A diferencia de los grandes equipos de los últimos 30 años, el éxito del Liverpool no se debió a un grupo definido de jugadores, sino al definido estilo de su juego, a una manera de vivir el fútbol. La coherencia y la ambición se las inyectó Bill Shankly, uno de los muchos escoceses que transformaron el fútbol en Inglaterra. Escocés fue el gusto por el juego de pase frente al choque inglés. Escocés fue Matt Busby, el mítico entrenador del Manchester United, y lo es Álex Ferguson, el técnico que ha reeditado en los últimos 20 años la hegemonía del equipo de Old Trafford. Escocés hasta la médula era Bill Shankly, nacido en una familia de mineros, minero él mismo, hombre de carácter y entrenador carismático. Shankly sacó al Liverpool de pobre, después de años de regresión a finales de los 50. Lo devolvió a Primera y no tardó mucho en conquistar su primer título de Liga. Ganó el campeonato en 1965, en plena efervescencia del pop y de una ciudad que encontraría en el fútbol una manera de afrontar la terrible crisis industrial de la década siguiente.
Shankly nunca ganó la Copa de Europa, pero los seguidores y futbolistas del Liverpool saben que el éxito se debe a su viejo entrenador. Cuando se retiró en 1975, dejó al equipo en manos de su ayudante, Bob Paisley, que dejó su puesto a otro ayudante, Joe Fagan, que traspasó los poderes a Kenny Dalglish, el delantero escocés que había sucedido y mejorado a Kevin Keegan. Así se hacían las cosas en Anfield. Al fondo, el ideario del viejo entrenador: juego de pase, rápido, solidario, sin egoísmos. Todo esto sucedió en un periodo interesante del fútbol británico. Mientras el Liverpool se hacía casi hegemónico en la Liga y en Europa, la mayoría de los equipos eligieron la ruta contraria al equipo de éxito.
Por aquella época, un tal Charles Hughes se hizo cargo de la dirección deportiva de la federación. Hughes escribió un libro que fue recibido como la Biblia del fútbol por sus partidarios. Se titulaba The Winning Fórmula (La Fórmula Ganadora) y era la obra de alguien dispuesto a castrar el juego. Todo se reducía a estadísticas, porcentajes, presuntas maneras de sacar el máximo provecho posible al lugar de las faltas, los rechaces, a todo lo que no depende del ingenio de los jugadores. El pelotazo y el rechace hizo furor en la mayoría de los equipos, que se igualaron por lo bajo. El Manchester United descendió a Segunda División. El Chelsea, también. Todos jugaban a lo mismo, con consecuencias atroces en la selección. Inglaterra estuvo ausente de los Mundiales de 1974 y 1978. Una generación de excelentes y díscolos futbolistas (Bowles, Worhtington, Marsh, Currie) fue sacrificada en el altar de la fórmula ganadora de Hughes, fórmula inservible a la luz de los fracasos ingleses.La excepción más notable fue el Liverpool, que estaba en las antípodas de las tesis de Hughes. Con Bill Shankly triunfó el passing game, donde la posesión de la pelota era fundamental. En este sentido, el Liverpool estaba más cerca del Ajax que del fútbol inglés. El equipo comenzó a forjarse en los años sesenta con jugadores como los extremos Callaghan y Thompson, el combativo central Tommie Smith o el goleador Roger Hunt. Allí se gestó el equipo comenzaría el asalto a Europa. Ingleses como Keegan, Emlyn Hughes o Phil Neal, galeses como Toshack y Rush, irlandeses como Heighway y Lawrenson, escoceses como Hansen, Souness y Dalglish, todos adscritos al ideario de Dalglish y a la mística del club, todos dispuestos a mantener la llama sagrada del Liverpool: entre 1977 y 1985, es decir, entre la primera Copa de Europa de los reds y la tragedia de Heysel, el Liverpool dominó el fútbol europeo.
No hubo una alineación especialmente memorable, ni un entrenador al frente del equipo que ganó cuatro veces la Copa de Europa, dominó con puño de hierro la Liga inglesa y reunió una legión de seguidores por el mundo. El Liverpool era una idea de fútbol y de vida. Los reds consagraron lo mejor del fútbol inglés (pasión y generosidad) con lo mejor del fútbol europeo. Que su estilo no fuera imitado en la Liga inglesa le benefició. Se encontró sin demasiados rivales. Es ahora, cuando el Arsenal de Wenger recoge y mejora muchas de las bases que estableció Shankly, el momento de apreciar el mérito del Liverpool.
3 comentarios:
preciso el artículo, como todos los que recoges.
sabes dónde y cuándo lo publicó?
Mucha mística en ese club
Triskas, lo has clavado. Mística es lo que tiene el Liverpool, exactamente eso.
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