martes, marzo 22, 2005

COSAS QUE PASAN

El pasado 6 de enero, Paolo di Canio causó cierta sensación (sobre todo, en el extranjero) al saludar a la manera fascista, brazo en alto y ojos desencajados, a los tifosi de su equipo, el Lazio, durante la turbulenta conclusión de un derby frente al Roma. Poco después, Di Canio, gran admirador de Mussolini, fue multado por ese gesto con 10.000 euros. Y, aunque ese dinero vendría a equivaler al gasto anual en revisiones de su Ferrari azul, varios dirigentes de uno de los principales partidos italianos, Alianza Nacional, se ofrecieron a organizar una colecta para que Di Canio no tuviera que desembolsar un céntimo "por hacer algo perfectamente honorable".
Para aclarar un poco estos fenómenos, acaso desconcertantes para el observador, puede ser útil hablar de Daniela di Sotto.
El nombre de Daniela di Sotto empezó a ser conocido el 23 de febrero de 1971, cuando un grupo revolucionario lanzó varios cócteles molótov en el interior de la sede del Movimiento Social Italiano, el partido fascista, en el barrio de Cinecittá. Los agresores atrancaron las puertas para que nadie pudiera huir. Entre los militantes fascistas que sufrieron las heridas más graves estaba Daniela: las llamas prendieron en su cabello y le afectaron gran parte del cuerpo.
Comenzaban los años de plomo. Acababan de fundarse las Brigadas Rojas y los dos terrorismos, el rojo y el negro, se enzarzaron en una espiral de violencia. En el bando fascista, Daniela di Sotto figuraba en primera fila siempre que hiciera falta.
Hoy, más delgada y con ropa más elegante, pero con el mismo carácter tremendo y la misma simpatía brusca, Daniela di Sotto es una gran figura del Lazio: preside peñas, establece corte cada 15 días en la tribuna de honor del estadio Olímpico, protagoniza tertulias futbolísticas radiofónicas y no pierde oportunidad de desafiar a los enemigos romanistas. Su espíritu bélico y sus ideas se han trasladado a la grada.
Daniela di Sotto es, además de un tótem de los tifosi radicales del Lazio, la esposa de Gianfranco Fini, vicepresidente del Gobierno, ministro de Asuntos Exteriores, presidente de Alianza Nacional (antiguo Movimiento Social Italiano) y líder del postfascismo. O, como dijo Silvio Berlusconi el otro día a un alcalde de AN y del Inter, "fascismo a secas, porque la vergüenza está en el interismo, no en la ideología".
Algunas pequeñas cosas explican cosas más grandes.
(Una nota de fútbol real: el martes, ante el Oporto, Adriano marcó tres goles para el Inter. El primero, de rebote; el segundo, de remate exquisito; el tercero, en estallido de furia adriánica. Una progresión perfecta. El ariete brasileño demostró, cuando había que hacerlo, su condición de auténtico grande. Ayer se retiró lesionado en el Inter-Fiorentina y la afición negriazul sufrió un escalofrío.

domingo, marzo 20, 2005

EL ARTE DE LA USURA

"El 1-0 es el fútbol italiano", dice el técnico Gigi Simoni. Y añade: "Fabio Capello es nuestro entrenador más representativo". Con la llegada de Capello al Juventus, la sociedad futbolística italiana por excelencia, ha resurgido la esencia cicatera del calcio. La Juve se ha clasificado para la siguiente fase de la Liga de Campeones con cinco victorias consecutivas por 1-0 y por esa misma vía se mantiene destacado a la cabeza de la Liga. Todo eso con jugadores como los uruguayos Olivera y Zalayeta, que apenas dejaron recuerdo en España.
El Juventus de Trappatoni ganó el scudetto de 1982 con nueve 1-0 en 30 partidos. El Milan de Capello ganó el scudetto de 1994 con otros nueve 1-0, esa vez en 34 encuentros, pero con un ratio gol-puntos aún mayor: marcó 36 (uno cada cien minutos) y encajó sólo 15. Juventus y Capello estaban condenados a unirse ante el altar de la victoria mínima, y así ha sido. El equipo de la Fiat no ha proporcionado esta temporada ni un cuarto de hora de fútbol mínimamente vistoso, pero ha elevado la usura a la categoría de arte.
Capello suele ejercer un poder casi absoluto en los clubes que entrena. No hay presidente que se resista a sus deseos. En el Real Madrid cambió medio equipo. En el Roma consiguió que le trajeran a Emerson, Cassano, Chivu y demás. Los Agnelli fueron igualmente generosos: para hacerse cargo del Juventus quiso a Emerson, a Cannavaro y a Ibrahimovic, y los tuvo. Pero el gran dictador del calcio posee, además, un notable talento para obtener altos rendimientos de futbolistas que, bien mirados, no son gran cosa.
En el Juventus están Nedved (Balón de Oro 2003), Ibrahimovic, Buffon, Emerson y Cannavaro. Pero también Camoranesi, Blasi, Zalayeta y Olivera, tipos con un historial mediocre y un talento mediano. En Sevilla recordarán a Zalayeta como un jugador del montón. Muchos aficionados del Atlético no llegarán siquiera a recordar a Olivera, otro uruguayo que llegó por carambola y gratis, calentó ocasionalmente el banquillo del Manzanares y se fue como había venido. Con estas cañas, Capello ha tejido un equipo espeso y calculador, que se cierra atrás como una ostra. Puro calcio. Gigi Simoni, un veterano técnico italiano, asegura que el 1-0 y Capello constituyen la esencia del fútbol nacional. "Nuestro objetivo consiste en ganar sin arriesgar y damos mucha importancia a la defensa", declaró el jueves a La Repubblica, "porque lo principal es la victoria. A los entrenadores se les despide porque pierden, nunca porque el juego sea feo. Capello tiene el mejor palmarés y es el técnico más representativo".
La Vieja Señora, como es conocida la filial futbolística de la Fiat, cuenta con una larguísima tradición de efectividad, por la vía civil o la penal. Donde no llegan el carácter y el cerrojo, llegan la benevolencia de los árbitros o la ciencia farmacéutica. A mediados de los 90, cuando se hizo con una Copa de Europa y tres de sus 27 títulos de Liga, disponía de estrellas como Zidane, Deschamps, Vialli y Del Piero, pero contaba también en el vestuario con un médico que suministraba generosas dosis de EPO y otras sustancias dopantes.

miércoles, marzo 02, 2005

ANTONIO CASSANO, POETA

Ya que hablamos de poesía, de fugacidad inolvidable, recordemos que entre los poetas hay de todo.
Foix vigilaba la caja de la pastelería familiar en Sarrià y Panero era mediopensionista de manicomio. Baudelaire se autodestruyó y Rimbaud destruyó a otros con su negocio de esclavismo.
Hablando de lo mismo, Beckenbauer, que de joven fue el mejor medio centro de todos los tiempos, se refugió después en la cueva del libero, donde no se falla nunca porque toda la responsabilidad es de los marcadores; Cruyff, que fue Cruyff, hizo en el Ajax lo que nadie había hecho desde Di Stefano, dio una gran Liga al Barça y luego pasó años pegado a la línea izquierda, presto a sacar de banda; Pelé lo fue todo porque el Gobierno brasileño le declaró intransferible y le reservó para los grandes acontecimientos internacionales.
Éstos arriba mencionados fueron poetas inmortales, destinados a custodiar la Academia.
Hubo otros que murieron en cuanto perdieron de vista el balón. Best se abrazó al alcohol, como Garrincha. Maradona se sostuvo con cocaína. Gascoigne ni se abrazó ni se sostuvo: se abalanzó a mitad de carrera sobre la cerveza y los triglicéridos.
El calcio dispone hoy de dos jóvenes poetas.
Kaká, de 22 años, en el Milan, es guapo, longilíneo, culto, de vida equilibrada y de movimiento vertical sobre el césped; seguramente disfrutará de una larga vida deportiva, ganará títulos, recibirá honores y administrará su gloria con inteligencia.
Cassano, de 21 años, en el Roma, es un delantero decididamente feo y payaso. Viene del sur, de Bari, una zona pobre de tradición griega y albanesa. Los objetivos de los fotógrafos le persiguen durante el partido: pide la botella de agua para remojar al masajista, rompe a patadas el banderín de la esquina, se quita la camiseta o se baja los pantalones, según exija la ocasión, y disfruta intensamente el fútbol.
Uno teme que Antonio Cassano, poeta, pertenezca a la estirpe de los malditos. Un tipo como él no puede crear tanta belleza y quedar impune. La poesía es condensación, compresión de códigos en unos pocos signos. Y a eso se dedica Cassano en ese palmo cuadrado del área hacia el que confluyen el portero y un par de defensas y en el que un segundo es una vida.
Cassano no es de los que rematan al bulto: eso es periodismo. Tampoco piensa en cómo ha llegado ahí el balón y en cómo marcar: eso es novela.
Por supuesto, no busca el penalti: eso es ensayo.
Los pies de Cassano intuyen y sienten: adivinan dónde hay un vacío, cuánto se puede esperar, quién está en cada lugar y por qué. Y, mientras marca, ríe. Además de feo, es cruel y desconsiderado.
A Cassano, poeta, habrá que disfrutarlo mientras dure.
Para los amantes de cosas menos efímeras, también en el Roma está Francesco Totti, que, a día de hoy, es el mejor futbolista del mundo. Aunque quede feo decir cosas tan gruesas de forma tan brusca.