Los futbolistas de élite, como los políticos, suelen mantener una relación ansiosa con el público y la historia. No lo saben al principio, cuando debutan como profesionales y aún no tienen lo que, a poco que vayan bien las cosas, les dará el tiempo: un montón de millones en el banco, un deportivo en el garaje y una modelo en casa. El futbolista joven supera poco a poco los miedos, juega y sueña momentos de gloria. El ansia llega más tarde, con la veteranía. Cuanto más celebrado es, mayor el ansia. Los aplausos se dan por descontados y nunca son suficientes. Hacen falta más focos, más vítores, más premios. El futbolista treintañero empieza a vislumbrar la retirada, una especie de muerte civil que le apartará de escena y le arrebatará parte de su identidad. En ese momento empiezan las tensiones con la historia, traducibles en una pregunta: "¿Qué se recordará de mí cuando haya muerto?".
Algunos, pocos, saben que la retirada no traerá el olvido. Francesco Totti será el rey de Roma mientras viva. Paolo Maldini será un modelo para futuras generaciones. Un caso extremo es el de Alessandro del Piero, que ya es el monumento de sí mismo. Hace cuatro años, cuando renovó con el Juventus hasta 2008, hizo una promesa en una página de publicidad de La Gazzetta dello Sport: "Un caballero no abandona nunca a una señora". Su compromiso con la Vecchia Signora de Turín estuvo a punto de romperse con el descenso administrativo a la Serie B y la inevitable tentación de cambiar de equipo, pero, para su suerte, no hubo ninguna oferta golosa. Del Piero siguió en la Juve y en la temporada del castigo ha alcanzado dos hitos excepcionales: 500 partidos y 200 goles con la Signora.
Se trata de un caso curioso. Cuando debutó, le quitó el puesto a Roberto Baggio, un futbolista de superior talento. La madurez le aportó una misteriosa musculatura -hay que decir misteriosa porque la justicia italiana no ha podido probar las sospechas de dopaje- y le privó de la magia juvenil. Hoy es un futbolista regular que cumple a la perfección con su trabajo. El sábado marcó un gol, fabricó otros dos y aupó al Juventus a la cabeza de la clasificación, con la Serie A al alcance de la mano.
Más allá, Del Piero seguirá explotando las cualidades que le han ayudado a sobresalir por encima de compañeros más hábiles: la inteligencia, la simpatía, las dotes de actor.
Alessandro del Piero se sabe destinado a dirigir la Juve, quizá a presidirla. A diferencia de Baggio, ocupado en su finca agrícola y en sus partidas de caza, tan desaparecido que la prensa especula sobre si ha engordado o no, Del Piero seguirá en escena.
Existe una categoría aún más especial, la de quienes no se preocupan ni por el público ni por la historia. Son tipos que aman el balón, no la gloria, y no llegan a superar el miedo del primer día. Les cuesta funcionar bajo presión y difícilmente alcanzan a jugar en equipos de renombre. Cristiano Doni es uno de ellos. Maduró tarde, creció en el Atalanta de Bérgamo, pasó una temporada deprimente en el Sampdoria, se comportó discretamente en el Mallorca y el pasado verano, con 33 años, regresó al Atalanta. Nadie esperaba de él más que lo justo: un poco de experiencia y un poco de orden en el centro del campo.
Doni ha sido elegido por La Gazzeta dello Sport, con toda justicia, como el mejor jugador del calcio en la primera vuelta liguera. Fue suplente en la Copa del Mundo de 2002, nunca ha disputado un encuentro de la Champions ni ha lucido un scudetto sobre el pecho. En teoría, debería estar condenado al olvido. "Cada partido era un examen. Sentía una opresión en el estómago. Jugaba estresado", dijo ayer a La Gazzetta hablando de su modesta carrera.
Ya al borde de la muerte futbolística, liberado de presiones, Doni se ha convertido en una maravilla. Por fin, hace lo que le gusta: jugar con un balón.
Enric González es autor de Historias del Calcio
3 comentarios:
Como siempre un placer leer a Enric,pero hay cada frase hoy que...uff.
Gracias por la recopilación, buenísimas las notas
Baggio > Totti > Doni > Del Piero.
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