lunes, octubre 30, 2006

Historias del Calcio. ELOGIO DE LA LOCURA


Los manuales de Derecho Procesal deberían incorporar con urgencia los mecanismos de la justicia deportiva italiana. A estas alturas del siglo XXI parece desabrido, incluso un poco grosero, emitir una sentencia y darla por válida, dejando al pobre reo, que al fin y al cabo es quien más sabe del caso, con la palabra en la boca y el corazón encogido. ¿Es eso civilización? No, eso es autoritarismo retrógrado.

Lo moderno es lo que ha ocurrido esta semana en el calcio: jueces y reos (Juventus, Milan, Lazio, Florentina y, en sumario aparte, Reggina) se han sentado a discutir las sentencias ya pronunciadas y han llegado a un acuerdo para rebajarlas. Es hermoso, ¿no? Los tribunales deberían funcionar así en todas partes. "¿Cómo? ¿Cadena perpetua por 20 atracos con violencia y tres homicidios? Seamos hombres de mundo, señor juez, no nos dejemos llevar por un arrebato". El juez acaba comprendiendo y dejando la cosa en seis meses de arresto domiciliario, porque el reo es en el fondo simpático y, además, bastante disgusto se ha llevado con todo el lío del proceso. Que le sirva de lección y que no vuelva a portarse mal.

El sistema se llama "arbitraje" y ha permitido al Juventus recuperar de golpe ocho de los 17 puntos de penalización con que, de forma adicional al descenso, la sociedad había sido penalizada. El Lazio también ha sabido negociar con los "árbitros" judiciales: de menos 11 a menos tres. Al Fiorentina le ha salido peor: de menos 19 a menos 15. Y el Milan no ha ganado nada y se queda en menos 8.

Pese a toda su elegancia social, el "arbitraje" puede confundir un poco al aficionado. Especialmente si no maneja con soltura los conceptos de "responsabilidad objetiva" y "responsabilidad subjetiva", que hoy, en el calcio, han sustituido al fuera de juego posicional como cumbre teórica de la discusión de bar. Para quienes se pierden con esas sutilezas, la única esperanza es el fútbol. Que a veces es capaz de redimir cualquier miseria.

Al Milan y al Inter habrá que agradecerles durante mucho tiempo lo que hicieron el sábado en San Siro. Al Inter un poco menos, porque hizo lo que se esperaba de él: pegar y encajar, como un púgil demasiado joven y demasiado fuerte, ansioso por ganar y alzar el título. Lo del Milan tuvo especial mérito, porque con un 1-4 en contra y con la alineación cargada de años (Seedorf, Maldini, Cafú, todos cercanos a los 35) arremetió contra el Inter y estuvo a punto de comérselo. Un derby que concluye 3-4 permite olvidar un montón de asquerosidades, tanto objetivas como subjetivas.

Los goles y el juego no lo fueron todo. Lo más importante, esta vez, fue la locura. Tras marcar su gol, Stankovic se lanzó sobre el entrenador, Mancini, y le zarandeó como a un muñeco gritando "¿Lo ves?, ¿lo ves?". El primoroso flequillo de Mancini quedó seriamente dañado. Más tarde, durante los últimos minutos, con el Milan enloquecido al ataque, Vieira se lastimó el tobillo, pero Maldini prefirió sustituir a Ibrahimovic. Vieira siguió sobre el césped, cojo y furioso, hasta el silbido final. Entonces se lanzó sobre Mihailovic, el "segundo" de Mancini, le dijo de todo y le pegó unos cuantos empujones, por no pegárselos directamente a Mancini.

Lo máximo en materia de locura pasional no correspondió, sin embargo, a Stankovic o a Vieira, sino, como de costumbre, a Materazzi. El futbolista más detestado del mundo marcó un gol de cabeza, el 1-4, y se levantó la camiseta para mostrar la inscripción que llevaba debajo: "Felicidades, Davide". Su hijo Davide, forofo del Milan (es lo que pasa con padres así), cumplía años. A Materazzi le expulsaron por ese gesto y su ausencia dio alas al Milan.

Los franceses dirán lo que quieran. Entre la responsabilidad objetiva, la responsabilidad subjetiva y Materazzi, uno se queda con Materazzi y con la locura, toda la vida.

Enric González es autor de Historias del Calcio

domingo, octubre 29, 2006

EL APAGÓN DE RONALDINHO por Julio César Iglesias


Nadie sabe muy bien cuándo empezó la depresión de Ronaldinho. Algunos piensan que fue un minuto después de ganar su primera Liga de Campeones. Con ese título redondeaba un año y un historial; por fin dejaba de ser el consabido malabarista brasileño y se acreditaba como jugador de batalla. A despecho de sus críticos más duros, había demostrado de una vez por todas que era capaz de conciliar la utilidad con la fantasía. Su estilo consistía en una habilidad excepcional para convertir una travesura en la solución a cualquier problema.

O quizá hizo crisis en el Mundial de Alemania, cuando comprobó que la gloria era un valor con fecha de caducidad. Levantabas la copa y un mes más tarde el éxito estaba amortizado: no valían gran cosa ni tu gol del año, ni tus pases ciegos, ni tus libres a la escuadra ni tus otras filigranas de Barcelona. Definitivamente, la memoria de los espectadores era tan endeble como la lógica del juego. Por un comprensible impulso de desconfianza, el último balón de oro fue desmantelándose poco a poco ante las cámaras; perdió toque, perdió regate, perdió puntería y se encontró de repente en una nueva situación. Oficialmente, seguía siendo el mejor futbolista del mundo, pero ahora parecía un indio de madera.

Su formación personal no le ayudaría gran cosa. Como otros ídolos de barrio, él se había distinguido de sus colegas por una sola habilidad natural: el dominio de la pelota. Antes de cumplir su etapa de meritorio, quedó atrapado en la maraña del fútbol profesional; en un laberinto de fichajes, viajes y corretajes. La aventura le transformaría en un multimillonario; como Ronaldo, su verdadera inspiración, sería la envidia de los garotos de todo el mundo, pero carecería del resabio que permite conservar la riqueza a un nuevo rico. En esas condiciones, su plan de vida estaba cantado: delegaría en su hermano, se colgaría del cuello una cadena de mastín, haría alguna escapada a la discoteca de moda y más que un potentado sería una caja de caudales. Hacia finales de junio oyó en su interior un crujido sospechoso: tenía el bolsillo lleno y la cabeza vacía.

Alguien debió explicarle entonces que pertenecía a la exclusiva casta de deportistas que se mueven en el límite de lo posible. Usa un catálogo de sutilezas prendidas con alfileres, trucos infinitesimales en los que la suerte de la jugada es siempre una cuestión de centímetros cuadrados. En su mundo, cualquier mínima caída de tensión basta para descomponer el plan.

Ahora está ante un pequeño dilema, y ha de solventarlo él. Si siente que ha perdido su tacto de prestidigitador, sólo debe esperar a que el balón se lo devuelva; si siente que ha perdido el gusto por el juego, necesita una nueva excusa profesional.

Tiene que marcarse urgentemente una nueva meta.

martes, octubre 24, 2006

Historias del Calcio. EL EMPERADOR TRISTE


Óscar Alberto Dertycia no siempre fue calvo. Lució una hermosa melena hasta 1990. Aquel año, en un invierno, perdió todo el cabello. Dertycia, joven delantero del Argentinos Juniors, había sido fichado por el Fiorentina para componer con Baggio una fenomenal pareja de ataque. Pero no hubo manera: por más balones que recibía, Dertycia no marcaba. Lo fallaba todo. Se lesionó gravemente, se deprimió y empezaron a caérsele mechones de pelo. Todos los médicos coincidieron en el diagnóstico: alopecia nerviosa. Dertycia se marchó de Florencia y de Italia a final de temporada, calvo y triste.

Adriano, por el momento, es calvo porque se afeita el cráneo. Su cuero cabelludo resiste. Lo demás goza de poca salud: las piernas, los pies, la cabeza. Adriano no marca un gol para el Inter desde el 29 de marzo (fue un gol que no sirvió de nada porque el Villarreal superó la eliminatoria) y, lo que es más grave, no parece en condiciones de marcar. Hace sólo un año se le llamaba El Emperador y se le comparaba con los más grandes delanteros de la historia. Ahora es un alma en pena, un tarugo, un jugador que no juega.

En el Inter atribuyen el desplome de Adriano a la fatiga psicofísica acumulada en las últimas dos temporadas. Lo cual resulta plausible, aunque pueda extrañar en un joven de 24 años: Dertycia también tenía 24 años cuando sufrió su año negro en Florencia. En Adriano, sin embargo, la impotencia goleadora reverdece ciertas sospechas que asomaron ya en los buenos tiempos. Algunos viejos catadores de fútbol, como el napolitano Giorgio Galeone, hoy técnico del Udinese, le negaron desde el principio la condición de fenómeno: fuerte, sí; espectacular, también; pero Adriano, decían los Galeone, carecía de esa inteligencia especial e indefinible que permite a los realmente grandes adivinar los movimientos de los demás jugadores sobre el campo.

Esa limitación constituía, hasta cierto punto, el atractivo de Adriano. Tenía que correr más que el contrario porque no utilizaba la astucia; tenía que disparar más fuerte que nadie porque le costaba colocar el balón; sus exhibiciones físicas eran tan portentosas que deslumbraban. Cuando las fuerzas empezaron a fallarle y se sucedieron las pequeñas lesiones, Adriano se convirtió en un futbolista vulgar, de los que se marcan solos porque embisten contra el bulto.

Acabó la temporada jugando mal, jugó poco y mal en el Mundial de Alemania y regresó mal tras las vacaciones. Roberto Mancini, el técnico interista, le ofreció la posibilidad de reincorporarse más tarde para que disfrutara de un descanso adicional. Pero Adriano no quiso: estaba ansioso por recuperarse a sí mismo y demostrar lo antes posible que el bache estaba superado.

Se entrenó con voluntad y sin provecho perceptible. En los partidillos con los compañeros le salía a veces lo que antes le salía siempre. En los partidos de verdad, en cambio, continuaba negado. Se convirtió en un habitual del banquillo y no cejó: siguió entrenándose fuerte. Hasta el lunes pasado. Dejó caer los brazos y anunció que se sentía incapaz de hacer nada.

El Inter le ha concedido unas vacaciones sin fecha de retorno. Adriano volará hoy o mañana hacia Río de Janeiro para estar en Brasil diez días, quizá más. Mancini ha renunciado a contar con Adriano para el derby con el Milan de esta semana porque en las actuales condiciones no hace ninguna falta. Algún día, se supone, volverá el Adriano de antes. O eso o el Adriano de hoy se irá para siempre.

Enric González es autor de Historias del Calcio

domingo, octubre 22, 2006

EL HOMBRE MÁS ODIADO DE INGLATERRA por John Carlin

"Por tres puntos, le pegaría un tiro a mi abuela". Brian Clough, legendario entrenador del Nottingham Forest.



Hubo más decepción en Inglaterra que en España tras la derrota del Barça contra el Chelsea esta semana. Diría incluso que la victoria del equipo londinense se celebró con más ganas en España.

¿Cómo puede llegar uno a afirmar semejante barbaridad? Es una sencilla cuestión de matemáticas. Presten atención.

En España, el 30% de la población es del Barça. En Inglaterra puede que (seamos generosos) un 2% sea del Chelsea. Eso, por un lado. Por otro, del 98% que no van con el Chelsea, la totalidad celebra todas sus derrotas. Si eres inglés y no estás con el Chelsea, estás contra él.

O sea que (y aquí acaba la clase de matemáticas), tomando en consideración que Inglaterra tiene 50 millones de habitantes y España 40 millones, podemos afirmar que 49 millones de ingleses lloraron la derrota del Barça el miércoles mientras que en España sólo lo hicieron 12 millones (bueno, habría que excluir a los bebés y a los raros a los que no les gusta el fútbol, pero creo que el punto está claro, ¿no?).

El odio (no, la palabra no es demasiado fuerte) que despierta el Chelsea entre los aficionados ingleses se debe a tres factores. Primero, al hecho de que desde hace un par de años no hay nadie que los toque en la Liga inglesa. Segundo, al dueño del club, el multitrillonario ruso Roman Abramovich, cuya frivolidad en gastarse obscenas cantidades en fichajes y sueldos ofende. Tercero, y ante todo, al entrenador, José Mourinho.

Que un señor tan antipático, tan contrario a los valores ingleses más fundamentales, tenga tanto éxito y gane tanto dinero resulta insufrible. ¿Cuáles son estos valores? Pues, básicamente, el fair play. Suena a tópico, pero muchas veces los tópicos reflejan la verdad. No es que el inglés siempre sea fiel a sus principios, sino que atribuye una enorme importancia al concepto de ser justo, equitativo y decente con el otro.

El segundo importante valor en Inglaterra es la modestia. Se detesta al fanfarrón.

Durante los dos años y pico que lleva en Inglaterra, Mourinho ha actuado de manera flagrante, casi despreciativa, contra estos valores. La imagen pública del portugués es la de un hombre engreído, enamorado de sí mismo, cuyas declaraciones responden únicamente a sus propios intereses, sin el más mínimo afán de tender la mano a los demás.

El caso más reciente ocurrió la semana pasada tras un choque entre un delantero del humilde Reading (pronunciado reding) y su portero, Cech, que acabó con este último en el hospital con una fractura en el cráneo. Las intempestivas declaraciones de Mourinho tras el partido fueron interpretadas por el público inglés como una acusación de intento de asesinato por parte del delantero del Reading. Lo cual, teniendo en cuenta que fue claramente un accidente, causó una indignación nacional enorme.

Lo que pone más sal en la herida del pueblo que inventó el fútbol es que Mourinho es innegablemente un entrenador brillante, capaz de motivar a jugadores que ganan fortunas gigantes a pelear como hicieron contra el Barça el miércoles: no sólo como si sus vidas dependieran del resultado, sino también las de sus madres, esposas e hijos.

Por todo esto, y más, cada vez que ha jugado el Barça contra el Chelsea de Mourinho recibo correos electrónicos y llamadas de amigos del Arsenal, del Liverpool, del Manchester (incluso de algunos a los que no les gusta en especial el fútbol) expresando el ferviente deseo no sólo de que el Bar-ça gane al Chelsea, sino de que lo humille. Así que para la vuelta, el 1 de noviembre en el Camp Nou, que Ronaldinho y compañía lo sepan: representan mucho más que un club, mucho más que a Cataluña o a España. Deben vencer no sólo por Sant Jordi, sino también por su tocayo Saint George, el santo patrón de Inglaterra.



PD: A León, muchas gracias

jueves, octubre 19, 2006

EL FÚTBOL por Eduardo Galeano


La historia del fútbol es un triste viaje del placer al deber. A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí.

En este mundo del fin de siglo, el fútbol profesional condena lo que es inútil, y es inútil lo que no es rentable. A nadie da de ganar esa locura que hace que el hombre sea niño por un rato, jugando como juega el niño con el globo y como juega el gato con el ovillo de lana: bailarín que danza con una pelota leve como el globo que se va al aire y el ovillo que rueda, jugando sin saber que juega, sin motivo y sin reloj y sin juez.

El juego se ha convertido en espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores, fútbol para mirar, y el espectáculo se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue. La tecnocracia del deporte profesional ha ido imponiendo un fútbol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la alegría, atrofia la fantasía y prohibe la osadía.

Por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado carasucia que sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad.

Eduardo Galeano, escritor uruguayo

lunes, octubre 16, 2006

Historias del Calcio. LA MALDICIÓN DEL 'GRUPO SALVAJE'

Enric González vuelve a escribir un sensacional artículo sobre aquel mítico Lazio de los años 70, un grupo "inolvidable".



Giorgio Long John Chinaglia fue el corazón de aquel equipo de "locos, salvajes y sentimentales, simpatizantes fascistas, pistoleros y paracaidistas, jugadores de azar y bailarines de club nocturno; era un equipo dividido en clanes, con dos vestuarios; quien entraba en la habitación errónea corría el riesgo de encontrarse con la amenaza de una botella rota bajo el cuello". La frase es de Guy Chiappaventi, periodista, tifoso laziale y autor de Pistolas y balones, un libro sobre aquel grupo salvaje que dio al Lazio, en 1974, un inolvidable título de Liga.

Chinaglia, un ariete de fuerza descomunal, era jefe de un clan. El jefe de la otra facción era el lateral izquierdo, Gigi Martini, hoy diputado posfascista. "En aquel equipo", recuerda Felice Pulici, el portero, "llevábamos pistola más o menos todos". En las concentraciones disparaban contra las farolas, las lámparas del hotel o los tifosi del Roma. El interior Luciano Re Cecconi murió durante un atraco fingido: un joyero vio el arma, no cayó en la broma y disparó. Long John Chinaglia usaba una Mágnum del calibre 44, capaz de atravesar paredes.

Aquel grupo indeseable, pero triunfal, estableció la ecuación que identifica al Lazio con el fascismo. Decenas de miles de seguidores laziales de todas las coloraciones políticas querrían romper la ecuación a martillazos, pero es inútil porque existe en ella una verdad matemática: la ultraderecha domina la grada. Di Canio, el delantero con la efigie de Mussolini tatuada sobre la piel, abandonó el equipo tras la pasada temporada. Ya nadie en el césped saluda brazo en alto. La sombra fascista, sin embargo, emerge de nuevo.

Esta semana han sido detenidos Fabrizio Piscitelli, alias Diabolik, Fabrizio Toffolo, Yuri Alviti y Paolo Arcivieri, fundadores y jefes de Los Irreductibles, definidos por el fiscal como "el grupo más fascista, racista, homófobo y antisemita" de entre todos los grupos fascistas que, del lado del Lazio y del lado del Roma, pueblan la grada del estadio Olímpico. Los cuatro son acusados de ejercer como mamporreros del mítico Long John Chinaglia, residente en Estados Unidos, sobre el que pesa una orden de arresto.

Según el fiscal, Chinaglia quería adueñarse de la sociedad e inventó una oferta de compra de un supuesto grupo inversor húngaro.

Mientras decía representar a los fantasmagóricos húngaros con papeles falsificados en Nápoles y agitaba la falsa oferta para especular en bolsa con las acciones del Lazio, Los Irreductibles amenazaban al actual presidente, Claudio Lotito, y al entrenador, Delio Rossi, con el fin de que uno vendiera a cualquier precio y el otro abandonara. Más concretamente, amenazaban a las esposas de ambos con llamadas telefónicas de contenido irreproducible. Los cuatro ultras, con un largo expediente judicial, ya se veían como directivos de la mano de Long John.

Chinaglia fue una vez presidente del Lazio, en 1983. Sólo consiguió el descenso a Segunda. Luego se dedicó a comprar y vender otras sociedades futbolísticas italianas y a organizar eventos deportivos desde Nueva York. Pero entre Chinaglia y el Lazio existe una atracción fatal, un vínculo indestructible y ruinoso para ambas partes. Chinaglia quiso volver. La grada se pasó meses vitoreando su oferta de compra y vituperando al presidente Lotito. Ahora Chinaglia es un fugitivo.

Buena parte de la grada, hija del mito del grupo salvaje de 1974, sigue estando, pese a todo, con Long John Chinaglia y con Los Irreductibles. Los cuatro ultras detenidos tienen entre 40 y 46 años de edad: eran niños cuando se ganó aquel scudetto de los balones y las pistolas. La maldita ecuación debió de quedárseles grabada en el alma.

Enric González es autor de Historias del Calcio

domingo, octubre 15, 2006

EL CLUB ANTES QUE LA PATRIA por John Carlin


Con la posible excepción de Argentina, no hay pueblo cuyo estado de ánimo dependa más de los resultados de su selección que el inglés. Pero eso no impide que estos partidos internacionales que interrumpen el principio de la temporada causen casi tanta irritación en Inglaterra como en España, donde la selección despierta pasiones más tibias.

Durante la larga travesía del desierto que, para el aficionado de verdad, supone siempre el verano, el comienzo de la Liga se vislumbra como un lejano oásis tropical. Pero llega septiembre, comienza octubre y la Liga no acaba de arrancar. Empiezas a beber y te quitan el vaso de la mano. O, como dirían los ingleses, que les gusta salpicar la conversación con frases en latín, sufres el síndrome del coitus interruptus. Tu equipo da señales de que podría hacer una gran temporada, le quita un punto al Chelsea, el nuevo delantero pinta bien y entonces... dos semanas de limbo en las que a uno no le queda otra que exprimirle algunas gotas de interés al Inglaterra-Macedonia, buscar algún consuelo en el partido contra Andorra.

No. A la hora de la verdad, el fan inglés es como el español. Club before country. El club antes que la patria.

La prueba más contundente la dieron los aficionados del Tottenham en plena guerra de las Malvinas. Recuerdo haber ido a un partido de los Spurs en su estadio, White Hart Lane, en mayo de 1982. La fuerza aérea argentina ya estaba hundiendo barcos de guerra británicos en el Atlántico Sur, pero cada vez que uno de los dos argentinos del Tottenham, Osvaldo Ardiles o Ricardo Villa, tocaba el balón la afición les ovacionaba.

Ardiles y Villa eran pioneros. Hoy lo raro es ver a un jugador inglés vistiendo la camiseta de un Tottenham, un Liverpool o incluso un Charlton Athletic. Y en el Arsenal, ya nunca.

Desde que un desconocido francés llamado Arsène Wenger llegó al Arsenal hace exactamente diez años y una semana, lo que se ha visto en el gran club del norte de Londres es una erosión inexorable del componente inglés. A tal grado que cuando el Arsenal se enfrentó al Real Madrid en la Champions la temporada pasada, en el Bernabéu, había más ingleses en el equipo español (2) que en el londinense (0).

¿Pero existe hoy un fan del Arsenal que se ofenda ante esta situación; que quisiera poner, por ejemplo, al seleccionador inglés, Steve McClaren, en lugar de Wenger? Ni uno.

Inexplicablemente, un altísimo porcentaje de mis amigos son del Arsenal. Sé que no ha habido gente de fútbol más feliz que ellos en el mundo a lo largo de la última década. Wenger ha colmado al Arsenal de títulos, logrando que sus franceses, holandeses, españoles, suecos, cameruneses, brasileños, checos, suizos y alemanes combinen la feroz competividad del fúbol inglés con el arte del mejor fútbol latino. Wenger declaró en una entrevista con L'Équipe esta semana que "todos los grandes equipos han jugado con la preocupación de gustar" y que el leit-motiv de su club es "ganar con estilo".

Con razón el Real Madrid, como Wenger mismo confirmó en la misma entrevista, ha intentado contratarlo repetidas veces. Es el mejor entrenador del mundo. El día que se vaya, el norte de Londres estará de luto. Porque para el fan del Arsenal no hay ser en la tierra que inspire más devoción que el francés.

viernes, octubre 13, 2006

ESPÍRITU ROJO por Arrigo Sacchi

España tiene, desde siempre, una gran tradición en fútbol, grandes jugadores y un gran amor por este deporte. Los clubes han escrito una página importante en la historia futbolística europea y mundial, ganando todas las competiciones. El año pasado el Barça ganó la Champions de un modo espectacular y el Sevilla la Copa de la UEFA. Sólo la selección no tiene éxitos, casi siempre fracasa, ¿por qué? Hay que hacer un análisis profundo para comprender las causas de este fenómeno negativo. Nos conviene siempre pensar que el culpable es el entrenador o la mala suerte. La roja ha cambiado en su historia a muchos entrenadores, pero al final nadie ha tenido éxito. Esta vez tiene al entrenador más famoso, experto y, quizás, más ganador de España: Luis Aragonés. España participó en el Mundial de Alemania con un equipo joven, con experiencia y con muchos jugadores interesantes y de óptimo nivel. Comenzó jugando bien, con alegría, entusiasmo y capacidad colectiva; jugó un fútbol total muy bonito. En la primera fase fue, quizás, el equipo más divertido y mostró talento, buen juego y a un entrenador experto y capaz. La mayoría de los críticos pensaron que al fin España podría ser gran protagonista del Mundial. Pero en los octavos se enfrentó a un equipo experto y rico en talentos, como Francia, y los rojos, todos a la vez, desaparecieron. Parece imposible, los jugadores cuando juegan con la selección nunca ganan a pesar de la presencia de grandes futbolistas como Raúl, Puyol, Xabi Alonso y Xavi, y de jóvenes interesantes como Sergio Ramos, Torres, Iniesta y Cesc. Creo que el nivel del equipo está entre los mejores del mundo. Jugadores que en sus clubes hacen maravillas como Cesc, un fenómeno en el Arsenal, cuando vuelven a jugar con la selección parecen un jugador normal, como Xavi o Xabi Alonso, entre otros. Un día, hablando de este tema con algunos jugadores españoles del Real Madrid, ellos contestaban que faltaba una motivación fuerte como tienen los italianos, alemanes o argentinos; pero en otros deportes de equipo la selección española gana y no falta la motivación. Otra veces algunos me hablaban de los problemas político-territoriales que no permiten construir un equipo unánime en espíritu, pero hemos visto que la selección de baloncesto ha ganado y los problemas ético-políticos han desaparecido. Otra hipótesis podría ser que esos jugadores ganan y cobran mucho con el club y por lo tanto cuando juegan con la selección no tienen hambre de ganar. Pero hay jugadores italianos que ganan mucho con los clubes y con la selección luchan y son casi siempre competitivos al máximo nivel. Yo creo que en un análisis total hay que pensar que, quizás, la selección sí tiene pequeños problemas de motivación y político-territoriales y que algunas veces también hay momentos negativos con jugadores de nivel bajo. Lo mismo ocurre cuando tiene talentos, y también es verdad que la cosa no sale bien ya sean los entrenadores unas veces buenos y otras no.

Otros críticos piensan que, a nivel técnico-táctico, el equipo español intenta jugar un fútbol a todo campo, atacando con muchos jugadores, intentando ganar el partido con un dominio total, jugando con generosidad, pero sin tener la fuerza física ni mental, la personalidad y las capacidades cognitivas necesarias para tener ese objetivo. Otros críticos piensan que el equipo juega un fútbol sin tener el equilibrio táctico y la personalidad que en los clubes españoles dan los jugadores extranjeros, que falta en general madurez y equilibrio psicológico y táctico. Otros piensan que existe una falta de fuerza física en competiciones cortas como el Mundial y la Eurocopa, donde se juega cada tres o cuatro días y es muy importante recuperarse rápidamente. Parece, por lo tanto, que existen problemas distintos y varios. Seguro que no se arreglarán echando al entrenador, del que se puede esperar que resuelva problemas que han existido desde siempre. Ahora España tiene un grupo de jugadores importantes, jóvenes, muy interesantes, que pueden progresar aún más en el futuro. Pero sin mejorar el espíritu del equipo, la motivación, las calidades cognitivas, la personalidad, el equilibrio táctico y la modestia, será difícil tener un futuro mejor. Buen trabajo, y esperamos que todos puedan enseñar algo más para dar la satisfacción a la afición de toda España como merecería la tradición futbolística de este gran país. Ayer España se enfrentó en un partido amistoso contra Argentina, el encuentro era importante no sólo porque jugaba contra un grande del fútbol, sino porque se decía que una derrota podría ser fatal para Aragonés. Suerte, la roja ganó con mérito, Xavi e Iniesta fueron espectaculares y Aragonés espero que pueda continuar trabajando como merece.

Arrigo Sacchi, ex técnico de la selección nacional de Italia

domingo, octubre 08, 2006

EL DEPORTE Y LA POLÍTICA por Santiago de Pablos

A propósito de un partido que levantará más de una ampolla.

El partido Cataluña-Euskadi ha sido calificado de "hito histórico" para la selección vasca, que, tras muchos años, vuelve a jugar fuera de su tierra. El encuentro -con su lema Juntos por la paz- se enmarca en el contexto de la tregua de ETA y se ha rodeado de cierta polémica, fruto de la reivindicación de selecciones oficiales en ambas comunidades. La relación entre la política y la selección vasca ha sido una constante en su historia, aunque no siempre ésta se ha identificado con el nacionalismo. Por ejemplo, sus primeros partidos tuvieron lugar, precisamente contra Cataluña, en 1915. Pero carecían de intencionalidad política, como lo demuestra el que en alguno se denominara Selección Norte.

Con el tiempo, la expansión del nacionalismo vasco hizo que su relación con el fútbol fuera más estrecha. Tras los partidos interregionales de 1915-16 y la gira de un combinado por Suramérica en 1922, la selección -Vasconia, término que engloba a Navarra- volvió a enfrentarse a Cataluña en 1930 y 1931. La idea partió del nacionalista Manu de la Sota y no puede separarse del intenso momento político previo a la II República. De hecho, la prensa del PNV reconocía: "Hay quien dice que no puede mezclarse el deporte con la política. ¿Pero no vamos a hacer cuestión nacionalista, nacionalizadora, eminentemente patriótica, si el deporte nos sirve de rápido vehículo de nuestras aspiraciones?".

En la Guerra Civil, el primer Gobierno vasco, a iniciativa de Sota, creó el equipo Euzkadi para efectuar propaganda en el extranjero y recaudar fondos. El Euzkadi, integrado sobre todo por jugadores del Athletic, realizó una exitosa gira por Europa y América hasta que la FIFA, tras reconocer a la federación franquista, lo declaró en rebeldía. Pero encontró asilo político en México y participó, antes de disolverse, en la Liga mexicana de 1938-39. Con independencia de sus éxitos, su historia ha sido objeto de cierta mitificación, puesto que no era una selección, sino un combinado. Además, tuvo muchas dificultades en América por discrepancias internas y roces políticos con la colonia vasca. Incluso sus resultados han sido objeto de leyenda: se repite que fue campeón mexicano en 1939 -así lo dice la web de la federación vasca- cuando quedó subcampeón, por detrás del Asturias.

Durante el franquismo sólo se disputó en 1971 un partido entre el País Vasco y Cataluña. Fue un homenaje al árbitro Juan Gardeazábal sin connotación política. Por fin, en 1979, la selección vasca -recuperó la equipación del Euzkadi con los colores de la ikurriña- se enfrentó a Irlanda en San Mamés. Algunos anunciaron que "el País Vasco podría contar, después del Mundial de 1982, con su propia selección, con el visto bueno de la federación española y de la FIFA", aunque "el paso definitivo" se daría cuando se aprobase el Estatuto. Pero, aunque se aprobó pocos meses después y entre 1979 y 2005 Euskadi ha disputado 18 partidos, este deseo, objeto de frecuentes polémicas, parece lejos de hacerse realidad.

Santiago de Pablo es catedrático de Historia Contemporánea

viernes, octubre 06, 2006

¿EL OPIO DE LOS PUEBLOS? por Eduardo Galeano

¿En qué se parece el fútbol a Dios?. En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales.

En 1880, en Londres, Rudyard Kipling se burló del fútbol y de "las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan". Un siglo después, en Buenos Aires, Jorge Luis Borges fue más que sutil: dictó una conferencias sobre le tema de la inmortalidad el mismo día, y a la misma hora, en la selección argentina estaba disputando su primer partido en el Mundial del '78.

El desprecio de muchos intelectuales conservadores se funda en la en la certeza de que la idolatría de la pelota es la superstición que el pueblo merece. Poseída por el fútbol, la plebe piensa con los pies, que es lo suyo, y en ese goce subalterno se realiza. El instinto animal se impone a la razón humana, la ignorancia aplasta a la Cultura, y así la chusma tiene lo que quiere.

En cambio, muchos intelectuales de izquierda descalifican al fútbol porque castra a las masas y desvía su energía revolucionaria. Pan y circo, circo sin pan: hipnotizados por la pelota, que ejerce una perversa fascinación, los obreros atrofian su conciencia y se dejan llevar como un rebaño por sus enemigos de clase.

Cuando el fútbol dejó de ser cosas de ingleses y de ricos, en el Río de la Plata nacieron los primeros clubes populares, organizados en los talleres de los ferrocarriles y en los astilleros de los puertos. En aquel entonces, algunos dirigentes anarquistas y socialistas denunciaron esta maquinación de la burguesía destinada a evitar la huelgas y enmascarar las contradicciones sociales. La difusión del fútbol en el mundo era el resultado de una maniobra imperialista para mantener en la edad infantil a los pueblos oprimidos.

Sin embargo, el club Argentinos Juniors nació llamándose Mártires de Chicago, en homenaje a los obreros anarquistas ahorcados un primero de mayo, y fue un primero de mayo el día elegido para dar nacimiento al club Chacarita, bautizado en una biblioteca anarquista de Buenos Aires. En aquellos primeros años del siglo, no faltaron intelectuales de izquierda que celebraron al fútbol en lugar de repudiarlo como anestesia de la conciencia. Entre ellos, el marxista italiano Antonio Gramsci, que elogió "este reino de la lealtad humana ejercida al aire libre".

Eduardo Gaelano es escritor uruguayo

lunes, octubre 02, 2006

Historias del Calcio. ¿QUIÉN MATÓ A KENNEDY?


Las teorías conspiratorias son edificantes porque, de alguna forma, enaltecen al ser humano. Contra la evidencia de que el hombre tiende sin remedio a la chapuza, la indiscreción y la soberbia, quienes creen en las verdades alternativas atribuyen a sus congéneres una capacidad suprema para planear, ejecutar y silenciar de manera perfecta formidables maniobras secretas que alteran el destino del mundo.

Abundan quienes creen que la llegada a la Luna fue un montaje, que el 11-S fue organizado desde Jerusalén y el Pentágono, que los socialistas españoles mantienen una relación perversa con unos polvos bóricos y que Elvis Presley sigue vivo. En Italia, el país de la dietrología (la ciencia de lo que está detrás, oculto), esa tendencia a la fabulación posee una gracia especial por la distancia entre lo real (el país funciona de milagro) y lo fantástico (todo lo que ocurre forma parte de un plan maestro).

La última gran teoría dietrológica italiana explica bajo una nueva luz lo que ha ocurrido en el calcio. Pensábamos que el director general del Juventus, Luciano Moggi, había creado una trama de relaciones con los poderes federativos y arbitrales que le permitía manipular los resultados. Parecía que las conversaciones telefónicas intervenidas a Moggi y a otros dirigentes de su cuerda resultaban esclarecedoras: pedían un árbitro así o asá, que amonestara a tal jugador o a tal otro, que pitara un penalti a favor de éste o aquél..., y el domingo siguiente salía todo clavado. El asunto se perfilaba bastante claro, dentro de la turbiedad.

Miles de juventinos, entre ellos el actual técnico del equipo, Didier Deschamps, están convencidos de que las cosas no fueron así. En realidad, ocurrió lo contrario. Se ha descubierto (y esa es la parte cierta: todas las teorías conspiratorias necesitan un punto al que agarrarse) que el jefe de seguridad de Telecom Italia formaba parte de una banda que espiaba ilegalmente a miles de ciudadanos más o menos poderosos. A partir de ahí, las piezas encajan.

¿Quién era el presidente de Telecom? Marco Pronchetti Provera, vicepresidente del Inter. ¿Quién asumió las riendas del calcio tras descubrirse los manejos de Moggi? Guido Rossi, el nuevo presidente de Telecom y forofo interista. ¿Quién es el vicepresidente ejecutivo de Telecom? Carlo Buora, otro vicepresidente del Inter. ¿Qué hizo el propietario del Inter, Massimo Moratti, cuando antes de que estallara el escándalo recibió la confidencia de que el árbitro De Santis no era imparcial? Contrató a un detective para que averiguara si la acusación era cierta y el detective resultó ser socio del jefe de seguridad de Telecom. ¿Más pruebas? El patrocinador del calcio es Tim, sociedad filial de Telecom.

Según la verdad juventina, el Inter y Telecom manejaron durante años los hilos de la corrupción y echaron las culpas al pobre Moggi, pillado en un par de desahogos telefónicos. Moratti, el patrón interista, un tipo que en quince años de gestión no dio pie con bola, nos tuvo bien engañados. Mientras se hacía el tonto, organizó un plan maquiavélico cuyos objetivos aparecen hoy claros: uno, jorobar a Moggi; dos, que el Juventus ganara siempre y el Inter nunca (a este segundo objetivo aún no se le ha encontrado explicación dietrológica).

Moratti prestará hoy declaración voluntaria ante el fiscal especial del calcio. Habrá que preguntarle dónde estaba el día en que mataron a Kennedy: éstos del Inter son capaces de cualquier cosa.

Enric González es autor de Historias del Calcio