lunes, octubre 08, 2007

FÚTBOL Y ESCRITORES (2/3): UN DELANTERO GORDO por Luis Fernando Charry

En la historia de los escritores y el fútbol, no todos se han inclinado por esa posición bajo los tres palos. La idea de Soriano era jugar adelante y romper las redes. Un día, sin embargo, la rodilla falló y las lecturas de Raymond Chandler y Cortázar se mezclaron con la máquina de escribir: el resultado, tres colecciones de relatos y siete novelas.

En los tres libros de artículos periodísticos de Soriano –libros donde la literatura y la historia argentina y el recuerdo de su padre se funden– hay un apartado dedicado al fútbol. A la hora de tocar del asunto, Soriano tenía tantos atributos como Maradona en esa tarde de inspiración frente a los ingleses: el fútbol y la literatura, a veces, se compenetran y pueden albergarse dentro del mismo corazón. Así, hay relatos de partidos iniciáticos donde Soriano corre detrás del balón, descripciones terroríficas del penal más largo del mundo –con el estadio vacío–, perfiles de jugadores imborrables, con pinta de asesinos y con ganas de pelear un poco. Además, algunas historias de árbitros –esa suerte de editores dentro de la cancha– vendidos e insultados. Resumiendo: una mirada certera del fútbol que tanto desveló a Soriano, hasta el punto de que su último libro –Memorias del Míster Peregrino Fernández y otros relatos de fútbol–, publicado póstumamente, pretendía regresar a sus orígenes.

El título del libro alude a una de las leyendas del fútbol argentino que se haría famoso en Europa como creador del fútbol espectáculo. En esta disciplina, Peregrino Fernández fue partidario de poner en el terreno de juego (sobre todo si el equipo contrario iba ganando con evidente superioridad) doce jugadores. Incluso en aquella época que estuvo dirigiendo el Standard de Melbourne, el Míster no tuvo ningún inconveniente a la hora de enviar trece jugadores al campo: “nadie se avivó y ganamos seis a dos”, le contaba a Soriano mientras éste lo entrevistaba en un geriátrico cerca de Neuilly, en Francia, donde Peregrino Fernández pasaría sus últimos años.

En esta novela inconclusa, en el capítulo 16 (que a la postre sería el capítulo final), se lee lo que sigue: “Hay tres clases de futbolistas. Los que ven los espacios libres, los mismos que cualquier payaso ve desde la tribuna y los ves y te ponés contento y te sentís satisfecho cuando la pelota cae donde debe. Después están los que de pronto te hacen ver un espacio libre sin más, un espacio que vos mismo y quizás los otros podrían haber visto de haber observado atentamente. Ésos te toman de sorpresa. Y luego hay aquellos que crean un nuevo espacio donde no debería haber habido ningún espacio. Esos son los profetas. Los poetas del juego”.

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