domingo, junio 28, 2009

MEDIÁTICOS por Carlos Boyero

Me da que a Boyero, extraño madridista y francotirador, no le habrá hecho demasiada gracia.


Creo escuchar de los débiles labios de ese futbolista admirable y con inequívoca pinta de ser una persona afortunadamente normal llamado Iniesta algo tan rotundo cuando llega el final de la película de Hitchcock protagonizada por el hercúleo Chelsea y el tan lírico como efectivo Barcelona: "Ha sido la hostia". Y esa expresión tan poco académica, tan vulgar, te suena a espontánea, realista, natural. Y piensas que están evolucionando esos impagables investigadores de la semántica que juegan al fútbol o lo comentan, que a la profunda filosofía que evidencia la tribu a lo largo del tiempo y expuesta con una fraseología tan compleja y nada repetitiva que incluye sentencias tan incontestables como: "El fútbol es así, una veces se gana y otras se pierde", "estamos en la línea positiva", "hay que seguir trabajando", "hemos jugado con intensidad", "estamos pasando un momento dulce", "fútbol es fútbol", "hay que sudar la camiseta", se ha añadido algo tan conceptual como "es un futbolista mediático", nada que ver con algo tan transparente, hormonal y castizo como "es un futbolista cojonudo".

Aplican calificación tan esotérica a un individuo de expresión grimosa, abrumadoramente consciente de que las cámaras van a publicitar sus gestos hasta el extenuamiento, un niñato con tanta habilidad en los pies como sequía de neuronas en su cerebro. Se llama Cristiano Ronaldo, e imagino que acceder a ese negocio denominado Real Madrid está en función de comprar al mediático, de crear ilusión en el socio. Tarea inútil. Sólo ha existido un modelo estético y ético (incluyo el cabezazo al ogro Materazzi) llamado Zidane para justificar la ilusión de ir al Bernabéu.

Me cuenta un periodista deportivo, el fulano más ingenioso y divertido que he visto delante de una cámara y de un micrófono (no puedo por la confidencialidad dar su apellido, pero juro que se relaciona con el Tíbet), que el niñato Cristiano Ronaldo, percatándose de que al cabecear un balón se le había jodido la imagen, fue al banquillo, pidió que le echaran fijador y le arreglaran el peinado. Me lo creo. Yo quiero que Cruyff entrene al Madrid, que Messi sea su símbolo. O sea: "Seamos realistas, pidamos lo imposible".

lunes, junio 01, 2009

TORINO, EL FRACASO Y MINIBERLUSCONI por Enric González

Hoy entiendo como nadie eso del fracaso y los 'miniberlusconis'. También entiendo la desgracia grana, pero la entiendo en verdiblanco. Habituados históricamente al sufrimiento y a muchas 'cenizas de fútbol', nunca debimos habituarnos a que uno de esos tipos sescruestara, hace diecisiete años, algo más que un club. Volveremos a Primera, no sé cuando, aunque espero que con la dignidad recuperada.

Aún dolorido, Forza Toro! y ¡Viva el Betis!, manquepierda y libre.

Fin de temporada




Un triplete no se consigue por casualidad. Para ganar los tres mayores trofeos en juego, como ha hecho el Barça, es necesario generar un ciclo virtuoso: el estilo, la cantera, la motivación, el talento de Guardiola... Ya habrán leído mucho sobre eso. Quizá sea mejor dedicar las siguientes líneas a lo contrario. Es decir, a cómo fracasar de forma rotunda y sistemática. Como siempre que se habla de estas cosas, el ejemplo del Torino nos será de gran ayuda.

Algún lector sabrá ya que el Torino es la institución futbolística más desgraciada del mundo. Recordemos que en los años cuarenta tuvo el mejor equipo, el Gran Torino encabezado por Mazzola, y que la catástrofe aérea de Superga, en 1949, aniquiló a toda la plantilla. Tampoco estará de más evocar a Gigi Meroni, La Mariposa Grana, el excéntrico y maravilloso futbolista, de juego similar al de George Best, que parecía destinado a liderar la resurrección del rival turinés del Juventus. Meroni murió en 1967, a los 24 años, atropellado por un jovencísimo aficionado que le adoraba.

Empecemos por ahí. El aficionado que mató a Meroni se llamaba Attilio Romero, tenía 19 años y sufrió una larga depresión tras el accidente. Consiguió trabajo como relaciones públicas en la Fiat y, poco a poco, aprendió a convivir con aquella tragedia. Sus amigos sabían, sin embargo, cuánto le costaba ser el hombre que mató a Gigi Meroni. Quizá Francesco Cimminelli, un empresario local, compró el Torino sólo para consolar a Romero. El caso es que lo compró, en 1999 y le ofreció la presidencia al pobre Attilio.

Pareció una buena idea porque al año siguiente el Torino, que vivía una situación angustiosa en la Serie B, ascendió a la máxima categoría. Attilio Romero se empeñó en devolver al Torino a sus tiempos de gloria e hizo lo que habría hecho cualquier aficionado en su puesto: gastó lo que no tenía, vivió un nuevo descenso, gastó nuevas fortunas y consiguió bajar otra vez en 2005, en esta ocasión con la quiebra incorporada.

El Torino, al borde de la liquidación, tuvo que replantearse el futuro. Hacía falta un propietario. ¿Podía haber alguien menos adecuado que un tipo apodado Miniberlusconi? No, ¿verdad? Pues fue Urbano Cairo, Miniberlusconi, quien se quedó con la sociedad y la refundó. El apodo le venía de haber sido asistente personal de Berlusconi, de haberle ayudado a emitir facturas falsas, de trabajar en el sector de la publicidad y la comunicación y de admirar profundamente a Il Cavaliere.

Urbano Cairo logró el enésimo ascenso al primer intento y, mal que bien, mantuvo al equipo en la Serie A. Lo hizo recurriendo al manual del Barça, pero leyéndolo al revés: ¿cantera?, ninguna; ¿estilo?, ninguno; ¿fichajes?, muchos y disparatados; ¿técnico?, cualquiera que soporte al presidente. O sea, que el Torino tonteó con el descenso en cada temporada.

Hasta ahora. Este año se han cumplido 50 años de la tragedia de Superga y el Torino ha conmemorado el doloroso evento de la manera más apropiada: con un dolor añadido. En la penúltima jornada, cuando ya estaba claro que todo se decidiría en la última, la de ayer, el equipo enloqueció. Tras el partido contra el Genova, los jugadores montaron una fenomenal trifulca, por la que fueron sancionados siete titulares. Como tenía otros cuatro lesionados, acudió al encuentro decisivo, ante el Roma, con una formación inédita y con varios juveniles.

Perdió, claro. El Torino volvió a bajar. En materia de fracasos, esta gente es imbatible.