miércoles, abril 30, 2008

NIKE GANA LA PARTIDA


Como decía Solari en su artículo de hace unas semanas "El éxito del Arsenal, en definitiva, es que todos esperemos sus partidos y el de Wenger es que todos querríamos jugar en su equipo". Después de ver el anuncio que Guy Ritchie ha hecho para Nike creo que va a ser lo más cercano a poder vivir algo parecido. A mí me ha impactado:

domingo, abril 27, 2008

Historias del Calcio. TONI, EL QUE SE PARECE A MARCO

Espectacular. No se puede decir otra cosa de la temporada que está haciendo Luca Toni en su primer año en Múnich. A día de hoy, a sus casi 31 años, nadie duda que es un delantero casi sobresaliente, al menos yo del notable no me atrevería a bajarlo, pero hace poco más de dos años era un auténtico desconocido. Enric González publicó este artículo en septiembre de 2005, Toni acababa de llegar a Florencia después de varias campañas magníficas en equipos de segunda fila o llamados a pequeñas glorias. Aquel texto "osaba" comparar a un desconocido, próximo a la treintena, con el grandísimo Marco Van Basten. Recuerdo las mofas en los comentarios.

No sé si alguien más ve semejanzas entre Van Basten y Toni, pero hoy poca gente se burlaría alegremente de la comparación.



No le ayudaban ni el nombre ni la fortuna. Lo del nombre parece una tontería, pero pesa: Toni evoca un partido de barrio, un campo sin hierba y un banquillo. Y Luca Toni carecía de alternativas: o Luca, o Toni. Acerca de la fortuna, vale el testimonio de Marta, la novia de siempre: "Cuando le conocí era un gafe". Marta le conoció cinco años atrás, en el momento más bajo de la carrera del futbolista, si aquella sucesión de tumbos podía llamarse carrera.

Toni comenzó en 1994 en el Módena y en las temporadas siguientes se mantuvo en Tercera División, descendiendo peldaño a peldaño la escalera hacia la nada. Tras el Módena se fue al Empoli, al Fiorenzuola y al Lodigiani. Tenía 23 años y estaba en el Lodigiani, sin expectativas de mejora. A la edad en que los grandes futbolistas se han consagrado o están a punto, Toni decidió abandonar. Fue Marta quien le convenció de que siguiera en el fútbol un poco más de tiempo. Tampoco tenía nada mejor que hacer.

Siguió un poco de esperanza: pasó al Treviso, en Segunda, y marcó 15 goles. El gafe que fallaba goles hechos y resbalaba al lanzar los penaltis estaba convirtiéndose en un delantero centro apreciable, de esos que dan alegría a los equipos modestos y luego se pierden en el olvido.

El Vicenza le contrató y alcanzó la Serie A, lo máximo a lo que podía aspirar. En 2001 saltó al Brescia, donde jugó dos años y compartió alineación con el gran Roberto Baggio. Eso era más que lo máximo, era la batallita que sus nietos tendrían que escuchar mil veces.

En 2003 regresó a Segunda, al Palermo. Tenía 26 años y su trayectoria iniciaba la curva descendente. Algo ocurrió en ese momento, porque el gafe se esfumó y Toni empezó a hacer cosas prodigiosas: como marcar 30 goles y meter al Palermo en la Serie A. En la temporada siguiente, más de lo mismo: 20 goles y el Palermo a la UEFA.

Cesare Prandelli es un buen entrenador que conoce la mala suerte. En 2004 tuvo que dejar el puesto de entrenador de la Roma en plena pretemporada para atender a su esposa, gravemente enferma. Tras un año en blanco, fue contratado unos meses atrás por los Della Valle, los nuevos propietarios del Fiorentina, y sólo puso una condición: que ficharan a Toni. Los riquísimos Della Valle pagaron 18 millones de euros al Palermo y se llevaron a Toni a Florencia.

Luca Toni es, a los 28 años, un delantero sensacional. Hace unas semanas anotó una tripleta con la selección italiana. Marcó en el primer partido de Liga. Volvió a marcar en el segundo. Ayer el Fiorentina se enfrentaba a un enemigo difícil, el Udinese de Vincenzo Iaquinta. El duelo de arietes tuvo un vencedor claro: Toni marcó otros dos goles y fabricó un tercero. Al final, 4-1. Iaquinta anotó un penalti y un gol que se anuló sin motivos: es bueno, como Gilardino (que ha llegado al Milan en el peor momento porque el equipo de Berlusconi sigue lastrado por la catástrofe de Estambul).

Toni, sin embargo, es algo más. En sus remates hay una elasticidad imposible, una precisión fatídica. Resulta imposible no evocar a un tipo alto como él (1,88) que también marcaba goles y que, como Toni, disfrutó de pocos años gloriosos. Toni llegó tarde. El tipo al que recuerda cada vez que se descoyunta en el área se fue demasiado pronto, a los 28, lleno de cicatrices. Una lástima, porque no habrá otro Marco Van Basten. La consolación es que de la nada haya surgido Toni, el mejor sucedáneo conseguido hasta la fecha.

Enric González es autor de Historias del Calcio

martes, abril 15, 2008

LA MEDIDA DEL ÉXITO por Santiago Solari

Desde hace unas semanas Santiago Solari es articulista. No es por nada, pero se veía venir.



El Arsenal y el Liverpool nos deleitaron con el mejor partido del año. Ambos equipos merecen aplausos, pero sería injusto colocarlos en un mismo escalón de virtudes. Es difícil pensar que el Liverpool habría ofrecido este espectáculo de no existir el Arsenal y no así a la inversa. El Arsenal lleva el espectáculo consigo.

Arsène Wenger, guía del club desde 1996, es el entrenador más laureado de su historia. Antes se había dedicado a otras cosas, entre ellas a la consecución de una licenciatura en ingeniería, así como un master en economía.

El martes pasado, la cámara enfocó su gesto de incredulidad cuando Torres marcó el segundo gol del Liverpool después de una jugada con confeccion de Big Mac, echando por tierra toda la elaboración de gourmet de su equipo. Ese gol y ese gesto sintetizan la batalla. La batalla de quien aspira a mucho más que la victoria, de quien asume un contrato de fe con la creatividad, con la imaginación, de quien apuesta sin especular y pierde de la forma más dolorosa: con la estocada traidora de aquellos argumentos que se niega a utilizar. Pero es sólo una batalla lo que pierde.
Triunfo del Liverpool y fracaso del Arsenal. Este maniqueísmo futbolístico que concede el éxito al que hizo un gol más en el último partido, esta vara dual, simplista, sigue siendo una de las causas principales de inestabilidad en muchísimos clubes. Esta inestabilidad es causa y consecuencia a la vez del peor de los pecados: la falta de identidad.

El Arsenal sabe quién es, sabe lo que quiere y actúa en consecuencia. Tiene un modelo de gestión que abarca todos los aspectos, desde el deportivo al económico, siempre respetando un camino o, más bien, construyendo un camino. Wenger y el Arsenal han asumido una responsabilidad estética que a la larga no es más que un pacto de respeto a la esencia misma del juego, adquiriendo un compromiso casi anacrónico con la belleza, como el de los artesanos que hicieron los mosaicos de la basílica de San Marcos, en Venecia, sacrificando el hoy en pos de la perdurabilidad.

El éxito del Arsenal radica entonces en ser un club con identidad. Su mérito no es sólo adherir a determinada idea, sino mantenerse fiel a ella sabiendo que es un camino mucho más largo, que acarrea una inestimable cantidad de esfuerzo y tiempo, ya sea en conseguir los jugadores mas idóneos para comulgar con esa idea que para transmitir todos los argumentos que le permitan plasmarla de forma competitiva. El éxito del Arsenal es el de llevar tantos años jugando bien al fútbol en esta vorágine de resultados inmediatos, de victorias instantáneas. El éxito del Arsenal, en definitiva, es que todos esperemos sus partidos y el de Wenger es que todos querríamos jugar en su equipo.