Por las dudas o porque el mundo a veces amaga con volverse una colección de olvidos, el diccionario de las gentes valiosas resumirá más o menos ésto: Roberto Fontanarrosa, patrimonio de la humanidad y de Rosario, descubridor imparable de gracias profundas entre las desgracias cotidianas, fabricante de carcajadas en un mundo que suele detener la producción en ese rubro, apasionado del fútbol como nadie a partir de la certeza de que en el fútbol cabe todo, artista del arte de transformar en risa a la melancolía, experto en conseguir que los sinsentidos de la existencia le den sentido a la existencia, dibujante, narrador, imaginador de personajes tan o más queribles que las personas, docente en ternuras, genio con hábitos de señor cualquiera, grandísimo tipo.
Fontanarrosa murió hace cuatro años, el 19 de julio de 2007, en Rosario, que era donde hacía todo. Antes, entre tantas cosas, había sido cronista de la Copa América con el propósito de que su Hermana Rosa y su Yaya Serenelli filosofaran juntos sobre qué ocurriría con cada pelotazo y combinaran lo más sabio de la ciencia y lo más honesto de la chantada argentina para vaticinar cómo saldrían los partidos. Por supuesto, esa sociedad de aventureros hubiera sido la única capaz de aventurar que a las semifinales de la Copa arribarían Venezuela, Perú, Paraguay y Uruguay y que se marcharían Argentina, Brasil, Chile y Colombia. Y desde su corazón insuperable de hincha de Central, el Negro induciría a que la Hermana Rosa y el Yaya atribuyeran a un conjuro rojinegro (en términos del hinchismo de Fontanarrosa) las eliminaciones sorpresivas de Chile y de Brasil porque a ambos los dejaron fuera las punterías de Gabriel Cichero (el del segundo gol de Venezuela) y de Marcelo Estigarribia (el del primer penal que acertó Paraguay), dos que integraron hace muy poco el más flojo Newell's en mucho tiempo... Prueba a la vista: la Copa de reales absurdos se parece a las tramas literarias que enhebraba el Negro.
Sin portar a Rosario en la cédula de identidad pero hermanados con Fontanarrosa por la voluntad de crear, dos buenos futboleros porteños dedicaron su anochecer posterior a los cuartos de final a inferir qué apuntes hubiera soltado el Negro ante una Copa que patea a los vaticinios y los tira más lejos que los peores penales. Justamente, uno de esos futboleros se animó a intuir que Fontanarrosa se fascinaría con los cuatro penales fallados por Brasil y que encontraría oro en polvo en la excusa también brasileña de que la superficie del área parecía mansa y fiable, pero, en realidad, conspiraba y embrujaba los botines de los jugadores. Y aseguró que, así como una vez Fontanarrosa se sentó al lado del titular de la Real Academia Española y reivindicó la magnitud de la palabra "mierda", ahora se ubicaría cerca del mismo interlocutor para convencerlo de que, para América Latina, el punto del penal es tan o más importante que el punto y seguido. El otro futbolero le contestó que era cierto. Igual de cierto que a esa buena ocurrencia, el Negro la hubiera contado diez veces mejor.
Futboleros, escritores, lectores, hinchas, argentinos, los que sean, saben que durante la Copa de los absurdos el Negro Fontanarrosa detectaría cómo exaltar los esmeros de la selección demasiado joven de México, y que hallaría un chiste oculto entre los bigotes inquietos de La Volpe, y que inventaría nuevos héroes para que vivieran en sus textos, o sea en un territorio infinito que queda entre el grotesco y la dulzura. También saben que no se hubiera ensañado con ningún vencido porque eso, simplemente, jamás lo hizo y porque eso jamás se hace.
Así que basta de desesperaciones para argumentar lo que pasó en un torneo de razones perdidas. Y basta de intentos sesudos de comprensión. Y basta de perseguir causas y efectos. Lo mínimo que se merecía Fontanarrosa era que una Copa América resignara su lógica de Copa -al cabo, nada tan importante- y funcionara como un desconcierto consecutivo con el que sólo hubiera fantaseado un crack como el Negro. En definitiva, no es tan raro. Con frecuencia, la vida y el fútbol avanzan como un absurdo al que hay que buscarle sanos pretextos. Por fortuna, existen unos cuantos. Entre los más bonitos, los más emocionantes y los más humanos, está y seguirá estando leer a Fontanarrosa.
5 comentarios:
Fontanarrosa?? perdón por mi ignorancia amigo, pero que es fontanarrosa?? por lo demás muy entretenido tu blog
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