domingo, febrero 01, 2015

ABDON EN POLVO CONVERTIDO por Manuel Jabois

Publicado por la revista Jot Down, guardé este texto de Jabois durante tres años. Espero que ya haya prescrito cualquier delito de reproducción. Digo espero, porque nunca se sabe. Abdón Porte ya ha sido protagonista de este blog, pero con un lujo como el que escribe Jabois ¿quién no le daría sitio?




El primer Abdón era hijo de Hillel el piratonita: dio a la tierra cuarenta hijos y treinta nietos que montaban en setenta burros. Juzgó en Israel ocho años y su nombre venido del hebreo significa siervo. Fue enterrado en el monte Amalec en el fondo de los tiempos, cuando Abdón Porte era aún descendiente de sus descendientes.

Nació El Indio, como le llamaban, en 1880; de él se cuenta que tuvo infancia de traste en la barriada de Libertad, departamento uruguayo de Durazno, llamado así porque fue creado alrededor de un duraznero, el naranjo americano. Porte creció pateando el balón y exhibiendo dotes de mando. Era fuerte y dominador; la foto de su juventud lo presenta con una mandíbula ancha y rasgos profundos de chamán efebo, con las cejas larguísimas cubriéndole los ojos a modo de visera tormentosa. Su estampa era de indio antiguo, como si una pareja superviviente lo hubiese engendrado a escondidas. “Formidable columna y rasgos característicos”, le dijeron los periódicos.

Abdón Porte debutó en el Colón y siguió en el Libertad, los dos en la Primera División. No pasó inadvertida su presencia y liderazgo para Nacional, que lo hizo llegar al tricolor en sólo unos meses. Su leyenda comenzó un 12 de marzo de 1910 en la banda derecha del Gran Parque Central, el estadio del coloso del Río de la Plata. Un año después era ya capitán con el 5 a la espalda. En ese tiempo Porte fue situado en el centro del campo como stopper, un todocampista de pulmones exagerados que devoraba en la marca a los delanteros y percutía como un hipopótamo en el campo rival, arrastrando la pelota hasta engullirla. Fue el primer medio volante en alzarse como máximo goleador en Uruguay.

“Era un típico hombre defensivo de estilo combativo; tenaz centre-half de un período brillante del fútbol oriental. Abdón Porte era notable, con virtudes y cualidades extraordinarias, defensivas y de colaboración, bien conocidas y recordadas por mucho tiempo, por los aficionados de antaño. Era un muchachón bueno, amigo de los amigos; gauchazo para hacer bien. Manso en la cancha aunque lo rompieran a patadas”, escribió Luis Scapinachis. “Era”, según Xosé de Enríquez, “era un lungo rústico, flaco, morochón y peloduro”. “Fue un tremendo macho, pero no agredía”, destaca el periodista Julio Toyos. Estuvo en la selección nacional que ganó la primera Copa América y contabilizó en 207 partidos 19 títulos.

Abdón Porte lo dejaba todo en el campo. Lo dejaba todo para defender a su Nacional. Para ese hombre no había nada más importante que ponerse la camiseta”, comenta el periodista Jorge da Silveira en un documental dedicado a Porte emitido por el Canal 12 de Montevideo: “Un hombre de poca conversación y terrible entrega. No aflojaba nunca”. De su esfuerzo da cuenta una anécdota: en una época en el que no había sustituciones se lesionó a los diez minutos y jugó cojo el resto del partido. Estuvo de baja de casi un mes, el mayor tiempo que Abdón Porte permaneció sin jugar al fútbol. “Entonces”, dice Toyos, “cualquier profesión, fuera periodista, abogado o futbolista, merecía toda la pasión en absoluto, sin ningún límite”.

Adorado por las gradas, símbolo indiscutible de Nacional, equipo creado como “respuesta criolla al fútbol de los gringos”, Abdón Porte empezó a ver a los 38 años la hora en la que nada puede devolver lo que fuiste. El escritor Eduardo Galeano cuenta que incluso se asomaban los silbidos a la tribuna cuando Abdón cedía. Ese mismo año el club colocó en su puesto a Alfredio Zibechi y Porte se sentó, por primera vez, en el banquillo.

Tras un partido en que Nacional derrotó al Charley 3-1, la plantilla fue a celebrar una cena en la sede del club, en el centro de Montevideo. A la una de la madrugada del 5 de marzo de 1918 Abdón Porte dejó la fiesta y se subió a un tranvía que lo dejó a las puertas del Parque Central. El estadio había sido cien años antes la chacra de una vieja en la que se firmaron los tratados con Oriente y fue investido José Gervasio Artigas Jefe de los Orientales y Protector de los Pueblos Libres, el líder de la Revolución del Río de la Plata. Hacia el centro de ese lugar se encaminaba en una noche de invierno Abdón Porte. De pie sobre el círculo central que dominó durante una década, en medio del silencio del estadio, rodeado de las gradas vacías que lo aclamaron como a un dios, el 5 de Nacional se sacó un revólver y lo apoyó en el pecho, haciendo estallar el corazón.

No en la sien, como suelen los suicidas, porque eso sería hacerlo con la razón, sino en el corazón”, dice Julio Toyos. A las seis de la mañana el perro de Severino Castillo, un empleado del campo, arrastró al hombre al césped. “Notó que en el mismo centro del field se encontraba un hombre en posición de cúbito dorsal. Al principio no le preocupó el hecho, pero en la nueva recorrida, viendo la inmovilidad del cuerpo, no obstante haberse iniciado una pequeña lluvia, acentuó más su atención. Poco tuvo que hacer el empleado que conocía al jugador de Nacional. El revólver que yacía al lado del cuerpo, ya ensangrentado, le dio toda la magnitud del suceso. El tiro había dado de lleno en el corazón, produciendo, como es de presumir, una muerte instantánea. Movido el cuerpo, se encontró a su lado un sombrero de paja, bajo el cual Porte había colocado dos cartas”, dijo la prensa al día siguiente. “Nacional pierde al creador de cien victorias”.

(Dos años después, como contestación a un artículo publicado en El País titulado Qué coupet, el diputado Washington Beltrán Barbat fue retado a duelo por el expresidente José Batlle y Ordóñez; bajo una lluvia torrencial, y tras un primer intento nulo —ninguna de las dos balas hizo cuerpo— Batlle acabó matando de un disparo bajo la axila a Beltrán, que cayó redondo en el círculo central del Parque Central).

Un sobrino de Abdón Porte crearía escuela en el club como delantero y ganaría también, como su tío, la Copa América con Uruguay. Alfredo Zibechi, el hombre que sustituyó a Abdón en el centro del campo, se convirtió en una leyenda del fútbol uruguayo. José María Delgado, el presidente del club al que iba dirigida una de las cartas, hizo carrera en Nacional y es uno de sus más emblemáticos símbolos; una grada lleva su nombre. En la misiva Abdón le instaba a cuidar de su “vieja” y de su novia, con la que se iba a casar un mes después. “Hagan por mí como yo hice por ustedes”, pidió antes de despedirse: “Adiós querido amigo de la vida”. Debajo, unos versos:

Nacional aunque en polvo convertido
y en polvo siempre amante.
No olvidaré un instante
lo mucho que te he querido.
Adiós para siempre.

A modo de posdata había una aclaración: En el Cementerio de la Teja con Bolívar y Carlitos, que hace referencia a los hermanos Céspedes, mitos del club muertos de manera temprana a causa de una enfermedad.

Porte da nombre a una tribuna del Gran Parque Central. Allí, cuando los jugadores de Nacional saltan al césped los días de partido, se extiende una gran pancarta en la que se lee con letra inmensa: “Por la sangre de Abdón”.

Publicado en la revista Jot Down en febrero 2012

martes, enero 20, 2015

MILAGROS URUGUAYOS por Enric González

Sigo pensando en lo que hubiésemos disfrutado con una corresponsalía de Enric González en Buenos Aires regalando asuntos del Cono Sur. Chi lo sa?




El Atlético de Madrid es, ahora mismo, el mejor equipo uruguayo del mundo. No, no lo digo por Godín. Ni por el Cebolla Rodríguez, que se marcha. Ni por Giménez. Este no es un asunto de pasaportes porque los futbolistas uruguayos, como los bilbaínos, nacen donde les da la gana. Hay uruguayos argentinos, como el propio Diego Simeone, y uruguayos de todas partes. Que no se me ofenda nadie, porque no hablamos de patrias ni de banderas, sólo de fútbol. De ese fútbol colectivo que en cuanto supera un cierto nivel de madurez, coraje, autoconocimiento y sangre fría, se sitúa en el nivel de lo uruguayo.

A ver si me explico. Lo más normal sería comenzar por Abdón Porte, El Indio, mediocentro del Nacional, que el 5 de marzo de 1918, de madrugada, con 25 años, caminó solo hacia el centro de la cancha y se pegó un tiro. Iba a perder la titularidad y no pudo soportarlo. Dejó bajo un sombrero, junto a su cadáver, un par de cartas. En una de ellas iban unos versos dedicados al Nacional, cursis como suelen ser las cosas trágicas: «Nacional, aunque en polvo convertido, y en polvo siempre amante, no olvidaré un instante lo mucho que te he querido. Adiós para siempre». Fútbol uruguayo.

Abdón Porte había jugado con la selección ganadora en 1916 del campeonato suramericano, actual Copa América. En ese equipo jugaban dos futbolistas negros, Isabelino Gradín y Juan Delgado. En ninguna otra selección del planeta jugaban negros. En la uruguaya, sí. Fútbol uruguayo.

Si hubiera que encarnar en una persona eso que llamamos fútbol uruguayo, sería sin duda en Obdulio Varela, el Negro. Ya saben de quien hablo: del tipo que derrotó a la mejor selección en el estadio más grande y creó una palabra potentísima, Maracanazo. Varela fue quien recogió el balón de la red, tras el gol de Brasil en la final del Mundial de 1950, caminó lentísimo hacia el centro del campo y se puso a hablar con el árbitro en un lenguaje incomprensible para que acudiera alguien y tradujera. La alegría brasileña se transformó en impaciencia y rabia durante esos minutos. «Cuando empezamos a jugar de nuevo, ellos estaban ciegos, no veían ni su arco de furiosos que estaban; entonces todos nos dimos cuenta de que podíamos ganar el partido. ¿Cómo conseguimos eso? Es que el jugador tiene que ser como el artista: dominar el escenario». Esa explicación se la dio, muchos años después, al periodista y escritor argentino Osvaldo Soriano. Dominio del escenario. Fútbol uruguayo.

Hablamos de un país minúsculo, con poco más de tres millones de habitantes, y con dos títulos mundiales. O sea, fútbol uruguayo.

Veía al Atlético de Madrid en su partido de Copa con el Real Madrid, hace unos días, y veía a un equipo, el rojiblanco, capaz de dominar cualquier escenario y acallar cualquier estadio (el Bernabéu repleto y rugiente no es precisamente cualquier estadio), un equipo en el que se habría sentido a gusto Obdulio Varela y que habría enorgullecido a Abdón Porte. Veía a un equipo consciente de que al fútbol se juega con las piernas, con la cabeza y con el corazón, con un asombroso espíritu colectivo, con una rara capacidad para combinar lucha y reflexión sin perder el hilo en 90 minutos.

Hay quien piensa que el Maracanazo fue el mayor milagro futbolístico que se ha visto sobre el césped. Uruguay no podía ganar ese partido, no ante un gran Brasil, no después de oír decir a sus propios directivos que aspiraban a una derrota no demasiado abultada, no en un Maracaná abarrotado. Y lo ganó. Cosas del fútbol uruguayo. Que, según se ve, no ha perdido su capacidad taumatúrgica. Diego Simeone y su banda de uruguayos han conseguido que Fernando Torres vuelva a ser un buen delantero: puro milagro uruguayo.

Publicado en El Mundo (19/01/2015)

miércoles, enero 07, 2015

LA ETERNA CONSPIRACIÓN por Enric González

Propósito a incumplir en 2015, que no falte una 'Zona Cesarini' en este blog. Bastantes se han quedado ya en el tintero de El Mundo y alguna habrá que recuperar. Digo yo.



Cuando dirigía al Real Madrid, José Mourinho solía elogiar el fútbol inglés y lo comparaba con el fútbol español. En Inglaterra, decía, los árbitros eran más competentes y ecuánimes, la prensa especializada era más razonable y no existían las campañas que a él le tocaba sufrir como responsable técnico del Madrid. Pero eso ha cambiado. El fútbol inglés, según Mourinho, está degradándose rápidamente. Antes funcionaba bien. Desde hace una semana es un desastre, porque el Chelsea de Mourinho empató un partido y perdió otro y el Manchester City de Pellegrini le ha alcanzado en el liderato. Al Special One le toca sufrir de nuevo una horrenda conspiración.
El 28 de diciembre, el Chelsea empató a uno con el Southampton.Cesc sufrió un penalti que el árbitro no señaló. Tras el partido, Mourinho afirmó que la prensa, los comentaristas de televisión y los directivos de otros clubes habían lanzado una campaña de presión sobre los árbitros, para que perjudicaran al Chelsea. Las cosas empeoraron el primer día de 2015, cuando el Chelsea se desplazó a White Hart Lane para jugar contra el Tottenham. El técnico local,Mauricio Pochettino, ex del Espanyol, que había perdido sus siete enfrentamientos previos con Mourinho, le doró la píldora antes de que rodara el balón: dijo que el entrenador del Chelsea era un hombre admirable, posiblemente el mejor entrenador del mundo, y consideraba un honor medirse con él. A Mourinho le dio igual. En cuanto empezó el partido montó su propio espectáculo.
Primero fue una posible mano de un defensa del Tottenham dentro del área. El árbitro no pitó penalti y el portugués entonó una larguísima letanía de insultos y maldiciones. Luego consideró queFazio, del Tottenham, merecía una segunda tarjeta por una entrada sobre Hazard, la estrella de los blues, y se lo hizo saber al árbitro y a todo el estadio. No le importó mucho que, acabado el partido, Hazard reconociera que eso no había sido siquiera falta. Mourinho, derrotado por un clamoroso 5-3, proclamó que el árbitro no corría lo suficiente y sugirió que había perjudicado conscientemente al Chelsea. Luego, tras insistir en que existía una campaña contra su equipo, aventuró que el fútbol inglés acabaría perdiendo a Hazard porque los árbitros no le protegían.
La cosa no es nueva. En 2007, antes de trasladarse a Madrid, Mourinho causó bastante asombro durante un encuentro con el Manchester United de Ferguson. El árbitro de aquel partido, Graham Poll, ya retirado, relató su experiencia. Mourinho empezó por gritarle continuamente desde la banda. "Me acerqué a José", escribió Poll, "porque pensé que simplemente estaba reaccionando a la presión ambiental y quería pedirle que fuera más considerado. Pero antes de que pudiera decirle nada, avanzó su cabeza hacia la mía y me dirigió una retahíla de insultos que incluyó un desafortunado comentario personal sobre mí y Sir Alex Ferguson". En concreto, Mourinho dijo que el árbitro Poll practicaba sexo oral con el técnico del Manchester United. Poll no denunció a Mourinho porque se retiraba semanas después y prefería evitar líos.
El diario The Sunday Times indicaba el domingo que los técnicos poderosos estaban abusando de los árbitros y señalaba a Mourinho, para el que pedía una sanción. Veremos. Tal vez Mourinho lamente ahora que el fútbol inglés no sea como el español, donde los arbitrajes son ecuánimes, la prensa se porta de forma razonable, no existen conspiraciones contra un equipo determinado, etcétera. Esas cosas, realmente, parece que sólo ocurren allí donde está él.

Publicado en El Mundo (05/01/2015)