miércoles, octubre 24, 2007

PEDIR PERDÓN

Los gestos son importantes, la humildad más si cabe. Anoche se produjo uno de los gestos de humildad más bonitos que jamás había visto en un campo de fútbol.

El Slavia de Praga sufrió en el Emirates Stadium una vergonzosa goleada ante el Arsenal londinense. Siete a cero. Se puede imaginar las caras de los aficionados checos, entre la indignación y la vergüenza. Pero ante tal oprobio a los jugadores recién goleados no se les ocurrió otra cosa que colocarse alineados ante el graderío ocupado por sus aficionados, arrodillados con la cabeza inclinada en gesto inequívoco de disculpa y respeto. La afición, que por lo general suele ser agradecida con muy poco, después de unos segundos de mutuo respeto se levanta y comienza a animar como si estuvieran ante los triunfadores de la noche. Inmediatamente los jugadores se incorporan y aplauden la correspondencia de la grada. Imagen emotiva.

A pesar de los kilómetros en el cuerpo para ver como destrozaban de forma humillante a su equipo, seguro que esos siete goles tuvieron un sabor menos agrio por un simple gesto de humildad y respeto. Hay veces que no sólo ganan los que marcan más goles.

martes, octubre 16, 2007

DIEZ HISTORIAS

Roma, septiembre 2005

Que conste que esto es una cuestión subjetiva, cada cual tendrá las suyas. Intenté escoger la mejor de todas, pero no supe con cual quedarme. Después probé sacar un “triunvirato”, siempre quería meter alguna otra más. Lo tenía, pensé elegir mis cinco Historias del Calcio, pero no. Seleccionando una y otra vez he acabado eligiendo diez de entre todas las que más me han gustado. Se me quedaron muchas fuera, no hace falta que os lo jure.

Estas son las mías:

Soldados
Matrix

Era el “peligro” de comprar el libro. Se aceptan sugerencias, se agradecen.

domingo, octubre 14, 2007

RAFA Y LOS AMORES QUE MATAN por John Carlin


Fernando Torres no es el mejor jugador del Liverpool aunque algún día quizá lo sea. El mejor jugador del Liverpool es el capitán, Steven Gerrard. El problema es que es demasiado bueno y lo mejor para el equipo sería que se fuera.

Es apenas un murmullo, por ahora, porque les asusta hasta pensarlo a los aficionados del Liverpool. Pero ven el ejemplo del Arsenal y cuánto ha mejorado desde la salida de Thierry Henry; se fijan en las palabras de Cesc Fábregas, el joven director de orquesta del Arsenal, "Henry es un gran jugador..., pero nos inhibía un poco", y piensan: '¿No les ocurrirá lo mismo a los nuestros con Gerrard? ¿No estaríamos mejor con Xabi Alonso dirigiendo el centro del campo?'.

Tras un comienzo de temporada dulce, se le están empezando a amargar las cosas al equipo de Rafa Benitez, el ídolo español más grande que hayan conocido las Islas. De repente -tras una derrota en la Champions contra el Marsella y un empate a duras penas contra el Tottenham, ambos partidos en casa-, aparecen dudas, se piden explicaciones y se buscan chivos expiatorios. Ha sido imposible evitar ver, por ejemplo, que el Liverpool estaba ganando y jugando mejor cuando Gerrard estaba fuera, por lesión, y el donostiarra Alonso llevaba la batuta. Ahora es Alonso el que está lesionado y Gerrard el que manda en el medio campo y ¿qué pasa? El Liverpool pierde y juega mal.

El ejemplo perfecto fue el partido contra el Derby County hace cinco semanas. El Liverpool ganó 6-0 con dos goles de Alonso y dos de Torres. Después, Alonso se lesionó y desde entonces ha logrado 10 puntos en seis partidos, todos contra rivales en teoría asequibles.

Gerrard es considerado como uno de los tres o cuatro mejores jugadores ingleses de la última década. Es el centrocampista perfecto. Cubre más kilómetros de terreno que nadie, es un toro en la defensa, tiene un disparo potente y gana partidos solo. Pero no siempre. En demasiados partidos rompe la fluidez de juego del equipo por su insistencia en acaparar el balón. Cuando lo normal, lo inteligente para sus compañeros, sería pasarle el balón a Torres o a Babel o a Kuyt... Pero la presión que ejerce la presencia de Gerrard en el campo les persuade con peligrosa frecuencia para que le pasen el balón a él.

Se trata del factor Macho Alfa de la manada. Funciona con los elefantes, los ciervos y los chimpancés porque ellos nunca se dedican a nada tan complejo como el futbol, un deporte en el que el equilibrio en la psicología del colectivo es determinante. Si los machos dominantes saben administrar su poderío para el bien del equipo, perfecto. Tal fue el caso de Maradona en la selección argentina o de Cruyff en el Ajax, el Barça y Holanda. Si bien es cierto que durante un tiempo la influencia del macho dominante es positiva, puede acabar siendo maligna.

Ése parece haber sido el caso con Thierry Henry en el Arsenal. Quizá lo esté siendo hoy con Ronaldinho en el Barcelona. Y también, según los últimos datos que manejamos, con Gerrard en el Liverpool. En todos los casos, al entrenador se le exige tomar una decisión dolorosa. Perder voluntariamente a jugadores de este calibre representa una especie de amputación. Pero a veces es necesario para el bien general. Porque en el fútbol también hay amores que matan.

jueves, octubre 11, 2007

FÚTBOL Y ESCRITORES (3/3): EN EL BANDO CONTRARIO por Luis Fernando Charry

La historia no siempre es color de rosa. En el cuento 19 de diciembre de 1971, de Roberto Fontanarrosa, el viejo Casale ha decidido no volver a ver a su equipo, el Rosario Central: ha sufrido tantas veces en nombre de su Club que se encuentra al borde del infarto. Cuando iba al estadio, su equipo ganaba. Ahora el equipo no ha vuelto a ganar y un día una banda de jóvenes (la leyenda de Casale era ampliamente conocida en el barrio) lo secuestra y lo lleva como amuleto vencedor a las tribunas. El gozo de ver al Rosario puede más que la taquicardia. Casale disfruta el partido hasta que su equipo gana y él cumple su doble cita con el destino: muere en estado de gracia por contribuir al triunfo.

Se sabe que el fútbol produce alegrías funestas. También se sabe que algunos escritores no soportan este juego de multitudes. “Es feo estéticamente. Once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos. Mucho más lindas que el fútbol son las riñas de gallos. Ocurren ahí nomás, al lado de uno, son ideales para miopes”, dijo en su momento Jorge Luis Borges. Aunque Borges no fue el único. Guillermo Cabrera Infante llevaba más de 25 años viviendo en Inglaterra y siempre conservó un particular desprecio por este deporte. La escasa tradición cubana podría justificarlo, pero los años en Inglaterra (en el templo del fútbol) anulan esa explicación. Sin embargo el escritor cubano llegó a afirmar: “Ese juego nefasto incita a la violencia porque es violento en sí mismo: se juega con los pies, y pocos movimientos hay tan feroces como el que supone dar una patada”, se lee en el libro Salvajes y sentimentales, del escritor español –e hincha furibundo del Real Madrid– Javier Marías.

En opinión de Marías, no existe un deporte más angustioso que el fútbol. El autor de Mañana en la batalla piensa en mí (un título, si se lo piensa un poco, que se podría aplicar fácilmente al deporte en cuestión) recuerda que es de las pocas cosas que lo hacen reaccionar hoy en día de la misma manera que reaccionaba cuando tenía diez años y era un salvaje. En este sentido –y ya para tratar de contrarrestar la angustia de este hincha madrileño–, hay unas palabras bastante elocuentes del escritor mexicano Juan Villoro (hincha furibundo, por cierto, del Barcelona): “El tiempo es el gran estratega del fútbol. El partido dura 90 minutos, una jugada ocupa unos cuantos segundos y cinco o seis jugadas definen el marcador. En otras palabras, el problema estriba en qué hacer con los 89 minutos restantes”.

lunes, octubre 08, 2007

FÚTBOL Y ESCRITORES (2/3): UN DELANTERO GORDO por Luis Fernando Charry

En la historia de los escritores y el fútbol, no todos se han inclinado por esa posición bajo los tres palos. La idea de Soriano era jugar adelante y romper las redes. Un día, sin embargo, la rodilla falló y las lecturas de Raymond Chandler y Cortázar se mezclaron con la máquina de escribir: el resultado, tres colecciones de relatos y siete novelas.

En los tres libros de artículos periodísticos de Soriano –libros donde la literatura y la historia argentina y el recuerdo de su padre se funden– hay un apartado dedicado al fútbol. A la hora de tocar del asunto, Soriano tenía tantos atributos como Maradona en esa tarde de inspiración frente a los ingleses: el fútbol y la literatura, a veces, se compenetran y pueden albergarse dentro del mismo corazón. Así, hay relatos de partidos iniciáticos donde Soriano corre detrás del balón, descripciones terroríficas del penal más largo del mundo –con el estadio vacío–, perfiles de jugadores imborrables, con pinta de asesinos y con ganas de pelear un poco. Además, algunas historias de árbitros –esa suerte de editores dentro de la cancha– vendidos e insultados. Resumiendo: una mirada certera del fútbol que tanto desveló a Soriano, hasta el punto de que su último libro –Memorias del Míster Peregrino Fernández y otros relatos de fútbol–, publicado póstumamente, pretendía regresar a sus orígenes.

El título del libro alude a una de las leyendas del fútbol argentino que se haría famoso en Europa como creador del fútbol espectáculo. En esta disciplina, Peregrino Fernández fue partidario de poner en el terreno de juego (sobre todo si el equipo contrario iba ganando con evidente superioridad) doce jugadores. Incluso en aquella época que estuvo dirigiendo el Standard de Melbourne, el Míster no tuvo ningún inconveniente a la hora de enviar trece jugadores al campo: “nadie se avivó y ganamos seis a dos”, le contaba a Soriano mientras éste lo entrevistaba en un geriátrico cerca de Neuilly, en Francia, donde Peregrino Fernández pasaría sus últimos años.

En esta novela inconclusa, en el capítulo 16 (que a la postre sería el capítulo final), se lee lo que sigue: “Hay tres clases de futbolistas. Los que ven los espacios libres, los mismos que cualquier payaso ve desde la tribuna y los ves y te ponés contento y te sentís satisfecho cuando la pelota cae donde debe. Después están los que de pronto te hacen ver un espacio libre sin más, un espacio que vos mismo y quizás los otros podrían haber visto de haber observado atentamente. Ésos te toman de sorpresa. Y luego hay aquellos que crean un nuevo espacio donde no debería haber habido ningún espacio. Esos son los profetas. Los poetas del juego”.

sábado, octubre 06, 2007

FÚTBOL Y ESCRITORES (1/3): GOLES Y LETRAS por Luis Fernando Charry

“Cuando Diego Maradona saltó frente al arquero Shilton y le pasó la pelota con una mano por encima de la cabeza, el concejal Louis Clifton tuvo su primer desmayo en las Malvinas. El segundo, más prolongado, ocurrió cuando Diego dribleó a media docena de ingleses y consiguió el segundo gol de Argentina. Afuera un viento helado barría las desiertas calles de Port Stanley y las tropas británicas estaban en el cuartel oyendo, azoradas, cómo el pequeño diablo del Nápoli les arruinaba el festejo del cuarto aniversario de la reconquista de lo que ellos llaman las Falkland”, escribió alguna vez el escritor argentino Osvaldo Soriano (Mar del Plata 1943-Buenos Aires 1997; e hincha furibundo de San Lorenzo de Almagro) en una nota titulada ‘Maradona sí, Galtieri no’.

Por supuesto, Soriano no ha sido el único escritor que ha tenido una debilidad por el fútbol. En realidad la historia viene de tiempo atrás; han sido muchos (muchos y muy famosos y muy buenos escritores) los que han perdido la cabeza por el balón, los que han dejado las patadas por las letras.

En 1930, por ejemplo, el escritor Albert Camus jugaba de portero en el Racing Universitaire de Argel. Diez años más tarde, Camus se trasladó definitivamente a París y ahí estuvo buscando un equipo que lo admitiera bajo los tres palos. En esa época (la tuberculosis ya había aparecido en la vida del futuro premio Nobel) tuvo que dedicarse a contemplar el espectáculo desde afuera, en calidad de aficionado, y entonces decidió hacerse hincha del Racing París por una razón en apariencia sentimental: la camiseta azul con rayas blancas de su nuevo equipo francés le recordaba su antiguo equipo en Argel.

En cambio Vladimir Nobokov, que también jugó como portero, nunca cayó en esa clase de sentimentalismos. Por un lado, el autor de Lolita odiaba el jazz, los toros, las máscaras folklóricas primitivas, la música ambiental, las piscinas, los camiones, los transistores, los insecticidas, los yates, el circo, los night clubs y el rugido de las motocicletas, por mencionar algunos ejemplos. Por el otro lado amaba el fútbol y algunos textos literarios. Nunca, sin embargo, dijo lo que dijo Camus: “cuanto de importante sé de la moral humana lo he aprendido en el fútbol”.