martes, mayo 30, 2006

OTRA CULTURA DE SELECCIÓN

Viendo la publicidad que se hace previa a un Campeonato Mundial, y que ahora está en plena ebullición, ya puede hacerse la idea de lo que significa una Selección (de verdad), cómo se vive y cómo se transmite eso tan manido de la "cultura de Selección". Sin entrar a valorar (me lo reservo para no ofender a nadie) el ambiente "festivo" que se vive en cualquier partido de la Selección Española, Manolo el del Bombo, los cánticos para animar, etc., y volviendo al tema de la publicidad que nos asedia, sólo un botón a modo de muestra. Si tenéis en mente algún anuncio con Cañizares, Fernando Torres, Raúl y compañía podéis compararlo con algo de lo que se hace en Argentina, por poner un ejemplo:

Publicidad de CTI apoyando a la albiceleste

Te entran ganas de entonar el Vamos Argentina Vamos!

EL MUNDIAL por Manuel Rivas

Los habitantes, los agentes de policía, los bandidos y los presos de São Paulo están deseando que llegue el Mundial de Fútbol. Una de las principales demandas planteadas en los motines carcelarios era la dotación de televisores en las prisiones. Según las noticias, entre otras exigencias, los amotinados pedían unos cien aparatos para poder sintonizar los partidos. Ha habido más de cien muertos. Son muertos de carne y hueso, caídos de este lado de la pantalla. La televisión, tantas veces catalogada como escuela de violencia, aparece en esta ocasión como un agente pacificador. Y el fútbol, factoría de fanatismos, se presenta en este caso como un ansiado periodo de tregua. El balón, con esa forma de globo terráqueo con las cicatrices cosidas, irrumpe dando botes hipnóticos, y es posible que, mientras dure el campeonato, las calles de São Paulo sean remansos de paz.

Yo también espero que llegue el Mundial. Es por la escalera. He estado escribiendo durante un tiempo en una buhardilla de un edificio de once pisos. Como ejercicio para atenuar ese efecto de las largas sentadas que los portugueses denominan cu de chumbo (culo de plomo), me propuse bajar y subir la escalera y renunciar al ascensor. Mis expediciones coincidían con el horario de los noticiarios de radio y televisión. En cada descansillo, me atacaba un suceso, salido de los televisores, que aporreaba la puerta, me daba un manotazo y se lanzaba atronando por el hueco de la escalera. Incluso escuché la noticia de que un ministro de Defensa se había abalanzado contra una manifestación de víctimas del terrorismo e intentó agredir a miles de personas, por lo que había intervenido la Gestapo. Otra noticia que me impresionó mucho fue la de un dirigente político que hablaba de avalanchas de inmigrantes delincuentes traídos por una agencia de viajes del Gobierno, y a los que se proveía de un salvoconducto y una pata de cabra. Empecé a entender el porqué no había nunca nadie en la escalera y el porqué los vecinos de más edad permanecían atrincherados en sus casas. Comprendí también, por fin, en qué consiste la Ley de la Adicción a las Especies Picantes, enunciada por Karl Popper. Ahora voy en el ascensor. No volveré a la escalera hasta que empiece el Mundial.

Manuel Rivas es escritor

domingo, mayo 28, 2006

ACUSE DE RECIBO

El periodista de El País Enric González ha obtenido el Premio Cirilo Rodríguez 2006, galardón que reconoce el trabajo de los corresponsales de medios españoles en el extranjero. Creo que era de recibo, y necesario, que desde aquí se le felicitara por este reconocimiento. Dicho queda.

jueves, mayo 25, 2006

LA TRAMA DE 'DON LUCIANO' por Enric González

Y seguimos con el tema. Hoy un extenso reportaje realizado por Enric González, casi todas las claves sobre la mesa. Esperemos acontecimientos.

Ni el más paranoico de los aficionados al calcio pudo sospechar que todo estuviera amañado. Nada quedaba en manos del azar o del talento deportivo. Durante años, un grupo criminal encabezado por Luciano Moggi, director general del Juventus desde 1994, controló todos los estamentos del fútbol italiano y manipuló sistemáticamente los resultados. En esos doce años, la Vieja Señora de Turín ganó siete títulos de Liga.

La red de Moggi era todopoderosa y abarcaba la Federación, la Asociación de Árbitros, la compraventa de jugadores y hasta la moviola televisiva. Las fiscalías de Nápoles, Roma y Turín investigaron a fondo y en el mayor de los secretos la temporada 2004-05, grabando las conversaciones telefónicas de Moggi y decenas de sus cómplices, y han elaborado un sumario, centenares de miles de páginas, en el que se demuestra que el fraude era absoluto. El calcio dejó de ser una competición para convertirse en un simple espectáculo, rentabilísimo para sus organizadores y para el Juventus.

Las decisiones judiciales tardarán tiempo en conocerse. Serán necesarios años de juicios y apelaciones para que se resuelva el aspecto penal y quizá más para aclarar las demandas civiles: las asociaciones de consumidores preparan una demanda por fraude y exigen la devolución del dinero porque quienes pagaban el abono del estadio o compraban partidos de pago por televisión creían vivir emociones en directo cuando la función era tan previsible como La venganza de don Mendo.

Las sanciones deportivas, en cambio, deberían llegar ya a principios de julio con el fin de anunciar a tiempo a la UEFA qué equipos disputarán las competiciones europeas el próximo curso. Puede darse por seguro que la Juve no estará en Europa, sino en la Serie B o más abajo. El Lazio, el Fiorentina y el Milan también corren riesgo por cooperar, en mayor o menor grado, con don Luciano, el antiguo ferroviario de Civitavecchia que logró adueñarse del calcio.

Lo peor, sin embargo, no es que una institución tan gloriosa como el Juventus, la más importante, quede manchada y humillada por el descenso. Lo peor vendrá después. ¿Quién será capaz de creer en adelante en la honradez? ¿Quién podrá creer que los errores de los árbitros son involuntarios? La Federación ha sido intervenida por el Comité Olímpico y su nuevo gestor, Guido Rossi, antiguo vigilante de los mercados bursátiles, tiene la misión de limpiar a fondo. Lo tiene difícil porque no bastarán unas semanas para esclarecer responsabilidades. El diario de la Conferencia Episcopal, Avvenire, proponía una temporada sin fútbol como sacrificio catártico y plazo imprescindible para estudiar un sumario que abruma a los jueces. Moggi tenía una decena de teléfonos móviles y recibía una media de 416 llamadas diarias: más de 100.000 en un año. Sólo estudiar esas transcripciones es una tarea ingente.

De esas llamadas, de las efectuadas por sus cómplices y de los interrogatorios efectuados hasta ahora se puede deducir, más o menos, cómo funcionaba el fraude.

Árbitros

El delegado de Moggi en el colectivo arbitral era un hombre "con una aguda capacidad delictiva y una gran habilidad para borrar pistas y pruebas", según los informes preliminares de la fiscalía de Nápoles. El hombre en cuestión, Massimo de Santis, era, tras la jubilación de Pierluigi Collina, el árbitro más prestigioso de Italia y habría participado en la Copa del Mundo si los fiscales no le hubieran inscrito en la lista de investigados. De Santis, de acuerdo con sucesivos encargados de la designación de los árbitros para los encuentros de la Liga, decidía quién alcanzaba la internacionalidad y quién descendía a las categorías inferiores.

Los interrogatorios han permitido descubrir que De Santis instruía a los colegiados desde que empezaban, y promocionaba a los más dóciles. Quienes se equivocaban, como Paparesta, que hizo perder un partido a la Juve, eran humillados -Moggi le encerró en el vestuario tras el partido- y obligados a pedir perdón a don Luciano. Quienes no se sometían al sistema impuesto por De Santis y el dúo encargado de asignar los colegiados, Bergamo y Pairetto, dejaban de arbitrar.

De Santis, que conducía un Jaguar y dirigía los encuentros más delicados, se encargó personalmente de un Livorno-Siena que concluyó 3-6 -había que castigar al presidente livornés, Aldo Spinelli, por oponerse al sistema Moggi- y un Lecce-Juventus que concluyó 0-1 y en el que el Lecce fue masacrado: 55 faltas. Tras el lance, la Juve le regaló 23 camisetas oficiales.

Además de De Santis, han sido suspendidos otros ocho árbitros de máximo nivel. Las grabaciones dejan claro que la conspiración no se limitaba a asegurar arbitrajes favorables al Juventus y otras sociedades amigas, como el Lazio o el Messina, o a asegurarse del descenso de las enemigas, como el Bolonia. También se mostraban abundantes tarjetas -establecidas al margen de lo que ocurriera en el campo- a los equipos que la semana siguiente debían enfrentarse a la Juve para que, al menos, uno de sus jugadores importantes estuviera sancionado.

Banca

Luciano Moggi tenía aliados excelentes en el sector financiero. Entre los miembros de la sociedad General Athletics World (Gea), dirigida por su hijo, Alessandro, figuraba Chiara, hija de Cesare Geronzi, gran patrón de Capitalia, uno de los mayores bancos italianos. Según la Fiscalía de Nápoles, esa conexión fue utilizada en 2004 para desmantelar al Roma, competitivo -había ganado el scudetto en 2001- y que se negaba a plegarse a Moggi.

En la primavera de 2004, el Roma, propiedad del magnate petrolero Franco Sensi, había acumulado con Capitalia una deuda de 154,3 millones de euros. El Juventus quería a su técnico, Fabio Capello, y al centrocampista brasileño Emerson. Moggi pretendía además que el Roma entrara en el redil de los dóciles. Para ello utilizó a Capitalia, que hizo saber a Sensi que toda resistencia a los deseos del Juventus provocaría un corte del flujo crediticio y complicaría las negociaciones con Sky sobre los derechos televisivos.

Abrumado, Sensi cedió. Mientras Capitalia reestructuraba favorablemente la deuda del Roma e ingresaba en el capital de Italpetroli, la sociedad de Sensi, Capello y Emerson partían hacia Turín y Rosella Sensi, hija de Franco y más comprensiva con la Juve, tomaba las riendas del club. El 23 de octubre de 2004, Moggi habló por teléfono con Claudio Lotito, presidente del Lazio, el gran rival del Roma, "Has puesto el pie en el cuello de [Franco] Sensi, ¿eh?. ¡Qué ganas de reír! Has hecho bien", dice Lotito en la conversación grabada por la policía. "Ese pobrecillo ha quedado totalmente fuera de juego", responde Moggi.

Prensa

Los aficionados tienden a creer que la moviola no miente. Sí, puede mentir. En una llamada al técnico del popular programa El proceso de Biscardi, en el que cada lunes se analizaban las jugadas dudosas, se escuchaba a Moggi dar instrucciones para que un clarísimo fuera de juego del Juventus, que no se pitó y fue gol, se convirtiera "en algo de unos 20 centímetros, dudoso, un error arbitral comprensible". El canal Sette ha cancelado el programa de Biscardi.

Los designadores arbitrales, por su parte, tenían hasta 2005 una columna en La Gazzetta dello Sport en la que analizaban las jugadas conflictivas. Tras una pieza especialmente escandalosa, en la que omitían un clarísimo error que dio la victoria al Juventus, el director del diario cortó la colaboración, pero no explicó los motivos. Ha dado explicaciones esta semana, con más de un año de retraso.

Futbolistas

Eran simples peones. Hacían lo imposible para que les representara Gea por razones obvias: en esa sociedad, dirigida por Alessandro Moggi, trabajaban, además de Chiara Geronzi, hija del patrón de Capitalia, Davide, hijo del seleccionador nacional, Marcello Lippi. Gea tenía en su escudería a más de 200 futbolistas, muchos de ellos convencidos de que pagar una comisión a la firma de los Moggi les abriría la puerta de la internacionalidad.

Gea, que en los últimos cinco años obtuvo unos beneficios cercanos a los seis millones de euros, ostentaba una situación casi monopolística en el mercado italiano y podía decidir quién compraba, quién vendía y a qué precios. Cuando un club insumiso se negaba a vender al Juventus, aconsejaban al futbolista en cuestión que jugara mal y alegara depresión: eso ocurrió con Emerson (Roma), Ibrahimovic (Ajax) y Cannavaro (Inter). En el caso de Ibrahimovic y Cannavaro, la fiscalía sospecha que parte de sus contratos se pagaba en dinero negro.

Policía

Don Luciano conocía con antelación los pasos de la justicia porque contaba con la cooperación de un grupo de policías en las fiscalías de Nápoles, Turín y Roma. Esos agentes le procuraban escolta a él y a sus amigas -para tareas tan peligrosas como ir de compras o al dentista- y atendían hasta el más mínimo de sus deseos. Incluso un general de la Guardia de Finanzas, suspuestamente encargado de evitar la corrupción en el fútbol, estaba a sus órdenes. Moggi pagaba un precio muy barato por todo eso: los policías recibían entradas, tenían acceso a los futbolistas y se veían con pequeños regalos.



martes, mayo 23, 2006

‘PORCO’ CALCIO (Editorial El País)

Editorial del domingo 21 de mayo de 2006 en El País en el que no se aporta nada nuevo al escándalo que ha estallado en el fútbol italiano aunque sí presenta de forma clara y a grandes rasgos que está sucediendo, y sobre todo que puede pasar fuera de Italia, me quedo con eso.


El fútbol italiano toca fondo. Su buque insignia, la Juventus, se dirige, casi con toda seguridad, a una condena al descenso de categoría y a la pérdida de los dos últimos títulos ligueros por la implicación directa, a través de su ex director general Luciano Moggi, en la designación de árbitros, arreglo de partidos, coacciones y apaños en la compraventa de jugadores. La degradación rebasa con creces escándalos anteriores, como el de las quinielas clandestinas que llevó al Milan a la Serie B en los ochenta, la falsificación de pasaportes de extranjeros de origen italiano o el dopaje en los noventa. Ya no se trata de fenómenos más o menos localizados de corrupción, sino de un amplio y complejo entramado mafioso dirigido por Luciano Moggi, Lucianone para los amigos, un napolitano ex ferroviario que rondó por diversos clubes antes de recalar como director general en la Juve, la Vecchia Signora, propiedad de la Fiat y de la familia Agnelli.

La consecuencia de este escándalo es que el ambiente en el fútbol italiano ya no es de crisis sino de putrefacción. Las culpas, acusaciones y sospechas se extienden sin cesar, salpican a dirigentes de la Juve pero también al Milan, al Lazio y a la Fiorentina, a la cúpula de la Federación Italiana de Fútbol, a varios árbitros (uno de ellos designado para el próximo Mundial de Alemania), futbolistas, periodistas, policías y oficiales de la Guardia de Finanzas. La trama está aderezada hasta con dinero negro refugiado en cuentas secretas en la banca vaticana de una sociedad de Moggi para la compraventa de jugadores.

Muchos intuían el lodazal del calcio pero nadie sus dimensiones. Comenzaron a perfilarse con las escuchas telefónicas que la policía inició hace más de un año. Independientemente de la presunta responsabilidad penal de los implicados, el caso refleja una cultura perfectamente pervertida del deporte y del fútbol en particular. Las ingentes sumas manejadas en la televisión y en la comercialización de marcas están en su origen. Pero sería hipócrita y equivocado concluir que la corrupción en el fútbol es un fenómeno exclusivamente italiano. Los recientes escándalos en Alemania, mucho menores, lo demuestran. En España no hay indicios de que el fútbol haya ya caído en manos mafiosas. Pero tampoco faltan las sospechas.

domingo, mayo 21, 2006

EL FÚTBOL ES EL APIO DEL PUEBLO por Francisco Correal

Si Artur Mas y Joan Saura creen que el triunfo del Barcelona en la Liga de Campeones puede redundar en un apoyo hacia el Estatuto –no hagamos preelectoralismo recordando que en los ocho años de Gobierno Aznar el Madrid obtuvo tres trofeos continentales–, a partir de esa visión tan terrícola del fútbol que en boca de estos políticos lo convierte en el apio del pueblo podemos deducir que el abrazo sincero y de estación de tren que Xavi Hernández le dio a la reina Sofía minará la soberbia de Esquerra Republicana. Ese real abrazo en la noche de París, que suena a canción de La Unión inspirada en un relato de Boris Vian, es más demoledor para los de Carod-Rovira que la remodelación del Gabinete.

Terminó el fútbol y empieza el Mundial. Terminó Cristo y empieza Dios. Ayer oí a un erudito a la violeta mofarse en una emisora de los que defienden como derecho inalienable la visión en abierto de los partidos del Mundial. Justo después de su comentario, esa misma emisora pregonaba la conveniencia de abonarse a la televisión de pago para ver los partidos. Cosas veredes. En 1974 había dos Alemanias y una sola cadena de televisión, vivía Franco y pudimos ver todos los partidos de aquel Mundial de Alemania; 32 años después, hay una sola Alemania y un sinfín de cadenas, pero el que no pague o piratee o lo convoque Luis Aragonés se queda sin Mundial, o termina como terminamos hace cuatro años, en el Mundial de los bares. Haciendo nuestra la sentencia de Antonio Díaz-Cañabate en Historia de una taberna: "Las desgracias no entran en la taberna; los desgraciados, sí".

Señor erudito a la violeta, pánfilo de la mercadotecnia, althuseriano a la remanguillé: el Mundial de Fútbol es la medida exacta de los bisiestos del alma. La máquina de precisión en la que se ajustan nuestros recuerdos, la frecuencia de nuestro crecimiento. A Sebastiao Salgado, fotógrafo brasileño, nadie le tiene que dar lecciones de solidaridad, porque se ha pasado media vida contando con su cámara de fotos los desgarros de la guerra y del hambre, las secuelas de la barbarie y del genocidio. Hace unos años le dieron un premio muy importante por su trabajo. Era año de Mundial y el periodista le preguntó por sus planes futuros, esperando que Salgado le diseñara su itinerario de guerras y miserias. Le respondió al periodista que era brasileño y que su proyecto inmediato era encerrarse en su casa para ver todos los partidos del Mundial.

En el primer Mundial de mi memoria, Inglaterra 66, el recuerdo iniciático coincide en nombre y apellido con el que abre esa caja de tesoros balompédicos que es el libro de Nick Hornby Fiebre en las gradas, la historia de una pasión por los colores del Arsenal, equipo londinense que dándole la vuelta a la gamberrada dialéctica del antibarcelonismo ha ganado las mismas Copas de Europa que el Logroñés, el Calavera o el Vandalia de Peligros. Ese recuerdo se llamaba Gordon Banks, el portero inglés de rasgos chinescos. Infancia, adolescencia, juventud, madurez saltan de cuatro en cuatro años. La legislatura más milimétrica. Proust redivivo.

viernes, mayo 19, 2006

DIATRIBA IMPERTINENTE por Gonzalo Suárez

Cada vez está más cerca el Campeonato del Mundo así que habrá que seguir recuperando historias para ir calentando motores. Hoy un artículo del director de cine Gonzalo Suárez sobre la Selección Española que participó en el Mundial de Estados Unidos en 1994.

La selección española no cree en Billy Wilder, ni siquiera en Dios. La carencia de humor le confiere seriedad. El don de la adustez es su mayor virtud. Y, tras toda virtud, acecha la mediocridad. Sus alardes de fe son voluntaristas, su juego también. Lejos del estado de gracia de Nigeria, por ejemplo. O de la exultancia de Maradona, cuyas proclamas divinas han conseguido que Dios esté más preocupado y ocupado de Argentina en el Mundial que de los tutsis y hutus en Ruanda. Los argentinos, Maradona mediante, están en las manos de Dios. Los españoles en las de Javier Clemente. La diferencia es obvia. Dios juega con los palos y las manos, Clemente con estrategias y cálculos. Dios se divierte, Clemente no. Su susceptibilidad a flor de piel contagia al equipo un talante masoquista y sufriente. Ha confeccionado una selección condicionada por su carácter, que se afirma más llevando la contraria que por el peso de su propia personalidad. Esto nos aboca a comportamientos siempre agónicos, en función del rival. Vamos a sudar tinta en este Mundial, y no precisamente por el calor, para el que Javier Clemente nos preparó en... ¡Cantabria!, sino por la rigidez colegial que nos hará pasar exámenes sin alegría, pendientes siempre de lo que hagan los demás.

Los jugadores en manos de Clemente me recuerdan a esos actores que se saben el papel para poderlo recitar, pero no tan bien como para poderlo olvidar e interpretar. Tienen la lección prendida con alfileres y los alfileres clavados en nuestra esperanza, impidiéndola volar.

Este equipo es lo que es y ha sido concebido para no soñar. Para cumplir con los designios nada inexcrutables de un entrenador cuya máxima ambición es no arriesgarse al ridículo de un regreso prematuro. Serio, demasiado serio.

Conocedor y temeroso de los rivales, encubre su miedo simulando una seguridad en sus propios criterios que está lejos de sentir. Tozudo y concienzudo, sardónico, frecuentemente irritado e irritante, su astucia está fuera de duda y su profesionalidad también. Es, al parecer, el más adecuado para la tarea que le ha sido asignada probar fortuna sin tentarla. Asumir e imponer los límites de antemano. No ir nunca más allá de lo que estrictamente se le puede exigir. Confía en que las circunstancias acaben dándole la razón, y reconviertan en pragmática una propuesta carente de imaginación.

No caigamos, sin embargo, en la veleidad de suponer que podría ser de otra manera.

Como dijo Jean Renoir, "lo mejor es enemigo de lo bueno". Demos por bueno lo que tenemos, por si acaso es lo que de verdad nos corresponde, y dejemos de lado los sempiternos ejercicios de crispación.

Mi amigo Fernando Trueba ganó el Oscar porque creía en Billy Wilder, Maradona no ganará este Mundial ni con la mano de Dios, confiemos en Bolivia sin deshacer las maletas y busquemos los resquicios por donde todavía se cuelan retazos de ilusión.

En este, Mundial hay fútbol. Equipos más fuertes, jugadores más técnicos, selecciones más homogéneas y mejor preparadas. Todo puede pasar. Ni el catastrofismo del partido con Corea, ni el triunfalismo del empate con Alemania deben llevarnos a engaño.

La pelota está en el tejado y, caiga del lado que caiga, no tenemos que permitir que nada ni nadie, ni Dios ni Clemente, nos arrebate el buen humor.

El fútbol es sólo un juego para pasarlo bien, ¡qué Dios sea clemente con nuestra esforzada selección!

Gonzalo Suárez, director de cine, periodista y escritor.


miércoles, mayo 17, 2006

LA FIEBRE DE UN VIEJO "GUNNER" por Santiago Segurola

Hoy día grande. Se juega la final de la Copa de Europa y para celebrarlo este magnífico artículo de Segurola en El País sobre Nick Hornby, al que siempre le estaré agradecido por regalar una novela como Alta Fidelidad.

El fútbol nació en Inglaterra para disfrute de la clase obrera. No faltaron excelentes periodistas, como Geoffrey Green o Hugh McIlvaney, capaces de establecer su influencia entre la clase alta y los intelectuales. Pero en el rígido sistema de clases británico, el fútbol era materia para los tabloides sensacionalistas. Los escritores observaban el fútbol con una frialdad desdeñosa. Si tenían algún interés, se dirigía al rubgy o el cricket. Un libro cambió radicalmente la mirada: Fever pitch. Lo escribió Nick Hornby, periodista de The Independent. Nacido en 1957, Hornby estaba marcado por dos pasiones. Combinaba su afición por el fútbol con el entusiasmo por la música pop y sus derivados. Con ingenio, excelente humor, enorme conocimiento y un estilo brillante, Hornby se convirtió muy pronto en una referencia casi contracultural. De lectura obligada, sus artículos generaban la clase de interés que producía aquello de lo que escribía. Hornby tenía una hinchada detrás. Y no sólo en el Reino Unido. Los pocos iniciados en Nick Hornby comentaban sus piezas en España, Holanda o Italia. Se trataba del desconocido con más seguidores en el periodismo futbolístico. Su éxito no podía esperar más. Era cuestión de poco tiempo. En 1993, publicó Fever Pitch, la historia de un joven hincha del Arsenal que mezcla, con un entusiasmo neurótico, su pasión por el fútbol, la música y las mujeres. En los tres campos, Hornby acredita un gusto exquisito. Escrito con mucha clase y una ironía sutil que comienza en un primer párrafo memorable, Fever Pitch parecía destinado a convertirse en un libro de culto para sus seguidores. Fue mucho más que eso. Se convirtió en un éxito mundial. En España se tradujo como Fiebre en las gradas, con una pésima traducción que destrozó la divertida peripecia del protagonista. El academicismo de la traducción no cazó ni uno de los giros que hacían de Fever pitch el libro que todos los aficionados habrían deseado escribir. Su éxito fue inmenso, pero su influencia resultó todavía mayor. Desde Fever pitch, el fútbol ha roto los diques clasistas en Inglaterra.

El fútbol está de moda en todas las clases sociales, entre escritores, analistas, ensayistas, políticos y hombres de negocios. Hornby acabó con los prejuicios y comenzó una imparable carrera literaria, como títulos como Alta fidelidad -novela llevada al cine por Stephen Frears- o About a boy, que también ha merecido una adaptación cinematográfica. Aunque nunca más ha escrito sobre el Arsenal y el fútbol en sus libros, seguro que Hornby seguirá la final de París con la devoción de un viejo gunner.

lunes, mayo 15, 2006

EL JUVENTUS, PRESUNTO GANADOR DEL SUPUESTO CAMPEONATO ITALIANO

Hoy la última entrega de Historias del Calcio de la temporada, y vaya final. Creo que leyendo esta última columna hay poco más que añadir a todo lo sucedido en Italia. Por lo demás, esperemos que durante el Mundial y el verano Enric González siga dejando perlas en El País y si no, pues ya disfrutaremos de nuevo a partir de septiembre.

El Juventus de Turín se convirtió ayer en el presunto campeón de lo que en ciertos medios se considera la Liga italiana. El equipo blanquinegro obtuvo una supuesta victoria, 0-2, frente al Reggina, lo que le permitió mantener sus teóricos tres puntos de ventaja sobre el Milan y coronar, al parecer, 74 jornadas consecutivas al frente de lo que las autoridades federativas, antes de ser destituidas bajo acusaciones de corrupción rampante, solían definir como "clasificación".

Los jugadores juventinos realizaron un simulacro de celebración sobre el césped y se largaron, cariacontecidos, a esperar el desenlace de lo que, a tenor de todos los indicios, podría ser calificado como el mayor fraude deportivo de la historia mundial. El fiscal napolitano Giuseppe Narducci dijo ayer mismo que la presunta banda criminal creada por el director general del Juventus, Luciano Moggi, para controlar la federación, los árbitros, los resultados de los partidos y hasta la moviola televisiva, era "peor que la mafia".

Moggi, con una supuesta lágrima en los ojos, se declaró "inocente" y "destruido" y anunció que dejaba para siempre el fútbol. Posiblemente había leído en los periódicos las transcripciones de sus propias conversaciones telefónicas: después de leer esa retahíla de amenazas, conspiraciones, chanchullos, corruptelas, pactos secretos y obscenidades, era imposible pensar en el calcio y no sentir arcadas.

Silvio Berlusconi, propietario (según el registro mercantil) del Milan y hombre célebre por su escrupuloso cumplimiento de la ley, exigió "la restitución inmediata" de los títulos ligueros de 2005 y 2006: daba ya por seguro que el Juventus, que hace un año y ayer mismo pareció ganarlos, sería privado de ellos y que pasarían automáticamente al segundo clasificado.

Resultaba bastante probable que el Juventus los perdiera, pero no tan probable que se los llevara el Milan: eran muchos los partidarios de que ambos campeonatos quedaran desiertos como recordatorio eterno de un fraude que no debía (en teoría) repetirse.

¿El Juventus, a Segunda? Pues sí, para no dar la razón al grupo de atontados que ayer, haciéndose pasar por tifosi juventinos (mejor no pensar que lo fueran realmente), colgaron en el estadio una pancarta con el siguiente texto: "El fin justifica los medios". Hundir al Juventus en las divisiones inferiores sería, en términos de repercusión social, como colocar al Real Madrid en Tercera o peor. No hacerlo equivaldría a aceptar que los tramposos ganan siempre.

Esta presunta columna opta por adherirse al fraude clamoroso del calcio y se copia a sí misma, en versión del 21 de febrero de 2005: "La verdad, en el calcio" es sólo una. La verdad se llama Luciano Moggi y es un señor calvo residente en Turín. Luciano Moggi es una de las pocas personas que saben por qué ocurre lo que ocurre". Él (supuestamente) lo sabía. El resto de Italia y del mundo se limitaba (supuestamente) a sospecharlo.

Que los jueces hagan ahora lo suyo, si les dejan. Afortunadamente, según fuentes oficiales, el campeonato se ha acabado. ¡Qué asco!

Enric González es autor de Historias del Calcio

sábado, mayo 13, 2006

DOS RECOMENDACIONES

La Serie A italiana, y por ende, el calcio en general puede saltar por los aires. Me da la impresión que era algo que más temprano que tarde podía pasar y las claves no han sido un secreto para casi nadie. Numerosas de las Historias del Calcio que nos ha ofrecido Enric González apuntaban hacia estos acontecimientos que hoy pueden reventar la competición italiana, la historia de uno o varios clubes y la libertad de varios personajes inclasificables como Luciano Moggi. Recomiendo, cómo no, los artículos que viene publicando Enric González en El País, y también la entrada que Martí Perarnau ha elaborado sobre este asunto en su interesantísimo blog.

Esperemos acontecimientos, aunque tengo la sospecha de que ahora si va a ser algo más que una tormenta en un vaso de agua.

SEMIFINALES (DOS SONETOS) por Joaquín Sabina

Los últimos sonetos publicados por Sabina en la sección Esta boca es mía de Interviu

"1. Para Riquelme con devoción

Déjame compartir, Román, hermano,

lo que sufrí, lo que gocé contigo,

Villarreal seduce al buen villano

que tiene un Arsenal por enemigo.


Gulliver, Liliput, Goliat, fulano

de tal y pongo al Diego por testigo

del bendito penal, maldita mano

de un Lehmann que levita, sumo y sigo.


Orgullo de los pibes, vente arriba,

ya sabes que los árbitros con IVA

no quieren dos equipos españoles,


quiero decir dos payos catalanes,

Castellón de la Plana tiene planes

para Riquelme, fábrica de goles.


2. Para Guardiola


Ronaldinho, alirón, Samuel en vena,

dulce condena contra un Milan cojo

que se ufana en ganar malgrat la pena

de atreverse a borrar su trampantojo.


Ancelotti suspira con gangrena,

Rijkaard no diu ni res ni guiña un ojo,

Berlusconi es un calvo con melena,

un duce que se quema en un rastrojo.


Catenaccio
, balones a la olla,

remates con la nuca y con la polla,

Kaká no remontó la remontada.


¿Mi táctica? La samba y el fandango.

¿Mi hoja de ruta?, fruta con tamango.

¿y París? Una puta mal follada.



Campos Elíseos, mayo de 2006"

miércoles, mayo 10, 2006

FÚTBOL DE PAPEL por Sergi Pàmies

De una época en la que escribir sobre fútbol se consideraba una traición intelectual hemos pasado a un entusiasmo que multiplica los ejemplos de sana convivencia entre lectura y balón. Sin entrar en la oportunista producción de hagiografías de jugadores, el siglo XX ha generado una amplia bibliografía que puede servir para matar los tiempos muertos del Mundial. El novelista norteamericano Robert Coover, por ejemplo, escribió un texto en el que definía el fútbol como 'una suerte de fe sin teología, una causa sin ideología, una pasión sin límites' y como una 'representación del pecado y de la redención'. Difícilmente encontraremos mejor diagnóstico de una patología que suele degenerar en ataques de nostalgia, aunque algunos tengan suficiente talento para convertir su adicción en metáfora. Es el caso de Nick Hornby, autor de Fiebre en las gradas, uno de los mejores libros sobre fútbol jamás escrito, que transforma la autobiografía de un hincha del Arsenal en simbólica declaración de amor y terapia colectiva.

Pero los destrozos del balón también afectan a los clásicos: Eco, Montherlant, Nabokov, Sillitoe, Burgess, Camus... Son la coartada ideal para justificarnos sin pasar por bárbaros alienados. Incluso puede que, abusando de su suerte, el escritor decida acercarse al futbolista y escriba su biografía. Dan Franck hace compatible su trabajo de novelista con el de sombra de Zinedine Zidane, una elección que culminó en Zidane, le roman d'une victoire. El resultado de estas colaboraciones, sin embargo, no siempre es óptimo. El rey Pelé cayó en la tentación de firmar una novela titulada Asesinato en la Copa del Mundo (no traducida al castellano) que certifica que mientras que el fútbol es así, la literatura es asá. Uno de los motores que lleva a un escritor a interesarse por el fútbol tiene que ver con la admiración y esa forma de lealtad nacida en los descampados de la infancia. Bernard Morlino canalizó su vocación con Manchester Memories, retrato felizmente tendencioso de Éric Cantona. Roberto Fontanarrosa aplacó sus cabreos de hincha con, además de cuentos, humor en El fútbol es sagrado, antología de viñetas con textos como éste: 'Es tan pobre la situación actual del fútbol argentino, que el próximo cuadrangular amistoso lo vamos a hacer entre tres equipos'. Argentina es un país proclive a psicoanalizarse a través del fútbol. La prueba: Osvaldo Soriano, Jorge Valdano y, sobre todo, Eduardo Sacheri, autor de Esperándolo a Tito, libro imprescindible que incluye un homenaje a Maradona sin nombrarlo y otros prodigios de respeto a los mitos del barrio. El castellano latino-americano ha enriquecido el paisaje aportando osadía y toque. Juan Villoro golea a base de precisión y profundidad en su Los once de la tribu, Eduardo Galeano deslumbra por polivalente en El fútbol a sol y sombra, Osvaldo Soriano recupera balones en Memorias del Míster Peregrino Fernández y, aquí en España, algunos salen del armario para confesar su opción futbolística. Es el caso de Javier Marías (Salvajes y sentimentales), profundo y ameno pese a ser merengón; Manuel Vázquez Montalbán (El delantero centro fue asesinado al amanecer), profunda y amena pese a ser culé; Antonio Hernández (El Betis: la marcha verde), autor de una hilarante recreación de la enemistad entre béticos y sevillistas; J. M. Isasi Urdangarín (Variaciones Julen Guerrero), que practica la táctica del fuera de juego aplicado a los géneros; Juan Bonilla (cuentos y artículos), o incluso Camilo José Cela (Once cuentos de fútbol) antes de que fuera soez cadáver exquisito. Pero la pasión universal convoca otras voces. En Brasil, Edilberto Coutinho. En su exilio francés de origen yugoslavo, Vladimir Dimitrijevic, autor de un espléndido La vie est un ballon rond. En Inglaterra, John King y su Football factory, recorrido por las sucias entrañas de un grupo de hooligans y tantos y tantos otros que, pese a la diferencia de horarios y los defectos que, en su rentable decadencia, ha ido acumulando el fútbol, estarán siguiendo el Mundial. A disfrutar.

lunes, mayo 08, 2006

EL ALEPH

En El Aleph, uno de los relatos más célebres de Jorge Luis Borges, todo lo que ha existido, existe y existirá, multiplicado por todas las cosas que pudieron ser y no fueron, se concentra en una diminuta espiral vertiginosa llamada aleph, por el nombre de la cabalística primera letra hebraica. Nunca se ha descubierto un aleph en el mundo real, pero en el universo mágico del calcio sí hay uno. Se llama General Athletics, aunque es más conocido por las siglas Gea, y las fiscalías de Roma y de Nápoles escudriñan en su interior con el afán de desvelar un fenómeno que durante años ha intrigado a la ciencia: ¿por qué los errores arbitrales, los postes, los huecos en el césped y hasta la meteorología actúan siempre a favor del Juventus?

La cabeza de Gea es Luciano Moggi, el ferroviario jubilado que dirige el Juventus (tras estancias en Roma, Lazio, Nápoles y Torino) y, se supone, la totalidad del calcio. Gea gestiona las carreras de más de 180 futbolistas y de 24 técnicos, por lo que sus tentáculos se extienden por todo el país y penetran en todos los clubes. Su vocación alephística se refleja en el elenco de sus directivos: Alessandro Moggi, hijo de Don Luciano; Francesca Tanzi (hija de Calisto Tanzi, ex presidente del Parma y protagonista del mayor fraude empresarial en la historia de Europa); Andrea Cragnotti (hijo de Sergio Cragnotti, ex presidente del Lazio y protagonista del segundo mayor fraude empresarial en la historia de Europa); Giuseppe de Mita (hijo del ex presidente del Gobierno Ciriaco de Mita); Chiara Geronzi (hija de Cesare Geronzi, presidente del megabanco Capitalia); y Davide Lippi (hijo de Marcello Lippi, seleccionador italiano).

La expresión "tráfico de influencias" no alcanza, ni de lejos, a definir lo que, según los fiscales, se cuece en Gea. Luciano Moggi, que en 1993 se libró con una simple multa y un arresto simbólico de una investigación que demostró que, como director general del Torino, obsequiaba a los árbitros con "señoritas de compañía", parecía el último representante de la Italia más tópica y eterna. Pero Silvio Berlusconi cayó, por poco pero cayó. Inmediatamente después cayó Bernardo Provenzano, el jefe supremo de la mafia siciliana, tras más de 40 años en paradero desconocido. Ahora está a punto de caer Luciano, investigado por presunta asociación para delinquir (un delito establecido de forma específica para combatir las mafias) "con el objetivo de cometer fraude en la competición".

Lo único seguro es el cambio en el Juventus. Antonio Giraudo (condenado y luego absuelto por dopar a los futbolistas de la Vieja Señora), Roberto Bettega y el propio Moggi, los tres dirigentes que eligieron un nombre tan siniestro como Tríada (la mafia japonesa) para definirse a sí mismos, protagonizarán la disolución más espectacular desde que en 1970 se pelearon Lennon y McCartney. La familia Agnelli, propietaria de Fiat y del Juventus, expresó ayer a través del heredero John Elkann su total "cercanía a los jugadores". De los directivos no dijo nada, para no tener que decir que ya estaban firmadas las cartas de despido.

Enric González es autor de Historias del Calcio

sábado, mayo 06, 2006

CROMOS DE FÚTBOL por Antonio Roa Márquez

Nota: Un pequeño relato, extraño o, cuando menos, inquietante.


Qué gran ilusión me daba ver de vez en cuando esa colección de cromos de futbolistas. La Liga 1978-1979 era mi favorita. Me la llevaba para ojearla al único lugar donde es posible un momento de soledad, y miraba y remiraba esas caras y esas poses futboleras.

Me pregunto dónde estarán muchos de ellos. Algunos son famosos hoy día. Otros, ni se sabe. De vez en cuando, faltaba algún cromo. Suponía que del tiempo la goma se había resecado. No le di mayor importancia. Pero un día, la noticia de la muerte de Abad, ex futbolista del Español, me llamó la atención. Cogí el álbum y busqué. Y sólo encontré restos de goma reseca allí donde antes se encontraba el finado, con pose humilde de centrocampista luchador. Nervioso, miré al final del álbum, y un sudor frío me recorrió todo el cuerpo. Y es que una foto mía, pegada de broma hacía tiempo sobre un 'último fichaje', también había desaparecido.

jueves, mayo 04, 2006

DISCULPADME, PERO VOY A HABLAR DE FÚTBOL por António Lobo Antunes

Lobo Antunes, un peso pesado de la literatura contemporánea, se asoma al fútbol con una mirada peculiar, tampoco podía ser de otra forma.


Creo que ha dejado de gustarme el fútbol porque ya no hay jugadores que me hagan feliz. Ahora, como dicen los entrenadores, todo es cuestión de profesionalismo, trabajo y paciencia: se acabaron la improvisación, la fantasía, lo inesperado, se acabó mi equipo, Costa Pereira, Mário João, Germano, Ângelo, Cavem, Cruz, José Augusto, Eusébio, Águas, Coluna y Simões, para quienes el juego no era trabajo ni paciencia, era alegría y alma, era el Benfica. El fútbol ha perdido el humor, la poesía, el placer. Simões volvía atrás para regatear otra vez. Germano y Águas poseían una elegancia irrepetible. Ângelo, como el poeta Maiakovski, sólo tenía corazón. Coluna fue, por sí solo, todo un equipo: no jugaba al fútbol, creaba el fútbol, en el que introdujo el poder de la inteligencia y descubrió lo que no existe: la perfección. Se cuenta que un entrenador (aún no los llamaban técnicos)decía, antes de que entrase el equipo, tú haces esto, tú aquello, tú haces eso otro, y después, a Coluna:

-Tú haz lo que quieras

y Coluna hacía, en realidad, lo que quería: sacaba a todo un equipo derecho a ganar. Otto Glória, que sabía de fútbol, afirmó en más de una ocasión que nunca había encontrado a nadie como Coluna. Si Coluna volviese al Benfica, yo volvería al estadio porque, con Coluna en el campo, se acabarían los jugadores burócratas, subordinados, escribiendo memorandos, copiando minutas, distribuyendo circulares. Lo que veo ahora, en los raros momentos en que enciendo el televisor, son subordinados. Escrupulosos, obedientes, aburridos. Una especie de perfección negativa. Una monotonía oficinesca. Paulo Mendes Campos, poeta brasileño a quien le tengo mucho afecto, escribe que Ari Barroso, el gran comentarista, se hacía eco del estilo de Garrincha. Le doy la palabra: "Ari transmitía en la tele un partido del Botafogo y decía pausadamente: Garrincha con la pelota. Va a regatear. Claro. Va a regatear de nuevo. Va a perder la pelota. Atención, una floritura por aquí, otra por allá. Garrincha se la pasa al adversario. Eso no es posible. ¿Lo veis? Garrincha va a regatear de nuevo. Va a perder. ¿Por qué no centró enseguida? Claro que va a perder. Gol de Garrincha". Y añade: "la última fue seca y malhumorada: también a Ari le hicieron un regate en la tribuna". Es justamente eso lo que le pido al fútbol: la improvisación, lo inesperado, la falta de lógica, la locura, el genio. Que me hagan regates. Que me enardezcan. Que me sorprendan. Claro que siguen naciendo jugadores así: sólo que los técnicos, la dirección, los agentes, los transforman en robots previsibles. El único jugador imprevisible que he visto últimamente se llama Ronaldinho y juega en el Barcelona. Entre los portugueses no encuentro ni uno solo: Figo, que parece ser (así dicen) lo mejor que hay aquí, no pasa de un correcto amanuense. Cumplidor. Y a mí no me gustan los jugadores cumplidores. No me asombra, no hace milagros: ejecuta. Es un profesional serio. Y, Dios mío, estoy cansado de los profesionales serios. Lo que quiero es que inventen en el campo lo que Felipe II le pidió al arquitecto del Escorial: "Hagamos lo que sea para que el mundo pueda decir de nosotros que estábamos locos". El sentido común, en el deporte, no me interesa un pimiento: sólo me interesa que me dejen con la boca abierta, que me apasionen, que deliren: "una floritura por aquí, otra por allá. Claro que va a perder. Gol de Garrincha". Pero ¿cómo, si ahora el héroe es un técnico? Pero ¿cómo, si las virtudes son el trabajo y la paciencia? De modo que no me encaja. Me agobia. ¿Y los términos? "Líneas de pase", "presión alta", "armar el equipo". La improvisación truncada, las "jugadas de laboratorio". Voy a un estadio a perder la cabeza, no a mirar por el microscopio. Y, por tanto, ha dejado de gustarme el fútbol: no me hace feliz. Quien me haría feliz sería el entrenador de un equipo de provincias, hace muchos años: el equipo muy preparado, dispuesto a entrar en el campo, y él que trazaba en la pizarra de los esquemas tácticos una cruz con tiza, enorme, de ángulo a ángulo, después de lo cual se volvía hacia los muchachos con un grito que hacía estremecer la cabina:

-No hay tácticas ni medias tácticas: lo que hay que hacer es marearlos.

Así, pues, ésta es la única clase de técnicos que acepto:

-Lo que hay que hacer es marearlos.

Garrincha mareaba, Coluna mareaba, Águas mareaba, Eusébio mareaba o Benfica mareaba. Los amanuenses no marean: repiten lo que el técnico manda. No piensan: reproducen. No crean: copian. Pobre Benfica, pobre fútbol, pobre de mí. Cuando se acaben los técnicos y regresen los eufóricos que entran con pantalones cortos a por todas, sin trabajo ni paciencia ni presión alta ni líneas de pase, yo volveré. Con bufanda, bandera y gorra, abrazando a desconocidos en las gradas, y regresaré a casa haciendo florituras porque yo también seré el que habrá metido el gol. Escribo goal como lo escribiría Paulo Mendes Campos. En su homenaje, por haber llamado a Didi cosa mental. En la época en que el guardameta era un solitario bajo tres estacas, y veinte locos me arrebataban. Dios sería mi amigo y ya va siendo hora de mostrar que es mi amigo, si hiciese nacer a Coluna otra vez.

António Lobo Antunes, escritor portugués

martes, mayo 02, 2006

VOLVÉ PRONTO, ROMÁN por Julio César Iglesias


Más de una semana después de la gran desilusión futbolística de la temporada aún resuenan los ecos de lo que pudo ser y nunca llegó, ese instante mágico que tornó en trágico, las manos en la cara del presidente Roig, el lamento unánime, el silencio en el estadio. Qué pena Villarreal.
Pero si algo recordará ese momento será la mirada perdida de Riquelme, el gran jugador se tornó en fantasma sobre el campo, atravesó la frágil línea que separa la gloria del fracaso, y eso, como tantas otras veces, lo ha dibujado magistralmente Julio César Iglesias.


De pronto, Riquelme supo que vivía en un mundo vertical: la luna del escaparate. Puso aquel balón sobre el punto blanco, se sintió atrapado en una extraña turbulencia y detectó varios fenómenos inexplicables. Descubrió que el cosmos revienta por la garganta y percibió sobre las sienes un fluido sonoro en el que se confundían el sueño de París, la nariz remachada de Van Gaal, las patillas colgantes de Bianchi, los pases curvos al loco Palermo, La Bombonera, el dulce de leche y otros amores de infancia.

Levantó la mirada y comprobó que su pasado y su futuro cabían en dieciocho metros cuadrados de portería. Antes de tomar impulso se dijo que nunca había tenido una lengua tan pastosa, así que decidió sacudirse el hormigueo y reunió las últimas gotas de saliva. Como si el miedo se pudiera escupir.

Entonces le vinieron a la memoria las tres teorías sobre el tiro penal. A saber, podía cruzar los dedos y pulverizar la pelota con el macizo del empeine, o confiar en que el arquero anticipase la estirada y disparar al vacío, o sencillamente elegir una esquina y lanzar un tiro rasante. En el último momento optó por la más conservadora: para mayor seguridad aplicaría la tercera.

Enfrente estaba Lehmann, un descolorido muñeco alemán que, en aplicación de la ordenanza que patentaron sus colegas Bodo Illgner y Oliver Khan, bailaba con la suavidad prusiana de un oficial de húsares o, más exactamente, con la gracia equina del caballo del oficial.

Aquel montón de proteínas podía saltar lo que quisiera, pensaba Román, porque él, Topo Giggio, héroe de la Intercontinental y príncipe del toque, ya tenía la decisión tomada y, mirá vos, todo el tiempo se condensaba en un instante flexible, un temblor de banderas y un zumbido arterial.

Sólo había un problema: en su cabeza teutona, Lehmann también tenía un plan. Lo propio era que Riquelme golpease de derecha a izquierda; conociendo su potencia natural sacaría un morterazo junto al palo: en ese caso no lo alcanzaría ni el gato que atrapa la golondrina. Así, pues, habría que volar hacia el lado contrario por si, entre escupitajo y escupitajo, a aquel zombi de amarillo le daba la ventolera y se decidía por el toque lento, invertido y plano con el que sueñan los porteros en apuros.

Juan Román Riquelme miró la pelota: con su triple anillo rojo parecía el logotipo de Saturno. Lanzó la última perdigonada hacia la hierba, arrancó como un autómata, disparó con amortiguador y vio, horrorizado, que Lehmann atajaba, el mundo se deshacía y las banderas doradas eran en realidad un torbellino de hojarasca movido por el temporal.

Sabemos que aquello fue un cataclismo, pero volvé a la vida, Román.

lunes, mayo 01, 2006

Historias del Calcio. MATRIX


Los asesinos vocacionales se dividen en dos categorías: los organizados y los desorganizados. Los organizados son fieles a un modus operandi y planean con cuidado sus crímenes: un ejemplo clásico es el de Henri Landru, guillotinado en 1922 por el asesinato de 10 mujeres (a las que robó todo el patrimonio) y un muchacho. Los desorganizados improvisan en cuanto se les ofrece una ocasión o cuando se les dispara el ansia de matar, generalmente asociada al deseo sexual: el paradigma es Jack el Destripador, que en 1888 asesinó y mutiló a cinco prostitutas en Londres.

La clasificación organizado-desorganizado resulta igualmente útil en el ámbito de los futbolistas antideportivos. Los organizados son metódicos y suelen elegir con antelación a su víctima: insultan, provocan, pegan discretamente y con eficacia, cuentan con un plan de emergencia (en caso de apuro, alegan que los agredidos son ellos) e intentan coleguear con el árbitro igual que los asesinos procuran establecer vínculos con la policía.

Pavel Nedved, interior del Juventus, es un gran organizado.

Los desorganizados son los que no pueden resistir la tentación de cometer una burrada. Muchos de ellos son encantadores fuera del estadio, visitan a los niños en el hospital y ayudan a los compañeros en dificultades. Pero en cuanto pisan hierba se les cruzan los cables. Quizá resulten menos despreciables que los organizados; son, sin duda, más peligrosos. Hacen faltas terribles, y, en consecuencia, coleccionan sanciones. Que no sirven de gran cosa, porque las cumplen y vuelven a las andadas.

El más notable desorganizado del calcio es Marco Materazzi, central del Inter, también llamado Matrix por su afición a la patada voladora.

Materazzi encabeza la lista de los personajes detestados en el fútbol italiano. El codazo a Sorín en la eliminatoria europea frente al Villarreal fue tremendo, pero nada particular en el historial de Matrix, capaz de alcanzar niveles de violencia realmente extraordinarios. En un Milan-Inter de 2003 le pegó a Shevchenko una patada en las costillas. Un año después, en otro Inter-Milan, clavó la puntera en el pecho de Inzaghi. Luego se ganó dos meses de descalificación por pelearse a puñetazos con Cirillo, del Siena, en el túnel de vestuarios. En octubre pasado realizó una entrada estremecedora a Ibrahimovic. Un senador de la posfascista Alianza Nacional propuso que Materazzi fuera juzgado "como un delincuente común".

El temible Matrix carece del cinismo de los defensas organizados, fieles a un viejo lema italo-argentino ("si sobresale de la hierba, pégale duro; si resulta que es el balón, paciencia") porque lo suyo es el gore irracional, la locura repentina, la violencia gratuita. Su padre, el técnico Giuseppe Materazzi, ha tenido que pronunciar más de una vez la frase "mi hijo no es un asesino", más propia de las crónicas de sucesos que de las páginas deportivas. El propio Matrix llamó una noche a un programa de televisión para gimotear que sus condiciones técnicas eran mediocres y que a veces no podía controlarse. Internet está lleno de insultos a Materazzi. Algunas páginas, como loscarsomaterazzi.splinder.com se dedican en exclusiva a eso, a insultar al "carnicero" Materazzi.

La justicia deportiva hace poco. Hay, sin embargo, otra justicia: la del balón. Ayer funcionó. Empoli-Inter, minuto 92, 0-0. Materazzi controla un balón junto a la línea del centro del campo y, en un arrebato de inspiración, decide cederla hacia atrás. Suelta un globo que pasa por encima del portero y marca, en propia meta, el gol más hermoso de su vida.

La cara que se le quedó a Matrix valió por varias sanciones.

Enric González es autor de Historias del Calcio