jueves, diciembre 29, 2005

EL MERSEY TAMBIÉN DESEMBOCA EN ERROTATXO

El derby con más raigambre de la liga inglesa se juega en Liverpool. Desde 1894, rojos y azules, Liverpool y Everton, dirimen su rivalidad sobre las canchas. Este año el partido se vivió de una forma muy especial en San Sebastián, y más concretamente en la plaza Errotatxo. En este lugar se encuentra la nueva sede social de un club de barrio, el Antiguoko Kirol Elkartea, donde se formaron dos chicos, protagonistas sobre el césped de Goodison Park en el clásico número 202 a orillas del río Mersey. Xabi Alonso y Mikel Arteta, Liverpool y Everton, se enfrentaron para orgullo de este club donostiarra, un equipo de cantera donde el compromiso de estos muchachos ha dejado huella y sus respectivos traspasos una interesante fuente de ingresos por concepto de formación (alrededor de 1,5 millones de euros).

Arteta y Alonso, origen común y caminos diferentes que confluían en el túnel del estadio del Everton instantes antes del inicio del partido. Mikel Arteta recaló en la cantera del Fútbol Club Barcelona proveniente de la factoría realista de Zubieta, luego se ha curtido en distintas ligas, con paso decidido ha crecido en el extranjero en tiempos en los que los jugadores españoles aún acusaban el vértigo de la emigración. Paris Sant Germain, Glasgow Rangers, retorno a la Real y traspaso al Everton, en diciembre de 2004, esa es su hoja de servicio. No es poco. Xabi Alonso, el hijo de Periko, el chico que tiene el fútbol en la cabeza, forjó su carrera en San Sebastián y participó de la mejor Real Sociedad desde los tiempos de Ormaetxea. Alonso fue el cerebro de un equipo optimista que le disputó el título de Liga hasta la última jornada al Real Madrid, y que un día agarró la oportunidad de vestir una camiseta roja que es algo más que fútbol. Hoy es la referencia del campeón de Europa.

Inmerso en la vorágine futbolera que devora Inglaterra por navidad, se vivió un nuevo derby en Liverpool. Dicen que es una rivalidad de la que ya apenas se tienen noticias, hinchadas mezcladas e incluso cortesía entre los dos bandos, pura confraternización. El mejor clima para vivir el derby de los dos chicos en la plaza Errotatxo.

Se cumplieron los pronósticos y el Liverpool del relojero Benítez ajustó un punto más su engranaje para pasar por encima de sus vecinos del Everton. Uno a tres para los reds. Xabi se llevó el derby. Mikel, expulsado, perdió el encuentro. Pero por encima de todo eso había quedado el orgullo de un equipo de barrio que veía como a cientos de kilómetros de distancia se recogían los frutos, ya maduros, de unas semillas cosechadas y regadas en sus campos de fútbol base. Saboreaban el resultado del trabajo bien hecho.

martes, diciembre 27, 2005

EUROVILLARREAL por Julio César Iglesias

Quienes han visto al Villarreal en la Liga de Campeones dicen que, si Brasil le ha cedido la camiseta, Argentina y Uruguay le han prestado el corazón. Además de un inconfundible reflejo tropical, hay en sus chicos una arrebatada manera de cortejar la pelota que no identifica el fútbol como un juego, sino como un compromiso.

No es fácil reunir en un equipo a tantos deportistas diferentes, ni convertirlos en valores complementarios, ni darles la simetría que distingue a los organismos superiores. Para armar un reloj no basta con aproximar las piezas; sólo una exclusiva secuencia de engranajes puede transformar la energía del resorte en el tictac.

Pero la aventura del Villarreal no tiene un único secreto. Todo empieza en Fernando Roig, el hombre del talonario, un próspero industrial cuyos millones sirven para todo salvo para comprar un asiento en el salón de la fama. Por eso necesita la complicidad de dos tipos especiales: el de los ojos de lince y el que tiene un plan. A su vez, ambos deben compartir la sensibilidad del explorador y el código profesional que permite llamar a las cosas por su nombre. Los efectos de esta sociedad son inmediatos: si el que tiene un plan necesita un cartero, su socio sabe buscarlo en la calle de Neruda; si necesita una víbora, el hombre de los ojos de lince tiene la nómina de serpientes en el cajón del escritorio.

La conexión entre la cabeza de Pellegrini y la mirada de sus ojeadores ha rendido muchos otros beneficios en el mercado del músculo. Después de acechar a infinidad de figuras incomprendidas por sus opulentos propietarios, los agentes del club han hecho una portentosa selección de excedentes de cupo. Conocidos los casos de José Mari y Sorín, si el Manchester descuida a Forlán, una medusa uruguaya que mata al primer toque, ahí está el Villarreal para atraparla. Si el canario Guayre deja de cantar en Las Palmas, ahí llegan los emisarios de El Madrigal para componerle el timbrado. Si la anguila Senna se pierde en el Amazonas, ahí echan sus redes los pescadores del cañaveral. Y, en fin, si Riquelme se pierde en el laberinto de Van Gaal, el comando amarillo acude al rescate y le devuelve la palidez, la vida y el repertorio.

Llegada la hora, Pellegrini cuadricula el campo, abre su manual de instrucciones y repasa el orden del día una sola vez. Al margen de sus orígenes, estilos y trayectorias, sus pupilos luchan por la pelota perdida con una intensidad rayana en la desesperación.

Es natural que, una vez conquistada, la mantengan con un celo sin límites. No la acompañan como a una vieja amiga: la rodean como a una amante recuperada por sorpresa en el último andén.

Suman, a la pasión de ganar, la emoción de sobrevivir.


viernes, diciembre 23, 2005

VIVA EL BOXING DAY por Raúl Fain Binda

El ser inglés consiste, por encima de todo, en no ser como los demás.

Los ingleses conducen por la izquierda, sus escuelas públicas son en realidad privadas, el conductor de un ómnibus es el que vende los boletos (el que está al volante es el driver), en un ministerio el rango de secretario (de Estado) es más encumbrado que el de ministro... y el fútbol no descansa a fin de año.

Mientras los futbolistas de otras grandes ligas europeas se tienden al sol en playas exóticas o se atracan de pavo en sus casas de nuevo rico, los jugadores de la Premier League van del pub a la cancha y de la cancha al pub.

En un programa oficial plagado de jornadas, el fútbol inglés tiene en el Boxing Day su fecha con mayor carga histórica.

(...)

Día de los regalos

Boxing Day es el día siguiente a Navidad. En una época, particularmente durante el siglo XIX, fue una especie de Navidad alternativa para la inmensa masa de sirvientes que se deslomaba el 25 de diciembre trabajando para sus señores.

En la mañana del 26, bien tempranito, los sirvientes podían visitar a sus familias, cargados de paquetes de regalos (boxes o cajas) y las sobras del banquete.

También el 26 las iglesias abrían los boxes de limosnas destinadas a los pobres y los aprendices de todos los artesanos del reino visitaban a los clientes, con cajas para recoger las "ayuditas".

Las familias tradicionales, los nobles con dependientes económicos o clientela política, también salían ese día a repartir boxes con regalitos y sobras de comida, para mantener la ilusión de un clan o familia extendida de corte feudal.

Para hacerlo más breve, el Boxing Day era la Navidad de los pobres, cuando los ricos purgaban con actos de caridad la glotonería y derroche del día anterior.

Dado que el 26 no era feriado religioso, se podía ir al fútbol, que ha sido tradicionalmente el deporte de los pobres.

Raigambre popular

Volviendo ahora al Boxing Day, a la ávida demanda de fútbol en esta época del año, se nos ocurre que esto es una nueva prueba de la auténtica raigambre popular de este deporte.

Para las clases acomodadas, el Boxing Day señala desde la época victoriana el día de la caza del zorro... "señalaba" será la palabra en el futuro, porque la cacería de este Boxing Day puede haber sido ser la última, por lo menos en el plano legal.

Todas las otras actividades están de gira o reducidas en el nivel competitivo... excepto el fútbol.

Este país se está desprendiendo de sus tradiciones con una rapidez que escandaliza a los anglófilos extranjeros.

La prohibición de la caza del zorro es casi segura... Este asunto refleja un acomodamiento de las relaciones entre cierta gente de la ciudad y cierta gente del campo, entre políticos y propietarios.

El fútbol en este país es más democrático que eso, porque realmente representa a las comunidades regionales.

Por eso y otras cosas, ¡qué viva el Boxing Day!


lunes, diciembre 19, 2005

LA OTRA CARA DEL LAZIO

Conviene juzgar a la gente por lo que hace, no por lo que dice o por lo que piensa. Por otro lado, suele ser absurdo pensar que nuestros enemigos políticos carecen de virtudes. También es cierto que, como el arte, la calidad estética y moral del fútbol es ajena a las cualidades estéticas y morales de quienes lo producen. Leemos a Céline a pesar de Céline o admiramos un picasso a pesar de Picasso.

Lo cual nos permite hablar de un equipo audaz, orgulloso y corajudo, que viste de celeste en honor de la Grecia olímpica y se empeña con gran nobleza en el campo. Se trata del Lazio, el mismo equipo del fascista Di Canio. El Lazio de los tifosi que alzan el brazo y las cruces gamadas. El Lazio cuyo presidente y entrenador consideran "normal y deportivo" el saludo romano. El Lazio que tiene asqueado a medio mundo.

El viejo Di Canio volvió a saludar brazo en alto el sábado, cuando fue sustituido, y promete hacerlo en todos los partidos. Le secundó en el gesto Dabó, un jugador negro que, según la prensa francesa, había declarado días antes que está harto de sus compañeros fascistas. Fue un terrible enroque en el error. No hay forma de olvidar todo eso.

Y, sin embargo, qué rara es la vida. El sábado, viendo al Lazio dejarse los higadillos sobre el césped en un acoso feroz al poderoso Juventus, cualquiera que no fuera juventino se sintió por fuerza un poco laziale. En su media hora de fuelle, Di Canio se mató por el equipo y, desde una vaga posición de interior izquierdo, desmontó el muro de la Juve. Dabó dominó por completo el centro del campo. Liverani fabricó un fútbol de seda. El Lazio fue, por encima de todo, un equipo de verdad, solidario y generoso, como acostumbra esta temporada. Cómo no sentir simpatía por Delio Rossi, un técnico del montón que ha aportado ese entusiasmo al vestuario. O hasta por Claudio Lotito, un presidente zafio y verborreico que ha logrado, de momento, salvar de la quiebra una sociedad en crisis financiera desde que, en 2003, se derrumbó su antiguo propietario, el fraudulento consorcio Cirio. Cómo no ponerse del lado de uno de los equipos que menos faltas comete. Cómo no aplaudir a una gente que tuvo que hacer debutar a un chaval danés de 20 años porque no había otra cosa en el banquillo.

El sábado se llevaron un consuelo los miles y miles de seguidores laciales que no soportan la simbología fascista ni la indeseable fama que se ha ganado la sociedad. El Lazio, como el Roma, controla ciertas áreas geográficas. En algunas zonas de la periferia romana o en ciertas localidades vecinas, uno nace celeste sin remedio. Di Canio y sus 3.000 fanáticos de la cruz gamada consiguen a veces que se olvide que en el Lazio, como en todas partes, hay de todo.

El caso es que el Lazio, con un empate a uno que podía haber sido algo más, frenó al Juventus y puso un gramito de interés en el campeonato. El Inter, el segundón de aspecto más consistente, quedó a ocho puntos del líder. El Milan, con toda su melancolía defensiva a cuestas, quedó a nueve. La Fiorentina, carente de reservas para aguantar el tren de los tres grandes, a diez. Las distancias son todavía enormes, pero la competición no está cerrada. Gracias a un grupo de futbolistas honrados y ciudadanos execrables que hizo un partidazo.




jueves, diciembre 15, 2005

ANTONIO CASSANO, POETA

En los últimos días se habla y no se para de un nombre, Antonio Cassano. El delantero barinés parece haber nacido hace cuatro días para gran parte de la prensa española, y todo porque hace cuatro días que se ha convertido (o eso dicen) en objetivo del Real Madrid. Hace meses se colgó en este blog uno de los grandes artículos de Enric González que recogía la compleja personalidad de este jugador, un tipo tan peculiar como gran futbolista, que no deja indiferente a nadie. Hoy quiero ponerlo de nuevo, aunque sólo sea porque para mí siempre merece la pena.


Ya que hablamos de poesía, de fugacidad inolvidable, recordemos que entre los poetas hay de todo.

Foix vigilaba la caja de la pastelería familiar en Sarrià y Panero era mediopensionista de manicomio. Baudelaire se autodestruyó y Rimbaud destruyó a otros con su negocio de esclavismo.

Hablando de lo mismo, Beckenbauer, que de joven fue el mejor medio centro de todos los tiempos, se refugió después en la cueva del libero, donde no se falla nunca porque toda la responsabilidad es de los marcadores; Cruyff, que fue Cruyff, hizo en el Ajax lo que nadie había hecho desde Di Stefano, dio una gran Liga al Barça y luego pasó años pegado a la línea izquierda, presto a sacar de banda; Pelé lo fue todo porque el Gobierno brasileño le declaró intransferible y le reservó para los grandes acontecimientos internacionales.

Éstos arriba mencionados fueron poetas inmortales, destinados a custodiar la Academia.

Hubo otros que murieron en cuanto perdieron de vista el balón. Best se abrazó al alcohol, como Garrincha. Maradona se sostuvo con cocaína. Gascoigne ni se abrazó ni se sostuvo: se abalanzó a mitad de carrera sobre la cerveza y los triglicéridos.

El calcio dispone hoy de dos jóvenes poetas.

Kaká, de 22 años, en el Milan, es guapo, longilíneo, culto, de vida equilibrada y de movimiento vertical sobre el césped; seguramente disfrutará de una larga vida deportiva, ganará títulos, recibirá honores y administrará su gloria con inteligencia.

Cassano, de 21 años, en el Roma, es un delantero decididamente feo y payaso. Viene del sur, de Bari, una zona pobre de tradición griega y albanesa. Los objetivos de los fotógrafos le persiguen durante el partido: pide la botella de agua para remojar al masajista, rompe a patadas el banderín de la esquina, se quita la camiseta o se baja los pantalones, según exija la ocasión, y disfruta intensamente el fútbol.

Uno teme que Antonio Cassano, poeta, pertenezca a la estirpe de los malditos. Un tipo como él no puede crear tanta belleza y quedar impune. La poesía es condensación, compresión de códigos en unos pocos signos. Y a eso se dedica Cassano en ese palmo cuadrado del área hacia el que confluyen el portero y un par de defensas y en el que un segundo es una vida.

Cassano no es de los que rematan al bulto: eso es periodismo. Tampoco piensa en cómo ha llegado ahí el balón y en cómo marcar: eso es novela.

Por supuesto, no busca el penalti: eso es ensayo.

Los pies de Cassano intuyen y sienten: adivinan dónde hay un vacío, cuánto se puede esperar, quién está en cada lugar y por qué. Y, mientras marca, ríe. Además de feo, es cruel y desconsiderado.

A Cassano, poeta, habrá que disfrutarlo mientras dure.

FÚTBOL Y ROCK, ADRENALINA COMPARTIDA (2/2) por Xavier Valiño

Al primer toque

Elton John tal vez se haya visto influido por sus antecedentes familiares. Su padre y su primo fueron jugadores profesionales. Él mismo logró, como presidente y accionista mayoritario del club Watford, ascenderlo de la tercera a la primera división inglesa. Algo parecido al mecenazgo habitual de Rod Stewart con los clubes y la selección escocesa, aunque en su caso había pasado antes por las filas del Bredfort como jugador profesional e incluso había hecho una prueba en sus años de adolescencia para jugar en el Barça.

Otros no invierten tanto, pero, por ejemplo, Robert Plant es socio vitalicio del Wolves, aunque llegó a entrenar con el Wolverhampton Wanderers, y a Elvis Costello le comunican los resultados del Liverpool entre bastidores, cuando su concierto coincide con algún partido. Los Housemartins solían clasificar sus conciertos con lenguaje futbolístico (un 2-0 o un 1-3) y titularon su primer disco con un expresivo London 0-Hull 4 -Hull era el lugar del que venían-.

Colourfield hacían coincidir sus conciertos con las ciudades en las que jugaba el Manchester United, del que también son seguidores buena parte de los grupos de la ciudad, aunque Oasis, se decanten por el Manchester City. Joe Elliot, vocalista de Deff Leppard, vuela con su padre desde Dublín cada vez que juega el Sheffield y su afición le cuesta un pastón.

El ejemplo más patriotero, por difícil que parezca, lo puso Billy Bragg, quien en la portada de uno de sus singles reprodujo la Copa del Mundo ganada por Inglaterra en 1966. A Wedding Present no se les ocurrió mejor idea para homenajear a su ídolo George Best que colocarlo como portada y título de su disco de debut.

Contrataque

Más de un jugador sintió la llamada del mundo del rock y, además de correr por el terreno de juego, también pisaron los estudios de grabación. Kevin Keegan, una de las mayores leyendas del fútbol mundial, tuvo un éxito en 1979 cantando “Hands Over Heels In Love”. El simpático guardameta Peter Shilton probó suerte con “Side By Side” y Paul Gascoine, más conocido como Gazza, con “Fog On The Tyne”. Y la plantilla entera del Liverpool puso sus voces en “You’ll Never Walk Alone” del disco Meddle de Pink Floyd.

Menos fortuna tuvo Maradona colaborando con el dúo Pimpinela, tal vez despistado por los alucinógenos, aunque más tarde tuvo ocasión de resarcirse junto a Andrés Calamaro y con la canción que le dedicaron Mano Negra. Rud Gullit, capitán de la selección holandesa, conocido por sus tirabuzones, tenía su propia banda de reggae. El cáncer que mató a Bob Marley vino provocado por una herida mal curada que se hizo jugando al fútbol, su mayor afición.

Otros, sin embargo, comenzaron como jugadores y tuvieron que dejarlo, bien por su manifiesta incapacidad o por tener mayor fortuna en el mundo del pop. Tal es el caso ya citado de Rod Stewart, Gaz (Happy Mondays, jugador del Manchester City), Mick Hucknall (Simply Red, jugador del Manchester United), David Essex (jugador en el Colchester United) o Steve Harris (Iron Maiden, jugador en el Halifax Town).

Iniciativas autónomas mantienen la relación viva. Así, el Mariscal Romero se inventó un buen día la revista Music & Gol, la única en el mundo dedicada al fútbol, el rock y... ¡las tías en ropa interior! Hace unos años el diario Marca, entre reportajes en los que Caminero y Rosendo se profesaban admiración mutua, tuvo tiempo para preparar una recopilación titulada Fantástico Marca. Y por si no tuviéramos suficiente, sólo queda recordar que nuestro internacional Julio Iglesias fue, en su día, guardameta del Real Madrid.

De todos, Gabinete Caligari fueron los que mejor recogieron en una canción el mundo del balompié en la “Canción del pollino”: “Nosotros somos gente normal / hasta que llega el domingo... Pensad que seríamos bastantes / como para hacer la revolución... Somos de los que no saben, no contestan / con excepción del uno-equis-dos / somos los que no tienen biblioteca / y somos más de un millón / bastantes más de un millón”.

Xavier Valiño en www.ultrasonica.esquinalatina.com

lunes, diciembre 12, 2005

PIAZZALE LORETO

La gente grita muchas burradas desde la grada. La costumbre del grito de estadio es tan vieja como el fútbol y tiene, en general, virtudes catárticas y terapéuticas. La mayoría de los gritos, espontáneos o corales, son irreproducibles. Se oyen barbaridades y ha sido así desde siempre. ¿Es razonable limitar ese repertorio de agresiones verbales? Hoy se tiende a pensar que sí, al menos en lo que toca a los insultos racistas. La cuestión racial constituye una falla tectónica de las sociedades europeas y los gruñidos simiescos de ciertos sectores no sólo producen vergüenza ajena: a estas alturas, causan alarma.

Existe, por supuesto, un Más Allá. Se encuentra en Italia y aflora a la superficie en encuentros como el Livorno-Lazio de ayer.

Comparados con ese Más Allá, los gruñidos simiescos y otras consideraciones estúpidas sobre el tono de la epidermis ajena parecen pucheritos de guardería.

Ayer, en el estadio Armando Picchi, livornés, la muchachada lazial animó la salida al campo de los suyos con gritos de "¡Mussolini, Mussolini!" y con un vistoso despliegue de cruces célticas. Los hinchas locales esgrimieron las habituales pancartas con la efigie del Che Guevara y con el canto de Bandera Roja. Un poco antes, el autocar que trasladaba a los futbolistas del Lazio había sido atacado con una granada lacrimógena y algunos porrazos y un destacamento policial que controlaba una entrada sufrió el ataque de un grupo de tifosi livorneses: a un agente le abrieron una brecha en la cabeza y hubo que aplicarle ocho puntos de sutura.

Hasta ahí, todo normal. Cosas que suceden todos los domingos en el calcio. El auténtico Más Allá abrió sus fauces al cuarto de hora de la segunda parte, después de que el Livorno marcara el primer gol. Di Canio, que lleva tatuada en el brazo la palabra Dux y cuyas simpatías fascistas son tan notorias como su Ferrari azul eléctrico, fue sustituido. Di Canio corrió hacia la grada de los seguidores del Lazio y se despidió con el brazo tieso, igual que en un Roma-Lazio del curso pasado. La muchachada respondió con entusiasmo al gesto de su ídolo. Cientos de brazos se alzaron en el saludo fascista, delicadamente realzado con el grito "¡boia chi molla!", una vieja consigna mussoliniana que, traducida libremente, vendría a significar "¡perro el que afloja!".

Desde el resto del estadio se elevó, como un aullido, la frase "Piazzale Loreto", repetida hasta el infinito. Piazzale Loreto es una plaza de Milán sin gran atractivo estético. Aún está ahí la gasolinera de cuya cubierta, el 28 de agosto de 1945, colgaron los cadáveres de Benito Mussolini y su amante, Clara Pettacci, en compañía de otros jerarcas del régimen. El espectáculo de aquel 28 de agosto fue penoso. Los ensañamientos con cadáveres suelen serlo.

No sé si se puede ir más lejos. En cualquier caso, lo ocurrido en Livorno pone los pelos de punta. ¿Saben lo más grave? Que hoy, como en anteriores ocasiones, algún comunista encallecido como Sandro Curzio, antiguo responsable de propaganda del PCI, director del diario Liberazione y diputado de Refundación Comunista, dirá que Di Canio es un chico excéntrico, pero simpático, y que se le malinterpreta. Curzio es comunista, pero por encima de todo es tifoso del Lazio. También justificaría los gritos de "Piazzale Loreto" un fascista livornés si tal personaje existiera, que lo dudo. Las banderas del calcio están por encima de la fe política, de la decencia y del sentido común. Si hay que dar "vivas" a la muerte, se dan.

En los estadios italianos se incuba una bestia muy desagradable

sábado, diciembre 10, 2005

FÚTBOL Y ROCK, ADRENALINA COMPARTIDA (1/2) por Xavier Valiño

“Un concierto de rock y un partido de fútbol son los dos un espectáculo, o por lo menos deberían serlo. Eso depende de todo el chanchullo que hay alrededor: es un 5% de arte y un 95% de mierda”. Así resumía hace poco Manu Chao -aún siendo él fanático del Bilbao y el Marsella- una impresión bastante generalizada sobre el fútbol y el rock, dos mundos con mucho en común.

Evidentemente, la conexión entre el mundo del rock y el del fútbol es obvia: los más fanáticos son ahora los más jóvenes, esos que llenan los fondos sur de cada estadio. En gran parte, ellos son también los que ocupan las primeras filas de los conciertos en directo, y los músicos muchas veces no hacen más que imitar a sus seguidores.

Tanto en uno como en el otro espectáculo, la adrenalina y las ansias tienden a liberarse, expresándose de forma similar. Con un héroe al fondo, alguien por quien darlo todo, bien sea un delantero centro o la última estrella del pop. Además, últimamente los futbolistas están convirtiéndose, muy a su pesar, en auténticas estrellas del mismo nivel que antes sucedía con las del rock, por lo menos a nivel internacional. Y si no que se lo pregunten a David Beckam, Raúl, Luis Figo...

Por ahora, en estas tierras aún andamos en pañales a la hora de escribir canciones para apoyar a las selecciones. Es cierto que cada equipo tiene un himno más o menos oficial y que muchos grupos se dedican a componer canciones o a tocar los himnos como parte de sus conciertos: así lo hacían ya en los 80 Glutamato Ye-Yé con el del Atlético de Madrid y Siniestro Total con el del Celta de Vigo.

Pero de ahí a pensar que grabaciones como la de Rosana en aquel bochornoso “Quiero estar contigo” junto a los componentes de la selección estatal española, media un abismo. Ni tan siquiera para eso la Federación Española de Fútbol tiene un mínimo de gusto, aunque en ello mucho tienen que decir los intereses de los sellos discográficos. ¡Si ni tan siquiera se les pide que busquen al grupo más creíble o más en la onda de lo que se hace en la actualidad, sino que sea un himno contagioso y fácilmente tarareable en los estadios y que todo el mundo recuerde por la calle!

En eso los británicos, reyes absolutos en las listas del pop de medio mundo e inventores del fútbol, llevan una ventaja de años luz. Aún no hace mucho que pusieron a un grupo de probada reputación, ganada a pulso durante dos décadas -Echo & The Bunnymen- para componer el himno de su selección, y por si dudaban de su capacidad de enganche pusieron a cantarlo a su líder, Ian McCulloch, al lado de las Spice Girls.

En otra ocasión The Lightning Seeds grabaron , junto a los futbolistas Frank Skinner y David Baddiel, lo que fue el himno oficial para la Eurocopa de Naciones del 96, “Three Lions”, que, cómo no, se mantuvo entonces en el número 1 durante las semanas que duró el torneo.

Primal Scream también grabaron para aquella Eurocopa, por pura diversión -lanzaron una edición limitada que se mantuvo en las tiendas una semana-, una magnífica canción titulada nada menos que “The Big Man And The Scream Meet The Barmy Army Uptown”, repleta de samplers y con la colaboración recitando de Irvine Welsh, el autor de Trainspotting.

Hasta entonces, todos coincidían en señalar “World In Motion”, grabada por New Order en 1990 para los mundiales de aquel año, y que contaba con la colaboración de la mayoría de los componentes de su selección, como el mejor himno futbolero grabado, convirtiéndose en un ejemplo modélico de himno bailable, digno y exitoso.

Aquella canción coincidió, en el verano de 1990, con otros himnos de selecciones británicas. Escocia, con la participación de Love & Money, The Silencers y Deacon Blue aportó “Say It With Pride”, en la que destacaban las gaitas tradicionales pasadas por el sintetizador. Larry Mullen, de U 2, compuso entonces el himno irlandés, en el que participaron Clannad y Davy Spillane, y que contenía trozos de una entrevista con su entrenador a ritmo de hip-hop. También The Pogues llegaron a grabar para el evento “Jack’s Heroes”, con la ayuda de los veteranos folclóricos irlandeses The Dubliners.

Este tipo de canciones, himnos que cuentan con el visto bueno de su Federación o de su club, o que son adoptados por los hinchas como propios, se remontan ya a los años 60. Los seguidores del Liverpool fueron los primeros en hacer suya una canción de una de las bandas que más se paseaban entonces por las listas de éxito: el “You’ll Never Walk Alone” de Gerry & The Peacemakers.

Algunas, incluso, llegaron al número uno en las listas de éxito: “Nice One Cyril” de Cockered Chorus o “Back Home”, el himno inglés de 1970, relegando al número 2 a la canción pro-irlandesa de Paul McCartney, “Mull Of Kyntire”.

Más tarde llegaron Queen con su “We Are The Champions”, la más coreada en cualquier ocasión, y que contó también con una versión a cargo de los futbolistas Glen Hoddle y Waddle. Del grupo Serious Drinking se recuerda sobre todo su título, “We’re Gonna Win The Cup In Spain” -”Vamos a ganar la copa en España”-. Phil Collins grabó “Match Of The Day” y Colourbox pusieron reggae y dub a “The Official Colourbox World Cup Theme”. Stock, Aitken & Waterman, el trío que dominó las listas durante los 80, compusieron el himno para el Campeonato de 1988, “All The Way”, y New Order también le dedicaron una canción a dos de sus héroes en “Best & Marsh”: George Best y Rodney Marsh.

Xavier Valiño en www.ultrasonica.esquinalatina.com

jueves, diciembre 08, 2005

lunes, diciembre 05, 2005

CINCO MINUTOS


El Fiorentina-Juventus de ayer fue un gran partido. No hubo batalla campal, ni gases lacrimógenos, ni heridos, ni gritos racistas ni se pegaron los jugadores. También se vio buen fútbol y la Juve, ya con ocho puntos de ventaja sobre Fiore y Milan, demostró que los campeonatos se ganan con talento, fuerza mental y un poco de suerte: la madera la salvó tres veces y marcó el gol de la victoria casi en el último minuto. Pero esas cosas son ya casi irrelevantes. Qué más da el resultado cuando lo que importa es salir entero del estadio.

El miércoles pasado, cuando Fiorentina y Juventus se enfrentaron en eliminatoria copera, el espectáculo fue de otro tipo. El grupo de imbéciles con banderas blanquinegras y el grupo de imbéciles con banderas violetas se pegaron en la grada, la policía disparó 50 granadas lacrimógenas al aire, el partido fue suspendido durante media hora, los futbolistas tuvieron que retirarse a llorar y vomitar en el vestuario y los espectadores, carentes de vestuario, lloraron o vomitaron donde pudieron. Hubo unas cuantas hospitalizaciones por asma, un conato de infarto y seis detenidos.

Todo eso ocurrió sólo tres días después de que Zoro, defensa del Messina, se hartara de los coros racistas que proferían unos cretinos, agarrara el balón y se encaminara al árbitro para que suspendiera el encuentro con el Inter. Lo de Zoro causó un gran escándalo y, para acabar de una vez con el racismo en los estadios, las mentes pensantes del calcio decidieron dejarse de contemplaciones e ir a la raíz del problema: se dio con toda solemnidad la orden de que todos los partidos comenzaran con cinco minutos de retraso.

Quizá se me escapa algo, pero no le veo el punto a la medida. Quien es tonto a las tres sigue siéndolo a las tres y cinco. Los retrasos, las pancartas conciliadoras y los mensajes de buena voluntad no sirven de nada a estas alturas. No es cuestión de aplicar soluciones israelíes -como arrasar con un bulldozer la casa del que tire una bengala- o americanas -por ejemplo, crear una red de cárceles clandestinas por toda Italia para torturar a los descerebrados-, pero alguna opción razonable, se supone, debe ofrecer la ley.

El plan antiviolencia del Ministerio del Interior ha encallado, como todas las reformas italianas, en los detalles: mientras se discute sobre el tamaño de los tornos a instalar en las puertas y sobre la calidad del papel de las entradas nominales, todo sigue igual que el curso pasado, o peor. Esta temporada aún no ha muerto nadie ni unos cuantos salvajes han secuestrado todo un estadio -recuérdese aquel triste Roma-Lazio del 21 de marzo de 2004-: cuestión de tiempo, algo pasará.

Después del Fiorentina-Juventus del miércoles, el goleador Toni aseguró que nunca en la vida se le ocurriría llevar al fútbol a sus hijos. Carlo Ancelotti, el técnico del Milan, propuso suspensiones y descalificaciones a mansalva. Fabio Capello, empeñado en que no se note que es de los pocos entrenadores que a veces lee un libro, sugirió que lo mejor era no hablar del problema. Nada le gusta más a un tonto que salir en la tele, eso es verdad, pero lo que ocurre en el calcio es demasiado grave para ignorarlo. Ahora y dentro de cinco minutos.

domingo, diciembre 04, 2005

¿DÓNDE ESTABAS GEORGE?


Viendo el impresionante y multitudinario entierro de George Best me ha llamado la atención que de ser casi un desconocido (fuera de las Islas Británicas) haya pasado en menos de una semana a rivalizar con los más grandes jugadores que jamás han existido. Escuchando a muchos de los que se han pronunciado en los últimos días parece que sí.

Sinceramente yo creo que no, George no estaba en ese panteón de los Di Stéfano, Pelé, Cruyff o Maradona, porque su gloria fue demasiado efímera y la relevancia de sus hazañas no alcanza a la de éstos tótem del fútbol (jugar con Irlanda del Norte tampoco le ayudó demasiado en este sentido). Aún así, nadie puede poner en duda que Best tenía todas las condiciones para formar parte de este Olimpo, pero las desparramó por preferir la dolce vita al sacrificio de rivalizar por ser el número uno.

La gloria de Best se ciñó a cinco años (1963-1968), los que militó en el primer equipo del Manchester United, donde consiguió dos títulos ligueros y una Copa de Europa, pero simultáneamente bebió todo lo que pudo, amó muchísimo y fue famoso, más que ningún otro futbolista hasta ese momento. Pero, ¿y qué más? Pues casi nada. Y después de ese lustro mágico la nada más absoluta, perdón, mentiría, quedó su recuerdo y su leyenda. Desde este blog siempre se ha reivindicado la figura de Best, fútbol y talento puro que, junto a Garrincha, ha formado parte la galería de los malditos, a los cuáles, no sé por qué razón, siempre les he tenido muchísima más simpatía que a esos futbolistas que han gestionado tan racionalmente el fútbol y sus secuelas, tan pragmáticos fuera de la cancha que hoy (casi) sólo se les entiende como directivos o políticos. Me refiero a los Beckenbauer, Platini, o incluso Pelé y Cruyff, entre otros, muy grandes pero sin pellizco.

Best ha sido un jugador casi desconocido para las generaciones posteriores a su eclosión como jugador, no sé si debido únicamente a su paso efímero, pero lo cierto es que pocas veces se aludía a su figura si de fútbol exclusivamente se hablaba. Por eso, decía antes, que me extraña mucho todo lo que he escuchado y leído esta semana, y que de repente, por el simple hecho de su muerte, la estimación de Best haya dado un salto tan desproporcionado, casi gigantesco. Aún así, y por muchos motivos, esta página seguirá siendo devota de Georgie, aparecerán más artículos y continuará siendo uno de los personajes a los que más cariño se le tiene y mayor admiración provoca.

Sea como fuere, y lejos de oportunismos, su historia es tan bonita y tan triste (perdió el tren y se quedó en el andén, como tantos otros) que siempre encontrará un hueco en este rincón.

sábado, diciembre 03, 2005

EL ÁRBITRO por Eduardo Galeano

El árbitro es arbitrario por definición. Éste es el abo-
minable tirano que ejerce su dictadura sin oposición posi-
ble y el ampuloso verdugo que ejecuta su poder absolu-
to con gestos de ópera. Silbato en boca, el árbitro sopla
los vientos de la fatalidad del destino y otorga o anula
los goles. Tarjeta en mano, alza los colores de la conde-
nación: el amarillo, que castiga al pecador y lo obliga al
arrepentimiento, y el rojo, que lo arroja al exilio.
Los jueces de línea, que ayudan pero no mandan,
miran de afuera. Sólo el árbitro entra al campo de juego;
y con toda razón se persigna al entrar, no bien se asoma
ante la multitud que ruge.

Su trabajo consiste en hacerse odiar. Única unanimi-
dad del fútbol: todos lo odian. Lo silban siempre, jamás
lo aplauden. Nadie corre más que él. Él es el único que
está obligado a correr todo el tiempo. Todo el tiempo ga-
lopa, deslomándose como un caballo, este intruso que
jadea sin descanso entre los veintidós jugadores; y en
recompensa de tanto sacrificio, la multitud aúlla exigien-
do su cabeza. Desde el principio hasta el fin de cada
partido, sudando a mares, el árbitro está obligado a per-
seguir la blanca pelota que va y viene entre los pies aje-
nos. Es evidente que le encantaría jugar con ella, pero
jamás esa gracia le ha sido otorgada. Cuando la pelota,
por accidente, le golpea el cuerpo, todo el público recuer-
da a su madre. Y sin embargo, con tal de estar ahí, en el
sagrado espacio verde donde la pelota rueda y vuela, él
aguanta insultos, abucheos, pedradas y maldiciones.
A veces, raras veces, alguna decisión del arbitro coin-
cide con la voluntad del hincha, pero ni así consigue
probar su inocencia. Los derrotados pierden por él y los
victoriosos ganan a pesar de él. Coartada de todos los
errores, explicación de todas las desgracias. Los hinchas
tendrían que inventarlo si él no existiera. Cuánto más lo
odian, más lo necesitan.

Durante más de un siglo, el árbitro vistió de luto. ¿Por
quién? Por él. Ahora disimula con colores.

Eduardo Galeano, escritor uruguayo

viernes, diciembre 02, 2005

SEGÚN ALBERT CAMUS...

"Lo mejor que sé sobre la moral y las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol".

Albert Camus, escritor francés