jueves, diciembre 25, 2008

CRÍOS NUESTROS por Javier Marías

Opinión desde el madridismo militante y (me imagino) distante de Javier Marías.

(...)

Algo muy grave pasa en el Madrid, y va más allá de las actuales circunstancias. El equipo ha ganado las últimas dos Ligas, lo cual debería tener a la afición contenta y confiada, e incluso en la idea de que se ha iniciado un ciclo bueno que podría traer más títulos. Nada de esto sucede, sin embargo, y no creo que haya en la historia muchos precedentes de equipos triunfantes deprimidos y atemorizados. A los viejos madridistas nunca nos ha bastado con ganar sin más, menos aún de manera injusta o inmerecida. Chamartín es un estadio en el que se silba a los jugadores propios con el resultado a favor, si lo hacen mal, y en el que se aplaude a los rivales cuando han demostrado ser mejores (hace poco a Del Piero, antes a Ronaldinho o al Ajax al completo, hay muchos casos). Es también un lugar en el que se tiene poca paciencia con los futbolistas verdaderamente "nuestros", es decir, de la cantera, y buena prueba de ello son los mil años que le ha costado a Guti, el de mayor calidad de la plantilla, ser aceptado y considerado imprescindible. Pero a la vez es un sitio en el que se necesitan esos jugadores "nuestros". El Madrid ha combinado siempre grandes astros extranjeros con excelentes productos de la casa, y cuando éstos han sido la base del equipo ha habido un suplemento de incondicionalidad por parte de los aficionados, a los que no se engaña fácilmente: un club no es admirable porque disponga de dinero para comprar a las estrellas foráneas de turno; lo es también porque tiene ojo, porque sabe ver las posibilidades de niños y adolescentes y los cuida, los prepara y los lanza. Ahora se rememora a la Quinta del Buitre, al cumplirse veinticinco años de su aparición. Durante el tiempo en que el esqueleto del Madrid fueron Chendo, Sanchis, Martín Vázquez, Míchel y Butragueño, los madridistas los adoraron y los apoyaron más que nunca. No sólo porque fueran magníficos futbolistas y renovaran y alegraran el panorama, sino porque eran "nuestros críos" y deseábamos que triunfaran personalmente, además de para el equipo. Eso en cuanto a los adultos. Los niños se reconocían en ellos y veían posible emularlos.

En el fútbol actual se olvida demasiado a menudo el elemento de sentimentalidad que es consustancial a este deporte. Si quien es del Madrid, del Barça, del Atleti o del Bilbao no deja de serlo nunca, es en gran medida porque lleva la vida entera sintiendo que quienes saltan al campo son no "los nuestros", pero sí "nuestros", por nacimiento, formación o adopción. Y no se adopta a cualquiera venido de fuera, no es tan sencillo. En tiempos recientes nunca se sintió como "nuestros" a Figo ni a Ronaldo ni a Robinho ni casi a Beckham, ni desde luego a Mijatovic (que no se entiende a santo de qué ha adquirido tanto poder en el actual esquema del club, y encima para mal ejercerlo). Algo más a Laudrup, a Zidane y antes a Valdano, a los que, por así decir, se reconoció en seguida como propios. Depende de muchos factores, de la manera de ser, del estilo futbolístico, hasta de caer en gracia. Pero todos estaban arropados por muchachos aún jóvenes que en verdad eran de casa: Raúl, Guti y Casillas, últimamente. Los tres siguen en activo, pero los dos primeros ya divisan su retirada. Y mientras el Barça mantiene ese hilo vital de la continuidad e incorpora a canteranos todas las temporadas, el Madrid ha dejado marchar desde a Urzaiz y Eto'o hace años hasta a Mata, Negredo, Granero, Parejo y De la Red ahora (recomprado este último a golpe de talonario), que destacan en sus respectivos Valencia, Almería, Getafe y Queen's Park Rangers, un Segunda División inglés en el que se foguea absurdamente el favorito de Di Stéfano -que no suele regalar elogios-, en vez de estar aquí en danza. En contra de la leyenda, los madridistas no nos conformamos con los extranjeros (menos aún si son tan horribles como Diarra o Drenthe): junto a Di Stéfano y Puskas tuvimos a Marquitos, Santisteban, Zárraga y Gento; y antes de Stielike, Breitner y Netzer tuvimos a Pirri, Serena, Grosso y el incomparable Velázquez. La mezcla ha sido esencial, como lo ha sido para cualquier club de verdadera altura. No creo que aquí nos sirviera el modelo Chelsea, Inter o Arsenal, en los que apenas hay jugadores locales. El Madrid ha sido otra cosa, y siempre hemos tenido sobre la hierba "críos nuestros". Si Mijatovic o Schuster no lo entienden, más vale que se vayan (postdata: el segundo ya se ha ido). Y si es el Presidente Calderón el obtuso, que abandone, con mayor motivo. Y ya que Del Bosque está ocupado, ojalá vuelva Valdano.

Javier Marías es escritor

lunes, diciembre 22, 2008

LA LISTA DE LOS INDESEABLES por Enric González

Entre los enemigos del fair play suelen destacar los violentos. Cualquier clasificación de futbolistas indeseables ha de incluir, por ejemplo, a los Montero, padre e hijo. El padre, Julio Montero Castillo, formó en el Granada, con Fernández y Aguirre Suárez, una de las defensas más brutales de todos los tiempos. El hijo, Paolo Montero Iglesias, pasó a la historia como el jugador con más expulsiones en la Serie A italiana pese a jugar en un equipo tan protegido como la Juventus. Habría que añadir a la lista gente como Vinnie Jones, Marco Materazzi, Andoni Goikoetxea, Nobby Stiles o Jorge Costa. Abundarían los candidatos: los killers del fútbol son fáciles de reconocer y recordar.

Sin embargo, si la lista tuviera que hacerla yo, no estaría encabezada por un honesto rompepiernas. El matón de la cancha es víctima de la escasez de recursos técnicos y, con frecuencia, de las órdenes del entrenador. Actúa a la vista de todos y acumula sanciones. Sus propios rivales, con el tiempo, sonríen al evocarlo. No, nada de killers. En mi lista, los dos puestos de honor quedarían reservados para dos futbolistas excelentes. El primero, Pavel Nedved, balón de oro en 2003. El segundo, el ex sevillista Christian Poulsen. Curiosamente, ambos pertenecen ahora a la Juventus.

No se trata de una simple manía personal, aunque también. En febrero de 2006, un par de aficionados interistas abrieron en Internet una página de nombre explícito, www.nonstimonedved.tk, para anotar las hazañas antideportivas del centrocampista checo. Semana a semana, la página fue agregando otras figuras reprobables. Debido al éxito, se ha convertido en un libro, de reciente publicación en Italia. Non stimo Nedved & tutti gli antisportivi constituye un útil sumario (con testimonios de otros futbolistas como Gattuso, Mexes, Pirlo, Zambrotta y Cannavaro) para acusar a Nedved y Poulsen, dos especialistas de la provocación, el juego sucio y el engaño al árbitro.

Poulsen no es un hombre popular en Italia. Su empecinamiento en tocar, literalmente, los genitales de Totti durante un Italia-Dinamarca (2004), logrando que el romano le escupiera y fuera sancionado, y sus pataditas y pellizcos a Kaká durante un Milan-Schalke (2005), rematadas con una tarjeta amarilla para el brasileño cuando éste se le encaró, permanecen en la memoria. Tampoco es un hombre popular en su país. Tras su indecente actuación en un Dinamarca-Suecia, culminada con un puñetazo a un contrario, el ministro de Justicia danés, Lene Espersen, pidió que Poulsen fuera apartado de la selección. Ocurre, sin embargo, que estos jugadores hábiles y sucios resultan demasiado útiles para su equipo. Poulsen sólo sufrió una reprimenda oficial de la federación.

Nedved pega menos, aunque pega lo suyo. Su máxima especialidad consiste en pegar y caer entre alaridos como si acabaran de amputarle en vivo una pierna. Quizá por su aspecto de niño bueno, quizá por su talento dramático, los árbitros pican siempre: en vez de pitarle la falta en contra, se la pitan a favor. Y, con un poco de suerte, amonestan a la víctima. Nedved consigue así decenas de tiros libres cerca del área que suele ejecutar él mismo. Consigue también exasperar al adversario. Y crear en torno a sí una total ausencia de deportividad. Citaré un ejemplo del 5 de octubre de 2003, durante un Juventus-Bolonia. Zambrotta tropezó y cayó en el área contraria y el árbitro, parcialmente tapado, pitó penalti. Zambrotta se levantó y fue hacia el árbitro para confesarle que no había existido falta. Nedved se lanzó sobre su compañero y, tras frenarle, le convenció de que callara. Puro fair play.

martes, diciembre 16, 2008

LOS CASOS EXTREMOS por Enric González


Hubo en España una editorial que se planteó eliminar a uno de los tres hermanos Karamazov para que la novela de Dostoievski fuera más breve y, por tanto (ése era el razonamiento), más rentable. ¿Parece una burrada? Lo es. Cualquier tesis económica, llevada a su último extremo, degenera en burrada. Y, sin embargo, estas cosas abundan. Basta invocar la economía, es decir, el máximo aprovechamiento de los recursos disponibles, para que las ideas más absurdas tengan éxito. No estamos hablando de la política laboral de las empresas, aunque lo parezca. Hablamos del fútbol y de su envilecimiento. Es decir, sí hablamos, en realidad, de la política laboral de las empresas.

Por razones misteriosas, los jefes de personal adoran a los empleados que ocupan espacio. No mueva el culo de la silla durante 12 horas y sus superiores le considerarán un héroe, un Stajanov redivivo. Da igual que no haga nada. Si ocupa su silla y cultiva sus ojeras, tiene un gran porvenir por delante. Le esperan miles y miles de reuniones, inútiles pero remuneradas.

Esto mismo ocurre en el fútbol. Y ésa es la razón de que se extinga, poco a poco, la especie más hermosa, brillante y rara, el extremo, en vías de extinción desde hace años. Es normal, porque el extremo suele ser un tipo difícil (baje al césped y váyase al córner, le sorprenderá la extrañísima perspectiva), propenso a las lesiones, de escaso valor defensivo y, sobre todo, poco útil para ocupar terreno. Desde un punto de vista contable, el extremo siempre saldrá perdiendo ante el centrocampista trotón, ante el llamado carrilero o ante cualquiera que pueda ser clasificado como polivalente. Y hoy, con alguna excepción, parece que sean los contables y los jefes de personal quienes confeccionan las plantillas.
No hace falta haber visto jugar a casos maravillosamente desesperados como Garrincha o Best. Ni siquiera a Gento. Recuerden al mejor Figo o fíjense en lo que pueden hacer, pegados a la banda, tipos como Cristiano Ronaldo o Robben. Eso, si hablamos de lujo y terrenos amplios. El extremo alcanza el máximo nivel cuando se mueve en una relativa modestia, cuando juega en un campo pequeño y debe bailar sobre una estrecha línea de cal saltando sobre la guadaña del defensa. Recuerdo, por ejemplo, a López Ufarte en Atocha o a Chechu Rojo en San Mamés. O, puestos a forzar, a un galeote flaco llamado García Soriano en La Condomina.
Ciertos entrenadores se excusan alegando que apenas existen extremos en el mercado. Evidentemente, son difíciles de fabricar. Aquello de "se mueve lento, pero piensa rápido", tan manido en el centrocampismo, no vale para un extremo, que tiene que pensar y moverse con igual rapidez. Los extremos son especialmente difíciles de fabricar cuando los equipos infantiles renuncian a ellos en nombre de la productividad: si se puede llevar a la categoría profesional a dos trotones y un central cada año, ¿por qué empeñarse en sacar un extremo decente cada cinco?
Cruyff siempre colocaba a un jugador en cada extremo, aunque no lo fuera. Guardiola también lo hace. Por desgracia, les vale casi cualquiera en esa posición. Y el tal cualquiera, por más genio que sea, por mucho que se llame Messi, Iniesta o Henry, acaba yéndose al centro, incapaz de soportar la dureza y la melancolía del puesto. El medio centro está lejos de todo, pero tiene alrededor a sus compañeros. El extremo está aún más lejos de todo, incluyendo a sus compañeros, y sólo tiene tratos con un defensa empeñado en sacarle del campo a tarascadas.

sábado, diciembre 13, 2008

YESTERDAY por Carlos Boyero


La punzada de la nostalgia no hace daño sino que consuela cuando todo huele a ruina y a mezquindad en el equipo de tu vida, irrenunciable al no poder biológica ni racionalmente transformarte en un converso. Y esa melancolía ante la abrumadora certidumbre de que algún tiempo pasado fue mejor se llamaba la quinta del Buitre, homenajeada durante toda la semana por Canal +. Ir al Bernabéu en aquella época suponía un antidepresivo con efectos luminosos. Intentar adivinar los movimientos del imprevisible mago Butragueño en aquellos tensos segundos en los que paraba el balón y miraba a distancia de aliento a la acojonada defensa poseía el clímax del mejor Hitchcock. Y aquellos jugadores irrepetibles no alcanzaron su sueño, no ganaron la anhelada Copa de Europa, pero su recuerdo despertará emoción y agradecimiento cuando no quede ni rastro en tu memoria de algunos campeones tan pragmáticos como mediocres.

Desde que se retiró Zidane, nadie es capaz en este equipo de levantarte del asiento con gesto de éxtasis. El éxito en la miserable Liga que ganó Capello intentó justificar lo injustificable. Sólo los fanáticos pueden mantener la ilusión de que llegará pronto la hermosura y la alegría. Aunque hayan largado al ulceroso Schuster y el insoportablemente modélico Raúl culmine sus intrigantes y eternas maniobras en la oscuridad, el dialogante y civilizado Calderón utilice en la asamblea a los vociferantes nazis y el atildado y viscoso montenegrino culpe intolerablemente del desastre a los corruptos árbitros, las infinitas y mosqueantes lesiones o a los oscuros designios del Espíritu Santo.

Diógenes y su farol tendrían enormemente complicado encontrar a un hombre honrado entre los jefes de este impresionante negocio al que el eufemismo denomina deporte. Es muy raro encontrarte en ese gremio con alguien que no se dedique al honorable oficio de la construcción. Imagino que aplican idénticos y escrupulosos criterios económicos y morales al fútbol que los que practican en su humanista profesión. Qué envidia ver jugar al admirable Barcelona. Ocurra lo que ocurra esta trascendente y ritual noche.

martes, diciembre 09, 2008

DERROTADOS Y ODIADOS por EnricGonzález

Don Revie

Cuando uno padece múltiples fracasos, suele esperar al menos un poco de simpatía por parte de sus semejantes. Pero no siempre es el caso. Ahí está el Leeds United para demostrarlo: ningún otro equipo inglés se ha quedado tantas veces a las puertas de la gloria y ningún otro equipo inglés es tan odiado. Sondeo tras sondeo, el Leeds aparece en la cúspide de las antipatías.


Si hubiera que buscar culpables, el sospechoso número uno sería Don Revie. En marzo de 1961, con la sociedad casi en quiebra y el equipo al borde del descenso a Tercera, la directiva decidió que el delantero centro, Revie, se ocupara también de entrenar al equipo. La primera decisión del nuevo técnico fue curiosa: cambió la camiseta del Leeds del azul y amarillo tradicionales a un novedoso blanco con el único fin (declarado por el propio Revie) de parecerse en algo al Real Madrid. En el último partido de la temporada 1961-62, el Leeds evitó el descenso. En 1964 logró subir a Primera. Y en 1965 empezaron los éxitos oscuros: esa temporada, como debutante en la élite, el Leeds quedó segundo en la Liga y finalista en la Copa. Ambos títulos se le escaparon por un pelo.


Revie ganó dos campeonatos de Liga, en 1969 y 1974. Perdió, sin embargo, muchos más: su Leeds quedó cinco veces segundo, fue derrotado en tres finales de Copa y dejó escapar una final de la Recopa en 1973. Esa final europea, contra el Milan, fue especialmente dura porque el árbitro, griego, se comportó como un milanista más. No puede decirse, porque no hay pruebas, que fuera sobornado por los italianos. Sí puede decirse que, por razones técnicas, después de ese partido fue inhabilitado a perpetuidad.


Las desgracias del Leeds, como decíamos, no suscitaron ninguna benevolencia en el resto del fútbol inglés. Quizá porque el Leeds había adquirido fama de equipo brutal y barriobajero. Sus tres killers eran los dos centrales, el campeón del mundo (y ex minero) Jackie Charlton y el durísimo Norman Hunter, y el mediocentro, el espléndido y salvaje Billy Bremner. El entrenador Revie les exigía que mordieran: "Revie siempre nos decía que fuéramos durísimos en la primera entrada porque ningún árbitro te amonesta a la primera. Yo pegaba al contrario, le ayudaba a levantarse, pedía perdón al árbitro y muchas veces ya no volvía a ver al jugador en cuestión", explicó Hunter años después de retirarse.


A Bremner, cuya piel es definida como "azul y negra" (por los moratones) en el himno del Leeds, le cayó en 1975 una inhabilitación de por vida por los disturbios ocasionados en un bar de Copenhague durante una borrachera. Murió en 1997, a los 55 años, de un ataque al corazón. En la entrada de Ellan Road, "uno de los estadios más intimidantes de Europa" según Alex Ferguson, una estatua honra para siempre la memoria de Bremner. Los hooligans del Leeds, que la policía británica sigue catalogando entre los más peligrosos, suelen darse cita ante la estatua de Billy Bremner.


Aquel Leeds tremendo lanzó su canto del cisne en 1975 con una final de la Copa de Europa ante el Bayern de Múnich. El Leeds perdió, por supuesto.


Hubo aún otro Leeds que pasó a la historia. Fue el de 1991-92, entrenado por Howard Wilkinson y con jugadores como Gordon Strachan, Tony Dorigo, Lee Chapman y Eric Cantona. Ganaron la última Liga convencional, la última antes de que en el verano de 1992 se creara la lujosa Premier League con el dinero de la televisión de pago y la diferencia entre los clubes ricos y los clubes pobres se hiciera prácticamente insalvable. El Leeds batalla ahora en la League One, el equivalente a la Tercera División española.

jueves, diciembre 04, 2008

AMANCIO, EL DESCUBRIDOR DE 'LA QUINTA DEL BUITRE', ENTRE LA CRISIS DE LOS 30 Y EL ACNÉ JUVENIL por Julio César Iglesias

Parece ser que hoy 'La Quinta' cumple 25 años. Para celebrar la efeméride he buscado denodadamente el texto que "destapó" aquella historia, el famoso artículo de Julio César Iglesias titulado "Amancio y la quinta del Buitre", publicado un 14 de noviembre de 1983 en El País. Al final no lo he conseguido encontrar, pero sí este del 4 de diciembre de 1984, de título similar, curioso por el tiempo que narraba y que contenía aún ese aire profético sobre aquel fantástico grupo de jugadores. Eran tiempos de dudas para el entrenador encargado de "hacer" aquel equipo, la transición justo antes de la eclosión definitiva. Como decía Segurola refiriéndose a aquel artículo original, "(...) Si la profecía de Julio César Iglesias tenía sentido, aquel grupo de jugadores harían historia. La hicieron."





Hace casi seis meses que Amancio llegó del Castilla. Venía como siempre, tentando el suelo con la puntera antes de dar cada paso y bamboleándose un poco, a la usanza de los antiguos interiores izquierdos y de los vaqueros. Había ganado la Liga en Segunda, había descubierto a la Quinta del Buitre y seguía soñando con aquel pistolero llamado Fernández que le metió dos onzas de aluminio en el muslo. A primera vista, llegaba ligero de equipaje. Traía un librito con todas las páginas en blanco, sal vo una, en la que se leía "aquí mando yo". Le acompañaban dos colegas, Ramón Moreno Grosso, un hombre con vocación de acompañante, y Vorgic, el preparador físico, un yugoslavo que lleva en la mano izquierda un cronómetro y en la derecha un despertador.

Grosso seguía tan callado como de costumbre, tan resignado como siempre a gritar "¡viva!" cuando alguien grite "¡vivan lo novios!", tan resignado a resignarse. El yugoslavo tenía un discreto pasado como preparado físico de voleibol, lo que era una garantía de que, bien o mal preparados, los chicos aprenderían a cambiar las lámparas del saló en un solo salto. En principio eran un trío simpático y Amancio fue recibido por la afición como siempre se recibe a la gran esperanza blanca. "A por la séptima, Amaro", decían.

Seis meses después Juanito está amotinado, Lozano tiene morriña de Bruselas, Pineda se ha desvanecido, Ángel sigue ha ciendo Económicas, Stielike se ha hecho fuerte en el bunker, en la última línea defensiva; Butragueño, el Buitre, no juega; Santillana no salta, Salguero hace Derecho, los demás se preguntan "¿qué diablos pasa aquí?" y el Barcelona ha cogido cinco puntos de ventaja. Amancio piensa, Vorgic mira el reloj y marca un número de teléfono y Grosso, simplemente, mira. O alguien ha cometido un error muy grave o uno de los tres es un espía, ésa es la cuestión.

'Viejos' contra 'rockeros'

Veamos. Como todo entrenador del Real Madrid, él, Amancio, estaría sometido a tres vértigos: el de jugar, el de ganar y el de sobrevivir. Dadas las circunstancias, tenía tres fórmulas para armar al equipo: apostar por la vieja guardia, meter a la quinta o hacer un fifty-fifty, un combinado al 50%. Las tres fórmulas eran igualmente buenas. Sólo había una imposición: aplicar las fórmulas pronto.En el empeño de organizar un esquema de juego cabían de nuevo otras dos opciones. Una era mantener en el equipo el estilo de años anteriores y otra imponer el rock duro del Castilla.
El viejo estilo tenía la desventaja de ser aburrido y la ventaja de ser práctico. Curtidos en las duras temporadas anteriores, los veteranos jugaban al pie y solían garantizar 70 minutos de posesión de la pelota, docena y media de centros sobre puerta y un pressing casi continuo que, con alguna excepción, servía para demostrar al equipo contrario que aquí no se mueve nadie.
A este juego cabía ponerle una objeción estética: era monorrítmico, lento y rutinario; y había que reconocerle varios méritos: el balón era del Madrid, los jugadores se desenvolvían con una seriedad muy profesional y el equipo ganaba partidos, aunque los espectadores tuvieran la vaga sensación de que en la casa blanca ponían siempre la misma película.

En el viejo estilo todos los caminos conducían a Santillana. Centraba alguien, los hinchas alzaban los brazos al cielo, Santillana ascendía y uno murmuraba "Charly Santillana / ora pro nobis".
Los rockeros del Castilla tenían la obsesión de la velocidad, una inclinación a la geometría rápida y a los espacios libres. En la música de Martín Vázquez y compañía se valoraban la improvisación y la sorpresa, pero se des preciaba el riesgo.

En un buen día se ganaba por 6-0 y se daba un concierto inolvidable de fútbol. En un mal día la prisa se convertía en precipitación, los balones al espacio libre en pases a los defensas laterales del equipo contrario y los centros, al primer toque fallado, en un lateral que se te mete en la cocina.

En la canción de los niños, en aquella canción, la música era simple o barroca, según la fiebre según la inspiración y según cada cual; el estribillo era "deprisa, deprisa" y el sueño la séptima copa. Qué divertido, pero qué peligroso.

Dos promociones diferentes

Hace seis meses aparecieron, pues, ante los ojos de Amancio, dos promociones muy diferentes de jugadores. Una ya había cumplido los 30 años y otra estaba a punto de cumplir los 20. En el fútbol los 30 son también una edad ambigua en la que se es demasiado joven para presumir de viejo y demasiado viejo para presumir de joven. Una maldita edad fronteriza en la que el club empieza a contarte los garbanzos y a discutirte los contratos temporada por temporada.Frente a este agobio aplazado hasta junio estaban los niños del Castilla. Llegaban silbando, abrían la bolsa, sacaban los perfumes y te discutían el turno para entrar en la ducha. Qué divertido, pero qué peligroso.

Es probable que nunca en los últimos años el Real Madrid haya logrado reunir como entonces tanta calidad y con tanta variedad. Todo se reduciría al problema final de elegir y compaginar y, luego, al triple vértigo de jugar, ganar y sobrevivir. Nada menos.

Amancio comenzó a hacer pruebas en silencio. Se escudó en su hermetismo gallego y en todas las frases tópicas, pero inapelables, que figuran en el manual del entrenador español. Si alguien estaba quejoso o sorprendido por su exclusión del equipo, diría "sólo pueden jugar 11", "elijo a los que creo convenientes", "nadie tira piedras contra su propio tejado" o "la temporada es larga y todos tendrán su oportunidad antes o después".

Todos en el banquillo

Desde entonces casi todos sus jugadores han pasado por el banquillo y la seguridad de que todos pueden jugar es la seguridad de que cualquiera puede ser borrado de la lista. Quizá ahí estuviera el error: la perspectiva de entrar y salir continuamente del equipo no fue para ellos el valor del estímulo, sino el contravalor de la duda.En el fútbol profesional el principio de la igualdad de oportunidades tiene una desigual acogida. Muchos prefieren la injusticia al desorden: aceptan que exista una casta de 11 favoritos a condición de que sea posible, sólo posible, entrar un día en ella. Y, durante varios meses, la inseguridad ha tenido dos consecuencias: algunos se han limitado a desprenderse del balón a toda prisa por temor a perderlo, mientras otros han jugado para sí mismos.

Hace unas pocas semanas, por fin, Amancio pareció haber dado con un apunte de equipo, con un grupo estable de jugadores. En él hay dos tercios de veteranos y un tercio de jóvenes, hombres que están afrontando la crisis de los 30 y chicos que aún están curándose el acné juvenil.
Entre tanto, el Madrid ha perdido un poco su conciencia de campeón, la predisposición a ganar si ceden todos aquéllos que acaban ganando.Pero ese problema sólo puede resolverse con tiempo. Al fin y al cabo, un campeón no gana únicamente por su mayor calidad. Un campeón consigue ganar por la fuerza de la costumbre.

martes, diciembre 02, 2008

DOPAJE, CORRUPCIÓN Y OTRAS HISTORIAS DE PETRINI por Enric González


Todo acaba sabiéndose: esta semana hemos aprendido un poco más sobre el dopaje en el fútbol. El ex futbolista italiano Carlo Petrini apareció en un programa de televisión contando cómo les ponían las inyecciones en el vestuario y la prensa internacional recogió puntualmente sus declaraciones. Petrini, que fue un ariete trotaequipos (Génova, Milan, Roma, Verona, Bolonia y otros), habló del dopaje en su época profesional, los años setenta. Quizá dentro de 30 años, si vive aún, vuelvan a invitarle a una televisión para que comente lo que ocurre ahora mismo. No hay que perder la esperanza.

Carlo Petrini encarna a la perfección la figura del arrepentido. Sabe de qué habla porque lo vivió en primera persona. ¿El escándalo de las quinielas totocalcio? En 1980, Petrini recibió una de las condenas más duras por amañar partidos: tres años y seis meses de descalificación que pusieron fin a su carrera. ¿Las consecuencias del dopaje? Petrini está afiliado desde 2004 a la asociación de futbolistas presuntamente damnificados por los estimulantes y sufre glaucoma en un ojo. Es un hombre triste (la muerte de su hijo por cáncer, a los 19 años, fue un golpe durísimo) y un proscrito del calcio porque desde hace tiempo, además de revelar lo que sabe, se dedica a investigar los asuntos más cenagosos del fútbol italiano.

Su autobiografía En el fango del dios balón (2001) ya dejaba bastante claro ese tema del dopaje que ha repetido esta semana. Cualquiera que lea el libro comprobará además que los arreglos arbitrales y la compraventa de resultados, que estallaron poco tiempo después con el procesamiento de Luciano Moggi y el descenso por sanción del Juventus, se realizaban sin disimulo. En otros libros, como Sin camiseta y sin bandera, Scudetti dopati (de traducción innecesaria), Los cuernos del Diablo y Calcio nei coglioni (literalmente, "patada en los cojones"), Petrini reitera y amplía sus denuncias.

En Los cuernos del Diablo, dedicado al Milan de Berlusconi, aparecen algunas novedades sobre el dopaje contemporáneo en el fútbol. Eso que, como sabemos todos, no existe.

En 2004, la Federación Italiana de Fútbol impuso a los futbolistas los controles cruzados de sangre y orina, lo mismo que se impone a los ciclistas. Cada jornada, por sorteo, unos cuantos jugadores debían someterse al frasquito y al pinchazo. En realidad, no debían, sino que podían: la letra pequeña del nuevo reglamento establecía que los análisis eran "voluntarios". Pronto se comprobó que muy pocos futbolistas aceptaban voluntariamente la prueba y Adriano Galliani, vicepresidente ejecutivo del Milan y presidente de la Liga de Fútbol, se puso entonces duro. "Los análisis se harán obligatorios y quien los rechace será castigado", proclamó.

El 5 de marzo de 2005, el milanista Seedorf salió agraciado en el sorteo de los controles. Y se negó a pasarlos. El 20 de marzo salió en el bombo el nombre de otros dos milanistas, Gattuso y Pancaro, que también se negaron. El asunto saltó a la prensa y el Milan protestó por "la vulneración de la intimidad" de los futbolistas implicados. Poco después, la Fiscalía de Turín descubrió que, de todas formas, los análisis eran poco útiles porque la orina no se refrigeraba. Le tocó al mismísimo Silvio Berlusconi, presidente del Milan y de casi todo lo demás, dar por cerrado el asunto: "El dopaje es un invento de la izquierda". Ahí se acabó el tema.

Esto, por supuesto, ocurre en Italia. Sólo en Italia. Aquí sería imposible porque se realizan análisis cruzados por sorpresa todas las semanas. Supongo.