sábado, marzo 29, 2008

OLD FIRM. LA ESENCIA DEL FÚTBOL por Borja Cuadrado

Hoy vuelve a disputarse el partido con la rivalidad más especial.


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Quien iba a decir que la industrial y gris Glasgow se convertiría en la ciudad que iba a acoger el partido más emotivo del planeta. El clásico más antiguo a nivel mundial, con casi 120 años de existencia, revoluciona la Gran Bretaña cada vez que se da el pitido inicial.
Y todo porque la religión, la política y la sociedad así lo han conseguido. Católicos y protestantes, Celtic y Rangers, están identificados con estratos diametralmente opuestos, que muchas veces han hecho de este una cita peligrosa.
Lo sucedido en 1971 fue el ejemplo más dramático. Una avalancha de espectadores en Ibrox Park, feudo del Rangers, acabó con la vida de 66 personas. Nueve años después se vivió la Old Firm más violenta de la historia, según cuentan testigos presenciales. La policía tuvo que cargar con dureza a caballo, contra aficionados de ambos equipos. El alcohol que llevaban encima los hinchas fue la causa de la batalla campal.
Historias como esta son difíciles de repetir en la actualidad. Ahora estos partidos se juegan en el mediodía, para evitar que los aficionados acudan en estado etílico al campo.
Tras esta breve introducción es fundamental retroceder en el tiempo y conocer cómo nacieron los dos colosos. Rangers lo hizo en 1873 y Celtic en 1888. Desde la fecha de su fundación, tomaron caminos diferentes. No tenían nada en común, y es por ello que la rivalidad haya adquirido tintes existenciales.
Los ‘Gers’ fueron fundados por aficionados al remo. Desde el principio se convirtió en el equipo preferido de los estribadores del puerto. El origen de los ‘Bhoys’ llegó con la aparición del padre marista Wilfred Kerins, que creó una institución que tenía como objetivo recaudar fondos a favor de un comedor infantil para inmigrantes irlandeses.
Rápidamente el Celtic se convirtió en el equipo de la abundante colonia irlandesa establecida en Escocia, en su práctica totalidad, de origen católico. Esto hizo que en el Rangers empezaran a ‘vender’ con mucha fuerza que eran el equipo símbolo del protestantismo. Y así llegó el primer Celtic-Rangers. Supuso además el debut como club de fútbol del Celtic, que goleó por 5-2.Poco a poco la rivalidad fue creciendo. Hasta que en 1909 se vivió una final de Copa que dio origen a la definición propia que tiene este derbi: Old Firm. El choque acabó en empate, por lo que se tuvo que repetir -no existían prórrogas-. El segundo partido, con las gradas del mítico Hampden Park abarrotadas, iba camino de repetir situación.
Sin embargo, por la grada circuló el rumor de que podría estar pactado de antemano el empate para poder disputar otra repetición más, con su consiguiente beneficio económico extra para los dos equipos, y aficionados de uno y otro lado invadieron el campo. Quemaron las taquillas, e incluso atacaron a los policías. La conclusión no pudo ser más drástica: el palmarés de Copa en Escocia cuenta con un hueco en blanco en la edición de 1909.
Old Firm significa vieja empresa. Este nombre simboliza la extendida opinión de que ambos conjuntos se benefician económicamente de la antipatía que se profesan. La rivalidad entre ambos es brutal, no hay duda. Pero paradójicamente fuera del campo son todo un uno. Lo negocian todo de forma conjunto, como los derechos de televisión o su posible ingreso en la Premier League inglesa. La antipatía que esto ha provocado en el resto de equipos escoceses es obvia.
Hasta la fecha la rivalidad tenía tintes, básicamente, deportivos. Sin embargo, en 1912 se instaló en Glasgow la empresa de astilleros Harland and Wolf. No contrataba a católicos... otro punto a favor de ir ‘labrando’ la enfervorizada rivalidad.
El sectarismo de las aficiones se agravó con la instauración del Estado Libre en Irlanda en 1921, tras siete siglos de dominio inglés. La zona del Norte, más pequeña, siguió perteneciendo al Reino Unido, mientras que la del sur se convirtió en el gran pulmón del Celtic.
Por aquella época, cada Old Firm terminaba muy mal. Las batallas campales eran ineludibles al final de cada encuentro, y se empezaba a asumir que la reconciliación era imposible. Es más, ¿para qué conseguirla?, que pensaba la mayoría.
Tras una época de tregua relativa vivida tras la II Guerra Mundial, la situación se recrudeció. Es cuando la política entra en juego. Así, era habitual ver alusiones al IRA en Parkhead, mientras que en Ibrox Park es muy habitual el cántico que reza ‘Estamos hundidos en sangre feniana hasta las rodillas, rendíos o moriréis", en alusión al Sinn Fein, partido nacionalista irlandés y rama política del IRA.
En este último estadio también se viven momentos de exaltación cuando suena la canción Simply the Best, de Tina Turner. Al final se escucha un estremecedor ‘¡A la mierda el Papa!Luego viene la aplicación de religión y política en el apartado deportivo. En el Celtic han jugado por tradición no protestantes, mientras que el Rangers llevó el camino inverso hasta que en 1989 se produjo el fichaje de Maurice Johnstone. Estamos ante el único jugador de la historia que ha militado en católicos y protestantes.
El origen de Johnstone era irlandés y católico, y tras ser traspasado por el Celtic al Nantes, el Rangers acometió su fichaje. El infierno que vivió en Ibrox Park fue tremendo. Todos en Glasgow le odiaban. Unos por ser un traidor y marcharse al rival -Celtic-. Otros, por considerarle un intruso -Rangers-. Al final, terminó marchándose a EE.UU.
La globalización también ha influido en esta rivalidad enconada. Ahora la mayoría de los jugadores son extranjeros, pero la esencia es la misma. Las polémicas siguen siendo constantes. La última se vivió la pasada temporada, cuando el portero del Celtic, el polaco Artur Boruc se santiguó antes de comenzar una Old Firm en Ibrox Park. Boruc fue amonestado por las autoridades por atentar con este gesto contra el orden público...

La hostilidad que se vive en la grada es indescriptible. Cuenta todo aquel que ha presenciado uno de estos partidos que no hay nada comparable con un Celtic-Rangers. Ni un Boca-River, ni un Real Madrid-Barcelona, ni un Flamengo-Fluminense.
Esto lo deja claro Sir Alex Ferguson, entrenador del Manchester United y escocés, en su biografía: "Hay gente que insiste en que otras rivalidades futbolísticas pueden generar tanta intensidad como los choques entre Rangers y Celtic. Bien, he estado en San Siro, en el derbi de Milán, en Barcelona cuando fue el Real Madrid, he visto el Benfica-Oporto y me he visto envuelto con el Manchester United en partidos contra el City, el Liverpool o el Leeds. Créeme, no hay nada comparable con la atmósfera de un Celtic-Rangers".
En 1999, el colegiado escocés Hugh Dallas recibió un impacto de una moneda por parte de los aficionados del Celtic. Al final del partido sorprendió a todos con su discurso: "Tengo amigos en el mundo del arbitraje, como Collina, a los que les encantaría dirigir un Old Firm. Yo no lo dudaría: si tuviera que elegir entre arbitrar a las mejores estrellas del continente en la Champions League o un derby de Glasgow... me quedaría con nuestra propia batalla de gigantes".
La rivalidad, como estarán comprobando, es muy compleja. Es más, un amigo escocés me dijo en una ocasión que "el Celtic-Rangers es un Irlanda-Inglaterra. Los escoceses son mayoritariamente de otros equipos".
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martes, marzo 25, 2008

AZCONA-GUARDIOLA, UNA CONVERSACIÓN


Hace algo menos de dos años colgué una conversación que leí en el periódico. Era una sección de verano en el diario El País en la que dos personajes variopintos charlaban de lo que fuera. Aquel día le tocaba el turno a Pep Guardiola, el mejor mediocentro español que he visto y, además, un futbolista diferente fuera de los terrenos de juego, y a Rafael Azcona, el más genial de los guionistas que ha dado (y posiblemente dará) el cine español. Para quien comparta mi devoción por estos dos personajes le recomiendo que lea (o relea) aquella charla de verano.

PD: Actualización-excusa, sólo para expresar mi admiración por Rafael Azcona, un grande.

sábado, marzo 22, 2008

EL ADIOS DEL PRÍNCIPE, por Carlos Ares (en la despedida de Enzo Francescoli, febrero 1998)

Hoy un artículo sobre el ídolo de Zinedine Zidane, Enzo Francescoli, el personaje al que quiso parecerse desde que defendiera la camiseta del Olimpique de Marsella. El Príncipe Francescoli, el último gran mito salido del "paisito" más grande del mundo del fútbol.



Es una pena que para los aficionados españoles sea sólo un nombre y alguna imagen fugaz. El jugador uruguayo Enzo Francescoli, de 36 años, que anunció el pasado miércoles su retirada definitiva del fútbol profesional en el salón de honor del River, el club argentino donde se convirtió en uno de los ídolos indiscutidos de toda su historia, fue de aquellos que llevan las multitudes a los campos con la ilusión de que su sola presencia puede salvar la tarde.En toda su carrera disputó 617 partidos oficiales, desde que debutó a los 18 años en el Wanderers de Montevideo, convirtió 236 goles y conquistó 13 títulos. Jugó en el River, en el Matra Racing de París, el Olímpico de Marsella, el Cagliari y el Torino de Italia, y regresó al River en 1994. Fue también tres veces campeón de América con la selección de Uruguay y participó en dos Copas del Mundo.

Nadie, fuera del campo, te oyó jamás levantar la voz, criticar a un compañero o hablar mal de un entrenador. El Príncipe como le llaman, fue un caballero de fina estampa que hizo respetar los límites a la prensa deportiva, a los directivos y al público. Los aficionados del River deliran cuando gritan el tradicional "uruguayo, uruguayo" que será la música de fondo de su vida, pero todos los argentinos le quieren y le admiran como a, los ídolos propios. Cuando los fanáticos o la prensa querían utilizarlo como modelo para contraponer al inefable Maradona del Boca, fue el mismo Francescoli el primero en reconocer y admitir sinceramente que no cabía tal comparación: "Yo no puedo compararme con él, Diego fue un verdadero rey del fútbol y yo nunca me creí eso de ser el príncipe, como dice la prensa. Sí creo que fui un tipo tocado por la varita mágica. Uno como cualquier otro, al que el balón lo hizo importante".

En los momentos más duros de la vida de Maradona, fue Francescoli uno de los que puso la cara para defenderlo. La pasada temporada, antes de un clásico entre el River y el. Boca, Francescoli buscó especialmente a Maradona para dejar el testimonio de su afecto con un abrazo. Nadie del River, ni siquiera los barras bravas, podía criticar una decisión personal de Francescoli. Tras conquistar tres títulos consecutivos de Liga con el River y la Supercopa de América, anunció el final de su carrera. Desde ese momento intentaron convencerlo para que continuara al menos otra temporada. Pero los aficionados sabían que Francescoli cumpliría su palabra. "En el fútbol pasé los 18 años más felices de mi vida. Todo lo que yo soñaba era jugar algún día con Peñarol en el estadio Centenario. Ahora me llevo. mucho más de lo que podía imaginar".

Es una pena que los aficionados españoles no le conozcan demasiado, al menos para repartir la tristeza entre más.

sábado, marzo 08, 2008

LOS GENIOS NUNCA LLEVAN LA BANDERA por Benjamín Prado

Este artículo se publicó las vísperas de la semifinal del Campeonato del Mundo 2006 entre Francia y Portugal, pero eso es lo de menos, no deja de ser una reflexión atemporal, los modelos siguen en pie, y seguirán. Al final ganó Francia, cero a uno. Marcó Zinedine, qué más decir.


En la literatura y en el fútbol la verdad nunca está en los adjetivos, sino en los nombres y en la subversión. Por eso, personalmente siempre he desconfiado de los equipos a los que se les suponen determinadas virtudes o defectos innatos, como si los que saltasen al césped de los estadios no fuesen once personas, sino una estadística, o un manual de historia, o una bandera. De hecho, ésa es la gran diferencia entre las dos semifinales del Mundial: la de ayer la jugaron dos selecciones cuyo nombre es un adjetivo tan incontestable que parece una dictadura de ocho letras, o de seis, porque decir fútbol "italiano" o "alemán" es dar por descontado que eso explica por sí solo una filosofía, un carácter y un estilo de juego; la semifinal de hoy es justo lo contrario, y si dices "fútbol francés" o "fútbol portugués", en realidad no estás diciendo nada.

Prefiero mil veces la segunda opción, porque es la que suele permitir que el reloj de los partidos lo lleven gente como Luis Figo o Zinedine Zidane, en lugar de esa fábrica de cemento rápido pintada de azul que se llama Gattuso y lleva el ocho en la espalda. Hay que ver, ni más ni menos que el ocho, que en el fútbol es el cuarto número que más importa, después del diez, el cinco y el seis.

En el fondo, la final del domingo va a ser eso, un combate entre un fútbol nacional y otro cosmopolita, uno que apelará a tradiciones congénitas y otro que querrá representar valores universales. Zidane nunca quiso parecerse a otro francés, sino a Francescoli, que era uruguayo, y si la genialidad fuera un país su pasaporte sería el mismo de Maradona, Cruyff o Di Stéfano.

El nacionalismo deportivo suele tener un problema, y es que a menudo vive con las ventanas cerradas y más atento a su pasado que a la realidad. Qué se lo digan, una vez más, a Brasil o a Inglaterra, cuyas únicas dos opciones son, campeonato tras campeonato, o imitarse a sí mismas o imitar a los demás, lo cual suele darles el mismo mal resultado, a los ingleses porque nunca ganan y a los brasileños porque no ganan siempre, que es lo que ellos consideran su destino natural, o ganan copiando, de medio campo hacia atrás, lo peor del fútbol europeo, lo que hace que sus derrotas no sólo se interpreten como un fracaso, sino también como una traición.

Francia o Portugal podrían estar en la gran final de Berlín y el que esuviera podría perderla, pero eso no hubiera sido tan importante. Lo que todos los que adoramos el fútbol vamos a recordar de este Mundial es la majestuosidad con que Luis Figo o, sobre todo, Zinedine Zidane exprimieron los destellos terminales de su talento. "La última gota es siempre una lágrima", dice el poeta hebreo Yehuda Amijai. Es verdad, pero no siempre: la última gota, también puede ser un diamante.

Benjamín Prado es escritor

miércoles, marzo 05, 2008

Historias del Calcio. TARDE DE TREGUA

Pues nada, que me he puesto a releer algunas de las Historias que Enric González dejó en su libro, y qué quieren que les diga, que tengo un poco de "mono" de volver a leer algo así en los periódicos. Para desquitarme un poco recupero este relato sobre una tarde de abril de 2005, pocos días después de la muerte del Papa Wojtyla y con Berlusconi todavía en el Palazzo Chigi, días en los que el calcio vivía una auténtica pesadilla ultra, como de costumbre. El párrafo final...para enmarcar.


Los apartamentos papales estaban vacíos y sellados, el despacho de Berlusconi podía quedar desocupado en cualquier momento y los fascistas futboleros no incendiaron los estadios. Qué plácido domingo italiano, el de ayer. La momentánea paz del fútbol, después de tanta violencia y tanto bochorno, no se quebró ni en el derby toscano, que dejó a los comunistas del Livorno en mitad de la tabla y al Fiorentina resbalando de regreso a Segunda, ni con la derrota en casa del Roma ante el Reggina.

La primera jornada de tolerancia cero en el calcio movilizó una tremenda cantidad de policía. Y ofreció noticias sensacionales. Como el procesamiento (con libertad condicional) del célebre Matteo Saronni, el carpintero interista de 26 años que cuatro temporadas atrás arrojó un ciclomotor desde la grada de San Siro y el miércoles, durante el penoso derby europeo Inter-Milan, se hartó de lanzar bengalas. La lógica judicial no quedó clara. ¿Era peor tirar una bengala que tirar una moto? ¿Había cambiado la ley entre 2001 y 2005? ¿Era la mecha el elemento delictivo? ¿Podrá Saronni lanzar un Fiat Panda cuando vuelva al estadio?

En el Olímpico de Roma, los espectadores tuvieron que pasar dos, tres, cuatro o hasta cinco controles. Y, al menos al principio, la cosa se afrontó con buen humor y con mucho ahó, la interjección arquetípicamente romana. "¡Ahó, escríbeme cuando llegues!", le gritó uno a su compañero, que iba ya un par de controles por delante. "Ahó, no me han pillado las lentillas de contacto. En cuanto empiece el partido, las tiro al campo", le susurró otro a un amigo. Los registros eran totales: gorros, bufandas, banderas... "Ahó, perdone la inexperiencia, señor policía; es mi primera visita a Bagdad", comentó alguien con cierto sarcasmo.

Ya dentro, en la grada, el ambiente era más oscuro. Un reportero del diario La Repubblica enviado al corazón de la curva violenta se sorprendió por las cantidades industriales de porros que se consumían y por la escasa atención que se prestaba al partido. Todo eran coros contra la policía (los sbirri) y contra Cassano (definitivamente caído en desgracia), canciones sobre heroicas batallas campales y planes para otras jornadas con menos vigilancia. La nueva normativa antiviolencia, que preveía la suspensión del encuentro y la derrota local por 3-0 en cuanto cayera una bengala sobre el césped, excitaba miles de imaginaciones: bastaba esperar al próximo partido del Lazio, colarse en el Olímpico con un cohete y arrojarlo sobre el portero para hundir al enemigo en la miseria.

Todo indicaba que la tarde de calma no suponía paz, sino tregua, y breve.

Una lástima, porque el calcio seguía deparando instantes hermosos. Como el segundo gol de Lucarelli, el tótem del Livorno; o los ocho goles, uno anulado, marcados en Turín (en el paraíso todos los equipos son entrenados por Zeman y juegan sin defensa); o la rabia de Calderoni, el portero del Atalanta, que en el último minuto del derby con el Brescia, y con 0-0 en el marcador, paró un penalti que hubo que repetir porque sus compañeros pisaron el área antes de tiempo (el segundo entró).

Veremos qué pasa en lo que queda de temporada. Italia, en cualquier caso, es sabia y saldrá del paso. Sabe manejar a los fascistas. Nótese que desde hace años los tiene en el Gobierno, en los estadios y donde haga falta, con tal de que se entretengan y no anden por ahí haciendo lo que mejor se les da: asaltar librerías.

Enric González es autor de Historias del Calcio

domingo, marzo 02, 2008

QUE CONTRA GUSTOS...


"El fútbol no es un deporte: es una mezcla de negocio mafioso y enfermedad mental".
Simon Heffer, columnista conservador en la revista The Spectator.