Lapo Elkann dice que al Juventus le hace falta una sonrisa. Y "jugadores simpáticos que alivien un clima demasiado tenso". Él sabrá. Lapo Elkann es, además de joven, multimillonario y consejero de la Fiat, nieto de Gianni Agnelli, hermano del vicepresidente de la Juve y copropietario de la sociedad. A Lapo le apetece ser presidente de la empresa futbolística de la familia, lo que hace suponer que lo será pronto. Por eso resultan especialmente graves sus palabras, que atentan contra el espíritu mismo de la Vieja Señora del calcio. En el Juventus no se sonríe, se trabaja. Ahí está el lema fundacional: Delectando fatigamur. Por el sufrimiento al placer.
Y ahí están Antonio Giraudo y Luciano Moggi, el administrador delegado y el director general del Juventus, dos tipos de aspecto tan siniestro que parecen elegidos en un casting. Giraudo no está para ñoñerías. "Sin ninguna sonrisa, el Juventus ha ganado en estos 10 años cinco títulos de Liga, ha disputado 16 finales y ha vencido en ocho, ha obtenido dos balones de oro y es, según L'Equipe, el primer equipo de Europa por resultados deportivos", masculló tras leer los comentarios de Lapo.
Y añadió: "Nuestro estilo sin sonrisas es típico de los turineses: me viene a la mente Vittorio Ghidella (el gran patrón de Fiat Auto en los años 70 y 80), que sonreía poquísimo pero dominaba el 60% del mercado italiano y generaba beneficios inmensos".
Ese no fue el único sarcasmo de Giraudo a costa de la familia Agnelli. Como Lapo Elkann había sugerido la conveniencia de fichar a Antonio Cassano, "que tuvo una infancia difícil y es difícil de manejar, pero hace sobre el césped cosas extraordinarias y es muy simpático", el administrador delegado soltó todo el buen humor que llevaba dentro. "La Juventus es una de las sociedades más sólidas a nivel económico, sin que los Agnelli se hayan visto obligados a invertir durante una década. Las declaraciones de Lapo Elkann, miembro autorizado de la familia, nos ayudan de hecho a sonreír, porque al referirse a programas tan ambiciosos como el que incluiría la adquisición de Cassano nos permiten suponer que la familia pondrá dinero en el club, como han hecho todos estos años los Berlusconi, los Moratti o los Abramovich".
Si Giraudo trata así a uno de los propietarios, no cuesta demasiado suponer cómo tratará al resto del mundo. Disciplina piamontesa y mala leche a raudales. Delectando fatigamur. Ese es el auténtico espíritu juventino, el que se viste de blanco y negro porque no está para chorradas de colores.
Y, sin embargo, podía haber sido de otra forma. El Juventus comenzó jugando con camiseta rosa, gorrito blanco y corbata. Cuando las primeras camisetas se gastaron (y las coñas de los rivales empezaron a hacerse insufribles), los dirigentes juventinos eligieron como color definitivo el rojo, vibrante, agresivo y optimista. Y pidieron a un amiguete inglés, John Savage, delantero del Nottingham Forest, que hiciera llegar a Turín un paquete de zamarras de su club. Savage traspasó el encargo a un comerciante local, quien, presumiblemente, pensó que aquellos italianos no iban a viajar a Inglaterra para quejarse y les remitió un cargamento de camisetas que no vendía ni a tiros: las blanquinegras del Notts Country, el segundo equipo de la ciudad. Cuenta Renato Tavella, uno de los fundadores de la Juve, que aquel equipamiento suscitó "poco entusiasmo". En cualquier caso, el tendero de Nottingham acertó en su intuición. Lo pagado, pagado estaba. Y las franjas negras y blancas quedaron para siempre.
Luego, unas semanas antes de que Benito Mussolini tomara el poder, Edoardo Agnelli se hizo con la presidencia de la Juventus. Organizó el club como una dependencia de la Fábrica Italiana de Automóviles de Turín, hizo ver a los jugadores que la camiseta era un mono de trabajo y dio paso a la primera edad de oro juventina. Ahora, por más que diga Lapo, es tarde para cambiar. La Vieja Señora nunca ha estado de humor para sonrisas.
Enric González es autor de Historias del Calcio
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