Este verano puse el vídeo de la final de Champions y fui viendo y analizando el partido sin el nerviosismo del día en que lo vi en directo. Era consciente de que no iba a poder leer la final exactamente como imaginaba que en su momento había podido hacerlo Guardiola, del mismo modo que nunca podré leer entero un artículo mío imaginando que soy Guardiola y lo estoy leyendo. Y sin embargo, hacia la mitad de la primera parte, durante unos breves y extraños segundos, me pareció leer las pequeñas carencias esenciales que el entrenador, a pesar de ir ganando, pudo detectar en el Barça. Recuerdo que, después de cruzar por aquellos extraños segundos guardiolanos, tuve bien claro que, por ejemplo, también yo habría fichado a Ibrahimovic y Chigrinski para esta temporada. Y no porque tengan unos apellidos fascinantes, que los tienen -deberían prohibir a los futbolistas llamarse Pepe y otras soserías por el estilo-, sino porque puede que uno y otro perfeccionen la excelente alineación que ganó al Manchester.
Ver un partido del Barça sin estar pendiente del resultado me permitió ver, por ejemplo, que Guardiola ha logrado la perogrullada de que Messi sea el mejor jugador del mundo porque juega en el mejor equipo del mundo, y no al revés; lo hace, además, en el equipo en el que ha estado desde niño, quedando por ver si en todos los demás frentes puede brillar así, véase si no su reciente fracaso con la selección argentina ante Brasil. Y pude también confirmar que, en compañía de otros tres genios (Cesc, Lampard y Gerrard), Xavi e Iniesta son los mejores centrocampistas del fútbol actual. Y que Valdés es el mejor portero que puede tener este equipo y que fue una barbaridad que la temporada pasada algunos insinuaran cambiarlo por Reina o por Diego López, notablemente inferiores a él.
Ver un partido del Barça sin estar pendiente del resultado me permitió ver, por ejemplo, que Guardiola ha logrado la perogrullada de que Messi sea el mejor jugador del mundo porque juega en el mejor equipo del mundo, y no al revés; lo hace, además, en el equipo en el que ha estado desde niño, quedando por ver si en todos los demás frentes puede brillar así, véase si no su reciente fracaso con la selección argentina ante Brasil. Y pude también confirmar que, en compañía de otros tres genios (Cesc, Lampard y Gerrard), Xavi e Iniesta son los mejores centrocampistas del fútbol actual. Y que Valdés es el mejor portero que puede tener este equipo y que fue una barbaridad que la temporada pasada algunos insinuaran cambiarlo por Reina o por Diego López, notablemente inferiores a él.
Observé también, desde el primer momento, que Eto'o, sin la alta virtuosidad técnica de sus compañeros y convertido en reiterado impedimento serio para el trenzado de ciertas jugadas, cortaba las combinaciones de su equipo en el centro del campo. Ya sé que es un gran jugador y que el socio barcelonista, en su vertiente llorona y sentimental, lo añorará siempre. Pero en esa final, como venía ocurriendo en tantos partidos de la temporada, apareció sólo realmente en el minuto en que para sorpresa de todos marcó su gol, dio el zarpazo que seguramente decidió el partido, lo que no es poco. Ciertamente no es poco, pero también es verdad que después de ser decisivo se diluyó en correteos incordiantes para todos, no sólo para los centrales del Manchester. Sólo alguien como Guardiola podía decidirse a ser tan decisorio y decisivo como Eto'o, y días después decidir que era mejor abrirle la puerta a este gran jugador y salir en busca de nuevos inventos. De Ibrahimovic, por ejemplo, tan discutido por los socios llorones, pero que en cualquier momento puede empezar a recordarnos a Van Basten. Y no hay que olvidar que Guardiola siempre ha tenido en su punto de vista como modelo al gran Milan de Sacchi, Baresi y Van Basten.
En cuanto a los dos centrales del Manchester, sucedió con ellos algo sorprendente. Antes de la final de Roma estaban considerados como la pareja de defensores mejor del mundo. Pero dejaron de serlo cuando empezó a verse que, a diferencia de los del Barça, eran incapaces de salir con la pelota controlada. Y es más, se vio que el desequilibrio entre los centrales de uno y otro equipo -Piqué y Touré, a diferencia de los ingleses, siempre penetrando en las líneas defensivas rivales- era también decisivo para la superioridad blaugrana. Por otra parte, es posible que de haber jugado Puyol de central -lo hizo de lateral en sustitución de Alves-, el Barça no hubiera contado, en el sentido ofensivo, con la eficacia del improvisado central que fue Touré. Es fácil entender en este contexto por qué interesa a Guardiola un jugador como Chigrinski, que reúne en él solo las mejores cualidades atacantes de Márquez y Piqué. Queda finalmente la cuestión de Henry, que jugó a gran altura la temporada pasada, pero que, por edad y posible relajamiento, ofrece dudas para el porvenir. Ya en Roma fue un leve lastre, aunque lo fue porque salía de una lesión. Laporta ha asegurado haberle dado a Guardiola todo lo que ha solicitado y no espera que éste le desmienta, pero todos recordamos que pidió a Ribéry y que éste no ha llegado porque quien tendría que haber trabajado tanto o más que el entrenador no fue lo suficientemente diligente para prever -o soñar al menos- los retoques que este año eran necesarios para seguir en busca del imposible equipo perfecto.
Enrique Vila-Matas es escritor
5 comentarios:
Al fino y concienzudo ejercicio de análisis que ha hecho el señor Vila-Matas también se le puede llamar de otra forma: hacer la quiniela con el periódico del lunes.
I am Impressed. Please keep going to write more content…
Before Commenting, I wanna say thank you for providing this great information.
I feel too good to read it this awesome blog.
Keep sharing this type of content.
Publicar un comentario