sábado, septiembre 29, 2007

YA ESTÁ AQUÍ, EL LIBRO


Aunque había leído que se iban a editar las Historias del Calcio de Enric González, su publicación hace unos días me ha pillado a contrapié, ha tenido que llegarme un aviso "anónimo" (gracias) para que me enterara. Y una vez enterado aquí lo recojo.

Después de las Historias de Londres y las Historias de Nueva York hay que hacerse con él. Dejo la reseña que se ha recogido para su promoción:

"Es imposible hablar de Italia sin hablar de fútbol. Los italianos se consideran los inventores de este deporte, al que llaman calcio (patada), como las batallas campales con balón nacidas en la Florencia medieval, y han desarrollado en torno a él muchas de sus características políticas, económicas y sociales. El calcio contiene altas dosis de violencia, pasión, fraude, dinero y disparate. Pero es también un complejo mecanismo de símbolos, un código social y, en último extremo, un lenguaje con el que un país antiguo y escéptico expresa su vieja sabiduría."

PD: Espero que ya que no me denunció El País por robar cada lunes las Historias de Enric no lo haga ahora RBA por reproducir parcial o totalmente el contenido del libro, aunque eso sería una denuncia con carácter retroactivo, no?

Enhorabuena a Enric González.

Enric González. Historias del calcio. Una crónica de Italia a través del fútbol. RBA (2007)

miércoles, septiembre 26, 2007

LA CASA QUE HEREDA MESSI por Enric González

Gracias al anónimo por informar del artículo de Enric González sobre el cincuentenario del Camp Nou, aunque estoy poco de acuerdo con el "en vez de", bueno, que todo cabe, no? Por cierto, qué grande era el Negro Fontanarrosa.



Roberto Fontanarrosa, el mejor escritor de fútbol de todos los tiempos, desapareció el 19 de julio de este año. La gran comitiva fúnebre que acompañaba al féretro partió al día siguiente hacia el cementerio de Granadero Baigorria, con parada en el Estadio Gigante de Arroyito. El estadio de Rosario Central, los canallas, fue el auténtico hogar de Fontanarrosa.

El acontecimiento más importante en la historia de los canallas no ocurrió en el Gigante, sino en el Monumental de Buenos Aires, la casa de River Plate. Fue en el Monumental donde, el 19 de diciembre de 1971, Aldo Poy realizó su palomita. Central y Newells, los leprosos, disputaban una semifinal de copa, y el gol de Aldo Poy dio la victoria a los canallas. ¿Poca cosa? Cada 19 de diciembre, los canallas organizan una gran fiesta, invitan a Poy (que tiene ya 62 años) y le pasan un balón para que reproduzca, por enésima vez, aquella palomita. El gol vuelve a celebrarse, año tras año. Y su eco sigue resonando en el Gigante, aunque fuera marcado en el Monumental.

El viejo Casale, protagonista de un célebre cuento de Fontanarrosa, murió, se supone que feliz, el 19 de diciembre de 1971, minutos después de ver el gol de Poy. Cuando el féretro de Fontanarrosa se detuvo ante el Gigante, cientos de canallas, con la camiseta azul y amarilla, le despidieron con una ovación.

Un estadio es una cosa muy seria. Ningún estadio se parece a otro. Y la arquitectura, en materia de estadios, constituye un elemento secundario. Anfield, el estadio del Liverpool, es pequeño y contrahecho. Pero nadie puede evitar un escalofrío cuando, en el camino de los vestuarios al césped, toca la placa que colocó Bill Shankly, This is Anfield, "para recordar a nuestros muchachos qué camiseta defienden, y a nuestros adversarios contra quién juegan".

Los estadios se hacen, en realidad, con emociones. Con historia y con personas. La casa que construyó Kubala, la casa que acogió a Cruyff, Maradona y Romario, la casa que hereda Messi, acumula ya 50 años de mística particular. El Camp Nou es célebre en todo el planeta, recibe a millares de turistas y causa impresión al primerizo: tan grande, tan lleno, tan luminoso.
Sobre el Camp Nou flota, sin embargo, una nube fría. Quizá porque los catalanes hemos incorporado a nuestro ADN un histórico déficit institucional, tendemos a convertirlo todo en institución. En el estadio-institución se goza y se sufre con escepticismo. Se exige, se tolera, se rechaza. Se soporta mal la contrariedad. Se mantiene la cabeza clara. El carácter institucional dificulta la embriaguez del alma y favorece un sonido peculiar, una mezcla de siseo y chasquido de lengua, un zumbido que puede ser alegre o triste, pero está más cerca del silencio que del estallido.

Cada 16 de mayo habría que hacer una fiesta e invitar a Rexach y Carrasco (ambos están a mano) para que reprodujeran, como Aldo Poy, los dos goles de la prórroga de Basilea, aquella final tan hambrienta, desquiciada y trascendental. Si el Camp Nou sonara como sonó una vez, en 1979, un estadio de Basilea, sería el mejor estadio del mundo.

jueves, septiembre 20, 2007

GUARDIOLA: EL GUARDIÁN DE LA MEMORIA por Jorge Valdano


Artículo que ya colgué hace bastante tiempo, nada de actualidad. De nuevo Pep Guardiola, de nuevo Valdano, por nada en especial sólo que hay debilidades que siempre tienen un hueco en este sitio, y Guardiola es una de ellas.

Mi primera formación futbolística la recibí en Sudamérica, por eso entiendo al medio centro desde la presencia y la sabiduría, como Pipo Rossi; desde el grito y la personalidad, como Obdulio Varela; desde la técnica para la distribución, como Didí. El heredero deslumbrante de esa estirpe se llama Pep Guardiola, hace su juego en Barcelona y no se cansa de batallar contra la decadencia. Guardiola es un creyente de cierto estilo de fútbol y lo defiende con ardor mesiánico en el campo de juego y en la mesa de bar. El tema me obsesiona porque estamos ante un jugador que, en medio de la consagración de la mediocridad, defiende ideas grandes. Usémoslo, entonces, como ejemplo.

Jugando al futbol es un excelente entrenador. Piensa tanto en el partido antes de jugarse el partido, que cuando juega el partido siempre nos queda la impresión de que el partido que está jugando ya lo jugó varias veces. De tanto pensar fue suplantando la mirada por la memoria. El partido que Pep se imagina tiene el campo dividido en once cuadrículas y la del medio se la reserva para él. Entre cuadrícula y cuadrícula el que corre es el balón, nunca el hombre. Cuando las cuadrículas no están ocupadas como él se imaginó se siente incómodo, perdido, como un ciego que entra en una habitación con los muebles cambiados de lugar. Puede ocurrir, por ejemplo, que Guardiola entre en contacto con la pelota y los extremos no estén pegados a las bandas, en ese caso los considera traidores a la causa de su fútbol. En esto es tan fundamentalista que si tiene que jugar un partido en la playa pone a un compañero en la orilla del mar y a otro en la escollera. De lo contrario que no cuenten con él. Sólo se siente peor cuando un compañero le invade su propia cuadrícula porque, celoso al máximo de la propiedad privada, termina con el mismo tipo de irritación que siente cualquiera que encuentra ocupado su sillón favorito en el salón de casa. Pep, antes de buscar acomodo en otro lugar, es capaz de sentarse encima del intruso.

El fútbol de Guardiola parece espontáneo, pero no lo es. Como esos conferenciantes que preparan el discurso hasta sabérselo de memoria y luego exponen, sin apoyarse en ningún papel, la noble mentira de la espontaneidad. Le da placer encontrar en el campo lo que se imaginó fuera. Si hasta ahora el gran jugador era aquel capaz de hacer lo imprevisible, desde Guardiola hay que reconocer otro modelo de gran jugador: él capaz de perfeccionar lo previsible. Aquel provocaba asombro, a este se le disfruta desde el sentido común: de hecho es muy difícil no estar de acuerdo con las ocurrencias almacenadas por Pep.

Es como la estatua del héroe de la ciudad que vigila dominante desde el centro de la plaza, como el reloj altivo e imprescindible de la estación de tren, como el guardia de tráfico que le pone orden y calma a la caótica circulación. Ahora pasen todas estas alegorías por la risa para desacralizarlas porque esto es futbol y conviene no pasarse de serios. Sólo pretendo buscar imágenes para que sitúen a Pep como símbolo, referencia y eje futbolístico en el centro mismo del Camp Nou. Y todavía no empezó el partido.

Si un jugador le da más de tres toques al balón en el centro del campo, lo excomulga con un comentario definitivo: "no sabe jugar al fútbol". Como su partido lo juega a dos toques, ha desarrollado al máximo la técnica del control y el pase, hasta dar lecciones de precisión en velocidad. Conducir, regatear y tirar, no forman parte de las necesidades básicas de su juego; nadie podrá decir que se trata de defectos o carencias, porque una de las manifestaciones menos reconocidas de la inteligencia de Guardiola, es que sabe esconder lo que peor hace. Tampoco con su físico hay que hacerse muchas ilusiones, pero como él conoció pronto esas carencias, las incorporó a su proceso de aprendizaje.

Guardiola es un hijo catalán de la escuela futbolística holandesa. A sus tendencias personales, hay que agregarle los geniales consejos de su admirado Johan Cruyff y, finalmente, el método académico y sistemático de Van Gaal, esas tres son las capas geológicas más sólidas de su personalidad futbolística. A estas alturas de su evolución, Pep entiende que un equipo es como un cerebro colectivo y el futbol, antes que "un sentimiento con el que se juega" es una idea con la que se divierte. "¿Sabes qué placer da ver aparecer los espacios que tú has provocado?" Pregunta con cara de iluminado.

Ahora sí empezó el partido y esta vez lo imagino con las cartas de navegación bajo el brazo espiando espacios vacíos por donde pase un balón, buscando lugares propicios para provocar la superioridad numérica, detectando sitios en donde los especialistas puedan hacer la apuesta del mano a mano. En el respeto al juego, en su intención de no regalar nunca la iniciativa, en el contagio de su amor por lo que hace, reconozco en Pep al medio centro de toda la vida, atravesado por todas las grandes tendencias del último siglo. Guardiola es una culminación porque hace lo que debe y siempre sabe los "porqués". Discutimos, porque yo siempre he preferido a los futbolistas y a los hombres con respuestas espontáneas antes que premeditadas, pero a pesar de la tenacidad de nuestras ideas no puedo dejar de hacer una excepción y admirarle la pasión, la convicción y el compromiso puestos al servicio de una hermosa geometría en donde el balón baila con exactitud.

sábado, septiembre 15, 2007

OLD FIRM. LA ESENCIA DEL FÚTBOL por Borja Cuadrado



(...)

Quien iba a decir que la industrial y gris Glasgow se convertiría en la ciudad que iba a acoger el partido más emotivo del planeta. El clásico más antiguo a nivel mundial, con casi 120 años de existencia, revoluciona la Gran Bretaña cada vez que se da el pitido inicial.

Y todo porque la religión, la política y la sociedad así lo han conseguido. Católicos y protestantes, Celtic y Rangers, están identificados con estratos diametralmente opuestos, que muchas veces han hecho de este una cita peligrosa.

Lo sucedido en 1971 fue el ejemplo más dramático. Una avalancha de espectadores en Ibrox Park, feudo del Rangers, acabó con la vida de 66 personas. Nueve años después se vivió la Old Firm más violenta de la historia, según cuentan testigos presenciales. La policía tuvo que cargar con dureza a caballo, contra aficionados de ambos equipos. El alcohol que llevaban encima los hinchas fue la causa de la batalla campal.

Historias como esta son difíciles de repetir en la actualidad. Ahora estos partidos se juegan en el mediodía, para evitar que los aficionados acudan en estado etílico al campo.

Tras esta breve introducción es fundamental retroceder en el tiempo y conocer cómo nacieron los dos colosos. Rangers lo hizo en 1873 y Celtic en 1888. Desde la fecha de su fundación, tomaron caminos diferentes. No tenían nada en común, y es por ello que la rivalidad haya adquirido tintes existenciales.

Los ‘Gers’ fueron fundados por aficionados al remo. Desde el principio se convirtió en el equipo preferido de los estribadores del puerto. El origen de los ‘Bhoys’ llegó con la aparición del padre marista Wilfred Kerins, que creó una institución que tenía como objetivo recaudar fondos a favor de un comedor infantil para inmigrantes irlandeses.

Rápidamente el Celtic se convirtió en el equipo de la abundante colonia irlandesa establecida en Escocia, en su práctica totalidad, de origen católico. Esto hizo que en el Rangers empezaran a ‘vender’ con mucha fuerza que eran el equipo símbolo del protestantismo. Y así llegó el primer Celtic-Rangers. Supuso además el debut como club de fútbol del Celtic, que goleó por 5-2.
Poco a poco la rivalidad fue creciendo. Hasta que en 1909 se vivió una final de Copa que dio origen a la definición propia que tiene este derbi: Old Firm. El choque acabó en empate, por lo que se tuvo que repetir -no existían prórrogas-. El segundo partido, con las gradas del mítico Hampden Park abarrotadas, iba camino de repetir situación.

Sin embargo, por la grada circuló el rumor de que podría estar pactado de antemano el empate para poder disputar otra repetición más, con su consiguiente beneficio económico extra para los dos equipos, y aficionados de uno y otro lado invadieron el campo. Quemaron las taquillas, e incluso atacaron a los policías. La conclusión no pudo ser más drástica: el palmarés de Copa en Escocia cuenta con un hueco en blanco en la edición de 1909.

Old Firm significa vieja empresa. Este nombre simboliza la extendida opinión de que ambos conjuntos se benefician económicamente de la antipatía que se profesan. La rivalidad entre ambos es brutal, no hay duda. Pero paradójicamente fuera del campo son todo un uno. Lo negocian todo de forma conjunto, como los derechos de televisión o su posible ingreso en la Premier League inglesa. La antipatía que esto ha provocado en el resto de equipos escoceses es obvia.

Hasta la fecha la rivalidad tenía tintes, básicamente, deportivos. Sin embargo, en 1912 se instaló en Glasgow la empresa de astilleros Harland and Wolf. No contrataba a católicos... otro punto a favor de ir ‘labrando’ la enfervorizada rivalidad.

El sectarismo de las aficiones se agravó con la instauración del Estado Libre en Irlanda en 1921, tras siete siglos de dominio inglés. La zona del Norte, más pequeña, siguió perteneciendo al Reino Unido, mientras que la del sur se convirtió en el gran pulmón del Celtic.



El Celtic toma la Plaza San Francisco de Sevilla. Final UEFA 2003

Por aquella época, cada Old Firm terminaba muy mal. Las batallas campales eran ineludibles al final de cada encuentro, y se empezaba a asumir que la reconciliación era imposible. Es más, ¿para qué conseguirla?, que pensaba la mayoría.

Tras una época de tregua relativa vivida tras la II Guerra Mundial, la situación se recrudeció. Es cuando la política entra en juego. Así, era habitual ver alusiones al IRA en Parkhead, mientras que en Ibrox Park es muy habitual el cántico que reza ‘Estamos hundidos en sangre feniana hasta las rodillas, rendíos o moriréis", en alusión al Sinn Fein, partido nacionalista irlandés y rama política del IRA.

En este último estadio también se viven momentos de exaltación cuando suena la canción Simply the Best, de Tina Turner. Al final se escucha un estremecedor ‘¡A la mierda el Papa!
Luego viene la aplicación de religión y política en el apartado deportivo. En el Celtic han jugado por tradición no protestantes, mientras que el Rangers llevó el camino inverso hasta que en 1989 se produjo el fichaje de Maurice Johnstone. Estamos ante el único jugador de la historia que ha militado en católicos y protestantes.

El origen de Johnstone era irlandés y católico, y tras ser traspasado por el Celtic al Nantes, el Rangers acometió su fichaje. El infierno que vivió en Ibrox Park fue tremendo. Todos en Glasgow le odiaban. Unos por ser un traidor y marcharse al rival -Celtic-. Otros, por considerarle un intruso -Rangers-. Al final, terminó marchándose a EE.UU.

La globalización también ha influido en esta rivalidad enconada. Ahora la mayoría de los jugadores son extranjeros, pero la esencia es la misma. Las polémicas siguen siendo constantes. La última se vivió la pasada temporada, cuando el portero del Celtic, el polaco Artur Boruc se santiguó antes de comenzar una Old Firm en Ibrox Park. Boruc fue amonestado por las autoridades por atentar con este gesto contra el orden público...

La hostilidad que se vive en la grada es indescriptible. Cuenta todo aquel que ha presenciado uno de estos partidos que no hay nada comparable con un Celtic-Rangers. Ni un Boca-River, ni un Real Madrid-Barcelona, ni un Flamengo-Fluminense.

Esto lo deja claro Sir Alex Ferguson, entrenador del Manchester United y escocés, en su biografía: "Hay gente que insiste en que otras rivalidades futbolísticas pueden generar tanta intensidad como los choques entre Rangers y Celtic. Bien, he estado en San Siro, en el derbi de Milán, en Barcelona cuando fue el Real Madrid, he visto el Benfica-Oporto y me he visto envuelto con el Manchester United en partidos contra el City, el Liverpool o el Leeds. Créeme, no hay nada comparable con la atmósfera de un Celtic-Rangers".

En 1999, el colegiado escocés Hugh Dallas recibió un impacto de una moneda por parte de los aficionados del Celtic. Al final del partido sorprendió a todos con su discurso: "Tengo amigos en el mundo del arbitraje, como Collina, a los que les encantaría dirigir un Old Firm. Yo no lo dudaría: si tuviera que elegir entre arbitrar a las mejores estrellas del continente en la Champions League o un derby de Glasgow... me quedaría con nuestra propia batalla de gigantes".

La rivalidad, como estarán comprobando, es muy compleja. Es más, un amigo escocés me dijo en una ocasión que "el Celtic-Rangers es un Irlanda-Inglaterra. Los escoceses son mayoritariamente de otros equipos".

(...)

miércoles, septiembre 12, 2007

CIEN

1939. Un modesto escudo hecho de forma clandestina, piedrecita a piedrecita, sin corona, se quedó para siempre en el suelo de la Plaza Nueva de Sevilla, el epicentro de la ciudad. Un maestro albañil republicano, del cual se desconoce su identidad y su suerte, uno de tantos presos políticos que en plena represión franquista fueron sometidos a trabajos forzosos en distintos puntos de Sevilla, y que de forma anónima, movido únicamente por el sentimiento, dejó como vestigio semioculto a los pies de la estatua de San Fernando.

Es sólo uno más de los miles de pequeños pedazos que hoy cumplen 100 años de historia.

Felices primeros cien!...por supuesto, manquepierda

PD: Porque 15 años de apropiación loperiana ni pueden ni van a usurpar un siglo de sentimiento en verde, blanco y verde.

sábado, septiembre 08, 2007

LUTHER BLISSET, EL DELANTERO USURPADO por Juan Antonio Bermúdez

Repasando artículos antiguos he encontrado uno que "robé" hace casi dos años y que me pareció curioso e interesante. Hoy lo vuelvo a "robar".


En la temporada 1983-84, un patoso delantero jamaicano fichado por el Milán al Watford inglés contribuyó decisivamente con sus errores a la pésima campaña que terminó con la escuadra rossonera en la Serie B del calcio.

Los tifosi milaneses purgaron en él su frustración. Especialmente irritados, los neofascistas nunca pudieron admitir que aquel negro desgarbado que había llegado con honores de estrella cobrase más que sus colegas blancos y se retirase millonario tras sufrir (o fingir, eso nunca se aclaró) una lesión, dejando al equipo en la peor crisis de su historia reciente.

Muchos años después, fusilado por el sol de su Jamaica natal, Luther Blisset apuraba en ron las últimas liras de su contrato millardario, sin saber que estaba prestándole su nombre a uno de los fenómenos contraculturales más significativos e impactantes del cambio de milenio.

Y es que sobre 1993 unos cuantos estudiantes de Bolonia “la roja”, la capital histórica de la izquierda italiana, tomaron el nombre del mediocre pelotero jamaicano para firmar panfletos y reivindicar actos de guerrilla mediática, en lo que era el arranque del fenómeno Luther Blisset. El contexto de este segundo nacimiento de Blisset está muy bien definido: una izquierda intelectual vinculada a los centros sociales ocupados y a las redes culturales alternativas, embrión local de ciertas corrientes integradas luego bajo la inexacta etiqueta “antiglobalizadora”; una izquierda bien formada y a la vez curtida en el activismo de la lucha estudiantil.

La primera batalla de renombre ganada por este originario foco de acción de Luther Blisset en su guerrilla mediática se libró en el programa de televisión Chi l’ha visto, versión italiana y más morbosa de Quién sabe donde, en el que una llamada a nombre de Luther Blisset denunció la presunta desaparición del presunto ex-artista punky Harry Kipper, cerca de Udine, mientras viajaba en una bicicleta de montaña con la intención de trazar la palabra “ARTE”.

Entre los objetivos principales de este colectivo que comenzó a identificarse con el heterónimo múltiple Luther Blisset, hay que destacar así, sobre todo al principio, la puesta en cuestión de la infalible verdad difundida por los medios, el sabotaje desde dentro, con las mismas armas (la tergiversación, la manipulación, la no contrastación de fuentes) que tan a menudo les sirven a los propios mass media para construir la realidad a su antojo y conveniencia.

Pero el fenómeno fue enseguida más allá de esos furtivos fraudes mediáticos. Inmerso en el despegue de Internet, Luther Blisset encontró en la Red su medio ambiente ideal para crecer y multiplicarse. Además de las páginas virtuales o reales en las que se comentaba el asunto desde el escándalo o la fascinación o las dos cosas, Internet fue el cauce perfecto para miles de nuevas travesuras y nuevos textos rubricados por Blisset, perfilándose así definitivamente la naturaleza múltiple de la identidad del personaje.

Y mientras esto ocurría en la ingobernable república de Internet, los hipotéticos padres de la criatura, los cuatro veinteañeros boloñeses que fueron los primeros en utilizar el seudónimo Luther Blisset, convencieron a la todopoderosa casa Mondadori para publicar Q, una novela histórica escrita entre los cuatro. Q plantea un viaje por toda la Europa del siglo XVI, en pleno conflicto entre la modernidad del humanismo renacentista y el oscurantismo religioso heredado del medioevo que se resiste a desaparecer. Mezcla personajes y situaciones documentadas con leyendas de capa y espada, en un deslumbrante ejercicio de erudición y de fantasía, para trazar una parábola sobre el sentido de las grandes revoluciones sociales.

Sólo en Italia, el libro ha vendido casi 100.000 ejemplares, pero el número de lectores que han tenido acceso a Q es muy superior, ya que, desde la misma novela se daba permiso y se alentaba a fotocopiarlo (además de que ha estado disponible en varios lugares de Internet).

Con la edición en Mondadori, el proyecto Luther Blisset cumplía una de sus principales ambiciones: dar el salto desde la marginalidad a la cultura pop, llegar al corazón de la industria cultural. Pero lo más sorprendente fue la promoción de la novela, consistente en un “essere presenti, ma non apparire” (“hacerse presentes pero no aparecer”). Le interesa a Blisset una transparencia frente a los lectores pero una opacidad frente a los medios de comunicación. No se trata del aislamiento o la renuncia que han cultivado escritores como Onetti o Sallinger, sino de una peculiar forma de prestarse al juego de las actividades promocionales poniendo unos límites, para no degenerar en el tedioso culto al autor-personaje público. Luther Blisset, los cuatro Luther Blisset autores de Q, han concedido entrevistas y han hecho presentaciones públicas de sus libros, pero no han permitido que se difunda su imagen ni en fotografías ni en televisión, ni han filtrado detalles de su vida privada.

Y además le pusieron un plazo de vida a “su” Luther Blisset, el quinquenio que fue de 1994 a 1999, para no convertirlo en un autor-personaje más de los que criticaban. Desde entonces andan embarcados en un nuevo proyecto, el laboratorio de diseño literario Wu-ming.Otros Luther Blisset siguen vivos, sin embargo, en todo el mundo, firmando y manifestándose aquí y allá, fiel a su identidad múltiple y única que contribuye a poner en crisis la tiranía del artista como clarividente genio individual.

¿Y a aquél Luther Blisset jamaicano que hundió al Milán en segunda, chi l’ha visto?

Juan Antonio Bermúdez en Literaturas.com

domingo, septiembre 02, 2007

HISTORIAS DE LONDRES. UN ASUNTO GRAVE (10/10) por Enric González

Y final.


Desistí de acudir a Stamford Bridge por un ojo, un ojo ensangrentado y que me pareció, por lo que entreví, medio arrancado de su cuenca. Fue un sábado por la tarde, temprano, en un pub de Hammersmith, poco antes de comenzar un partido del Chelsea. Yo estaba leyendo el macizo Guardian sabatino y no escuché nada anormal hasta que se rompieron vasos y botellas y saltó sangre. Las peleas londinenses no son como las mediterráneas: no hay insultos previos, ni griterío, ni bravuconadas, ni “pasa de esta raya si te atreves”, ni “que me sujeten que lo mato”. A veces no hay palabras. La violencia es súbita y fría. Cualquiera que salga un sábado por la noche puede estar casi seguro de ver golpes, en un bar, en la calle o en cualquier parte. No se trata, pues, de un fenómeno directamente ligado al fútbol. El ambiente en los estadios ha recuperado la normalidad tras años de batallas en las gradas, el público es familiar y no existe peligro alguno: se puede disfrutar sin riesgo de Highbury o Stamford Bridge, del siseo escéptico de White Hart Lane o del silencio del cualquier cancha en que juegue el Wimbledon, un equipo sin público que incluso ha considerado trasladarse a Dublín. Pero en las cercanías de cada estadio, igual que en otros países, hay incidentes ocasionales. Y el que me tocó a mí, el del ojo, me desalentó bastante.
Enric González es autor de Historias de Londres, editado por RBA (2007).