Un tanto a destiempo, pero siempre es buen momento recuperar artículos tan acertados como los que suele proporcionar Segurola.
Tras vivir tiempos difíciles en los últimos cuatro años, Aragonés reservó sus cualidades más distinguidas para la Eurocopa. A su preciso, sereno y eficaz trabajo se debe en gran parte el éxito de la selección.
Es difícil completar un gran campeonato sin una acertada conducción. Luis Aragonés, que ha atravesado tiempos difíciles durante los últimos cuatro años, ha reservado sus mejores cualidades para el último mes de su trayecto como seleccionador. Como casi todo lo que importa en este país, su figura ha sido objeto de un debate intenso, con un considerable desgaste para el técnico. A su preciso, sereno y eficaz trabajo se debe gran parte del éxito de la selección.
No sólo por la conquista del título, sino por el legado que dejará este maravilloso equipo. Hay victorias que no dejan nada para el futuro, equipos ganadores de los que apenas se acuerda nadie. Éste no es el caso. La selección española ha alcanzado la clase de cota que la sitúa a la altura de los equipos más atractivos de los últimos 40 años. En gran medida se debe a Luis Aragonés.
Se debe, y así hay que reconocerlo, porque el entrenador eligió aquella parte del fútbol español que le hace diferente a los demás. No era una elección sencilla. Estos jugadores han sido cuestionados en los últimos años por una presunta debilidad física y competitiva, por un estilo que muchos sectores consideraban banal y por unos resultados que no les ayudaban, tanto en la selección como en sus clubes.
La temporada ha resultado particularmente difícil para los jugadores del Barça y del Valencia, a los que Luis no les perdió la fe. Todo esto en un escenario de presunto desprestigio de la Liga española. No parecía el momento más adecuado para confiar el destino de la selección a unos futbolistas que venían de una Liga desastrosa. Sin embargo, Luis se inclinó definitivamente por una generación, por un tipo de jugador y por una identidad.
Luis tuvo convicción y personalidad en su elección. Resulta fácil decirlo ahora, pero no lo era en las duras semanas de invierno y primavera. Había que creer mucho en futbolistas sometidos a todo tipo de críticas en sus equipos. Fueron días difíciles también para el seleccionador. España venía de dos difíciles clasificaciones para el Mundial 2006 y para la Eurocopa. Entre los aficionados prevalecía una sensación de hastío y alejamiento.
Luis no ayudó mucho con algunos comportamientos extemporáneos. Su espantada tras el partido frente a Letonia generó perplejidad. Parecía un hombre dominado por la tensión. Tampoco fue feliz su reacción en el partido amistoso con Francia, en Málaga. Se alteró tanto por la adhesión de los aficionados con Raúl que dedicó la víspera del encuentro, y las horas posteriores, a agitar el fantasma de la dimisión. Al fondo, se apreciaba una parte que Luis no siempre ha logrado controlar: su propio personaje. En ese periodo Luis decidió estar a la altura de su guiñol.
No es algo novedoso. Es un mal que se extiende entre políticos, artistas, deportistas y famosos en general. En el caso de Luis le alejaba del centro de gravedad de su trabajo. Le alejaba de la realidad. Equivocaba el tiro.
Aquel partido con Francia, convertido en un inexplicable homenaje a Albelda, marcó el punto crítico de la trayectoria del seleccionador. Pudo ser el punto sin retorno de Luis Aragonés. Sin embargo, significó todo lo contrario.
Desde febrero, a Luis le salió el entrenador que lleva dentro y se alejó de cualquier tentación tremendista. Nunca en estos cuatro años ha parecido más atento, discreto, intuitivo y preciso en sus decisiones. Nunca ha dado una imagen tan moderada de sí mismo. Nunca ha dado tanta impresión real de autoridad. Se distanció de su personaje, eligió con convicción a unos jugadores cuestionados por gran parte de la Prensa y de los aficionados y se lanzó a la aventura de la Eurocopa en medio del escepticismo general. La historia no estaba de parte de España.
La conducción de Luis ha sido irreprochable durante el torneo. No se ha visto ninguna lacra en el equipo y sus alrededores. Cohesión en el grupo, jugadores que han aparcado las vanidades a favor de una idea colectiva, orden y madurez en el campo, máxima convicción en el peculiar modelo de fútbol, decisiones correctas del técnico antes, durante y después de los partidos.
El resultado fue un mes mágico de fútbol y sensatez. Todos los temores se derrumbaron ante la evidencia de la extraordinaria calidad del equipo, una de las selecciones más brillantes que ha visto el fútbol europeo en las últimas cuatro décadas, y ante delicado trabajo del seleccionador, trabajo de altísima precisión por la magnitud del desafío.
No hubiera sido posible un éxito de este calibre sin una conducción perfecta, en este caso la de un entrenador que sufrió el momento más desagradable de su carrera como futbolista frente a un equipo alemán, el Bayern de Múnich.
Han pasado 34 años de aquello y Luis ha tenido la oportunidad de cerrar aquella herida personal. Frente a Alemania, en la final de la Eurocopa, dirigiendo a un exquisito equipo, Luis alcanzó la cima como entrenador. Un éxito que nadie jamás podrá discutirle.
1 comentario:
Hoy en el país, grandioso Enric, una vez más: El sentido trágico del fútbol.
http://www.elpais.com/articulo/deportes/sentido/tragico/futbol/elpepudep/20080828elpepidep_8/Tes
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