viernes, septiembre 29, 2006

LA BARCA DE CALDERÓN por Julio César Iglesias

Le propongo un plan, Calderón. Se trata de llevar engañado a Fabio Capello hasta alguna de las suntuosas bodegas de la ribera del Duero con la excusa de una cata benéfica. Allí, harto de vino, quizá fuera capaz de aceptar la siguiente alineación: Casillas; Cicinho, Cannavaro, Ramos, Roberto Carlos; Diarra, Guti; Reyes, Van Nistelrooy, Ronaldo y Robinho. La operación consiste en conseguir que se trague entero ese fabuloso equipo titular, aunque luego, jaleado por los amigotes que lo envuelven en aroma de habano y jamón de bellota, ponga las comas donde quiera.

Hará falta mucha mano izquierda. Nuestro hombre tiene un ego que no cabe por la puerta grande de las Ventas, así que durante el guateque habrá que aguantar su mirada de cabo furriel y engatusarlo con ciertas concesiones: colgarle algún medallón de merluza, añadir algunos caballos al motor de sus coches, sacarle copia en el museo de cera por si decide suplantar al muñeco o reírle sin pudor los bufidos y los estornudos.

También es probable que la simple mención de un equipo tan exuberante, con su arquero volador, sus laterales explosivos, sus centrales de batalla, sus cerebros complementarios, sus carrileros de vértigo y sus dos goleadores de manual, le violente las hormonas. Para él, las dos horas que los espectadores encomiendan a sus futbolistas favoritos, es decir, a los más hábiles, son tiempo perdido. En otras palabras, no trabaja para que sucedan cosas, sino precisamente para evitar que ocurran: quiere que los defensas no demoren el despeje, que los medios no pierdan la posición y que los delanteros no tiren alguno de esos recortes con los que se construye el gol del año. En su cabeza todo está prohibido salvo el olor a casquería.

Sin embargo ya no hay duda de que esta ley tan marcial empobrece el espectáculo y conduce a los espectadores locales a un berrinche compulsivo de consecuencias incalculables. Conclusión: antes de que decidan lanzarlo por la ventana con sus seis millones de euros anuales en el bolsillo, conviene que hagamos algo por él.

Descartada la hipótesis de que Luciano Moggi, su jefe en la Juve, le eche otra mano, o la de que Frank Rijkaard le dé un cursillo de fútbol moderno, sólo queda la solución de la bodega. Allí, entre copa y copa, José Mercé puede cantarle aquello de "Han quitado el derecho que tenía / el vino a pasar sobre mis penas". En mitad de un jipío le deslizamos la alineación soñada, le explicamos el auténtico significado de la expresión renacentista de Juanito "Noventa minuti in Bernabéu son molto longo" y quizá logremos hacerlo entrenador del Madrid.

No se preocupe por el coste del convite. Robinho, Reyes y la hinchada brindarían a su salud y se harían cargo de la cuenta.

Avanti, Calderón.

miércoles, septiembre 27, 2006

DE MARADONA A LOS PLANETAS A RITMO DE GOL por Juan Manuel Lamet

Recuperando una entrada de hace tiempo, cómo siempre porque me apetece, y sobre todo hoy, después de estar todo el día escuchando a Los Planetas.



Música y fútbol; fútbol y música. Ambos han ido de la mano durante las últimas décadas en una relación de dependencia parcial que los mantendrá unidos para siempre. El fútbol ha inspirado a artistas a la hora de componer grandes canciones, y los cánticos de la afición sirven siempre de jugador número 12. Y es que sin música el fútbol perdería intensidad. Qué sería de Brasil sin la incansable y ruidosa torcida, o de la Champions League, por ejemplo, sin el We are the champions de Queen como colofón. Sobre todo, no sería lo mismo el fútbol sin el rock, ya que ambos movilizan a las mismas masas y las marcan de por vida.

En julio de 1998 numerosos franceses celebraban el triunfo de su selección en el Mundial que ellos mismos organizaban. Entre los muchos cánticos que acompañaban los festejos se podía escuchar ‘Sit Down’ de los británicos James, puesto que los franceses lo hicieron suyo cambiando el estribillo original (oh sit down) por Oh Zidane, tratando de glorificar así a Zizou, auténtico protagonista de la victoria en la final de los bleus.

Oportunismos aparte, son bastantes más los temas que guardan algún tipo de relación “real” con el fútbol. Dejando a un lado a Julio Iglesias, portero casi accidental del Real Madrid B, podría hablarse de Cruyff como uno de los primeros futbolistas metidos a cantante. Aunque sin duda Maradona no le fue a la zaga cuando en su etapa de mayor apogeo grabó junto a Pimpinela el tema ‘Querida Amiga’. Diego Armando Maradona ha sido una de las figuras más representativas no sólo del fútbol, sino también de nuestra sociedad, lo que le ha valido para ser “inspirador” de temas como ‘Santa Maradona’ de Mano Negra o ‘Maradona’ de Andrés Calamaro. George Best, a quien The Wedding Present dedicaron un álbum completo en 1987 fue el primer futbolista rockero, “el que hizo comulgar el fútbol con el rock”, según Santiago Segurola.

No sólo futbolistas foráneos son nombrados en algunos himnos pop; Gaizka Mendieta tuvo el honor de marcar un gol realmente increíble en ‘Un Buen Día’ de Los Planetas. Y ésta no fue la única vez que los granadinos se inspiraron en el deporte rey para componer; J y compañía también tomaron referencias de él en ‘La Copa de Europa’ o ‘El Artista Madridista’, al igual que lo hicieron otros andaluces como Sr. Chinarro (‘La Pena Máxima’) o Deneuve (‘St. Denis 3.0’). En Inglaterra la relación entre balompié y música aumenta considerablemente. New Order decidieron apoyar a su selección (anfitriona) con el himno de la Eurocopa ‘96. The Lightning Seeds se apuntaron a la vena patriótica en 1998 con ‘Three Lions’, tomando como título los tres leones del escudo inglés. Sin duda, los más originales fueron The Smiths, yendo más allá de lo meramente deportivo con su ‘Sweet And Tender Hooligan’.

Sin embargo, no todo son parabienes con el deporte rey, y mientras Los Sencillos se quejan de él en ‘Siempre Hablando de Fútbol’, Belle & Sebastian se negaban a jugarlo en ‘I Don’t Want To Play Football’. Speedtwins fueron bastante más explícitos: ‘I Hate Football’.

En fin, que no sólo los porteros cantan. Ni todo el mundo sueña con ser futbolista ni todos quieren ser estrellas de rock. Un niño con un balón y otro con una guitarra ¿por qué no iban a jugar juntos?

lunes, septiembre 25, 2006

Historias del Calcio. EL CASO DEL ENTRENADOR SIN SUERTE

No es amargo ni antipático, más bien todo lo contrario. Pero basta verle para comprender que este hombre carga con un peso, con algún tipo de fatalidad indefinible. Cuando su equipo pierde no brama contra los jugadores, ni patea el banquillo, ni da a entender con los ojos (los entrenadores saben que hay una cámara cerca, y actúan para ella) que a alguien se le caerá el pelo en el vestuario. No. Se afloja la corbata, absorbe la desgracia y la encaja entre las cejas, enarcadas como las de un payaso triste.

Su padre, tifoso interista, tenía una pensión en Cesenatico, una localidad turística de la costa oriental italiana. La pensión, para que no cupieran dudas, se llamaba Ambrosiana, el nombre del Inter en tiempos fascistas, cuando el internacionalismo no se toleraba ni en el fútbol. A los 13 años ingresó en el equipo juvenil de su pueblo, como lateral derecho. Era 1967 y el terzino, el lateral italiano, era el último mono, la carne de cañón del catenaccio: no debía pensar, no debía subir de medio campo, no debía intentar cosas bonitas. Su misión consistía en pegarse al extremo rival, correr con él, sudar con él y pegarle cuanto fuera posible. El modelo no era Facchetti, el apolíneo lateral-goleador, sino Burgnich, el perfecto perro de presa. Ideal para un muchacho.

Intentó varias veces cambiar de equipo, sin éxito. Su carrera se limitó al rincón derecho del Cesenatico juvenil. Fue una carrera breve, finiquitada a los 18 años por una enfermedad pulmonar. Tras unos años como camarero en la pensión familiar y como agente de seguros, volvió al calcio como técnico del Cesenatico infantil. En 1984 alcanzó el cargo de entrenador del Cesenatico (Segunda Regional), pero una extraordinaria cadena de desgracias administrativas casi le devolvió a la pensión: tardó cuatro años en ser admitido en la escuela de entrenadores. Ya con el carné, ascendió al Venecia, que el año siguiente le despidió, le recontrató para salvar la categoría y una vez salvado le despidió de nuevo.

Tras un paso por el Bologna, estudió en Barcelona los métodos de Cruyff. En 1995 se hizo con el Udinese y lo llevó a Europa, lo máximo en la historia del club. Su 3-4-3 supuso una revolución en el calcio. Luego pasó al Milan (él, interista y de izquierdas) y logró el scudetto de 1999. En 2001 fue despedido. Pasó al Lazio y lo clasificó para la UEFA: fue despedido, porque la sociedad prefirió al glamuroso Mancini. La temporada siguiente sustituyó a Héctor Cúper en el Inter y consiguió clasificarlo para la Champions: fue despedido, porque también el Inter, el club de sus amores, prefirió a Mancini.

Este año se cumple el centenario del Torino, devuelto a la Serie A por la carambola del caso Moggi. El Torino tiene derecho a considerarse el club más desgraciado de todos los tiempos: nadie, ni el Manchester United (en el accidente de Múnich sobrevivieron Busby y Bobby Charlton), ha sufrido una tragedia tan grave como la del 4 de marzo de 1949, cuando el avión que llevaba al "gran Torino", uno de los mejores equipos de todos los tiempos, se estrelló contra la colina de Superga. No quedó nadie.

Alberto Zaccheroni se sienta en el banquillo del Torino. Sólo ha conseguido, por ahora, dos empates y dos puntos. La cosa empieza mal. No cuesta mucho imaginarle tras una mesa desordenada, con una botella de whisky medio vacía y un revólver chato en el cajón, a la espera de otro caso. Como los detectives malditos del género negro, Zaccheroni no gana nunca. Le persigue la fatalidad. Y pierde con elegancia, con las cejas arqueadas y la corbata floja.

Enric González es autor de Historias del Calcio

sábado, septiembre 23, 2006

PUREZAS por Agustí Fancelli

Otra vez los nacionalismos, ¡qué hartura!


La publicidad tiene eso: en apenas 20 segundos es capaz de generar una polémica de largo alcance. Tan breve lapso de tiempo le basta en efecto para explicar una historia. Una historia en clave lírica, cómica o dramática, según el producto que se propone vender. Cuando ese producto es de signo nacionalista, entonces el género predilecto es el épico, el cuento de buenos y malos, sin duda el más eficaz a la hora de despertar las conciencias adormecidas.

En el caso que nos ocupa, el niño rubito y soñador pretende tan sólo participar en el juego con la camiseta de sus amores, la de la selección catalana. El escenario es un descampado; la música de fondo, new age, tipo Carros de fuego. Los niños llevan zamarras de colores variados, la mayoría no identificados frente a dos claramente denotativos: el amarillo de la canarinha y el rojo de la roja. Y, vaya por Dios, tenía que ser justamente el chaval de la roja el más chulo de todos: con gesto prepotente, comunica al ángel catalán que su atavío no es de recibo. El héroe ante la prueba, según el viejo esquema del relato mítico de Vladimir Propp. La respuesta no tarda: noblemente, el ángel se desprende de la zamarra y la lanza al aire. Su gesto es seguido por otros serafines de equiparable bondad: sólo así puede dar comienzo el partido.

Corte súbito, primer plano de la tetilla desnuda del héroe, la percusión reproduce el latido del corazón, el rótulo "una nació" ("una nación") se sobrepone al pecho noble y vibrante. Plano de la camiseta colgada, voz en off que anuncia: "Juntos la acabaremos llevando". Última imagen digna del final de 2001: el héroe con la zamarra, sus escuderos a pecho descubierto. ¿Por qué?

Dos conclusiones: para ser uno mismo hay que serlo en contraposición a otro, al que hay que faltar sistemáticamente; y dos, el nacionalismo es un juego de purezas de corazón. Así de sencilla es la épica publicitaria nacionalista. Y así de eficaz, a la vista de que consigue que se sigan escribiendo columnas como ésta.

jueves, septiembre 21, 2006

UN AUTÉNTICO NUEVE por Patxo Unzueta

Artículo recordando al mítico Telmo Zarra, el gran delantero centro que murió en febrero de 2006



En agosto de 1997, Telmo Zarraonandia, Zarra, se fundió en un abrazo, en el centro del campo de San Mamés, con Bert Williams: el que marcó el gol de Maracaná y el portero al que se lo marcaron, en julio de 1950, en el Mundial de Río. El gol por antonomasia, el de la victoria de España contra Inglaterra por 1-0, relatado por Matías Prats. Aquel abrazo era el de la reconciliación simbólica entre portero y delantero, las dos categorías esenciales de héroes en el planeta futbolístico.

El delantero centro por excelencia, murió ayer, a los 85 años. Había nacido en Asua (Vizcaya), donde su padre era jefe de estación. Su hermano mayor, Tomás, que llegó a jugar en el Oviedo, lo hacía de portero. Telmo se inició en ese deporte lanzando chuts para entrenar a su hermano. Pero entonces, de chaval, era más un regateador que un chutador, según se recordaba a sí mismo en una entrevista que apareció en este periódico en vísperas del Mundial de España. Jugó en el Asua y el Erandio antes de fichar por el Athletic en la temporada 1940-41, a sus 18 años. Debutó en un amistoso contra una selección de Guipúzcoa, marcando 7 goles, a los que seguirían otros 334 en partidos oficiales, de ellos 251 en la Liga. Todavía hoy conserva el récord de ser el jugador que más veces, seis, ha sido máximo goleador de ese torneo y comparte con Hugo Sánchez el récord de goles, 38, marcados en un campeonato; 38 goles en 30 partidos que tenía entonces la Liga, ocho menos que ahora.

Fue sobre todo un rematador de cabeza, "la mejor de Europa después de la de Churchill". Cuando empezó, según reconocería muchos años después, tenía miedo al choque y por eso procuraba adelantarse, saliendo al encuentro de la pelota en vez de esperarla, y así fue como se convirtió en un especialista. El miedo lo superó con mucho entrenamiento, rematando centros de Gainza y de Iriondo, los dos extremos de la famosa delantera que recitaban de memoria los niños de los años 40 y 50: Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza. Desde ayer, Iriondo es el único sobreviviente.

Zarra fue conocido y admirado por personas que nunca habían pisado un campo de fútbol. En 1994, Jordi Pujol sostenía que en los años cincuenta el español medio se identificaba con la imagen de Zarra: la furia, la nobleza. Se contaba en Bilbao que una vez había tirado el balón fuera, renunciando a marcar a puerta vacía, al ver que se había lesionado el portero. En aquellos años había pocos partidos internacionales, pero Zarra jugó en casi todos los que disputó la selección entre 1945 y 1951. En 20 encuentros marcó otros tantos goles.

En una entrevista que le hice en junio de 1982 me contó cómo había conocido a su mujer, Carmentxu: "Un año que yo estaba lesionado, con la pierna enyesada, se me ocurrió ir al baile de la plaza el día de la fiesta del pueblo. Pero, claro, no podía bailar y me quedé sentado en una esquina. Como yo era allí muy famoso, al principio todos me hacían caso, pero empezó la música y se fueron a bailar. Menos Carmentxu. Dijo que se quedaba a hacerme compañía y, en fin, así nos conocimos". Zarra: el 9.

lunes, septiembre 18, 2006

Historias del Calcio. EL GRAN NEGOCIO


Los indios algonquines, pertenecientes a la gran federación de los senapes, tienen mala reputación en las escuelas de negocios. Los algonquines vivían en Manhattan, pero vendieron la isla a los holandeses por 24 dólares. Luego, fueron exterminados y quizá un soldado holandés, en plena matanza (febrero de 1643) recuperó el dinero. En la actualidad, hay reservas de algonquines en Canadá, cerca del lago Kienawisik (o Montigny), un acogedor paraje con inviernos de 40 grados bajo cero.

Se podría defender el criterio mercantil de los algonquines recordando que desconocían los conceptos del dinero y la propiedad privada. Se podría argumentar también que, vista la matanza posterior, no habría valido la pena regatear un buen precio por la isla. Hoy, sin embargo, vamos a defender a los algonquines por otra vía: hablando del Inter de Milán.

El Inter es esa sociedad futbolística que vendió a Roberto Carlos al Madrid ("es malo", dijeron) y le sustituyó, sucesivamente, por Centofanti, Pistone, Macellari, Gresko, Georgatos y, finalmente, Gilberto, procedente del Alcantarilla de Murcia (fútbol sala). Vendió a Pirlo al Milan y con lo que sacó contrató a Emre. Vendió a Ronaldo y compró a Morfeo. En 1996 no quiso a Zidane, que acabó en el Juventus, porque no hacía "ninguna falta".

El Inter compró el año pasado a Pizarro, un centrocampista chileno que había convertido al Udinese, una potencia menor del calcio, en un equipo estupendo. Pizarro costó 12 millones de euros. El entrenador, Roberto Mancini, decidió que su sitio era el banquillo porque el equipo ya disponía de Verón para organizar el juego. Pizarro era mejor que Verón, pero Verón era más amigo de Mancini: ambos habían hecho migas en su club anterior, el Lazio.

Verón se fue a final de temporada y el Inter, aprovechando la liquidación del Juventus, compró a Vieira e Ibrahimovic. También se quedó con Grosso, el lateral izquierdo de la selección que ganó el Mundial. Y con el lateral derecho Maicon, uno de los presuntos sucesores de Cafú en la selección brasileña. Y con Dacourt, un mastín implacable procedente del Roma. El Inter se gastó unos 60 millones de euros, una nimiedad teniendo en cuenta que con la Juve descendida y con el Milan penalizado, el scudetto era cosa segura y había que ganarlo a lo grande, como se hacen las cosas en esa casa.

Pero había que equilibrar un poco el presupuesto porque no todo puede ser comprar. También hay que vender. Lógicamente, el vendible no podía ser otro que Pizarro. El chileno protestó, pataleó y lloró y, al final, de mala gana, dejó el Inter y acabó en el Roma para reencontrarse con Luciano Spalletti, el técnico que había hecho maravillas con él en el Udinese. El Inter se embolsó seis millones, nada menos.

Hasta José Mourinho, el técnico del Chelsea, dice que el Inter tiene la mejor plantilla de Europa. Lástima que falte un organizador en un centro del campo sobrado de músculo (Vieira, Cambiasso, Dacourt) y falto de cerebro. El Inter dio pena en Lisboa, en el primer partido de la Liga de Campeones. El sábado dio lástima verle empatar en casa con el Sampdoria: parecía un titán lobotomizado.

El Roma, con Pizarro, ganó por 4-0 en la Liga de Campeones y ha ganado los dos partidos de la Liga nacional. Va en cabeza.

Como decíamos, no es justo criticar a los algonquines. Si Manhattan hubiera sido del Inter, habría acabado en manos de Silvio Berlusconi por 12 dólares, con Pizarro incluido en el lote.

Enric González es autor de Historias del Calcio

sábado, septiembre 16, 2006

ARAGONÉS Y LA SELECCIÓN ABSOLUTA por Vicente Verdú

Otra perspectiva para el debate sobre "la roja" y el seleccionador.



Luis Aragonés se había otorgado 48 horas para dimitir o no como seleccionador pero su resolución ha sido tan repentina que los especialistas la igualan al tiempo indispensable para hacer sumas y restas sobre el estipendio o la indemnización. Como el seleccionador se afana en hacer saber, él es un profesional escéptico, cínico o con el culo pelado. Y más todavía respecto al mismo punto. En Dortmund, durante el último campeonato del Mundo, cuando las autoridades locales le agasajaron con un ramo de flores él lo rechazó diciendo: "¿Un ramo de flores para mí que no me cabe en el culo ni el pelo de una gamba?". Aragonés proclamaba así que goza de un culo estricto, homófobo y español, sin fisuras. Y de ahí, probablemente que la selección española de fútbol, "la Absoluta", vaya de mal en peor.

Desde hace cinco siglos la esencia histórica española despide un pesimismo que ha impregnado nuestros mismos días. En este largo trayecto ha conllevado una incesante cadena de desprendimientos, desvertebración y óxidos que si no han descompuesto por entero el corpus patrio ha sido gracias a ciertos tejidos correosos y esfínteres como el del seleccionador. Porque no en vano su apellido y sus eventuales patillas de trabucaire evocan el Aragón de Agustina de Aragón y al espíritu de la Guerra de la Independencia de cuya gesta brotó la vacilante identidad española.

En el enfrentamiento con lo afrancesado o afeminado, en la oposición a lo volteriano y el abrazo a lo fernandino absolutista se halla el antecedente nuclear de la selección Absoluta. Si se trata de la raza, Luis alardeó sus propias convicciones cuando animó al sevillano Reyes en un entrenamiento diciéndole que era mucho mejor que "ese negro de mierda", Tierry Henry, con quien se alineaba por entonces en el Arsenal.

Los negros son una mierda, los franceses son maricones, los españoles son una etnia y su testosterona no admite fáciles comparaciones. ¿Que nos eliminan casi siempre en octavos de final? Así ha venido a fraguarse el ser nuestra Patria.

La reiterada y trivial comparación que se viene haciendo con el comportamiento de otras selecciones nacionales (de baloncesto, de fútbol sala, de waterpolo o de balonmano) que lograron campeonatos del mundo debería evitar conclusiones superficiales. Porque bien, son campeonas del mundo, pero ¿son españolas?

En primer lugar no son naturales. Todas ellas juegan bajo techo, sobre pavimentos sintéticos y con permanente luz artificial. Ocioso será añadir que los cuatro ejemplos se refieren además a estilos deportivos con un incuestionable aire de feminidad. Tres de ellas se juegan con las manos y la restante es un menguado remedo del balompié.

Los futbolistas son, por antonomasia, hombres, mientras en las piscinas o en las pistas cubiertas, no desentonan las mujeres. El fútbol se desarrolla sobre un campo abierto (de batalla) mientras los otros se practican en recintos climatizados, palacios llamados "de deportes" y en prefabricados.

Los factores que determinan el enfrentamiento al aire libre, la inclemencia de los vientos, las nevadas, los aguaceros o las irregularidades del terreno, son eliminadas del escenario donde se celebran aquellas competiciones en las que nuestras selecciones ganaron algún campeonato mundial. ¿Eran propiamente competiciones viriles? ¿Luchas fieras con españoles? La fiereza, el orgullo y el honor, desde Bailén a la Guerra de África, tuvo su correspondencia en la olimpiada de Amberes, en el Mundial de Brasil de 1950 o en el gol de Marcelino en la Eurocopa. ¿Sucesivos fracasos después?

El fracaso de lo español coincide con nuestra abnegada manera de ser; y de servir a Dios y a la Patria. Una sencilla observación hace saber que casi tan sólo en la selección nacional de fútbol -la Absoluta- quedan jugadores que se santiguan al saltar al campo y besan, cuando suena el himno, la medalla de la Patrona. Contrariamente, en los deportes de interior se ha perdido prácticamente la fe y, significativamente, las alineaciones se encuentran trufadas de catalanes. No significa esto que los catalanes sean ateos o menos católicos pero no puede aspirarse a ser creyente o católico de verdad sin ser, a la vez, españoles entusiastas.

Dios, Patria y Rey. Reyes abdicó hace poco de su estancia en Inglaterra debido a su irrenunciable naturaleza española. Cesc, en cambio, se encuentra dentro del conjunto nacional como un virus a erradicar, una especie de boletus. De incorporar al equipo gentes poco o nada españolas es preferible optar por tipos como Pernía que reproducen fielmente el modelo cacereño, sarmentoso y conquistador.

De ningún modo deberá reforzarse la selección Absoluta con productos espurios. La selección no está llamada para triunfar a toda costa sino, principalmente, para reproducir, como genuino representante de España lo más auténtico de lo español, por doloroso que sea.

¿La continuación de Luis? Mientras siga doliéndonos España no hallaremos referencias más apropiadas de nuestra identidad secular que la recreación del imaginario colectivo en los funestos destinos de la selección. Sólo Luis Aragonés ha alcanzado a desentrañar, como profundo sabio de Hortaleza, la llave de su incomprensible permanencia. Cuanto más propicia sea la posibilidad de un nuevo fracaso mayor apego a la adversidad. Mayor entrañamiento (o ensañamiento) con el mal absoluto de la selección nacional

Luis Aragonés se había otorgado 48 horas para dimitir o no como seleccionador pero su resolución ha sido tan repentina que los especialistas la igualan al tiempo indispensable para hacer sumas y restas sobre el estipendio o la indemnización. Como el seleccionador se afana en hacer saber, él es un profesional escéptico, cínico o con el culo pelado. Y más todavía respecto al mismo punto. En Dortmund, durante el último campeonato del Mundo, cuando las autoridades locales le agasajaron con un ramo de flores él lo rechazó diciendo: "¿Un ramo de flores para mí que no me cabe en el culo ni el pelo de una gamba?". Aragonés proclamaba así que goza de un culo estricto, homófobo y español, sin fisuras. Y de ahí, probablemente que la selección española de fútbol, "la Absoluta", vaya de mal en peor.

Desde hace cinco siglos la esencia histórica española despide un pesimismo que ha impregnado nuestros mismos días. En este largo trayecto ha conllevado una incesante cadena de desprendimientos, desvertebración y óxidos que si no han descompuesto por entero el corpus patrio ha sido gracias a ciertos tejidos correosos y esfínteres como el del seleccionador. Porque no en vano su apellido y sus eventuales patillas de trabucaire evocan el Aragón de Agustina de Aragón y al espíritu de la Guerra de la Independencia de cuya gesta brotó la vacilante identidad española.

En el enfrentamiento con lo afrancesado o afeminado, en la oposición a lo volteriano y el abrazo a lo fernandino absolutista se halla el antecedente nuclear de la selección Absoluta. Si se trata de la raza, Luis alardeó sus propias convicciones cuando animó al sevillano Reyes en un entrenamiento diciéndole que era mucho mejor que "ese negro de mierda", Tierry Henry, con quien se alineaba por entonces en el Arsenal.

Los negros son una mierda, los franceses son maricones, los españoles son una etnia y su testosterona no admite fáciles comparaciones. ¿Que nos eliminan casi siempre en octavos de final? Así ha venido a fraguarse el ser nuestra Patria.

La reiterada y trivial comparación que se viene haciendo con el comportamiento de otras selecciones nacionales (de baloncesto, de fútbol sala, de waterpolo o de balonmano) que lograron campeonatos del mundo debería evitar conclusiones superficiales. Porque bien, son campeonas del mundo, pero ¿son españolas?

En primer lugar no son naturales. Todas ellas juegan bajo techo, sobre pavimentos sintéticos y con permanente luz artificial. Ocioso será añadir que los cuatro ejemplos se refieren además a estilos deportivos con un incuestionable aire de feminidad. Tres de ellas se juegan con las manos y la restante es un menguado remedo del balompié.

Los futbolistas son, por antonomasia, hombres, mientras en las piscinas o en las pistas cubiertas, no desentonan las mujeres. El fútbol se desarrolla sobre un campo abierto (de batalla) mientras los otros se practican en recintos climatizados, palacios llamados "de deportes" y en prefabricados.

Los factores que determinan el enfrentamiento al aire libre, la inclemencia de los vientos, las nevadas, los aguaceros o las irregularidades del terreno, son eliminadas del escenario donde se celebran aquellas competiciones en las que nuestras selecciones ganaron algún campeonato mundial. ¿Eran propiamente competiciones viriles? ¿Luchas fieras con españoles? La fiereza, el orgullo y el honor, desde Bailén a la Guerra de África, tuvo su correspondencia en la olimpiada de Amberes, en el Mundial de Brasil de 1950 o en el gol de Marcelino en la Eurocopa. ¿Sucesivos fracasos después?

El fracaso de lo español coincide con nuestra abnegada manera de ser; y de servir a Dios y a la Patria. Una sencilla observación hace saber que casi tan sólo en la selección nacional de fútbol -la Absoluta- quedan jugadores que se santiguan al saltar al campo y besan, cuando suena el himno, la medalla de la Patrona. Contrariamente, en los deportes de interior se ha perdido prácticamente la fe y, significativamente, las alineaciones se encuentran trufadas de catalanes. No significa esto que los catalanes sean ateos o menos católicos pero no puede aspirarse a ser creyente o católico de verdad sin ser, a la vez, españoles entusiastas.

Dios, Patria y Rey. Reyes abdicó hace poco de su estancia en Inglaterra debido a su irrenunciable naturaleza española. Cesc, en cambio, se encuentra dentro del conjunto nacional como un virus a erradicar, una especie de boletus. De incorporar al equipo gentes poco o nada españolas es preferible optar por tipos como Pernía que reproducen fielmente el modelo cacereño, sarmentoso y conquistador.

De ningún modo deberá reforzarse la selección Absoluta con productos espurios. La selección no está llamada para triunfar a toda costa sino, principalmente, para reproducir, como genuino representante de España lo más auténtico de lo español, por doloroso que sea.

¿La continuación de Luis? Mientras siga doliéndonos España no hallaremos referencias más apropiadas de nuestra identidad secular que la recreación del imaginario colectivo en los funestos destinos de la selección. Sólo Luis Aragonés ha alcanzado a desentrañar, como profundo sabio de Hortaleza, la llave de su incomprensible permanencia. Cuanto más propicia sea la posibilidad de un nuevo fracaso mayor apego a la adversidad. Mayor entrañamiento (o ensañamiento) con el mal absoluto de la selección nacional

Vicente Verdú es escritor y periodista.

miércoles, septiembre 13, 2006

VISCA FRANK por Julio César Iglesias

Este artículo ya se colgó hace mucho tiempo en este blog, pero lo cierto es que este tipo no deja de sorprenderme, y siempre para bien. Ha conseguido desde la más absoluta normalidad montar una maquinaria tan perfecta que es difícil imaginar hoy un equipo que juegue mejor al fútbol que su Barça. Y, encima, une a este buen hacer una imagen insuperable, de persona educada, respetuosa siempre, elegante, preparado, sin que la situación lo sobrepase nunca. No sé, es la imagen que me da a mí, aunque siempre hay quien por criticar puede llegar a recurrir a su condición de presumido por no querer salir del banquillo cuando llueve, bien para no despeinarse o bien para no mojarse su indumentaria "fashion". Eso será lo verdaderamente importante.
Nota: No faltará quien recuerde aquel salibazo que le propinó a Ruddy Voeller en el Campeonato del Mundo Italia 90, y, claro, lo cortés no quita valiente.


Justo antes del partido Madrid-Barcelona (10/04/05), quizá el mejor de la temporada minuto por minuto, Frank Rijkaard, con la cara embozada entre las manos, miraba fijamente la boca del túnel de vestuarios. De pronto el graderío empezó a zumbar como una central eléctrica y apareció en escena Vanderlei Luxemburgo enfundado en su inseparable gabardina oscura. Aunque aquél era un mal momento para la cortesía, Frank se le acercó en una estudiada secuencia de movimientos, le dio un abrazo y le hizo una de esas confidencias que sólo pueden entender los cómplices. Luego recuperó su aire sombrío y volvió a su concha de apuntador.

Aquel brasileño de facciones duras le había inspirado siempre un sentimiento reverencial. En las canteras del norte de Europa, con sus códigos inflexibles y sus horarios de factoría, los emisarios del exótico Brasil tenían la reputación de ejemplares únicos: eran la mutación que cabe esperar de tanta diversidad genética y tanta presión ambiental. Visto de cerca, Vanderlei personificaba mejor que nunca al pionero curtido en la abigarrada selva de las canchas del trópico. Allí estaba ahora, con sus pómulos de garimpeiro quemados por la taquicardia, hurgando en el fondo del bolsillo o en el teclado de un transmisor. Qué noche tan cargada y qué tipo tan particular.

Frank volvió al sillón azul de su puente de mando sin darse cuenta de que pertenecía a la misma estirpe. Años antes llegaba a la Selección holandesa y al Milan infiltrado entre Ruud Gullit y Marco Van Basten, dos de los futbolistas más grandes de la época. Perdido en tierra de nadie, a mitad de camino entre aquel antílope rubio que jugaba en una burbuja y su imponente amigo de pelo ensortijado, un extraño purasangre con bigote, debía interpretar un papel auxiliar. Carecía de la ingravidez del primero y de la exuberancia del segundo, así que, atrapado en un estilo seco, casi alemán, se convertiría en la versión mestiza del hermano pobre. Sin embargo aprendió a nadar contracorriente y alcanzó una sólida consideración profesional; la de uno de esos cartógrafos del fútbol que tienen cada metro y cada instante en la cabeza. Compañero leal en todos los supuestos y posiciones, terminó siendo, sencillamente, el más valioso subalterno del mundo: el color que le faltaba al cuadro.

Hoy, en el banquillo, se ha erigido en conservador de la escuela holandesa. Predica el toque, el aprovechamiento de espacios y la movilidad unánime que la crítica llamó fútbol total.

Es, como en su etapa de jugador, una figura compatible con todos los sonidos, aromas y matices del juego. La suma imposible de un general, un asistente y un amigo.

lunes, septiembre 11, 2006

Vuelve Enric González con LA PIEL DEL ENEMIGO

Vuelven las Historias del Calcio, y lo hacen en una temporada extraña sin la Vieja Señora entre la élite del calcio, lo nunca visto. Pase lo que pase volverá a ser un año apasionante, y lo seguiremos a través de las fantásticas piezas que Enric González dejará cada semana en las páginas de El País. A disfrutar.


Dicen que es sabio meterse en la piel del enemigo. Que se comprenden muchas cosas tratando de pensar como él. Si eso es verdad, el karma colectivo del calcio puede ser un poco menos inmundo a partir de esta temporada. No por lo que ha pasado (los castigos nunca son bonitos de ver), sino por lo que va a pasar. Este año, al Inter le toca ejercer de favorito y de antipático, el papel que correspondía a su gran rival histórico, el Juventus; el Milan parte en desventaja frente al otro equipo milanés, justo lo que solía hacer el Inter; y el Juventus, en el pozo de Segunda, sufre lo que sufrió el Milan a principios de los 80.

El Torino está en Primera. El Inter y el Roma, los segundones de la historia reciente, se toman revancha de pasadas injusticias. Y la Juve, la arrogante señorona de Turín, se dispone a afrontar las asperezas de los estadios de provincia. Muchos italianos imaginaban que un mundo feliz sería algo muy parecido a eso. Pero resulta que no. Hay algo de obsceno en la imagen del Juventus, tan prepotente, tan despectivo en el pasado, humillado con el descenso y con un tremendo lastre de 17 puntos (quizá le reduzcan la carga: en Italia siempre queda una posibilidad de pacto) que pesa más de lo que parece. Hay algo que obliga a cerrar los ojos, a apartar la vista. Como si Lady Godiva saltara desnuda al césped.

Quién iba a decir que el Juventus acabaría suscitando simpatía en ese 75% de los aficionados (el otro 25% tiene el corazón blanquinegro) que sobrellevaban mal la antigua hegemonía de la señorona y sobrellevaron peor los años en que Luciano Moggi, el director general juventino, decidía quién se llevaba un penalti, quién una tarjeta, quién una expulsión. Se percibía ya en la prensa de pretemporada, que, tras la furiosa catarsis de julio, empezó en agosto a ser consciente de la magnitud de la tragedia. Quedó claro el sábado, en el modesto estadio del modesto Rímini: el público apenas pudo proferir los abucheos de rigor y acabó insultando al Cesena, el rival de su provincia, como desentendiéndose del Juventus, como disimulando ante lo que estaba viendo.

Un equipo mal dirigido (el nuevo entrenador, Didier Deschamps, se equivocó en todo), con campeones del mundo como Buffon, Del Piero y Camoranesi convertidos en gelatina estupefacta, incapaz de ir más allá del empate frente a un equipo con un hombre menos y no especialmente combativo: eso fue el Juventus. Tendrán que ir a más, por fuerza. Con el puntito de Rimini, sólo faltan 16 para poner el marcador a cero.

No les será nada fácil recuperar la máxima categoría. Pero en lugar del dictador Capello hay un técnico confuso, en lugar de los ojos de lagarto de Moggi hay dos muchachos jóvenes y sonrientes, Yaki y Lapo Elkann, los herederos de Agnelli, y en el pecho de los jugadores, donde debería alojarse el scudetto tricolor del año pasado, hay un vacío angustioso.

La compasión resulta inevitable. Más cuando se escucha el bramido rabioso de la afición juventina, que aúlla a la luna y grita contra los directivos "traidores" por no apelar a la justicia ordinaria; contra los futbolistas "mercenarios" que se fueron a otros clubes; contra unos rivales, Inter, Milan, que no pueden escucharles porque están en otro mundo, kilómetros por encima del fango de Segunda.

¿Cómo no ponerse en la piel del enemigo?

Enric González es autor de Historias del Calcio

IN MEMORIAM por El Roto


ACUSE DE RECIBO
Tiene razón León, el 11 de septiembre es aniversario de otras cosas, y entre ellas el golpe de estado que en 1973 provocó la caida del gobierno de Salvador Allende. Tampoco lo queremos a olvidar.

"(...) Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres el momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. (...)"

Extracto de la última alocución al pueblo de Chile de Salvador Allende en Radio Magallanes.

viernes, septiembre 08, 2006

LA GEOPOLÍTICA DEL FÚTBOL por Pascal Boniface

En el fútbol, la derrota nunca es definitiva, pero siempre es apasionada. Para los amantes de ese deporte, la FIFA (el organismo regulador del fútbol internacional) debería haber sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz hace mucho tiempo. Para otros, exasperados por el balompié y las emociones que despierta, el deporte ya no es un juego, sino un tipo de guerra que aviva los sentimientos nacionalistas más básicos.

¿Existe una relación entre el fútbol (y el deporte en general) y el espíritu de nacionalismo y militarismo? Durante la Edad Media, el deporte solía estar prohibido en Inglaterra, porque se practicaba a expensas del entrenamiento militar. Después de la derrota de Francia ante la Alemania de Bismarck en la guerra franco-prusiana, el barón Pierre de Coubertin (que volvió a lanzar los Juegos Olímpicos unas décadas más tarde) aconsejó una renovación del énfasis nacional en el deporte, que por entonces se entendía como una forma de preparación militar.

En un partido de fútbol, los rituales -las banderas ondeando, los himnos nacionales, los cantos colectivos- y el lenguaje que se emplea (el encuentro comienza con un "estallido de hostilidades", uno "bombardea" la portería, hace saltar por los aires la defensa y lanza un "misil") refuerzan la percepción de una guerra por otros medios. Y de hecho, han estallado guerras reales por el fútbol. En 1969, Honduras y El Salvador se enfrentaron tras un partido de clasificación para la Copa del Mundo.

Al parecer, los partidos de fútbol pueden revivir rivalidades nacionales y conjurar los fantasmas de guerras pasadas. Durante la final de la Copa de Asia, en 2004, que enfrentó a China y Japón, los seguidores chinos lucieron uniformes militares japoneses al estilo de los años treinta para expresar su hostilidad hacia el equipo nipón. Otros aficionados chinos blandían carteles con el número "300.000", una referencia a la cifra de chinos asesinados por el ejército japonés en 1937. Pero ¿de verdad podemos decir que el fútbol sea responsable de las malas relaciones diplomáticas actuales entre China y Japón? Por supuesto que no. La hostilidad en el terreno de juego apenas refleja las tensas relaciones existentes entre ambos países, que soportan el peso de una historia dolorosa. Al otro extremo del espectro, la dramática semifinal entre Francia y Alemania jugada en Sevilla en 1982 no tuvo efectos políticos, ni para las relaciones diplomáticas entre los dos países ni para las relaciones entre los dos pueblos. El antagonismo quedó confinado al estadio, y acabó cuando lo hizo el partido.

Lo que verdaderamente ofrece el fútbol es una zona residual de enfrentamiento que permite una expresión controlada de la animosidad y no afecta a los ámbitos más importantes de interacción entre los países. Francia y Alemania pronto tendrán un ejército común -ya utilizan la misma divisa-, pero la supervivencia de los equipos nacionales canaliza, dentro de un marco estrictamente limitado, la persistente rivalidad que existe entre los dos países.

El fútbol también puede ser una ocasión para los gestos positivos. En 2002, la organización conjunta de la Copa del Mundo por parte de Japón y Corea del Sur ayudó a acelerar la reconciliación bilateral. La actuación de los jugadores surcoreanos fue aplaudida incluso en Corea del Norte. De hecho, el deporte parece ser el mejor barómetro de las relaciones entre el dividido pueblo coreano.

Además, el fútbol, más que los discursos dilatados o las resoluciones internacionales, puede contribuir a inducir un avance hacia soluciones pacíficas para conflictos militares. Después de su clasificación para la Copa del Mundo de este año, el equipo nacional de Costa de Marfil, que incluye a jugadores del norte y el sur, se dirigió a todos sus compatriotas y pidió a las facciones enfrentadas que dejaran las armas y pusieran fin al conflicto que ha arrasado su país. Después de que el presidente de Haití Jean-Bertrand Aristide fuera derrocado hace unos años, el equipo de fútbol brasileño actuó como embajador para las fuerzas de paz de Naciones Unidas encabezadas por Brasil. Y cuando un conflicto toca a su fin, desde Kosovo hasta Kabul, el fútbol es el primer indicio de que una sociedad está volviendo a la normalidad.

El ex presidente de la FIFA João Havelange a menudo soñaba con un partido de fútbol entre israelíes y palestinos: el entonces vicepresidente de Estados Unidos Al Gore consideraba ese encuentro un medio para ayudar a Washington a resolver el conflicto palestino-israelí. Quizá algún día llegue a celebrarse. Sin duda, el partido de fútbol entre Irán y Estados Unidos de 1998 ofreció un momento de fraternización entre ambos equipos. Otro encuentro entre esos dos países podría ser útil en estos momentos difíciles.

El fútbol es útil porque permite enfrentamientos simbólicamente limitados y sin grandes riesgos políticos. Su impacto en la opinión pública nacional e internacional es amplio, pero no profundo. Como dijo el sociólogo Norbert Elias: "Los espectadores de un partido de fútbol pueden disfrutar de la emoción mítica de las batallas que se libran en el estadio, y saben que ninguno de los jugadores sufrirá daño alguno".

Como en la vida real, los aficionados pueden estar divididos entre sus esperanzas de victoria y el temor a una derrota. Pero en el fútbol, la eliminación de un adversario es siempre temporal. Siempre es posible un partido de vuelta. Como francés, espero con impaciencia el encuentro entre Francia y Alemania en la próxima Copa del Mundo. Pero quiero que Francia se vengue por su derrota en la última Copa del Mundo en Sevilla, y no por su derrota en Verdún.

Pascal Boniface
es director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS) de París. Su libro más reciente es Football et Mondialisation.

sábado, septiembre 02, 2006

CHICOS MALOS V. JULIO ALBERTO (perfiles por Iván Castelo)


No hay secretos. Todo es público. Está en su libro de memorias ("Mi verdad", 1995), una especie de psiconálisis exhibicionista, la terapia habitual de los enganchados. Pero recayó y trató de suicidarse al borde de la locura. Dinero, mucho dinero. Y juventud, divino tesoro para la reina de los mares, la cocaína. Antes de fichar por el Barça, ya le marcó su yo interior un accidente mortal: el atropello de un transeúnte en la M-30. En Barna conoció a Diego (Maradona) y ahondó en la herida nocturna. Ídolo culé, con un gol a la Juventus en la semifinales de la Copa de Europa del 86 (sí, la de la final contra el Steaua; cualquiera pierde el norte tras aquél ridículo), fue un icono de la Selección que deslumbró en la Eurocopa del 84 y en el Mundial del 86. Por su entrega, por su fidelidad, por su carisma. Fueron un auténtico 'shock' en los 90 las revelaciones de su libro, como alquilar una isla un fin de semana (se casó con una Botín, tres matrimonios arruinados), gastarse su fortuna en coca y prostíbulos (también adicto al sexo) y su intento de suicidio en un hotel de Barcelona. Ahora, lleva vida de ex (eso es para siempre) y parece rehabilitado. Estuvo en las Maldivas de tratamiento. A su vuelta a Barcelona en 1998 fue detenido, acusado de robar dinero de la caja del bar en el que trabajaba. Ahora se manifiesta rehabilitado. Ánimo.

viernes, septiembre 01, 2006

CHICOS MALOS IV. PAUL GASCOIGNE (perfiles por Iván Castelo)

Fue el mejor en su momento, finales de los ochenta y semifinalista en el Mundial de Italia 90, pero se fue consumiendo como sólo la noche apaga a los diablillos que recluta. Una foto mítica: Vinnie Jones agarrándole sus partes con fuerza e intención. Y una mala suerte supina (bueno, la que acompaña a los talentos que eligen ser perdedores y autodestructivos, una decisión respetable, personal e intransferible): dos lesiones gravísimas, una por una entrada criminal en una final de Copa inglesa en la que el agresor, él, recibió más castigo que el agredido, y otra con el Lazio romano. Poco más se supo de su fútbol creativo, brillante, como un paseo en Vespa por la Roma de Nanni Moretti. Maniaco depresivo violento, con desorden compulsivo obsesivo, grabó un 'single', de éxito en el Reino Unido (allí lo oyen y lo compran todo) y recayó de una de sus lesiones al recibir un puñetazo cuando estaba de marcha con ¡muletas! Apasionado del Algarve portugués, invitaba siempre que podía a un grupo de 'hooligans' a quemar con él los bares. Divorciado de Sheryl, por su alcoholismo recalcitrante y por su reconocida condición de maltratador, estrelló una vez el autobús del Middlesbrough. Por una gracia. Intentó jugar en China (a vueltas con las cervezas no le dejaron en el Gamsu Tianma). Eso sí. Se ganó a Inglaterra con sus sentidas lágrimas cuando vio la amarilla que le habría costado perderse la final del Mundial de Italia en 1990. Tras una orgía en el 85 revelada por el azote de los futbolistas, 'The News of the World", Gazza contestó tan pancho: ¿Tres en una cama? Pensaba que eran cuatro...".