Puntual como el catarro, Fabio Capello ha vuelto a cantar su villancico por Navidad. Lo había hecho por vez primera en los años de presidencia de Lorenzo Sanz. Después de varios meses de fútbol-zambomba, su equipo mandaba en la clasificación, pero los espectadores locales no terminaban de identificar aquella murga con el espectáculo del domingo. Acostumbrados a disfrutar de la habilidad de los mejores futbolistas, no entendían a un entrenador cuyo equipo se deshacía de la pelota como de un trasto viejo.
A fin de año, un periodista preguntó al sospechoso cómo era posible que, con su alarde presupuestario, el Madrid pudiera jugar tan mal.
"Con lo que tengo, no se me puede pedir más", contestó muy ofendido.
Después de romper la hucha, Sanz le había cerrado ocho nuevos fichajes: el portero Illgner, campeón mundial con Alemania; Panucci y Secretario, laterales derechos del Milan y el Oporto; Roberto Carlos, lateral izquierdo del Inter; Seedorf, primer centrocampista del Sampdoria; Zé Roberto, el zurdo más acreditado de Brasil; Suker, máximo goleador de la Liga, y Mijatovic, el mejor jugador del campeonato. Por si necesitaba jugadores de relleno, disponía de Raúl, Hierro, Sanchís y Redondo, entre otras figuras internacionales.
Pero aquel día de diciembre se puso la máscara de cemento, le tomó el número al reportero y dijo de nuevo: "Con lo que me han dado, no podemos hacer más". Luego, ya fuera porque recibió algún aviso por la línea de órdenes o porque el Bernabéu empezaba a sublevarse, aceptó que Redondo se hiciera cargo de las operaciones y aquel equipo, que más tarde ganaría la Liga de Campeones con Heynckes, levantó el vuelo en un minuto.
Diez años después, puntual como el cuco del reloj, ha respondido igual que entonces a una pregunta de Pablo Polo.
"No podemos jugar como el Barcelona. Hay que hacer el vino con la uva que se tiene", ha dicho en una sutil evocación de la vendimia.
También le han servido ahora ocho ejemplares de pura cepa. A saber, Cannavaro y Emerson, sus compinches en la Juve; Diarra, el hombre escoba con el que siempre soñó; Van Nistelrooy, goleador del Manchester United; Reyes, agitador del Arsenal; Marcelo, el lateral izquierdo del futuro; Higuaín, un delantero de última generación, y Gago, quizá el mediocentro más brillante del mercado. A ellos se suman Ronaldo, Robinho, Ramos, Beckham, Cicinho, Guti o Raúl, casi una selección Resto del Mundo.
Habrá que reconocer sus méritos de bodeguero: jugar tan mal con futbolistas tan buenos exige mucho entrenamiento. Hace falta mucha solera para convertir tanta uva en el vino que vende Asunción.
A la espera de que Gago tome el mando, no es blanco ni tinto ni tiene color.
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