lunes, julio 16, 2007

CAMBALACHE por Mario Benedetti

Hoy un cuento de Benedetti. Lo tituló como el famoso tango de Enrique Santos Discepolo y está recogido en una magnífica recopilación de pequeños relatos que, con forma de cartas sin destinatarios, llamó 'Buzón de Tiempo' (Alfaguara, 1999). Por motivos varios, libro imprescindible (para mí, claro).


Aquel equipo de futbol, rioplatense (no daré más detalles ya que lo que importa es la anécdota y no el nombre de los actores), llegó a Europa sólo 24 horas antes de su primer partido con una de las más prestigiosas formaciones del Viejo Continente (tampoco aquí daré más detalles). Apenas tuvieron tiempo para una breve sesión de entrenamiento, en una cancha más o menos marginal, cuyo césped era un desastre.

Cuando por fin entraron al verdadero campo de juego (el field, como dicen algunos puristas) quedaron estupefactos ante las descomunales dimensiones del estadio, las trubunas repletas y vociferantes y también ante la atmósfera helada de un enero implacable.

Como es habitual, se alinearon los dos equipos para escuchar y cantar los himnos. Primero fue, lógicamente, el del local, que fue coreado por público y jugadores, seguido por una cerrada ovación.

Luego vino el de los nuestros. La grabación era espantosa, con una desafinación realmente olímpica. No todos los jugadores conocían la letra en su totalidad, pero al menos coreaban la estrofa más conocida. Sólo uno de los deportistas, casualmente un delantero, aunque si se acordaba del himno, decidió cantar en su reemplazo el tango cambalache: "Que el mundo fue y será una porquería, /ya lo sé, /en el quinientos seis/y en el dos mil también". Sólo en el palco oficial, unos pocos aplaudieron por compromiso.

Cuando concluyó esa parte de la ceremonia, y antes del puntapié inicial, que estuvo a cargo de un arrugado actor del cine mudo, los jugadores rioplatenses rodearon al delantero díscolo y le reprocharon duramente que cantara un tango en lugar del himno. Entre otros amables epítetos, le dijeron: traidor, apátrida, saboteador y cretino. El incidente tuvo inesperadas repercusiones en el partido. Por lo pronto, los otros jugadores evitaban pasarle la pelota al saboteador, de modo que éste, para hacerse con ella, debía retroceder casi hasta las líneas defensivas, y luego avanzar y avanzar, eludiendo a los fornidos adversarios y pasándola luego (porque no era egoísta) al que estaba mejor colocado para tirar al arco.

Los europeos jugaron mejor, pero faltaban pocos minutos para el final y ninguno de los equipos había logrado perforar la valla contraria.

Así, hasta el minuto 43 del segundo tiempo. Fue entonces que el apátrida recogió la pelota de un falso rebote y comenzó su desafiante carrera hacia el arco adversario. Penetró en el área penal, y en vista de que hasta ahora sus compañeros habían desaprovechado las buenas ocasiones que él les brindara, dribleó con tres geniales vaivenes a dos defensas, y cuando el guardameta salió despavorido a cubrir su valla, el cretino amagó que patearía con la derecha pero lo hizo con la izquierda, descolocando totalmente al pobre hombre e introduciendo el balón en un inalcanzable ángulo de la escuadra. Fue el gol del triunfo.

El segundo partido tuvo lugar en otra ciudad (no entro en detalles), en un estadio igualmente impresionante y con sus tribunas de bote en bote. Allí también llegó el momento de los himnos. Primero el local y luego el de la visita. Aunque la banda sonora, iba por otro rumbo, los 18 jugadores, perfectamente alineados y con la mano derecha sobre el corazón, entonaron el tango Cambalache, cuya letra si era sabida por todos.

Aunque se ganó también ese partido (no recuerdo exactamente el resultado), los indignados dirigentes resolvieron suspender la gira europea y sancionar económicamente a todos los jugadores, sin excepción, acusándoles de traidores, apátridas, saboteadores y cretinos.

Mario Benedetti, escritor uruguayo.

7 comentarios:

Argonauta dijo...

Una buena historia, ¿Sabes si las demás historias del libro tratan todas sobre futbol o los temas son diversos? Me gustaría leer algo suyo q no sea sólo futbol. Saludos

Recopilador de Historias dijo...

Creo recordar que no hay más historias de fútbol en ese libro, aunque ahora no lo recuerdo bien y e sposible que se me escape alguna, pero son cuentos de temáticas diferentes (amores perdidos, la muerte, volver a la vida después de la dictadura...)

Un saludo

Anónimo dijo...

¿Puede ser la final de la Intercontinental del 66 entre el Madrid y Peñarol?

Anónimo dijo...

“El césped. Desde la tribuna es un tapete verde. Liso, regular, aterciopelado, estimulante. Desde la tribuna quizá crean que, con semejante alfombra, es imposible errar un gol y mucho menos errar un pase. Los jugadores corren como sobre patines o como figuras de ballet. Quien es derrumbado, cae seguramente en un colchón de plumas, y si se toma, doliéndose, un tobillo, es porque el gesto forma parte de una pantomima mayor. Además, cobran mucho dinero simplemente por divertirse, por abrazarse y treparse unos sobre otros, cuando el que se queda bajo ese sudoroso conglomerado hizo el gol decisivo. O no decisivo, es lo mismo. Lo bueno en treparse unos sobre otros mientras los rivales regresan a sus puestos, taciturnos, amargos, cabizbajos, cada uno con su barata soledad a cuestas. Desde la tribuna es tan disfrutable el racimo humano de vencedores como el drama particular de cada vencido...”
(El césped – M. Benedetti)

Benedetti me gusta incluso hablando de fútbol. Y lo sabes.

Anónimo dijo...

El césped es el mejor cuento que he leído de fútbol. Y gracias a él descubrí a Benedetti, muy recomendable

LaTorpeda dijo...

Gracias por llevarme hasta Benedetti. Imprescindible para mi también, claro.

Unknown dijo...

Me gustaría si pueden explicarme cómo se resignifican las letras del cuento y del tango? Muchas gracias