron un plazo de vida a “su” Luther Blisset, el quinquenio que fue de 1994 a 1999, para no convertirlo en un autor-personaje más de los que criticaban. Desde entonces andan embarcados en un nuevo proyecto, el laboratorio de diseño literario Wu-ming.Otros Luther Blisset siguen vivos, sin embargo, en todo el mundo, firmando y manifestándose aquí y allá, fiel a su identidad múltiple y única que contribuye a poner en crisis la tiranía del artista como clarividente genio individual.
¿Y a aquél Luther Blisset jamaicano que hundió al Milán en segunda, chi l’ha visto?
Juan Antonio Bermúdez en Literaturas.com
miércoles, septiembre 05, 2007
domingo, septiembre 02, 2007
HISTORIAS DE LONDRES. UN ASUNTO GRAVE (10/10) por Enric González

viernes, agosto 31, 2007
HISTORIAS DE LONDRES. UN ASUNTO GRAVE (9/10) por Enric González
Un caso aparte, distinto a todos, es el Wimbledon, un club inverosímil al que se quiere o se odia. Para empezar, lleva el nombre de uno de los barrios más selectos del oeste de Londres, célebre en todo el mundo por el torneo de tenis y por sus fastuosas mansiones, pero juega en un suburbio muy modesto del este. Es, además, un un club que se profesionalizó hace sólo dos décadas, que ha escalado todas las divisiones en un tiempo récord y que mima su cantera. Pero el toque especial, lo que distingue realmente al Wimbledon, es la rabia. Los dons tienen como colores el azul y el amarillo pero en cuanto tienen ocasión prefieren vestirse de negro, se llaman a sí mismo the crazy gang (la banda de locos), escuchan rap en el vestuario antes de saltar al césped, escupen sobre el campo contrario y nunca dan un balón por perdido ni una pierna por inalcanzable.
El jugador más simbólico de los dons fue Vinnie Jones, retirado hace unos años con el mayor expediente de sanciones de toda la historia del fútbol inglés. Un vídeo con sus consejos para aprender a jugar al fútbol se vendía, para que no cupieran dudas, en las estanterías de deportes violentos como el boxeo y el kárate. Ahí van algunas perlas del catecismo del padre Jones: “Cuando derribo a un rival, siempre me ofrezco a levantarlo. Le pongo las manos debajo de las axilas y le estiro con fuerza de los pelos”. “Cuando algún contrario se me acerca demasiado, le agarro por los testículos y le digo con voz suave: ¿Te importaría retirarte un poco?”. “Si leo en el diario que la mujer de un rival se ha largado con otro, se lo recuerdo oportunamente durante el partido”. Y es que, amigo hooligan, “la pasión, la insistencia y el entusiasmo deben conducirte a terrenos en los que causarás algunos problemas. Es la misma historia de siempre. ¿Querrías tener a Gary Lineker a tu lado en las trincheras o preferirías tener a Vinnie Jones? Porque al fin y al cabo, sabes que Vinnie Jones saldría de la trinchera y correría hacia el enemigo, mientras que Gary Lineker se sentaría y diría: Usted primero”.

Jones, que antes de ser futbolista trabajó de peón de albañil, se dedica ahora al cine, especializado en papeles de gángster y asesino. Tras su rostro plagado de cicatrices, prácticamente sin cejas a fuerza de golpes, se oculta, dicen, un hombre sensato y razonable.
Enric González es autor de Historias de Londres, editado por RBA (2007).
martes, agosto 28, 2007
lunes, agosto 27, 2007
sábado, agosto 25, 2007
HISTORIAS DE LONDRES. UN ASUNTO GRAVE (8/10) por Enric González
En el oeste de Londres, quien manda es el Chelsea. Un club irremediablemente pijo, hasta cierto punto artificial, insólitamente irregular, capaz de lo mejor y de lo peor.
El Chelsea fue el resultado de un mordisco de un perro. Pero vayamos al principio, a 1877, cuando se creó un estadio en Stamford Bridge. El estadio se utilizó para el críquet y el atletismo hasta 1904, año en que fue adquirido por los Mears, una familia de constructores. Los Mears querían crear el estadio polideportivo más importante de Inglaterra y una pieza esencial de su plan consistía en alquilarlo al equipo local de fútbol, el Fulham. Pero los directivos del Fulham prefirieron seguir en el ya viejo Cottage. Gus Mears, irritado, decidió vender el estadio a la Great Western Railway Company, para que lo utilizara como almacén de carbón y materiales ferroviarios. A un amigo de Mears, Frederick Parker, se le ocurrió una opción alternativa: si el Fulham rechazaba Stamford Bridge, se podría crear un equipo de cero. Mears, un tipo testarudo y de carácter feroz, no quiso ni debatir la propuesta. Parker citó a Mears poco después en el campo de orquídeas contiguo al estadio, propiedad también de la familia constructora, y el relato de ese encuentro, escrito por el mismo Parker, constituye la leyenda fundacional del Chelsea:
Me dijo que aceptaría la oferta de los ferrocarriles por el terreno. Yo, triste por la desaparición del estadio, caminaba lentamente a su lado cuando su perro, viniendo en silencio desde atrás, me mordió hasta hacerme sangrar. Le dije a su dueño: Su maldito pero me ha mordido, mire, y le mostré la sangre, pero él, en lugar de expresar preocupación alguna, dijo tranquilamente: Terrier escocés, siempre muerde antes de hablar. Lo absurdo de la frase me pareció tan divertido que, aunque cojo y sangrando, me eché a reir y le respondí que era el pez más fresco que había conocido. Un minuto más tarde, [Mears] me sorprendió con una palmada en la espalda y me dijo: Se ha tomado ese mordisco malditamente bien. La mayoría de los hombres habrían montado un escándalo. Mire, estoy de acuerdo con usted.
Stamford no se vendió al ferrocarril. Todo lo contrario: Mears contrató un arquitecto para que construyera una tribuna y puso en marcha la creación de un equipo, para el que se barajaron los nombres de Kensington FC y Stamford Bridge, hasta que finalmente se optó por el de Chelsea FC y por el color azul para la camiseta. La insistencia de Parker el dinero de Mears bastaron para convencer a los dirigentes de la Liga de que admitieran de inmediato al flamante Chelsea, incluso por delante del histórico Fulham. Desde entonces y hasta hoy, el Chelsea es el club del glamour, capaz de ganar por 7 a 0 y de perder por el mismo resultado, siempre imprevisible, siempre elegante, siempre incapaz de alcanzar los objetivos que le corresponden por lo abultado de su presupuesto y lo numerosos de su afición. Actualmente, presume de estadio confortable (dispone de hotel y varios restaurantes) y de éxito comercial (su tienda de recuerdos es mayor incluso que la del Manchester United), y aspira a convertirse al fin en uno de los grandes del continente.
Homenaje a Peter Osgood
Uno de los políticos más repelentes de la era Thatcher, el conservador David Mellor, vio su carrera en peligro al descubrirse que tenía una amante. Pero habría resistido en su ministerio si la señorita en cuestión no hubiera revelado a la prensa sensacionalista que Mellor vestía la camiseta azul del Chelsea durante sus embates amorosos. La imagen era demasiado grotesca, especialmente para los supporters del Chelsea. David Mellor tuvo que dimitir. A pesar de eso y de otras cosas, yo también soy un blue. Qué le voy a hacer.
Enric González es autor de Historias de Londres, editado por RBA (2007).
En este blog se colgó hace ya algún tiempo un articulazo de Santiago Segurola sobre el Chelsea de los años 60, por si a alguien le interesa.