jueves, septiembre 08, 2005

MARADONA Y LA FRAGILIDAD por Jorge Valdano

"Maradona no es una persona cualquiera, es un hombre pegado a una pelota de cuero", canta Andrés Calamaro y no está errado. El día que Diego dejó el fútbol le extirparon la pelota, la misma que lo llevó desde Villa Fiorito hasta el cielo. Desde entonces, su caída hacia un precipicio oscuro parece no tener final. Desde allá arriba hasta aquí abajo, en uno de los viajes más exagerados que haya hecho nunca el hombre. Ya sé que en la trampa de la droga entró mucho antes, pero quizá hubiera escapado más fácil si sus domingos tuvieran partidos, gritos de multitudes y una pelota atada a su pie izquierdo. Cierto Calamaro: nadie que haya vivido la apasionante aventura de ser Maradona puede volver a ser una persona cualquiera. Qué frágiles que son los dioses del fútbol, ¿verdad? Diego vive en el imaginario colectivo como un héroe que logró la hazaña de hacernos felices y ganadores; pero ése es un milagro peligroso, como lo son los recuerdos hermosos sin segunda oportunidad. Porque sin el balón Maradona es sólo un hombre que no encuentra manera de estar a la altura de su recuerdo perfecto. Ni ante sí mismo ni ante los demás. Salvo que la cocaína, balón en polvo, lo eleve, aunque sea por un rato, desde este precipicio de mierda hasta el Olimpo del que los dioses nunca debieran salir. Pero la cocaína es una mentira que cuando te devuelve a la tierra, en lugar de recuerdos deja vergüenza, culpa y huellas en la sangre para que la policía haga su trabajo y el periodismo lo convierta en un espectáculo.

Qué frágil que es la vida, ¿verdad? Porque cualquiera de nosotros, un día, hubiera pactado con el diablo con tal de jugar como Maradona, y hoy Diego seguro que daría hasta parte de sus recuerdos por tener la fuerza de ser como cualquiera. Pero eso, ya lo dijo Calamaro, no se puede. A un héroe como Maradona no se le compadece, tampoco se le defiende acusando a su entorno de un problema que es sólo suyo. Maradona fue víctima de una celebridad universal que hubiera confundido a cualquiera. Y fue víctima de una frivolidad social que, en los años ochenta, puso de moda la cocaína haciéndonos creer que era un juguete fashion para gente exitosa. Y fue víctima de su propia frivolidad por creer que su celebridad lo convertía en un exitoso sobrehumano, capaz de vencer a cualquier enemigo, incluso la droga.

Diego pidió ayuda en cada entrevista que le hicieron, millones de personas que, como yo, le amamos, quisiéramos ayudarle. La paradoja es que no sabemos cómo se hace. No podemos decir que no somos conscientes, porque su drama se ha televisado para el mundo entero. Sólo que nunca supimos cómo ayudarle.

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