lunes, enero 26, 2009

KAKÁ, LA GERONTOCRACIA Y LAS OFERTAS DIABÓLICAS por Enric González


Digamos que Silvio Berlusconi es un personaje singular. Así nos entendemos todos y él no se enfada. Porque una de sus singularidades consiste en leer, o en hacer que le lean, lo que se escribe sobre él en las páginas deportivas. Puedo garantizarlo: cuando trabajaba en Italia, más de un lunes recibí una llamada de Paolo Bonaiuti, hombre de confianza de Berlusconi y portavoz del Gobierno. Bonaiuti llamaba para quejarse. No por una crónica de política o economía, sino por alguna opinión contenida en unas cosillas llamadas Historias del calcio que hacía yo entonces.

Parece bastante evidente que Berlusconi tiene un alto concepto de sí mismo y cuenta con ocupar un lugar destacado en la historia italiana. Sospecho, sin embargo, que, por encima del dinero, del poder y de los galanteos, es decir por encima de todo, valora su trabajo en el Milan. ¿Recuerdan el Rosebud? Era el trineo que, en Ciudadano Kane, el magnate añoraba en el momento de la muerte. Pues bien, Berlusconi no ha perdido su Rosebud. Para Berlusconi, el Milan es a la vez un objeto de placer casi infantil y un símbolo de trascendencia.

El Milan no pasa por su mejor momento. Ni en la competición italiana, hasta ahora dominada por el Inter y la Juventus, ni en Europa: vivir fuera de la Champions ha de resultar muy duro para una institución que se autoproclama "el club con más títulos del mundo". El Milan de 2009 es además un equipo tremendamente desequilibrado. Basta recitar la alineación que se enfrentó al Roma hace un par de semanas: Abbiati (31 años), Zambrotta (casi 32), Maldini (40), Favalli (37), Jankulovski (31), Beckham (33), Seedorf (32), Pirlo (28), Ambrosini (31), Ronaldinho (28), Kaká (26) y Pato (19).

Observen que la parte delantera es de alto nivel y de edad razonable. Todo lo que hay detrás, por el contrario, es disfuncional y fondón, impropio de un gran equipo. En la defensa falta Nesta, cierto. Pero Nesta va por los 32 años y está muy castigado por las lesiones.

Contaba ayer John Carlin que Kaká ha rechazado la megaoferta del Manchester City, que John llamaba "la oferta del diablo" (El diablo, curiosamente, es el apodo del Milan), y que ha hecho un favor al fútbol quedándose con Berlusconi. El City, por supuesto, no es el Milan. Hasta ahí, de acuerdo. Ahora bien, ¿se han fijado en todo lo que necesita el Milan para acabar con la tendencia gerontocrática? Los viejos jugadores milanistas cuentan con la experiencia necesaria para ganar cualquier final, pero no con las piernas para llegar a ella. A finales de esta temporada se impondrá una renovación profunda. Y arriesgada, como todas las renovaciones.

Kaká es uno de los tres o cuatro mejores jugadores del mundo. Pato es un delantero excelente y jovencísimo. A Ronaldinho aún le quedan unos cuantos tiros libres. Lo demás, con la excepción de Pirlo, pronto será material de desguace.

No tengo ni idea de los planes de Berlusconi. Puestos a vaticinar, sin embargo, creo que en el verano acabaremos hartos de Silvio Berlusconi y de Florentino Pérez y de su necesidad de comprarlo todo.

(Por cierto, lean lo que John Carlin escribe sobre el rugby en su nuevo libro, El factor humano. Da igual que no les guste el rugby o no les gusten los libros: es deporte en grado sublime).

lunes, enero 19, 2009

EL FÚTBOL LÍQUIDO por Enric González


Perdonen. Les prometo que este articulito habla de fútbol. De Matthew Le Tissier, por ejemplo: el genio perezoso que nunca quiso dejar su equipo, el Southampton.

Pero antes habrá que mencionar al filósofo polaco Zygmund Bauman y referirse un momento a su exitosa teoría de la sociedad líquida. Bauman afirma que la vieja sociedad sólida, construida sobre bases estables como la familia, el empleo o las instituciones políticas, se ha desvanecido y que la posmodernidad ha roto todos los anclajes. Nos movemos en un entorno precario y cambiante, en el que antiguos valores como la fidelidad, la duración o la renuncia han perdido su significado. Eso es la sociedad líquida. Algunos hablan ya de sociedad gaseosa. Los individuos y las instituciones flotamos a la deriva.

Llegamos a Le Tissier. Fue, y es, el hombre más reverenciado de Southampton, una localidad no especialmente agraciada del sureste inglés. Dedicó al Southampton, un equipo siempre al borde del desastre, su carrera deportiva completa (1985-2002) y una colección de goles increíbles. Le gustaba elevar el balón y golpearlo en el aire, como suele hacerse en la playa (nació en Guernsey, una isla del Canal de la Mancha), y no fallaba un penalti. Lanzó 50 y marcó 49. El día que falló corrió a felicitar al portero: era y es un tipo amable. Le Tissier, que a veces estaba muy gordo y no se distinguía por su rapidez, fue tentado por numerosos clubes. Milan, Chelsea y Tottenham le hicieron ofertas en firme. Ni siquiera contestaba. Sólo fue internacional en ocho ocasiones y tampoco eso pareció importarle mucho.

Matthew Le Tissier fue un futbolista de club. Hasta hace un par de décadas, había al menos uno en cada equipo modesto y, quitando a los fenómenos, que siempre emigraron, alguno de ellos era realmente bueno. Representaban la continuidad y la memoria. ¿Hacemos ahora una lista de los grandes futbolistas de club? Raúl en el Madrid. Puyol en el Barcelona. Gerrard en el Liverpool. Maldini en el Milan. Totti en el Roma. Del Piero, con reparos (ha jugado en otros equipos) en la Juventus. Podríamos añadir algunos más. ¿Se les ocurre alguno en un equipo de aspiraciones limitadas? Queda Tamudo, pero sigue en el Espanyol por pura casualidad: porque el Rangers, que le fichó hace ocho años, le devolvió a Barcelona por razones médicas.

En la sociedad líquida, los grandes jugadores de club y, por extensión, la estabilidad y la memoria constituyen un lujo, una rareza que sólo pueden permitirse las instituciones más solventes.

Le Tissier era ya un veterano cuando el pay per view de Murdoch creó la Premier League, los sueldos se dispararon y el fútbol inglés alcanzó el estado líquido. Pudo vivir al margen del nuevo modelo de negocio. Su caso, hoy, es prácticamente irrepetible. Enjambres de intermediarios flotan sobre las canchas juveniles para llevarse al chico prometedor mucho antes de la mayoría de edad. Ocurre lo que todos sabemos: los clubes fuertes son cada vez más fuertes y los débiles son cada vez más débiles. Y ocurre además lo que decíamos antes: que la continuidad, la memoria, los relevos entre generaciones, son sólo de quien puede pagarlos.