domingo, diciembre 31, 2006

LOS ESPAÑOLES CONQUISTAN LA 'PREMIER' por John Carlin


Los periodistas deportivos ingleses han estado publicando sus listas de los mejores jugadores del año y los que más han sonado han sido Cristiano Ronaldo y Paul Scholes, del Manchester United, Didier Drogba, del Chelsea, y un español, Cesc Fábregas, del Arsenal.

Los españoles se han integrado con facilidad y han conquistado los corazones de la afición

Llamé a un par de periodistas y les pregunté si me ayudarían a hacer una evaluación anual no sólo del joven catalán sino también de los demás españoles que militan en equipos de la Premier League. La conclusión es que, con una desafortunada excepción, los españoles se han integrado con extraordinaria facilidad en el fútbol inglés, han conquistado los corazones de sus aficiones, y se han ganado la admiración de los analistas profesionales. En todos los casos, los equipos en los que juegan acaban el año en la mitad alta de la tabla.

- El más joven y el mejor. Paul Merson, antiguo integrante de la selección inglesa, ha dicho que Fábregas, un jugador de muchísimo temple para sus 19 años, será un día el mejor jugador del mundo. Puede que exagere pero lo que no se discute es que el centrocampista que los aficionados del Arsenal llaman "fab" (de "fabuloso") se ha convertido en el eje y el cerebro de un equipo que despliega el fútbol más fluido, inteligente y atractivo de Inglaterra. "Se está convirtiendo en el jugador más indispensable del Arsenal, más incluso que Thierry Henry", dijo un periodista que además es fanático del equipo londinense.

- El más respetado. Xabi Alonso, el controlador del centro del campo del Liverpool, posee -más que cualquier jugador inglés- la personalidad que más empatía despierta en Inglaterra. Además de ser un completísimo futbolista, logra el imposible reto de dejarse siempre la piel en el campo proyectando una glacial serenidad. Serio y modesto, lúcido en las entrevistas, los aficionados del mítico Anfield lo adoran.

- El más enigmático. Luis García, también del Liverpool, se ganó a la afición para siempre con sus goles decisivos, y algunos espectaculares, rumbo al inesperado triunfo en la Liga de Campeones de 2004-2005. No deja de sorprender con sus golazos, pero es uno de esos jugadores frustrantes (y por eso muchas veces suplente) que tiende a desaparecer durante un partido, o jugarlo a su aire.

- El genio más errático. Pepe Reina es el portero número uno del Liverpool, en parte porque mantiene viva una antigua tradición. No importa que hayan nacido en Zimbabue, Polonia, Inglaterra o España, los porteros del Liverpool de los últimos veinte años siempre han seguido un mismo modelo: hacen las paradas más espectaculares, y las pifias más bochornosas. Cuando jugaba en el Villarreal, Reina parecía el portero más sólido, más imperturbable del mundo, pero el maleficio de Anfield no lo supera nadie.

- El más querido. Nadie se lo hubiera creído hace tres años, pero la conquista española de la ciudad de los Beatles es casi total. El ídolo del otro equipo de Liverpool, el Everton, es el donostiarra Mikel Arteta. Reconocido como la figura de un club que está en la sombra del gran vecino, pero que cuenta con una media de 35.000 espectadores por partido en casa, el centrocampista español, de 24 años, fue elegido en mayo como el mejor jugador del Everton no sólo por los aficionados, sino por sus compañeros de equipo.

- El más frustrado. Albert Luque llegó al Newcastle United del Deportivo la Coruña en agosto de 2005 con la reputación de ser uno de los tres o cuatro delanteros más letales de España. Por eso el Newcastle pagó 14 millones de euros por él. Ha sido una de las peores inversiones del club peor administrado de Inglaterra. Luque tuvo mala suerte con una lesión seria nada más llegar, pero desde que se recuperó hace ocho meses apenas ha sido titular. Es el español que peor se ha adaptado a Inglaterra, o que Inglaterra menos ha sabido aprovechar.

- El más inglés. No por su personalidad, sino por su estilo de juego, es el otro donostiarra de la Premier, que ha vivido una especie de metamorfosis desde que llegó al Bolton Wanderers procedente del Real Madrid en 2002. Iván Campo, que jugaba de central en España, se mueve ahora como centrocampista. Pero lo más curioso es que se ha transformado en el prototipo de jugador del Bolton, que es lo mismo que decir un jugador cien por cien inglés. Más peleón que refinado, entregado a muerte a la causa, Iván Campo define y encarna a un equipo que está haciendo maravillas esta temporada: cuarto en la Liga y con serias posibilidades de clasificarse para la Liga de Campeones.

lunes, diciembre 25, 2006

VIVA EL BOXING DAY por Raul Fain Binda

Cómo si de ¡Qué Bello es Vivir! se tratara, vuelvo a recuperar este artículo navideño sobre la peculiaridad inglesa que tanta envidia provoca a los futboleros en estos días.



El ser inglés consiste, por encima de todo, en no ser como los demás.

Los ingleses conducen por la izquierda, sus escuelas públicas son en realidad privadas, el conductor de un ómnibus es el que vende los boletos (el que está al volante es el driver), en un ministerio el rango de secretario (de Estado) es más encumbrado que el de ministro... y el fútbol no descansa a fin de año.

Mientras los futbolistas de otras grandes ligas europeas se tienden al sol en playas exóticas o se atracan de pavo en sus casas de nuevo rico, los jugadores de la Premier League van del pub a la cancha y de la cancha al pub.

En un programa oficial plagado de jornadas, el fútbol inglés tiene en el Boxing Day su fecha con mayor carga histórica.

(...)

Día de los regalos


Boxing Day es el día siguiente a Navidad. En una época, particularmente durante el siglo XIX, fue una especie de Navidad alternativa para la inmensa masa de sirvientes que se deslomaba el 25 de diciembre trabajando para sus señores.

En la mañana del 26, bien tempranito, los sirvientes podían visitar a sus familias, cargados de paquetes de regalos (boxes o cajas) y las sobras del banquete.

También el 26 las iglesias abrían los boxes de limosnas destinadas a los pobres y los aprendices de todos los artesanos del reino visitaban a los clientes, con cajas para recoger las "ayuditas".

Las familias tradicionales, los nobles con dependientes económicos o clientela política, también salían ese día a repartir boxes con regalitos y sobras de comida, para mantener la ilusión de un clan o familia extendida de corte feudal.

Para hacerlo más breve, el Boxing Day era la Navidad de los pobres, cuando los ricos purgaban con actos de caridad la glotonería y derroche del día anterior.

Dado que el 26 no era feriado religioso, se podía ir al fútbol, que ha sido tradicionalmente el deporte de los pobres.

Raigambre popular

Volviendo ahora al Boxing Day, a la ávida demanda de fútbol en esta época del año, se nos ocurre que esto es una nueva prueba de la auténtica raigambre popular de este deporte.

Para las clases acomodadas, el Boxing Day señala desde la época victoriana el día de la caza del zorro... "señalaba" será la palabra en el futuro, porque la cacería de este Boxing Day puede haber sido ser la última, por lo menos en el plano legal.

Todas las otras actividades están de gira o reducidas en el nivel competitivo... excepto el fútbol.

Este país se está desprendiendo de sus tradiciones con una rapidez que escandaliza a los anglófilos extranjeros.

La prohibición de la caza del zorro es casi segura... Este asunto refleja un acomodamiento de las relaciones entre cierta gente de la ciudad y cierta gente del campo, entre políticos y propietarios.

El fútbol en este país es más democrático que eso, porque realmente representa a las comunidades regionales.

Por eso y otras cosas, ¡qué viva el Boxing Day!

viernes, diciembre 22, 2006

LOS MARTILLOS DEL NORTE por John Carlin


¿Qué se le regala para Reyes al hombre que lo tiene todo? ¿Un avión? ¿Un yate? ¿Un alcalde en la Costa del Sol? Más recomendable, quizá, es probar con algo que dure, un juguete que ilusione más allá del primer día. Y para eso nada mejor, nada, que el regalo que acaba de recibir el padre del hombre más rico de Islandia. Un equipo de fútbol. En este caso, el West Ham United, de la Premier League.

Una isla de 300.000 habitantes en el Atlántico Norte se suma esta semana a Rusia, Estados Unidos y Egipto, países cuyos ciudadanos también se han comprado clubes ingleses. Pero, aunque el Chelsea, el Manchester United, el Aston Villa y el Fulham ya están en manos de super ricos extranjeros, lo curioso es que no ocurra más a menudo, que grandes instituciones como el Liverpool y el Arsenal no hayan caído también. Si uno cuenta con el dinero para comprarse un equipo de Primera, ¿por qué no? Como dicen los ingleses cuando se les ofrece una cerveza, "silly not to" ("tonto no hacerlo").

Así lo ha entendido Bjorgolfur Gudmundsson, cuyo hijo Thor es el primer islandés billonario de la historia. A cambio de la cantidad irrisoria de 120 millones de euros -no sólo se compra un equipo, sino una enorme parcela en la metrópolis más rica de Europa-, el señor Gudmundsson ya es, desde el martes de esta semana, el presidente de honor vitalicio del West Ham.

¡Lo que hace el dinero! Tras aportar más fama y gloria al Real Madrid que nadie -y a la larga, olvídense de Beckham, al valor económico de la marca-, Alfredo di Stéfano sólo ostenta el título de presidente de honor. En cambio, el señor Gudmundsson, cuya contribución a la causa del West Ham hasta el martes pasado había sido nula, tiene asegurado el puesto hasta que se muera. Su amigo Eggert Magnusson, el nuevo presidente ejecutivo, también es rico comparado con el aficionado medio, pero, como no puso el dinero, no tiene las mismas garantías de permanencia.

Ahora, claro, el West Ham -también conocido como The Hammers, Los Martillos- no es el Real Madrid. Pero tiene su respetable dosis de carisma. No ha ganado nunca la Liga inglesa en sus 111 años de vida, es verdad. Y en Europa sólo ha triunfado una vez: en la Recopa, ganada en 1965. Pero el lugar especial que ocupa en el imaginario de la afición inglesa -sólo un peldaño por debajo de los Liverpool, Arsenal y Manchester- se debe precisamente a aquel equipo que ganó la Recopa. Porque ese West Ham aportó más jugadores que cualquier otro club a la selección inglesa más venerada de la historia, la que ganó la Copa del Mundo de 1966: la santa trinidad de Bobby Moore, el gran capitán; Geoff Hurst, que marcó un hat-trick en la final, contra Alemania, y Martin Peters, el cerebro del mediocampo.

Después, durante los años 70 y 80, el West Ham tuvo en sus filas a uno de los diez mejores jugadores que han producido las islas y al más elegante: Trevor Brooking, el Zidane inglés.

Todo esto nadie en Inglaterra asociado con el fútbol lo olvida.

Con Brooking, el West Ham ganó la Copa inglesa un par de veces, siempre jugando un fútbol atractivo, generoso y muchas veces suicida. Por eso nunca ha ganado la Liga. Por eso también los aficionados del West Ham caen bien. Se sabe que sufren, pero por una alegre causa.

Con los millones de Gudmundsson y su hijo puede que sufran menos. Si uno buscase el dueño ideal para un club de fútbol, Gudmundsson sería un candidato. Ex presidente del mejor club de Islandia, el KR, Gudmundsson es un amante del fútbol de verdad, un hombre que desde siempre ha ido a ver a su equipo desde la tribuna, codo a codo, nada de palcos, con los aficionados que pagan por la entrada. El presidente ejecutivo, Magnusson, es otro forofo, ex presidente de la asociación islandesa de fútbol que, además, con sus 59 años, sigue jugando al fútbol tres veces a la semana.

Y, encima, como buenos nórdicos, los dos millonarios son fans a muerte del fútbol inglés.

Si en estos tiempos globalizados, en los que las fronteras del fútbol se vuelven cada día más porosas, algún aficionado español está buscando equipo en Inglaterra, el West Ham pinta, de repente, como una excelente opción.

lunes, diciembre 18, 2006

Historias del Calcio. UN AÑO NEGRO PARA EL JUVENTUS


Resultará que sí, que es la temporada del Inter. Las señales se multiplican: un Inter brasileño gana la Intercontinental, el Estudiantes (dirigido por dos ilustres veteranos interistas, Simeone en el banquillo y Verón en el campo) gana el campeonato argentino. Y en el Inter que nos ocupa, el italiano, Marco Matterazzi marca goles de chilena: el de ayer podía anularse por juego peligroso porque un tipo de casi dos metros con los pies en alto es una amenaza, y más si los pies son de Matrix, pero valió. Son ya nueve victorias consecutivas, un liderato desahogado y la palabra scudetto pintada en la frente.

Como en el Apocalipsis bíblico, se abren uno a uno los siete sellos de las calamidades. Ya son seis. Debería bastar

La temporada será del Inter, parece claro. Pero el año es del Juventus. Ningún aficionado podrá olvidar las desgracias que se han abatido en 2007 sobre la institución turinesa.

Primer golpe, el descubrimiento de la manipulación arbitral. Segundo, el título retirado y concedido al Inter. Tercero, el descenso a la Serie B, con penalización incluida. Cuarto, la hemorragia de la plantilla: dicen adiós Vieira, Ibrahimovic, Cannavaro, Emerson, Thuram, Zambrotta. Hasta aquí, los golpes son deportivos. A partir del quinto, ya no: el quinto es la tragedia de Pessotto, recién transformado de jugador en delegado del equipo, que en plena depresión se lanzó desde la azotea de la sede social y durante días se debatió entre la vida y la muerte.

El sexto llegó el viernes, donde menos podía esperarse: en la categoría juvenil. El Berretti, uno de los equipos de la cantera blanquinegra, terminó de entrenarse a las 17.30 en el centro deportivo de Vinovo. Dos de los jugadores, Alessio Ferramosca, centrocampista zurdo, y Riccardo Neri, portero, ambos de 17 años, no fueron con los demás al vestuario. Se quedaron fuera para recoger los balones y nadie notó su ausencia hasta una hora después.

Ferramosca y Neri fueron hallados a las 20.30. Aparentemente, habían intentado repescar varios balones caídos en un pequeño estanque de las instalaciones, dedicado a la recogida de agua de lluvia. Ferramosca ya estaba ahogado. Neri había luchado durante horas y su corazón latía aún, pero sufría una hipotermia aguda (su cuerpo estaba a 22 grados, más allá del límite mortal) y los esfuerzos por reanimarle resultaron inútiles.

La Fiscalía de Turín abrió ayer una investigación bajo la hipótesis de homicidio involuntario. El estanque, de cuatro metros de profundidad, estaba revestido de materia plástica y tenía las paredes casi verticales: era imposible salir de él. No había señalización de peligro. Y ningún responsable del equipo se quedó con los dos muchachos: suele decirse que el trabajo de un entrenador de juveniles no concluye hasta que todos sus chicos vuelven al vestuario.

Maurizio Schincaglia, el desolado entrenador del Berretti, y los máximos dirigentes juventinos corren riesgo de procesamiento. La desgracia, en cualquier caso, ya había ocurrido. El equipo de los mayores suspendió su encuentro y la afición blanquinegra volvió a encogerse de dolor.

La temporada de la Juve avanza entre desgracias. Como en el Apocalipsis bíblico, se abren uno a uno los siete sellos de las calamidades. Ya son seis. Debería bastar.

Enric González es autor de Historias del Calcio

lunes, diciembre 11, 2006

Historias del Calcio. FENÓMENOS LOMBARDOS

Echemos un vistazo a la tabla y busquemos los tres clubes lombardos. El Inter, que durante años se distinguió por gastar mucho y ganar poco (cada gol venía a costar lo que el yate de Briatore con el depósito lleno), se destaca en cabeza de forma alarmante. De seguir así, allá por mayo tendrá que empezar a disputar contra sí mismo la temporada 2007-08. Sigamos. En el quinto puesto, el Atalanta de Bérgamo, tan modesto que se define a sí mismo como el rey de los clubes de provincias y cuya vitrina de trofeos, luminosa y despejada, guarda como un tesoro la Copa de Italia de 1963, único metal obtenido hasta ahora. El Atalanta juega como una furia. Bajando, bajando, aparece el Milan, con 13 puntos, a un partido de los puestos de descenso. El Milan inició la competición con ocho puntos negativos, es cierto, pero también lo es que sin la penalización andaría por detrás del Catania y hombro con hombro con el Atalanta. Corren tiempos oscuros para el milanismo.

Lo del Milan resulta hasta cierto punto explicable porque su enfermería, con diez lesionados, parece la del Valencia. Ayer, frente al Torino, Ancelotti sacó a jugar un montón de delanteros (Oliveira, Inzaghi, Borriello, Gilardino), pero no cambió nada: las puntas milanistas siguieron manteniendo con los postes una relación morbosa. El palo de Gilardino, de penalti, fue el número 15 de la temporada. Y aún hubo suerte porque el Torino se contagió de la querencia y, en una misma jugada, estrelló el balón contra el larguero y contra el poste. Dicen que la fijación con la madera es síntoma de fragilidad psicológica; puede ser, pero en este caso lo más frágil del asunto es Ancelotti. Silvio Berlusconi, el propietario de la sociedad, se declara dispuesto a "apretar los dientes". Por la cara con que lo dice, se deduce que quiere apretar los dientes sobre la yugular del entrenador.

El Inter parece sufrir una crisis de identidad: cree ser el Juventus. Gana siempre, juegue bien o juegue mal. Ayer, con un 0-3 sobre el Émpoli, logró su octava victoria consecutiva en la Liga, igualando las marcas históricas de 1940, 1965 y 1989. La Bienamada confirma así su personalidad ciclotímica. Cada cierto número de años rompe las costuras y arrasa. Luego pasa una o dos décadas recordando los viejos buenos tiempos.

El más llamativo de los fenómenos lombardos es, en cualquier caso, el de Bérgamo. El Atalanta es un equipo peculiar, empezando por el nombre. Atalanta era, en la mitología griega, la hija del rey de Arcadia. El padre la repudió y fue criada por osos. De joven, mató a dos centauros que intentaron violarla. Fue precursora del deporte profesional: Melanio la retó a una carrera y la venció dejando caer sobre la pista manzanas de oro que Atalanta se detenía a recoger. Atalanta y Melanio se casaron, pero hicieron algo que molestó a Afrodita y ésta los convirtió en leones con el fin de que no pudieran fornicar. Pues bien, hablamos de un club que decidió llamarse Atalanta. A partir de ahí, todo es posible.

El Atalanta juega un poco como el Sevilla: rápido, duro y a la cabeza. Tiene un entrenador formidable, Stefano Colantuono, discípulo y amigo del Spalletti romanista. Los dos entrenadores de moda en el calcio son tan buenos colegas que se intercambian información y comentarios después de cada jornada. Es algo bonito, sobre todo si se tiene en cuenta que aquí, hasta el curso pasado, mandaban los gruñidos de Capello. La vida del Atalanta se ha hecho tan, tan dulce, que Bombardini, con nombre de goleador nato, marcó ayer, a los 32 años, su primer tanto en la Serie A. Nunca es tarde.

Enric González es autor de Historias del Calcio

lunes, diciembre 04, 2006

Historias del Calcio. UN CIERTO TIPO DE BELLEZA


Ninguna victoria es tan bella como un buen fracaso. Eso es un axioma, una verdad tan evidente que no requiere demostración. Basta recordar la puerta que se cierra y condena a Ethan Edwards a seguir vagando (Centauros del desierto), a Anna cuando pasa frente a Holly Martins y no le mira (El tercer hombre), a Richard Blane cuando despide a Ilsa Lund y se queda en el aeropuerto con Renault (Casablanca). O algo más terrible: la multitud de sombras andantes con que se cierra Espoir, la película de André Malraux sobre la guerra civil española. La derrota, en ciertas circunstancias, convierte la dignidad humana en un cristal purísimo.

El Torino, ya lo hemos dicho otras veces, es el vencido más hermoso del calcio. Su historia resulta irreprochable. El momento fundacional del mito del Toro fue probablemente el partido Torino-Legnano de 1921, semifinal de una Liga que entonces se disputaba por un sistema mixto de eliminatorias y grupos. El Torino y el Legnano, empatados a puntos, disputaron un encuentro para decidir quién llegaba a la final, pero los 90 minutos acabaron en empate a uno. En la prórroga, de 60 minutos, no hubo goles. El árbitro ordenó entonces que se jugara otra media hora. A los ocho minutos de la segunda prórroga, agotados, ciegos, los jugadores de ambos equipos protagonizaron un célebre beau geste: dejaron el balón quieto en el césped, se dieron la mano y renunciaron a seguir en la competición.

Todo lo demás es bien conocido. El Torino tuvo en los años 40 el mejor equipo de Europa y quizá del mundo. Ese equipo, que ganó cinco títulos consecutivos de Liga, desapareció el 4 de mayo de 1949 en el accidente aéreo de Superga. El Torino tuvo en los años 60 a uno de los futbolistas más exquisitos, excéntricos y sentimentales de todos los tiempos: Gigi Meroni, la mariposa grana. Meroni murió el 15 de octubre de 1967, en la cima de su carrera, accidentalmente atropellado a la salida del estadio por un joven tifoso que le adoraba; el muchacho que conducía el coche, Attilio Romero, llegó a ser, muchos años después, presidente del Torino. ¿Pasan estas cosas en otros clubes?

En 1992, el Toro llegó a la final de la UEFA. El partido de ida, Ajax-Torino, terminó 2-2. En la vuelta, en Turín, el Torino perdió 0-1 después de lanzar el balón cinco veces al palo.

Los colores originales de la camiseta del Torino fueron el negro y el naranja, pero el naranja desteñía en amarillo y componía los colores de los Habsburgo austríacos, enemigos de los Saboya piamonteses, por lo que pareció apropiado cambiarlos. En 1906, en la cervecería Voigt de Turín, se refundó la sociedad con el ingreso de un grupo de juventinos disconformes con la profesionalización de la Juve, y se optó por una camiseta grana, en homenaje al pañuelo de color sangre que distinguía la Brigada Saboya del ejército piamontés.

Ayer, en el partido con que celebraba el centenario, el Torino venció 1-0 al Empoli. Al Empoli le anularon un gol legal. El gol del Toro, espectacular, llegó casi en el último minuto. Tratándose del Toro, fue extraño. Como si Richard Blaine, por una vez, embarcara con Ilsa en el avión de Lisboa y mandara a paseo Casablanca.

Enric González es autor de Historias del Calcio

sábado, diciembre 02, 2006

AGOTASTE MI PASIÓN, CARGANTE FÚTBOL por Carlos Boyero

Artículo de hace unos años de Boyero en El Mundo, más o menos la vida sigue igual.

Es fácil que la melancolía otoñal se enganche al pasado, lo maquille, lo deforme, lo edulcore, se autoengañe con esplendores en la hierba que casi siempre fueron fugaces. Me ocurre con el interrogante de aquella canción de Formula V que una serie de televisión volvió a poner de moda: «Cuéntame cómo te ha ido, si has conocido la felicidad». La respuesta a algo tan categórico, cuando ya no puede existir ningún rito iniciático, siempre es tan dudosa como compleja. A veces sonrío, intentando evitar que ese gesto consolador se transforme en un rictus amargo. Otras, me ayuda a clarificarme el caos cercano a la desolación que expresaba Manolo Tena en otra canción memorable: «Todos me preguntan: '¿qué te pasa?' y yo no sé qué contestar».

Continúan torturándome los ecos retros y melómanos con aquella vieja queja tan extendida entre las sufridas y sumisas hembras españolas de la era franquista: «No sé por qué los domingos por el fútbol me abandonas». Ninguna incertidumbre hamletiana en la explicación del macho. Porque la inexcusable cita de la tarde del domingo otorgaba en horario invariable tensión, placer e ilusión. Veintidós personas alrededor de una pelota adquirían dimensión épica y lúdica, hacían luminoso el color habitualmente grisáceo de la realidad, conseguían que el personal identificara sus sueños con las deseadas hazañas de los gladiadores incruentos, desaparecían los odiosos tiempos muertos, se suplían variados tipos de carencias. El fútbol era el opio del pueblo, pero los dueños del gran tinglado aún no habían decidido explotar su mercantilismo hasta matar de sobredosis a la clientela. Esta sabía que conseguiría su droga exclusivamente en la tarde del domingo y el resto de la semana se concentraría en hablar de las delicias del último pasote y anhelar el siguiente. La avaricia de los traficantes acabó con esa drogadicción pausada. En mi caso han conseguido que me desenganche, que pase del fútbol excepto cuando la mercancía tiene toda la pinta de ser excelsa.

No soporto encender la tele cualquier día, a cualquier hora, en cualquier cadena y encontrarme con fútbol. Es uan sensación mareante, abusiva, con capacidad para provocar el asco.

En nombre del antiguo y duradero amor todavía es posible fijar ligeramente tu atención en la belleza de un gol o de una jugada, pero el material adicional que acompaña a esto es insufrible.

Me refiero al cochambroso, obvio y patético nivel expresivo de los comentaristas de los partidos, a los impresentables presentadores de los programas de fútbol, a los estomagantes tópicos, la inanidad, los lugares comunes y la estupidez que forman las señas de identidad de las entrevistas, al ridículo sentido del humor y la grotesca agudeza mental que pretenden imprimir los conductores de un circo que parece ideado para unos receptores entre ágrafos y analfabetos.

Hay excepciones, pero son mínimas. Si quiero ser respetado y que no me traten como a un disminuido mental sólo encuentro el perdurable oasis de El día antes y El día después. A cambio me obligan a sufrir vergüenza ajena con los extenuantes Estudio estadio, Fútbol es fútbol y los bloques deportivos de los informativos intentando estirar lo inestirable. Ya no abandono a nadie por el fútbol. El desamor hacia él no me consume sino que me libera.

Nota: De acuerdo, pero a pesar de todo el fútbol y sus historias paralelas siguen siendo maravillosos. El amor al fútbol siempre me pareció tan extraño. Así que hoy cosas raras: